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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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<strong>de</strong>l castillo. Su imaginación se complació a la vista <strong>de</strong> aquella antigua gran<strong>de</strong>za y una emoción melancólica se <strong>de</strong>spertó en ella con todo su po<strong>de</strong>r, al recorrer las habitaciones, oscuras y <strong>de</strong>soladas, en las que<br />

hacía muchos años que nadie pisaba y recordando la extraña historia <strong>de</strong> la antigua propietaria <strong>de</strong>l edificio. Todo ello le trajo el recuerdo <strong>de</strong>l cuadro tapado con un velo, que había <strong>de</strong>spertado su curiosidad la<br />

noche anterior, y <strong>de</strong>cidió examinarlo. Al recorrer las habitaciones que conducían a él, se sintió agitada; su relación con la <strong>de</strong>saparecida señora <strong>de</strong>l castillo y la conversación con Annette, junto con la circunstancia<br />

<strong>de</strong>l velo, envolvían todo con un misterio que le <strong>de</strong>spertaba una especie <strong>de</strong> terror. Pero un terror <strong>de</strong> esta naturaleza, según ocupa y se expan<strong>de</strong> por la mente y se eleva a la más alta expectativa, es sublime y nos<br />

conduce, como una especie <strong>de</strong> fascinación, a buscar el mismo objeto ante el que parece que nos <strong>de</strong>rrumbamos.<br />

Emily avanzó con paso rápido y se <strong>de</strong>tuvo un momento en la puerta, antes <strong>de</strong> intentar abrirla. Entonces, rápidamente, entró en la habitación y se acercó al cuadro, que tenía un marco <strong>de</strong> tamaño poco común<br />

y que estaba colgado en la parte más oscura <strong>de</strong> la habitación. Se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong> nuevo y con un movimiento tímido <strong>de</strong> la mano, levantó<br />

el velo; pero al instante lo <strong>de</strong>jó caer, al percibir que lo que había ocultado no era un cuadro, y, antes <strong>de</strong> que pudiera salir <strong>de</strong> la habitación, cayó al suelo sin sentido.<br />

Cuando logró recobrarse, el recuerdo <strong>de</strong> lo que había visto casi la privó una segunda vez. No tenía fuerzas para salir <strong>de</strong> la habitación y llegar a la suya, y, cuando lo logró, necesitó <strong>de</strong> todo su coraje para<br />

quedarse a solas. El horror llenaba por completo su mente y excluyó durante algún tiempo toda noción <strong>de</strong>l pasado y <strong>de</strong> temor para las <strong>de</strong>sgracias futuras. Se sentó cerca <strong>de</strong>l ventanal, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí podía oír<br />

voces, aunque distantes, que le llegaban <strong>de</strong> la terraza, y podía ver pasar personas que la animaran. Cuando se recobró, consi<strong>de</strong>ró si <strong>de</strong>bía mencionar lo que había visto a madame Montoni, y varios e<br />

importantes motivos la urgieron a hacerlo así, entre <strong>los</strong> cuales el menos importante era la esperanza <strong>de</strong>l consuelo que una mente acalorada pue<strong>de</strong> encontrar al hablar <strong>de</strong>l tema <strong>de</strong> su preocupación. Pero se daba<br />

cuenta <strong>de</strong> las terribles consecuencias a las que podía conducir su información, y temiendo la indiscreción <strong>de</strong> su tía, <strong>de</strong>cidió finalmente con resolución observar un profundo silencio en aquel asunto. Poco <strong>de</strong>spués,<br />

Montoni y Verezzi pasaron bajo el ventanal, hablando animadamente y sus voces la revivieron. Al momento <strong>los</strong> signors Bertolini y Cavigni se unieron a el<strong>los</strong> en la terraza, y Emily, suponiendo que madame<br />

Montoni estaría sola, salió a buscarla; porque la soledad <strong>de</strong> su habitación y su proximidad al lugar don<strong>de</strong> había recibido tan terrible conmoción habían vuelto a afectar su ánimo.<br />

Encontró a su tía en el vestidor, preparándose para la cena. La pali<strong>de</strong>z y el rostro asustado <strong>de</strong> Emily alarmaron incluso a madame Montoni, pero tenía suficiente fuerza <strong>de</strong> <strong>de</strong>cisión para guardar silencio sobre<br />

un tema que todavía le hacía temblar y que estaba pronto para brotar <strong>de</strong> sus labios. Se quedó en las habitaciones <strong>de</strong> su tía hasta que ambas bajaron a cenar. Se encontraron entonces con <strong>los</strong> caballeros que<br />

habían llegado, que parecían especialmente serios, lo que no era frecuente en el<strong>los</strong>, y sus pensamientos <strong>de</strong>masiado ocupados en algo <strong>de</strong> profundo interés para molestarse en <strong>de</strong>dicar mucha atención, ya fuera a<br />

