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Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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<strong>Discurso</strong> <strong>crítico</strong> y m odernidad<br />

en bien de los intereses de la nación, es decir, de esa comunidad oligárquica<br />

y excluyente instaurada por él a partir de las ruinas de las comunidades<br />

naturales —lo mismo arcaicas que recientes— y cuya pseudo-concreción le<br />

permite disfrazar de “proyecto” humano lo que en realidad no es más que<br />

un mero impulso automático de la “vida” del capital.<br />

La violencia monopolizada institucionalmente por el estado moderno,<br />

la del gendarme y la del soldado, puede presentarse perfectamente como<br />

una anti-violencia en la medida en que es un instrumento de la eliminación<br />

de un cierto tipo de violencia, de la consecución de una cierta<br />

paz. Puede pasar por una supervivencia transitoria — de importancia por<br />

lo mismo négligéable— de la edad de la violencia primitiva, que desaparecerá<br />

una vez terminada su misión. La primera tarea de las distintas<br />

instituciones violentas del estado moderno consiste en llevar a cabo la<br />

expulsión fuera del recinto de lo humano de los restos o supervivencias<br />

marginales de lo otro aún no domesticado o convertido en Naturaleza.<br />

Debe reprimir todas aquellas muestras de disfuncionalidad individual o<br />

colectiva que pueden presentarse en la sociedad configurada como comunidad<br />

nacional. Se trata, por ello, de instituciones que están hechas para<br />

castigar todo lo que pueda haber en el cuerpo social de incapacidad de<br />

* interiorizar el proyecto político, moral e ideológico propio de las “naciones<br />

civilizadas”; para expulsar y excluir sistemáticamente tanto a las partes<br />

marginales de ese cuerpo social como a las zonas del mismo invadidas<br />

por lo ajeno y extraño (lo “hostil” a la “cultura de occidente”).<br />

Refuncionalizadas por el monopolio que detenta el estado moderno sobre<br />

el empleo de la violencia, las formas arcaicas de la violencia destructiva<br />

no sólo no han desaparecido ni tienden a desaparecer en la modernidad<br />

capitalista sino que, por el contrarío, permanecen, se renuevan y perfeccionan,<br />

se ponen al desnudo en toda la espantosa pureza de su destructividad.<br />

Las “formas primitivas” de la violencia reaparecen sobre el terreno propicio<br />

de una nueva escasez absoluta que enfrenta hostilmente a los seres humanos<br />

entre sí y que es efectiva aunque, en principio, no tenga ya ninguna<br />

razón técnica de ser. La historia del proletariado en los siglos XVIII y<br />

XIX, de las poblaciones colonizadas en los siglos XIX y XX, de informales,<br />

marginales o “anti-modernos” de este nuevo siglo; de las “minorías” de raza,<br />

género, religión, opinión, etcétera, es la historia de los muchos otros-<br />

enemigos que el estado nacional moderno ha sabido improvisar para fines<br />

de su autoafirmación. Las arcaicas guerras “inter-tribales” se reeditan en<br />

la modernidad capitalista no sólo como guerras internacionales por el “espacio<br />

vital”, sino también como guerras “intra-nacionales” o “civiles” (en<br />

las que se pone de manifiesto el momento suicida de la conformación de la<br />

sociedad en nación a partir de la empresa estatal de los capitalistas).<br />

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