Muerte en amor es la ausencia - voz y verso

estructura abierta –sala all’italiana–, en perspectiva y sin límite arquitectónico alguno
que reprima todo el potencial de la palabra, de la música, de la escenografía y del
movimiento. En otras palabras, mientras que en los corrales la imaginación del público
era imprescindible, en los teatros y palacios cortesanos esa imaginación se hacía física
mediante enormes y muy detallados decorados, máquinas (tramoyas) que simulasen el
oleaje, el vuelo de los actores, efectos de luz, y todo en un espacio abierto que
reprodujera un palacio, un bosque o un grandioso jardín para que la música de los
instrumentos, la armonía del canto, la recitación de las palabras y los movimientos y
bailes de los actores no encontraran obstáculo alguno. La realidad creada superaba la
imaginación, la naturaleza. ¿Hay algo más barroco? 57
Este ambiente de ostentación que debían tener dichas piezas hacía que, «a
diferencia de las comedias representadas habitualmente en los corrales, exigían un
considerable desembolso económico y un mayor trabajo a los actores debido a un
montaje mucho más complicado» 58 . Por eso no es de extrañar que en casi todas las
representaciones de dramas mitológicos, zarzuelas u óperas necesitasen dos compañías
para su realización. Como antes se ha dicho en la cuestión de la fecha del estreno,
Muerte en amor es la ausencia la representaron las compañías de Juan de Cárdenas y
Carlos Vallejo.
Además, la distribución del público disponía que el rey fuera el único que se
sentara frente al espectáculo, «mientras todos los demás espectadores se colocan a los
costados de un espacio rectangular que queda libre entre escena y trono y que resulta
aprovechable para intermedios de baile» 59 , lo que hace que la distancia entre público y
escenario que hay en los corrales de comedias se elimine. Esta posición cercana hace
que el rey, persona más importante de la sala y, en este caso, persona a la cual está
57 El arte por encima de la naturaleza y la belleza sobre la realidad, como bien muestran los famosos
versos 12-14 del soneto “A una mujer que se afeitaba y estaba hermosa”, atribuido a uno de los hermanos
Argensola (Lupercio Leonardo de Argensola, 1559-1613, y Bartolomé Leonardo de Argensola, 1561-
1634):
Porque ese cielo azul que todos vemos
ni es cielo, ni es azul. Lástima grande
que no sea verdad tanta belleza.
58 FLÓREZ, Música teatral…, pág. 226.
59 NEUMEISTER, Mito clásico y ostentación…, pág. 290.
~ 56 ~