Emily o a madame Montoni. Hablaron poco, y Montoni menos. Emily temblaba al mirarle. El horror <strong>de</strong> aquella habitación se agitaba en su cabeza. En varias ocasiones se fue el color <strong>de</strong> sus mejillas y temió que<br />

el sentirse indispuesta pudiera <strong>de</strong>latar sus emociones y obligarla a salir <strong>de</strong> la habitación. La fortaleza <strong>de</strong> su resolución remedió la <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> su cuerpo. Se obligó a conversar e incluso a tratar <strong>de</strong> parecer<br />

animada.<br />

Era evi<strong>de</strong>nte que Montoni trabajaba con disgusto, algo que hubiera preocupado a una mentalidad más débil, o a un corazón más susceptible, pero, por lo que aparentaba por el ceño <strong>de</strong> su rostro, sólo había<br />

vencido en parte sus faculta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> energía y fortaleza.<br />

Fue una comida incómoda y silenciosa. La tristeza <strong>de</strong>l castillo parecía haberse extendido en su contagio incluso al alegre rostro <strong>de</strong> Cavigni, y con esa tristeza se' mezclaba una cierta tensión que Emily no<br />

había visto en su rostro anteriormente. El con<strong>de</strong> Morano no fue mencionado y la conversación se orientó hacia las guerras que en aquel tiempo agitaban <strong>los</strong> estados italianos, la fortaleza <strong>de</strong> <strong>los</strong> ejércitos<br />

venecianos y la personalidad <strong>de</strong> sus generales.<br />

Después <strong>de</strong> la cena, cuando <strong>los</strong> criados se hubieron retirado, Emily supo que el caballero que había <strong>de</strong>spertado <strong>los</strong> <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> venganza <strong>de</strong> Orsino había muerto <strong>de</strong> las heridas, y se había montado una<br />

intensa búsqueda para localizar al asesino. La noticia pareció alterar a Montoni, que murmuró algo y <strong>de</strong>spués preguntó dón<strong>de</strong> se había escondido Orsino. Sus invitados, que a excepción <strong>de</strong> Cavigni ignoraban<br />

que Montoni le había ayudado a escapar <strong>de</strong> Venecia, contestaron que había huido durante la noche con tal precipitación y secreto que ni siquiera sus compañeros más íntimos lo sabían. Montoni se reprochó el<br />

haber formulado la pregunta, pero pensándolo bien se convenció <strong>de</strong> que un hombre tan rece<strong>los</strong>o como Orsino no habría confiado en ninguna <strong>de</strong> las personas presentes como para informales <strong>de</strong> su refugio. Se<br />

consi<strong>de</strong>ró a sí mismo, sin embargo, como merecedor <strong>de</strong> su más completa confianza, y no dudó <strong>de</strong> que no tardaría en tener noticias suyas.<br />

Emily se marchó con madame Montoni poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que retiraran la mesa y <strong>de</strong>jaron a <strong>los</strong> caballeros en sus secretas reuniones, pero no antes <strong>de</strong> que Montoni frunciendo el ceño avisara a su esposa para<br />

que se ausentara. Salieron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el vestíbulo a la muralla y pasearon durante un rato en silencio, que Emily no interrumpió, ya que estaba ocupada en sus propias preocupaciones. Necesitó <strong>de</strong> toda su <strong>de</strong>cisión<br />

para no informar a madame Montoni <strong>de</strong>l terrible asunto, que seguía atemorizándola con horror; y en algunos momentos estuvo a punto <strong>de</strong> hacerlo, sólo por el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> un consuelo momentáneo. Pero sabía<br />

hasta qué punto estaba en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Montoni, y, consi<strong>de</strong>rando que la indiscreción <strong>de</strong> su tía pudiera resultar fatal para ambas, se mantuvo en su postura <strong>de</strong> silencio soportando el presente mal inferior para evitar<br />

uno futuro mayor. En aquel día tuvo con frecuencia un extraño presentimiento; tenía la impresión <strong>de</strong> que su <strong>de</strong>stino estaba allí y que por medios invisibles se conectaba con el castillo.<br />

