04.01.2015 Views

radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>de</strong> madame Montoni.<br />

Montoni, por fin, con impaciencia, le preguntó qué tenía que <strong>de</strong>cirle.<br />

—No tengo tiempo para juegos —añadió—, cada momento es importante.<br />

Emily le dijo entonces que <strong>de</strong>seaba regresar a Francia y le suplicó que le permitiera hacerlo. Pero cuando él la miró sorprendido y le preguntó el motivo <strong>de</strong> su petición, Emily dudó, se quedó más pálida que<br />

antes, tembló y casi cayó a sus pies. Montoni observó su emoción con aparente indiferencia e interrumpió el silencio diciéndole que tenía que marcharse. Por ello, Emily reunió todas sus fuerzas para que le<br />

permitieran repetir su solicitud. Y cuando Montoni se lo negó <strong>de</strong> modo rotundo, su ánimo se <strong>de</strong>spertó <strong>de</strong> pronto.<br />

—No puedo seguir viviendo aquí, señor —dijo—, y no tengo más remedio que preguntaros con qué <strong>de</strong>recho me retenéis.<br />

—Mi voluntad es que permanezcas aquí —dijo Montoni, poniendo la mano en la puerta para marcharse—. Eso <strong>de</strong>be bastarte.<br />

Emily, consi<strong>de</strong>rando que no tenía posibilida<strong>de</strong>s ante esa <strong>de</strong>cisión, evitó discutir su <strong>de</strong>recho e hizo un débil esfuerzo para persuadirle <strong>de</strong> que fuera justo.<br />

—Mientras vivía mi tía, señor —dijo, con voz temblorosa—, mi estancia aquí no era impropia; pero ahora, que ella ya no está con nosotros, <strong>de</strong>bería ser autorizada a marchar. Mi permanencia no pue<strong>de</strong><br />

beneficiaros, señor, y sólo sirve para <strong>de</strong>sesperarme.<br />

—¿Quién te ha dicho que madame Montoni esté muerta —dijo Montoni con una mirada inquisitiva.<br />

Emily dudó, ya que nadie se lo había dicho, y no se atrevió a mencionar el espectáculo que había visto en la cámara <strong>de</strong> entrada, que le había conducido a esa creencia.<br />

—¿Quién te lo ha dicho —repitió Montoni con mayor dureza.<br />

—¡Ay! ¡Lo sé muy bien —replicó Emily—, no me obliguéis a hablar <strong>de</strong> este tema tan terrible!<br />

Se sentó en un banco, incapaz <strong>de</strong> mantenerse en pie.<br />

—Si <strong>de</strong>seas verla —dijo Montoni—, pue<strong>de</strong>s hacerlo; está en el torreón este.<br />

En ese momento salió <strong>de</strong> la habitación sin esperar su respuesta y regresó a la sala <strong>de</strong> cedro, don<strong>de</strong> alguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> chevaliers que no habían visto antes a Emily, empezaron a gastar bromas ante el<br />

<strong>de</strong>scubrimiento que habían hecho; pero Montoni no parecía dispuesto a seguirlas y cambiaron <strong>de</strong> tema.<br />

Después <strong>de</strong> tratar con Orsino <strong>los</strong> planes <strong>de</strong> una excursión que había estudiado para un día futuro, sus amigos le avisaron <strong>de</strong> que <strong>de</strong>bían esperar al enemigo, a lo que Verezzi se opuso impetuosamente,<br />

reprochando a Orsino con juramentos que si Montoni le <strong>de</strong>jaba capitanear a cincuenta hombres, conquistaría todo lo que se opusiera a él.<br />

