Muerte en amor es la ausencia - voz y verso

cortesanas» 93 . Polarizó a su alrededor el partido austracista enfrentándose al Cardenal
Portocarrero y su mandato de valido se caracterizó por una enorme corrupción, un
despotismo torpe y desaguisado que lo único que hacía era ganarse la antipatía popular
y un constante abuso de su poder para conseguir sus intereses personales. Pero era el
protegido de la Reina, además de sus innumerables títulos honoríficos y su brillante
hoja de servicio en Italia y Cataluña. Como bien se percibe, era un parásito de alta
alcurnia defensor de la Casa de Austria porque con esa dinastía tenía plenos poderes y
mayor inmunidad. Acabó sus días exiliado por ser partidario de los Austrias en la
portuguesa localidad de Estremoz, con previo paso por Viena. Antonio de Zamora
sencillamente lo detestaba porque significaba la parte cancerígena del estado que no
solamente no le deja evolucionar y mejorar, sino que se iba nutriendo de él para su
propio beneficio parásito. A esto hay que añadirle que su bizarría militar suple «la
cultura y adorno de las buenas letras de que enteramente se halla desnudo» 94 . Es natural,
pues, que ese carácter basado únicamente en la creencia en la fuerza y el honor del
valido déspota y protegido de la Reina no acabara de conectar con el de una persona de
la talla de Antonio de Zamora, todo al contrario.
A pesar de la clara culpabilidad del Almirante de Castilla, si observamos el
panorama del propio Carlos II, no era de extrañar que un personaje con semejantes
rasgos estuviera postrado en los más altos cargos del gobierno. Como todo el país y toda
Europa sabía, el cúmulo de enfermedades de Carlos II y el claro retraso psíquico y
mental, fruto de la unión incestuosa de su padre, Felipe IV, con su sobrina Mariana de
Austria 95 , hacía sospechar de la esterilidad del rey –o la leyenda de hechicería que
entorno a su figura se creó desembocando en el apelativo (muy referente para nuestro
dramaturgo y su obra) de “el Hechizado”. Fueran hechizos o no, lo cierto es que los
graves problemas psíquicos hacían que el rey «no podía dominar su personalidad; no
93 VALLADARES DE SOTOMAYOR, Seminario erudito…, pág. 82.
94 Ibíd., pág. 82.
95 Según un estudio forense de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos II padeció el síndrome
de Klinefelter, una anomalía cromosómica que le causó esterilidad, debilidad muscular y un deficiente
desarrollo mental. Este defecto genético se debió a la política matrimonial de los Austrias de casarse entre
individuos de la misma sangre.
~ 79 ~