«No-<strong>de</strong>bo acelerarlo —se dijo a sí misma—, sea lo que sea lo que me está reservado, <strong>de</strong>bo, al menos, evitar autorreproches».<br />

Al mirar <strong>los</strong> enormes muros <strong>de</strong>l edificio, su ánimo entristecido <strong>los</strong> imaginó como <strong>los</strong> <strong>de</strong> su prisión y sintió un sobresalto cuando consi<strong>de</strong>ró lo lejos que estaba <strong>de</strong> su país, <strong>de</strong> su pequeña y tranquila propiedad,<br />

y <strong>de</strong> su único amigo. ¡Qué lejos estaba su esperanza <strong>de</strong> felicidad, qué débiles la expectativas <strong>de</strong> verle <strong>de</strong> nuevo! Sin embargo, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Valancourt y su confianza en la sinceridad <strong>de</strong> su amor, que había sido<br />

hasta entonces su único consuelo, le sirvieron para recordarlo con fuerza. Las lágrimas brotaron a sus ojos y se volvió para ocultarlas.<br />

Cuando, poco <strong>de</strong>spués, se apoyó en el muro, algunos campesinos estaban examinando a poca distancia una <strong>de</strong> las brechas, ante la cual había un montón <strong>de</strong> piedras, como si la fueran a reparar, y un viejo<br />

cañón oxidado, que parecía haber caído <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un nivel superior. Madame Montoni se <strong>de</strong>tuvo para hablar con <strong>los</strong> hombres y preguntarles qué estaban haciendo. «Reparar las fortificaciones, señoría», dijo uno<br />

<strong>de</strong> el<strong>los</strong>; una tarea que por algún motivo la sorprendió por el hecho <strong>de</strong> que Montoni pensara que era necesario, particularmente puesto que jamás había hablado <strong>de</strong>l castillo como <strong>de</strong> un lugar en el que tuviera la<br />

intención <strong>de</strong> residir largo tiempo; pero siguió andando hacia un arco que conducía <strong>de</strong>l sur al este <strong>de</strong> la muralla, unido al castillo por un lado y que por el otro servía <strong>de</strong> soporte a una pequeña torre <strong>de</strong> vigilancia,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la que se observaba en su totalidad el profundo valle que había <strong>de</strong>bajo. Según se aproximaba al arco, vio, tras él, bor<strong>de</strong>ando la bajada entre <strong>los</strong> bosques en una montaña distante, una tropa <strong>de</strong> cabal<strong>los</strong> y<br />

hombres a pie, que supo que eran soldados, sólo por el brillo <strong>de</strong> sus picas y otras armas, ya que la distancia no le permitía distinguir el color <strong>de</strong> sus libreas. Según <strong>los</strong> contemplaba, la vanguardia pasó <strong>de</strong>l bosque<br />

hacia el valle, pero la fila continuaba hasta la cumbre más remota <strong>de</strong> la montaña en una sucesión sin fin; mientras, en las primeras filas, <strong>los</strong> uniformes militares se hicieron distinguibles, y <strong>los</strong> comandantes,<br />

cabalgando primero, parecían por sus gestos dirigir la marcha <strong>de</strong> <strong>los</strong> que seguían, y se acercaron, finalmente, hasta el castillo.<br />

Un espectáculo semejante, en aquellas regiones solitarias, sorprendió tanto como alarmó a madame Montoni, y se dirigió a algunos campesinos, que levantaban <strong>los</strong> bastiones <strong>de</strong>l muro sur, don<strong>de</strong> la roca era<br />

menos abrupta que en otras partes. Aquel<strong>los</strong> hombres no supieron darle una respuesta satisfactoria a sus preguntas, pero, al ser avisados por ellas, miraron con asombro estúpido hacia la prolongada cabalgata.<br />

Madame Montoni, pensando que era necesario informar <strong>de</strong>l objeto <strong>de</strong> su preocupación, envió a Emily para que dijera que <strong>de</strong>seaba hablar con Montoni; una <strong>de</strong>cisión que no aprobó su sobrina porque temía sus<br />

enfados y sabía que este mensaje <strong>los</strong> provocaría; pero obe<strong>de</strong>ció en silencio.<br />

Cuando se acercaba al salón, en el que estaba sentado con sus invitados, les oyó discutir en voz alta, y se <strong>de</strong>tuvo un momento, temblando ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sagrado que su inesperada aparición podía<br />

ocasionar. Un momento <strong>de</strong>spués todos hablaban a la vez y se aventuró a abrir la puerta. Mientras Montoni se volvía indignado a mirarla, sin hablar, ella le dio cuenta <strong>de</strong>l mensaje.<br />