Orsino sonrió con <strong>de</strong>sdén; Montoni también lo hizo, pero escuchó. Verezzi procedió entonces con <strong>de</strong>clamación y afirmaciones vehementes, hasta que fue interrumpido con un argumento <strong>de</strong> Orsino, ante el<br />

que no supo qué contestar. Su ánimo feroz <strong>de</strong>testaba la astuta precaución <strong>de</strong> Orsino, al que se oponía constantemente, y cuyo odio inveterado, aunque silencioso, hacía tiempo que había <strong>de</strong>spertado. Montoni<br />

fue un observador tranquilo <strong>de</strong> ambos, cuyas diferentes cualificaciones conocía muy bien y cómo inclinar sus caracteres opuestos a la perfección ante sus propias <strong>de</strong>cisiones. Pero Verezzi, en el calor <strong>de</strong> la<br />

discusión, no tuvo escrúpu<strong>los</strong> en acusar a Orsino <strong>de</strong> cobar<strong>de</strong>, ante lo cual el rostro <strong>de</strong> este último, mientras no hacía réplica alguna, se cubrió con una lívida pali<strong>de</strong>z; y Montoni, que había estado atento a su<br />

mirada vengativa, le vio poner la mano con violencia en su pecho. Pero Verezzi, cuyo rostro, brillante y enrojecido, creaba un sorpren<strong>de</strong>nte contraste con la tez <strong>de</strong> Orsino, no advirtió la acción, y continuó<br />

gritando contra <strong>los</strong> cobar<strong>de</strong>s a Cavigni, que estaba sonriendo ligeramente ante su vehemencia y la silenciosa mortificación <strong>de</strong> Orsino, cuando este último, apartándose unos pocos pasos por <strong>de</strong>trás, sacó un<br />

estilete para clavárselo a su adversario por la espalda. Montoni <strong>de</strong>tuvo su brazo extendido a medias, y, con una mirada significativa, hizo que guardara el puñal en su pecho, sin que nadie salvo él lo hubiera<br />

advertido, ya que la mayoría <strong>de</strong>l grupo discutía cerca <strong>de</strong> una ventana distante sobre una situación que querían plantear en forma <strong>de</strong> emboscada.<br />

Cuando Verezzi se volvió, el odio mortal expresado en el rostro <strong>de</strong> su oponente <strong>de</strong>spertó por primera vez las sospechas <strong>de</strong> sus intenciones. Puso su mano en la espada y con gesto <strong>de</strong> contenerse a sí mismo<br />

se dirigió a Montoni.<br />

—Signor —dijo, lanzando una mirada significativa a Orsino—, no somos una banda <strong>de</strong> asesinos; si tenéis trabajo para hombres bravos empleadme en esta expedición; contaréis con la última gota <strong>de</strong> mi<br />

sangre; si sólo tenéis trabajo para cobar<strong>de</strong>s, quedaos con él —señaló a Orsino—, y permitid que me marche <strong>de</strong> Udolfo.<br />

Orsino, aún más encendido, sacó <strong>de</strong> nuevo el estilete, y corrió hacia Verezzi, quien en el mismo momento, avanzó con su espada, cuando Montoni y el resto <strong>de</strong>l grupo interfirieron y <strong>los</strong> separaron.<br />

—Ése es el comportamiento <strong>de</strong> un niño —dijo Montoni a Verezzi—, no <strong>de</strong> un hombre; <strong>de</strong>béis ser más mo<strong>de</strong>rado con vuestras palabras.<br />

—La mo<strong>de</strong>ración es la virtud <strong>de</strong> <strong>los</strong> cobar<strong>de</strong>s —exclamó Verezzi—, son mo<strong>de</strong>rados en todo, menos en miedo.<br />

—Acepto vuestras palabras —dijo Montoni, volviéndose a él con fiereza y una mirada dura, y <strong>de</strong>senvainando su espada.<br />

—Con todo mi corazón —gritó Verezzi—, aunque no lo dije por vos.<br />

Dirigió un golpe a Montoni; y, mientras luchaban, el villano Orsino hizo otro intento <strong>de</strong> acuchillar a Verezzi y-fue <strong>de</strong>tenido <strong>de</strong> nuevo.<br />

Los combatientes fueron separados finalmente; y, tras una larga disputa, se reconciliaron. Montoni salió entonces <strong>de</strong> la habitación con Orsino, con el que mantuvo una reunión privada durante consi<strong>de</strong>rable<br />

tiempo.<br />

Mientras tanto, Emily, sorprendida por las últimas palabras <strong>de</strong> Montoni, olvidó, por el momento su <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> que <strong>de</strong>bía continuar en el castillo, y pensó en su <strong>de</strong>sgraciada tía, que, según le había dicho,<br />

estaba en el torreón este. El hecho <strong>de</strong> que mantuviera <strong>los</strong> restos <strong>de</strong> su esposa tanto tiempo sin enterrar le parecía un grado <strong>de</strong> brutalidad más sorpren<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l que hubiera sospechado que Montoni sería capaz<br />

