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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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preguntó con <strong>los</strong> ojos si podía examinarla.<br />

—Sí, léela, muchacha —dijo madame Cheron en un tono menos severo <strong>de</strong>l que había esperado, y Emily nunca había obe<strong>de</strong>cido a su tía <strong>de</strong> tan buena gana.<br />

En la carta Valancourt <strong>de</strong>cía poco <strong>de</strong> su entrevista <strong>de</strong>l día anterior, pero concluía <strong>de</strong>clarando que sólo aceptaría ser rechazado por la propia Emily, y que mientras tanto le permitiera esperarla aquella tar<strong>de</strong>.<br />

Al leer esto se quedó asombrada por la mo<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> madame Cheron y la miró con una tímida expectación.<br />

—¿Qué tengo que <strong>de</strong>cir, señora —preguntó llena <strong>de</strong> pesadumbre.<br />

—¿Qué Debemos ver a ese joven, creo yo —replicó su tía—, y oír qué más tiene que <strong>de</strong>cir por su parte. Pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cirle que venga. —Emily casi no se atrevía a dar crédito a lo que estaba oyendo—. Sin<br />

embargo, quédate, se lo diré yo misma.<br />

Llamó para que le trajeran pluma y tinta. Emily seguía sin atreverse a confiar en las emociones que sentía, casi dominada por ellas. Su sorpresa habría sido menor si la tar<strong>de</strong> anterior hubiera oído lo que<br />

madame Cheron no había olvidado que Valancourt era sobrino <strong>de</strong> madame Clairval.<br />

Emily no se enteró <strong>de</strong>l contenido <strong>de</strong> la nota escrita por su tía, pero el resultado fue la visita <strong>de</strong> Valancourt aquella tar<strong>de</strong>, al que madame Cheron recibió sola y con el que tuvo una larga conversación antes <strong>de</strong><br />

que Emily fuera llamada. Cuando entró en la habitación, su tía estaba hablando con complacencia y vio en <strong>los</strong> ojos <strong>de</strong> Valancourt, que se levantó impaciente, el ánimo <strong>de</strong> la esperanza.<br />

—Hemos estado hablando <strong>de</strong> este asunto —dijo madame Cheron—, el chevalier me ha estado diciendo que el difunto monsieur Clairval era hermano <strong>de</strong> la con<strong>de</strong>sa <strong>de</strong> Duvarney, su madre. Me habría<br />

gustado que hubiera comentado antes su relación con madame Clairval. Por supuesto, habría consi<strong>de</strong>rado esa circunstancia como suficiente introducción en mi casa.<br />

Valancourt inclinó la cabeza e iba a dirigirse a Emily, pero su tía le <strong>de</strong>tuvo.<br />

—En consecuencia, he consentido en que recibas sus visitas; y aunque no me ataré por promesa alguna o diré que le consi<strong>de</strong>raré como mi sobrino, sin embargo, permitiré la relación y pensaré en una<br />

conexión futura como en un acontecimiento que pudiera tener lugar en el curso <strong>de</strong> <strong>los</strong> años, siempre que el chevalier ascienda en su profesión o que se presente alguna circunstancia que haga que sea pru<strong>de</strong>nte<br />

para él tomar esposa. Pero observad, monsieur Valancourt, y tú también, Emily, que hasta que eso suceda prohíbo <strong>de</strong>cididamente cualquier proyecto <strong>de</strong> matrimonio.<br />

El rostro <strong>de</strong> Emily, a lo largo <strong>de</strong> aquel agrio discurso, fue cambiando por momentos y, hacia el final, su <strong>de</strong>sconsuelo había aumentado <strong>de</strong> tal modo que estuvo a punto <strong>de</strong> abandonar la habitación. Mientras<br />

tanto, Valancourt, no menos embarazado ante la situación, no se atrevió ni a mirarla. Cuando madame Cheron guardó silencio, dijo:<br />

—Honrado y halagado, señora, como estoy, por vuestra aprobación, tengo sin embargo tantos temores que casi no me atrevo a tener esperanzas.<br />

—Por favor, señor, os ruego que os expliquéis —dijo madame Cheron; una solicitud inesperada, que volvió a confundir a Valancourt a tal extremo que si hubiera sido un simple observador <strong>de</strong> la escena<br />

habría sonreído.<br />

—Hasta que reciba <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>moiselle St. Aubert el permiso para aceptar vuestra complacencia —dijo él—, hasta que ella me permita tener la esperanza...<br />

—¡Oh! ¿Es eso —interrumpió madame Cheron—. Bien, yo me encargo <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r por ella. Pero, al mismo tiempo, señor, <strong>de</strong>jadme que os indique que soy su guardián, y que espero, en todo momento,<br />

que mi voluntad sea la suya.<br />

Al <strong>de</strong>cir esto, se levantó y salió <strong>de</strong> la habitación, <strong>de</strong>jando a Emily y a Valancourt en un estado <strong>de</strong> mutua confusión. Cuando las esperanzas <strong>de</strong> Valancourt le permitieron superar sus temores y dirigirse a ella<br />

con el tono <strong>de</strong> sinceridad tan natural en él, pasó mucho tiempo antes <strong>de</strong> que ella estuviera suficientemente recobrada para oír con claridad sus peticiones y preguntas.<br />

