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Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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Bolívar Echeverría<br />

mágicos, pasaba claramente de las cifras “en rojo” a las cifras “en negro”.<br />

En virtud de este hecho decisivo, la asimetría insalvable entre lo<br />

humano y lo extrahumano, entre la precariedad Jde lo uno y la fuerza<br />

arrolladora de lo otro, que prevaleció “desde el principio” en el escenario<br />

de sus relaciones prácticas, vendría a ser sustituida por la posibilidad de<br />

una simetría, de un equilibrio inestable o un empate relativo entre los<br />

dos. La escasez dejaría de medirse hacia abajo, respecto de la muerte posible,<br />

de la negación y la disminución de la vida humana, y comenzaría a<br />

medirse hacia arriba, convertida ya en “abundancia”, respecto de la afirmación<br />

y el enriquecimiento posibles de lo humano. Es un giro histórico<br />

que revierte radicalmente la situación real de la condición humana. La<br />

posibilidad de una abundancia relativa generalizada trae consigo una<br />

“promesa” de emancipación: pone en entredicho la necesidad de repetir<br />

“naturalmente” el uso de la violencia destructiva contra las exigencias<br />

de afirmación individuales — singulares y colectivas— como conditio si-<br />

ne qua non del modo específicamente humano de la vida y del mantenimiento<br />

de sus formas civilizadas. Libera a la sociedad de la necesidad de<br />

sellar su organización con una identidad en la que se cristaliza de manera<br />

intocable un pacto sagrado con lo otro, y le quita así el sustento a la .<br />

necesidad de “construir” al Otro como enemigo, sea interno o externo191.<br />

Tal vez lo característico, lo trágicamente característico de la modernidad<br />

“realmente existente” — cuya crisis más radical parece ser la que<br />

vivimos en esta vuelta de siglo— está en que ella ha sido a la vez la realización<br />

y la negación de ese revolucionamiento de las fuerzas productivas<br />

que comenzó a perfilarse hace ya tantos siglos. La vida económica de<br />

la modernidad debió entregarse al modo de comportamiento del capitalista<br />

dentro del mercado — que consiste en comprar barato para vender<br />

caro, es decir, para apropiarse de un plusvalor. Debió adoptarlo como su<br />

modo paradigmatico de producción y consumo de bienes, pues era el que<br />

mejor aprovechaba el terreno inexplorado abierto por la transformación<br />

de las fuerzas productivas y su nueva técnica en ciernes, y el que mejor<br />

fomentaba esa transformación. Pero esta subordinación de la actividad<br />

humana como actividad dirigida al enriquecimiento cualitativo del mundo<br />

de la vida bajo la “lógica” que rige en la voracidad del dinero-capital<br />

y su proceso de autovalorización; esta instauración de un productivismo<br />

abstracto e ilimitado como horizonte de la actividad humana, ha llevado<br />

a la modernidad a una autorrealización contraproducente: mientras más<br />

191 Paradójicamente fue uno de los iluminados de esas épocas, San Francisco de As-<br />

sis, quien, con su confianza ciega en que “Dios proveerá”, percibió y anunció a su<br />

manera la presencia de este vuelco histórico.<br />

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