Muerte en amor es la ausencia - voz y verso

sería completamente correcto, ateniendo a la voluntad de la “ocasionalidad” de Zamora,
hacer un paralelismo directo e inamovible de Carlos II con Júpiter. No olvidemos nunca
que es un regalo para el rey, una obra panegírica. Por lo tanto, obligatoriamente se debía
añadir como paralelismo con Su Majestad una figura de rango elevado y de
características modélicas: respetable, sabio, bondadoso, misericordioso, valiente, sobrio
y, sobre todo, justo. Precisamente, estos rasgos no definen a Júpiter.
Zamora en este aspecto lo tenía más fácil que con Tidoris. Según la leyenda
mitológica, Ganimedes era pariente directo de los fundadores de Troya, descendiente de
Dárdano. Según una versión, la más extendida, «suele considerársele como el menor de
los hijos de Tros y de Calírroe, hermano de Cleopatra, Ilo y Asáraco. Otras versiones,
en cambio, lo presentan como el hijo de Laomedonte –hijo de Ilo que, en la genealogía
tradicional, es sus sobrino–, o bien de Ilo, de Asáraco, o incluso de Erictonio –su abuelo
en la tradición más corriente» 107 . Antonio de Zamora utilizó la versión más extendida de
la estirpe de los fundadores de Troya. Muy posiblemente Antonio de Zamora consultara
la Ilíada, libro V, verso 256 que dice «en pago a Tros por su hijo Ganimedes; […]» 108 ,
para conformar la genealogía de su drama mitológico. Así pues, introdujo la figura del
padre de Ganimedes, Troe –variante del Tros mitológico–, para esa figura de realeza
que necesitaba. Además, Ganimedes podía ser considerado el único heredero de Troya –
ya que no hay constancia en la obra de los nombres de los otros hijos mitológicos de
Tros–, lo que hacía que fuera más pareja aún la situación de “ocasionalidad” en relación
a Ganimedes y Enríquez de Cabrera.
Así pudo, aproximadamente, Antonio de Zamora coincidir el mito del rapto de
Ganimedes con la situación del Almirante de Castilla. Pero lejos de conformarse el
drama mitológico como un simple y directo paralelismo entre Almirante y Ganimedes o
Carlos II y Troe, el tratamiento de esos individuos es inmensamente mucho más
las piezas, si no mostrasen y mantuvieran la actitud católica y contrareformista del siglo XVII español.
Precisamente por esa seguridad en la fe, el autor puede utilizar las narraciones y episodios mitológicos
para la creación lírica, poética y filosófica, pero nunca para un hipotético reniego de la fe cristiana
católica en pro de las antigua religión clásica. Para más profundidad en el tema del mito cristianizado,
véase el capítulo III de NEUMEISTER, Mito y ostentación…, págs.75-102
107 Pierre GRIMAL, Diccionario de mitología griega y romana, Barcelona, Paidós, 1981, pág. 210.
108 HOMERO, Ilíada, traducción y edición de Emilio Crespo, Madrid, Gredos, 2006, pág. 91.
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