Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe
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Bolívar Echeverría<br />
tido totalitario— para reproducir su consistencia oligárquica, o sea que<br />
se refiera a la contra-violencia, a la violencia de las fuerzas sociales que<br />
responden a la primera en nombre de la posibilidad de un estado alternativo,<br />
realmente democrático. Las consideraciones que siguen habrán<br />
cumplido su propósito si, en lugar de embrollar aun más este tema, logran<br />
aclararlo aunque sea en parte.<br />
Podría definirse a la violencia afirmando que es la calidad propia de<br />
una acción que se ejerce sobre el otro para inducir en él por la fuerza — es<br />
decir, en última instancia, mediante una amenaza de muerte— un comportamiento<br />
contrario a su voluntad y su autonomía; una imposición que<br />
implicaría, en principio, su negación como sujeto humano libre178.<br />
Ahora bien, parece ser que un cierto tipo de violencia no sólo es ineludible<br />
en la condición humana, sino constitutivo de ella, de su peculiaridad<br />
en medio de la condición de los demás seres; que un cierto modo de ejercer<br />
la violencia está en la base lo mismo de las grandezas que de las miserias<br />
del ser humano, de sus maravillas que de sus abominaciones.<br />
Se trataría aquí de una violencia a la que podemos llamar “dialéctica”<br />
o “de trascendencia”, puesto que quien la ejerce y quien la sufre<br />
mantienen entre sí a través del tiempo, más allá del momento actual, un<br />
lazo de reciprocidad, una complicidad o compromiso que convierte al acto<br />
violento en la vía de un tránsito a una figura más perfecta de su existencia<br />
conjunta. Se trataría de una violencia practicada como un auto-<br />
disciplinamiento que lleva al sujeto de la violencia, tanto como agente,<br />
como “donador de forma”, que como paciente, como “receptor de forma”,<br />
a trascenderse, a cambiar un nivel más precario y elemental de vida por<br />
uno más pleno y satisfactorio. Sería la violencia implicada en la acción<br />
histórica de la sociedad humana sobre sí misma cuando es esa ruptura<br />
de un contm uum in sop orta b le a Ja q u e s e refería W a lter B en ja m in en su s<br />
178 No trato aquí de la violencia “de odio”, encendida, personal (singular o colectiva),<br />
de quien persigue directamente la eliminación del otro por considerarlo<br />
incompatible con la existencia propia. Me refiero a la violencia “de cálculo” que<br />
sólo persigue la alteración del otro y que, si “debe” eliminarlo, lo hace perfectamente<br />
“en frío”. Los crímenes actualmente llamados “de odio” son en verdad<br />
crímenes “de cálculo” en los que el “odio” abstracto a una entidad impersonal<br />
como “el homosexualismo” (o “el judaism o”, en el caso de la “solución final” del<br />
estado nazi) se realiza, fríamente, sobre una persona homosexual concreta con<br />
nombre y apellido, casualmente elegida, castigándola por su renuencia a cam <br />
biar, a “volver a la naturalidad o normalidad” de la sexualidad procreativa.<br />
La distinción que hago se encuentra esbozada en Cari von Clausewitz, Vom<br />
Kriege, Dümmler, Bonn 1973, p. 193: “La lucha entre seres humanos consta<br />
propiamente de dos elementos diferentes, el sentimiento hostil y la intención<br />
hostil.”<br />
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