<strong>de</strong> practicar.<br />

Tras una larga batalla consigo misma, <strong>de</strong>cidió aceptar su permiso para visitar el torreón y echar una última mirada a <strong>los</strong> restos <strong>de</strong> su tía, que había sufrido tan fatal <strong>de</strong>stino. Con esta <strong>de</strong>cisión regresó a su<br />

cámara, y, mientras esperaba a Annette para que la acompañara, trató <strong>de</strong> adquirir la fortaleza suficiente para que la soportara en la terrible escena; porque, aunque temblaba ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> su contemplación,<br />

sabía que recordar el hecho <strong>de</strong> ese último acto <strong>de</strong> <strong>de</strong>ber le serviría más a<strong>de</strong>lante como consuelo.<br />

Annette se presentó a Emily, y con gran dificultad, accedió a acompañarla hasta el torreón, pero ningún argumento pudo hacer que prometiera que entraría en la cámara <strong>de</strong> la muerte.<br />

Pasaron por el corredor, y al llegar al pie <strong>de</strong> la escalera por la que Emily había subido anteriormente, Annette <strong>de</strong>claró que no iría más allá y Emily continuó sola. Cuando vio el rastro <strong>de</strong> sangre, que había<br />

observado antes, su ánimo <strong>de</strong>cayó y se vio obligada a <strong>de</strong>scansar en las escaleras, al extremo <strong>de</strong> casi <strong>de</strong>cidir que no seguiría. La pausa <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> momentos le hizo recobrar su resolución, y continuó.<br />

Al llegar cerca <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scansillo, al que se abría la cámara superior, recordó que la puerta estaba cerrada en su visita anterior y temió que siguiera igual. Sin embargo, se confundía en esta suposición, ya que la<br />

puerta abrió a la primera hacia una habitación silenciosa y polvorienta, a la que echó una mirada temerosa avanzando <strong>de</strong>spués lentamente, cuando oyó una voz terrible. Emily, que era incapaz <strong>de</strong> hablar o <strong>de</strong><br />

moverse, no <strong>de</strong>jó escapar sonido alguno <strong>de</strong> terror. La voz sonó <strong>de</strong> nuevo y, entonces, pensando que se parecía a la <strong>de</strong> madame Montoni, el ánimo <strong>de</strong> Emily se recuperó instantáneamente. Corrió hacia una cama<br />

que había en la parte más alejada <strong>de</strong> la habitación y abrió el dosel. En su interior apareció una cara pálida y macilenta. Dio un paso atrás, avanzando <strong>de</strong> nuevo, temblando según levantaba la mano <strong>de</strong>l esqueleto<br />

que yacía sobre el colchón. La <strong>de</strong>jó caer y volvió la vista hacia el rostro con una mirada insegura. Era el <strong>de</strong> madame Montoni, pero tan cambiado por la enfermedad que el parecido con lo que había sido<br />

difícilmente se podía advertir en lo que contemplaba. Seguía viva y, levantando sus pesados ojos, <strong>los</strong> volvió hacia su sobrina.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> has estado —dijo con la misma voz quebrada—. Pensé que me habías olvidado.<br />

—¿Vivís realmente —dijo Emily, al fin—, o sois una terrible aparición<br />

No recibió respuesta y volvió a cogerle la mano.<br />

—Sois real —exclamó—, ¡pero estáis fría, fría como el mármol! —<strong>de</strong>jó caer la mano—. ¡Oh, si <strong>de</strong> verdad vivís, hablad! —dijo Emily, en tono <strong>de</strong>sesperado—, que no llegue a <strong>de</strong>smayarme. ¡Decidme que<br />

me conocéis!<br />

—Vivo —replicó madame Montoni—, pero creo que estoy a punto <strong>de</strong> morir.<br />

Emily apretó la mano que había cogido con más fuerza, y gimió. Ambas se quedaron silenciosas durante unos momentos. Entonces Emily trató <strong>de</strong> consolarla y le preguntó qué la había reducido a aquella<br />

