Muerte en amor es la ausencia - voz y verso

Troya y su heredero. La gloria y felicidad del amor será intensificada con el
descubrimiento del destino real.
Ningún hombre podía doblegarlo. Pero un dios sí. La espoleta que empezará con
el derribo de esa tremenda felicidad de Ganimedes la conocerá Tidoris cuando Júpiter la
asalte y ella, muy aguda, pues sospechaba las razones de su aparición, lo rechace con la
huida. Júpiter, ya en la segunda jornada, volverá a aparecerse a Tidoris, le confesará sus
intenciones y preguntará por Ganimedes (pues el dios vio cómo el joven la rescató).
Tidoris, temerosa de la venganza hacia Ganimedes, confunde a Júpiter, consiguiendo
del dios protección para el troyano. Pero aunque Tidoris, una mortal, intente despistar y
evitar el deseo divino, la voluntad celestial es todopoderosa y siempre victoriosa. Juno,
lista y maquinadora, le anunciará a su marido que la joven a la que persigue le ha
engañado, lo que conllevará el planteamiento de la futura venganza final, urdida por
Apolo. Esto claramente atañe a lo estéril e infructuoso de la voluntad humana si el hado
o fuerzas divinas deciden actuar en la vida de los hombres.
Pero donde más se nota el concepto puramente barroco de lo yermo de la vida
humana y la condenación que significa la existencia es en el cambio de actitud de
Ganimedes cuando conoce las intenciones de Júpiter con él, por haber escuchado la
preocupación de su padre Troe a Alcimedón que se preguntaba «¿qué podrá ser lo que
ofende / en Ganimedes la sacra / deidad de Júpiter?» (vv.2125-2127). La fortaleza
radiante del joven se ve resquebrajada de golpe por el temor a la ira de Júpiter. Pero no
solamente es el miedo a la divinidad, es la razón del enojo: ser el hijo de Troe –cree él–,
pero sobre todo amar a Tidoris. Toda la felicidad del amor y del descubrimiento de su
verdadera identidad se ha hecho añicos como el marchitar de las flores. Esto es lo más
relevante y donde se expone el concepto de la vida. Confusiones, dudas y nada más que
dudas conforman la existencia del hombre, que es débil y desdichado por haber nacido y
vivir en un mundo corrupto e imperfecto. El hombre está condenado; Ganimedes está
condenado por amar. Antonio de Zamora arma al joven troyano con unas palabras que,
desgarradoras, imprimen al troyano la decadencia y el hastío que lo caracterizarán hasta
el final:
GANIMEDES Eso duda mi desgracia.
Amor injusto, ¿hasta cuándo,
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