Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe
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<strong>Discurso</strong> <strong>crítico</strong> y m odernidad<br />
Pocos autores como Baltasar Gracián han sabido expresar de manera<br />
tan pura el espíritu de su época. Su Oráculo manual y arte de prudencia<br />
es leído ahora como un manual de “marketing del siglo XVII”140, del arte<br />
de una “prudencia” cínica que no consistiría en otra cosa que en un “saber<br />
vivir” cuyo secreto estará en “saber dar la espalda” a todo aquello que<br />
pueda perturbar el disfrute del éxito y el beneficio alcanzado con él. Y se<br />
trata sin duda de un manual que guía para “triunfar en el mundo”; pero de<br />
uno muy especial que guía hacia un “triunfo” muy dudoso, en un “mundo”<br />
muy “raro”. Si no se quiere ignorar sino más bien explicar el carácter tan<br />
abiertamente “excéntrico” de este “manual” en nuestros días, es necesario<br />
tener en consideración la peculiar modernidad con la que juega en Gracián<br />
la acepción de términos como “vivir”, “práctica”, “utilidad”, “beneficio”,<br />
“triunfo”, etcétera, y el hecho de que, para esa modernidad, el sentido que<br />
éstos tienen en la acepción desarrollada por la modernidad clásico-realista<br />
— dominante en la España ibérica después de su borbonización en el siglo<br />
XVIII— se encuentra no sólo alterado sino incluso invertido.<br />
El “triunfo” que se persigue en los consejos de Gracián es, sin duda, el<br />
del varón empeñado en los asuntos terrenales, “comprometido” en “ganar<br />
el mundo”. Pero es el triunfo del “beatus vir” del Salmo 16 que Vivaldi mu-<br />
sicalizó medio siglo después, con todo alarde barroco. Es el triunfo mundano<br />
de un hombre situado en los tiempos “de hoi”, en los que — a diferencia<br />
de los de antes, y en virtud de que la Iglesia Católica, renovada en Trento<br />
y dirigida por la Compañía de Jesús, reconstruye el mundo, en la práctica,<br />
ad maiorem Dei gloriam— ese “ganar el mundo” tiene al fin, después de<br />
una larga historia, más posibilidades de coincidir con el “ganar la propia<br />
alma” que con el perderla. La realización personal de cada quien es ahora<br />
no sólo deseable sino posible, y ello en armonía con la realización de la<br />
katholiké ekklesía, de la comunidad universal de los seres humanos, que<br />
ha tomado partido por Dios, en contra de Satanás, y que está empeñada<br />
en la realización del Bien: “no quiera uno ser tan hombre de bien”, dice el<br />
Oráculo, “que ocasione al otro serlo de mal” (Aforismo 243). La sabiduría<br />
del varón prudente está inmersa en la vida práctica y concreta, puesto que<br />
“el saber vivir es hoi el verdadero saber” (A. 232), pero es una sabiduría<br />
que lo saca siempre “más allá” de la inmediatez de esa vida, volviéndolo<br />
“universal”, convirtiéndolo en una totalización que se inventa formas y<br />
artificios cada vez más elaborados para la variedad inagotable de su natu<br />
plica con mayor agudeza la relación entre la “alegoresis barroca” y la melancolía.<br />
Véase, sobre estos asuntos, W olf Lepenies, Melancholie und Geseüschaft, Suhrkamp,<br />
Frankfurt a. M., 1972.<br />
140 Así lo sugiere, por ejemplo, Emilio Blanco en la introducción a su edición del<br />
mismo. (Gracián, op. cit., Cátedra, Madrid, 1995 [1647], pp. 48-51.)<br />
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