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Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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<strong>Discurso</strong> <strong>crítico</strong> y m odernidad<br />

cial entre los que se componía y recomponía a comienzos de siglo la constelación<br />

política elemental. Su aceptación “gattopardiana”, como maniobra<br />

conservadora, destinada a resguardar lo tradicional, llegaba a coincidir y<br />

confundirse con su aceptación reformista o ingenua, la que calcaba de ella<br />

su racionalidad progresista. Por otra parte, su rechazo reaccionario, que ve<br />

en ella un atentado contra la esencia inmutable de ciertos valores humanos<br />

de estirpe metafísica, un descarrío condenable que puede y debe ser desandado,<br />

era un rechazo similar aunque de sentido diametralmente opuesto al<br />

de quienes la impugnaban también, pero en tanto que alternativa falsa o<br />

suplantación de un proyecto de transformación revolucionaria de lo humano.<br />

En el campo de la izquierda lo mismo que en el de la derecha, definiendo<br />

posiciones marcadamente diferentes dentro de ambos, se enfrentaban la<br />

aceptación y el rechazo de la modernización, experimentada como la dinámica<br />

de una historia regida por el progreso técnico.<br />

No obstante el predominio práctico incontestable y las irrupciones políticas<br />

decisivas y devastadoras de la derecha, es innegable que la vida política<br />

del siglo XX se ha guiado por las propuestas — desiguales e incluso<br />

contradictorias— de una “cultura política de izquierda”. La izquierda ha<br />

inspirado el discurso básico de lo político frente a la lógica tecnicista de<br />

• la modernización. Sea que haya asumido a ésta como base de la reforma<br />

o que la haya impugnado como sustituto insuficiente de la revolución, un<br />

presupuesto ético lo ha guiado en todo momento: el “humanismo”, entendido<br />

como una búsqueda de la emancipación individual y colectiva y de<br />

la justicia social. Es por ello que la significación de lo moderno como realización<br />

de una utopía técnica sólo ha adquirido su sentido pleno en este<br />

siglo cuando ella ha aparecido en tanto que momento constitutivo pero<br />

subordinado de lo que quiere decir la palabra “socialismo”: la realización<br />

(reformista o revolucionaria) de la utopía político social — el reino de la libertad<br />

y la justicia— como progreso puro, como sustitución absolutamente<br />

innovadora de la figura tradicional en la que ha existido lo político.<br />

La historia contemporánea, configurada en torno al destino de la modernización<br />

capitalista, parece encontrarse ante el dilema propio de una<br />

“situación límite”: o persiste en la dirección marcada por esta modernización<br />

y deja de ser un modo (aunque sea contradictorio) de afirmación de la<br />

vida, para convertirse en la simple aceptación selectiva de la muerte, o la<br />

abandona y, al dejar sin su soporte tradicional a la civilización alcanzada,<br />

lleva en cambio a la vida social en dirección a la barbarie. Desencantada<br />

de su inspiración en el “socialismo” progresista — que se puso a prueba<br />

no sólo en la figura del despotismo estatal del “mundo (imperio) socialista”<br />

sino también bajo la forma de un correctivo social a las instituciones<br />

liberales del “mundo (imperio) occidental”— , esta historia parece haber<br />

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