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Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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<strong>Discurso</strong> critico y m odernidad<br />

taria. A este ethos elemental lo podemos llamar realista por su carácter<br />

afirmativo no sólo de la eficacia y la bondad insuperables del mundo establecido<br />

o “realmente existente”, sino de la imposibilidad de un mundo<br />

alternativo.<br />

Una segunda forma de naturalizar lo capitalista, tan militante como<br />

la anterior, implica la identificación de los mismos dos términos, pero<br />

pretende ser una afirmación de todo lo contrario: no del valor sino justamente<br />

del valor de uso. La “valorización” aparece para ella plenamente<br />

reductible a la “forma natural”. Resultado del “espíritu de empresa”, no<br />

sería otra cosa que una variante de la misma forma, puesto que este<br />

espíritu sería, a su vez, una de las figuras o sujetos que hacen de la historia<br />

una aventura permanente, lo mismo en el plano de lo humano que<br />

en el de la vida en general. Aunque fuera probablemente perversa, como<br />

la metamorfosis en Satanás que sufre el Angel necesariamente caído,<br />

esta metamorfosis del “mundo bueno” o de “forma natural” en “infierno”<br />

capitalista no dejaría de ser un “momento” del “milagro” que es en sí<br />

misma la Creación. Esta peculiar manera de vivir con el capitalismo,<br />

que se afirma en la medida en que lo transfigura en su contrario, sería<br />

propia del ethos romántico.<br />

Una tercera manera, que puede llamarse clásica, de asumir como<br />

espontánea la subsunción del proceso de la vida social a la historia del<br />

valor que se valoriza, consistiría en vivirla como una necesidad trascendente,<br />

es decir, como un hecho que rebasa el margen de acción que corresponde<br />

a lo humano. Bendición por un lado, fruto de una armonía, y<br />

maldición por otro, fruto de un conflicto, la combinación de lo natural y<br />

lo capitalista es vista como un hecho metafísico distante o presupuesto<br />

como un destino clausurado cuya clausura justamente abre la posibilidad<br />

de un mundo a la medida de la condición humana. Para ella, toda<br />

actitud en pro o en contra de lo establecido que sea una actitud m ilitante<br />

en su entusiasmo o su lamento y tenga pretensiones de eficacia<br />

decisiva — en lugar de reconocer sus límites (con el distanciamiento y<br />

la ecuanimidad de un racionalismo estoico) dentro de la dimensión del<br />

comprender— resulta ilusa y superflua.<br />

Una cuarta manera de interiorizar al capitalismo en la espontaneidad<br />

de la vida cotidiana completaría el cuádruple sistema elemental del<br />

ethos prevaleciente en la modernidad establecida. El arte barroco puede<br />

prestarle su nombre porque, como él — que en el empleo del canon formal<br />

incuestionable encuentra la oportunidad de despertar el conjunto de gestos<br />

petrificado en él, de revitalizar la situación en la que se constituyó<br />

como negación y sacrificio de lo otro— , ella también es una “aceptación de<br />

la vida hasta en la muerte”. Es una estrategia de afirmación de la “forma<br />

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