Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe
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Bolívar Echeverría<br />
encuentro de los dos mundos” y que, a mi parecer, consiste más bien en el<br />
reencuentro de las dos opciones básicas de historicidad del ser humano: la<br />
de los varios “orientes” o historicidad circular y la de los varios “occidentes”<br />
o historicidad abierta. Aspecto que en el primer siglo de la modernidad<br />
decididamente capitalista pudo parecer poco importante — cuando lo<br />
inagotable del territorio planetario permitía todavía a las distintas versiones<br />
de lo humano proteger su cerrazón arcaica, coexistir en apartheid,<br />
“juntarse sin revolverse”, recluidas en naciones o en castas diferentes— ,<br />
pero que hoy en día, en las postrimerías del que parece ser (de una manera<br />
o de otra) el último siglo de la misma, se revela como la más grave de<br />
las “asignaturas” que ha dejado “pendientes”152.<br />
En el escenario mexicano de 1520, la aventura singular que interviene<br />
en la historia universal consiste en verdad en la interacción de<br />
dos destinos individuales: el de Motecuhzoma, el taciturno emperador<br />
azteca, que lo hunde en las contradicciones de su mal gobierno, y el de<br />
Cortés, que lo lleva vertiginosamente a encontrar el perfil y la consistencia<br />
de su ambición. Intersección que tuvo una corporeidad, que fue<br />
ella misma una voluntad, una persona: “una india de buen parecer, entrometida<br />
y desenvuelta” (dice Bernal Díaz del Castillo, el conquistador- .<br />
cronista), la Malintzin.<br />
Quisiera concentrarme en esta ocasión en el momento crucial de esa<br />
interacción, que no será el más decisivo, pero sí el más ejemplar: los quince<br />
meses que van del bautizo cristiano de la “esclava” Malin o Malinali,<br />
con el nombre de Marina, y del primer contacto de Cortés con los embajadores<br />
de Motecuhzoma, en 1519, al asesinato de la élite de los guerreros<br />
aztecas y la posterior muerte del emperador mexicano, en 1520. En el<br />
breve periodo en que la Malintzin se aventura, por debajo de los discursos<br />
de Motecuhzoma y Cortés, en la función fugaz e irrepetible de “lengua” o<br />
intérprete entre dos interlocutores colosales, dos mundos o dos historias.<br />
“La lengua que yo tengo”, dice Cortés, en sus Cartas, sin sospechar<br />
en qué medida es la “lengua” la que lo tiene a él. Y no sólo a él, sino también<br />
a Motecuhzoma y a los desconcertados dignatarios aztecas.<br />
Ser — como lo fue la Malintzin durante esos meses— la única intérprete<br />
posible en una relación de interlocución entre dos partes; ser así aquella<br />
que concentraba de manera excluyente la función equiparadora de dos<br />
códigos heterogéneos, traía consigo al menos dos cosas. En primer lugar,<br />
asumir un poder: el de administrar no sólo el intercambio de unas informaciones<br />
que ambas partes consideraban valiosas, sino la posibilidad del<br />
152 Octavio Paz, Ignacio Bernal y Tzvetan Todorov, “La conquista de México. Comunicación<br />
y encuentro de civilizaciones”, Vuelta, n. 191, México, octubre de 1992.<br />
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