<strong>de</strong>plorable situación.<br />

Montoni, cuando la hizo llevar al torreón bajo la improbable sospecha <strong>de</strong> haber atentado contra su vida, había or<strong>de</strong>nado a <strong>los</strong> hombres que empleó para ello que observaran un estricto secreto. Estaba<br />

influido por un doble motivo: quería apartarla <strong>de</strong>l consuelo <strong>de</strong> las visitas <strong>de</strong> Emily, y asegurarse una oportunidad para librarse <strong>de</strong> ella privadamente, en caso <strong>de</strong> que se presentaran nuevas circunstancias que<br />

confirmaran sus sospechas sobre el asunto. Su conciencia <strong>de</strong>l odio que merecía era suficientemente lógica al principio para llevarle a pensar que madame Montoni había hecho un intento <strong>de</strong> acabar con su vida;<br />

y, aunque no había otras razones para creer que ella estaba complicada en aquel atroz <strong>de</strong>signio, sus sospechas permanecían; continuó teniéndola confinada en el torreón bajo una guardia estricta; y, sin piedad ni<br />

remordimiento, la había mantenido olvidada con una altísima fiebre hasta reducirla a aquella situación.<br />

Las huellas <strong>de</strong> sangre, que Emily había visto en las escaleras, procedían <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las heridas <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres que trasladaron a madame Montoni, y que había recibido en la batalla anterior. Aquella noche<br />

<strong>los</strong> hombres se aseguraron <strong>de</strong> cerrar la puerta <strong>de</strong> la habitación <strong>de</strong> su prisionera y suspendieron la guardia; por ello, Emily, en su primera visita, había encontrado el torreón silencioso y <strong>de</strong>sierto.<br />

Cuando intentó abrir la puerta <strong>de</strong> la cámara, su tía estaba dormida, y aquello ocasionó el silencio que había contribuido a engañarla en la creencia <strong>de</strong> que ya no vivía. Si el terror le hubiera permitido insistir en<br />

sus llamadas, probablemente habría <strong>de</strong>spertado a madame Montoni y le habría ahorrado muchos sufrimientos. El espectáculo en la cámara <strong>de</strong> entrada, que había confirmado posteriormente a Emily su terrible<br />

sospecha, era el cuerpo <strong>de</strong> un hombre que había muerto en la pelea, el mismo que había sido conducido al salón <strong>de</strong> <strong>los</strong> criados en el que Emily se refugió <strong>de</strong>l tumulto. El hombre había vivido con sus heridas<br />

algunos días y, poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su muerte, su cuerpo había sido llevado en el colchón, en el que había muerto, por <strong>los</strong> sótanos <strong>de</strong> la capilla que Emily y Bamardine cruzaron antes <strong>de</strong> llegar a la cámara.<br />

Emily, tras preguntar a madame Montoni mil <strong>de</strong>talles referentes a su situación, la <strong>de</strong>jó y buscó a Montoni; porque el más solemne interés que sentía por su tía, hizo que no tuviera en cuenta resentimiento<br />

alguno por su comportamiento anterior con ella ni la improbabilidad <strong>de</strong> que le concediera lo que pensaba solicitarle.<br />

—Madame Montoni se está muriendo, señor —dijo Emily, tan pronto como se encontró con él—. ¡Vuestro resentimiento no pue<strong>de</strong> perseguirla hasta el último momento! Aceptad que sea sacada <strong>de</strong> aquella<br />

terrible habitación y llevada a la suya y que le sean administrados <strong>los</strong> necesarios cuidados.<br />

—¿De qué servirá todo eso si se está muriendo —dijo Montoni, con aparente indiferencia.<br />

—Servirá, al menos, para salvaros, señor, <strong>de</strong> algunos remordimientos <strong>de</strong> conciencia que sufriréis cuando os veáis en la misma situación —dijo Emily, con impru<strong>de</strong>nte indignación, pero Montoni or<strong>de</strong>nó que<br />

se alejara <strong>de</strong> su presencia. Entonces, olvidando su resentimiento, e impresionada tan sólo por la compasión ante el doloroso estado <strong>de</strong> su tía, que moría sin socorro alguno, se sometió humil<strong>de</strong>mente a Montoni y

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!