La conducta <strong>de</strong> madame Cheron en el asunto había estado totalmente gobernada por su vanidad egoísta. Valancourt, en su primera entrevista, le había abierto con gran candor el verda<strong>de</strong>ro estado <strong>de</strong> sus<br />

circunstancias y <strong>de</strong> sus expectaciones futuras, y ella, con más pru<strong>de</strong>ncia que humanidad, había rechazado absoluta y abruptamente su petición. Deseaba que su sobrina se casara ambiciosamente, no porque<br />

<strong>de</strong>seara verla en posesión <strong>de</strong> la felicidad, que rango y riqueza se consi<strong>de</strong>ra siempre que la proporcionan, sino porque <strong>de</strong>seaba participar <strong>de</strong> la importancia que semejante alianza le daría. En consecuencia,<br />

cuando <strong>de</strong>scubrió que Valancourt era sobrino <strong>de</strong> una persona tan importante como madame Clairval, se interesó profundamente en su conexión, ya que la posibilidad <strong>de</strong> la futura fortuna y distinción <strong>de</strong> Emily<br />

prometía la exaltación para ella misma. Sus cálcu<strong>los</strong> en relación con la fortuna <strong>de</strong> aquella alianza se habían guiado más por sus <strong>de</strong>seos que por su atención hacia Valancourt o por las fuertes apariencias <strong>de</strong><br />

probabilidad que aquello implicaba, aunque cuando apoyó sus esperanzas en la fortuna <strong>de</strong> madame Clairval pareció olvidar totalmente que ésta tenía una hija. Valancourt, por su parte, no había olvidado esa<br />

circunstancia y su consi<strong>de</strong>ración le había hecho ser mo<strong>de</strong>sto en sus esperanzas proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> madame Clairval, al extremo <strong>de</strong> que ni siquiera había mencionado su parentesco en su primera conversación con<br />

madame Cheron. Pero cualquiera que fuera la fortuna futura <strong>de</strong> Emily, la presente distinción que esa relación le había aportado, era ya un hecho, ya que el esplendor <strong>de</strong> la situación <strong>de</strong> madame Clairval era<br />

suficiente para excitar la envidia general y la imitación parcial por parte <strong>de</strong> todos sus vecinos. Así, había consentido en comprometer a su sobrina en lo que veía únicamente con una conclusión distante e incierta,<br />

con muy poca consi<strong>de</strong>ración por su felicidad y con la misma precipitación con la que antes lo había prohibido. Pensaba que poseía <strong>los</strong> medios <strong>de</strong> que aquella unión se consumara, pero con pru<strong>de</strong>ncia. Por el<br />

momento no formaba parte <strong>de</strong> sus intenciones.<br />

En aquel período Valancourt hizo frecuentes visitas a madame Cheron, y Emily pasó en su compañía las horas más felices que había conocido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> su padre. Ambos estaban <strong>de</strong>masiado<br />

envueltos en el presente para prestar consi<strong>de</strong>raciones serias al futuro. Amaban y eran amados y no veían que su relación, que era el fundamento <strong>de</strong> su felicidad aquel<strong>los</strong> días, pudiera ser ocasión <strong>de</strong> sufrimiento<br />

durante años. Mientras tanto, la relación <strong>de</strong> madame Cheron con madame Clairval se hizo más frecuente que antes, y su vanidad se sintió satisfecha con la oportunidad <strong>de</strong> proclamar en todas partes la relación<br />

que había entre sus sobrinos.<br />

Montoni se había convertido también en visitante asiduo <strong>de</strong>l castillo, y Emily había llegado a observar que era realmente un admirador, un admirador favorecido, <strong>de</strong> su tía.<br />

Así pasaron <strong>los</strong> meses <strong>de</strong> invierno, no sólo en paz, sino llenos <strong>de</strong> felicidad para Valancourt y Emily. Su regimiento estaba estacionado tan cerca <strong>de</strong> Toulouse que les permitía esta frecuente relación. El<br />

pabellón <strong>de</strong> la terraza era el lugar favorito <strong>de</strong> sus entrevistas, y allí Emily, con madame Cheron, solían trabajar, mientras Valancourt leía en voz alta obras geniales y <strong>de</strong> buen gusto, <strong>de</strong>spertando su entusiasmo y<br />

expresando el suyo y encontrando nuevas oportunida<strong>de</strong>s para observar que sus mentes estaban hechas para proporcionar la felicidad al otro, por <strong>los</strong> mismos gustos y por <strong>los</strong> mismos sentimientos nobles y<br />

benevolentes que animaban a ambos.

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