—Dile a madame Montoni que estoy ocupado —dijo.<br />

Emily pensó entonces que era oportuno mencionar las razones <strong>de</strong> la alarma <strong>de</strong> su tía. Montoni y sus acompañantes se pusieron <strong>de</strong> pie al instante y se dirigieron a las ventanas. Des<strong>de</strong> ellas no podían ver a las<br />

tropas y se dirigieron a la muralla, don<strong>de</strong> Cavigni conjeturó que sería una legión <strong>de</strong> Condottieri, en su camino hacia Mó<strong>de</strong>na.<br />

Una parte <strong>de</strong> la cabalgata se extendía en esos momentos por el valle y otro grupo quedaba en las montañas hacia el norte, mientras algunas tropas avanzaban por <strong>los</strong> precipicios <strong>de</strong>l bosque, don<strong>de</strong> <strong>los</strong> habían<br />

visto por primera vez, y la enorme extensión <strong>de</strong> la marcha parecía incluir un ejército completo. Mientras Montoni y <strong>los</strong> <strong>de</strong>más contemplaban el avance, oyeron el sonido <strong>de</strong> las trompetas y el redoble <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

tambores en el valle, y <strong>de</strong>spués otros, contestando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las alturas. Emily escuchó con emoción aquel<strong>los</strong> sonidos que <strong>de</strong>spertaron <strong>los</strong> ecos <strong>de</strong> las montañas, y Montoni explicó el sentido <strong>de</strong> las señales, que<br />

parecía conocer muy bien, y que no tenían ningún significado hostil. Los uniformes <strong>de</strong> la tropa y el tipo <strong>de</strong> armas que llevaban le confirmó la conjetura <strong>de</strong> Cavigni, y tuvo la satisfacción <strong>de</strong> verles pasar sin<br />

<strong>de</strong>tenerse siquiera para mirar hacia el castillo. Sin embargo, no abandonó la muralla hasta que las faldas <strong>de</strong> las montañas le ocultaron la marcha y el último eco <strong>de</strong> las trompetas <strong>de</strong>sapareció en el viento. Cavigni y<br />

Verezzi se animaron con este espectáculo, que parecía haber <strong>de</strong>spertado el fuego <strong>de</strong> sus temperamentos. Montoni entró en el castillo silencioso y meditabundo.<br />

Emily no se había recobrado lo suficiente <strong>de</strong> la última impresión para soportar la soledad <strong>de</strong> su cuarto y se quedó en las murallas, ya que madame Montoni no la había invitado a acompañarla a sus<br />

habitaciones, a las que se había retirado evi<strong>de</strong>ntemente <strong>de</strong>sanimada, y Emily, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su última experiencia, había perdido todo <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> explorar <strong>los</strong> siniestros y <strong>misterios</strong>os recovecos <strong>de</strong>l castillo. La muralla era<br />

por ello casi su único retiro y allí quedó hasta que las sombras grises <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> se extendieron una vez más por el paisaje.<br />

Los caballeros cenaron so<strong>los</strong> y madame Montoni se quedó en su cuarto, don<strong>de</strong> Emily la encontró antes <strong>de</strong> retirarse al suyo. Estaba llorando y muy agitada. La ternura <strong>de</strong> Emily era siempre tan dulce que<br />

rara vez fallaba en proporcionar consuelo a un corazón oprimido; pero el <strong>de</strong> madame Montoni era duro y <strong>los</strong> suaves acentos <strong>de</strong> la voz <strong>de</strong> Emily se perdieron. Con su habitual <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, no <strong>de</strong>mostró que había<br />

observado la <strong>de</strong>sesperación <strong>de</strong> su tía, pero ello le prestó una gentileza involuntaria a sus maneras y un aire <strong>de</strong> preocupación a su rostro que madame Montoni consi<strong>de</strong>ró vejatorios al sentir la piedad <strong>de</strong> su sobrina<br />

como un insulto a su orgullo y la <strong>de</strong>spidió tan pronto como pudo. Emily no se animó a mencionar, una vez más, lo mal que se sentía en sus habitaciones, pero solicitó que Annette fuera autorizada a quedarse con<br />

ella hasta que se retirara a <strong>de</strong>scansar y su petición fue atendida a regañadientes. Annette estaba en aquel momento con <strong>los</strong> criados y Emily se retiró sola.<br />

Con una luz y pasos rápidos cruzó las largas galerías, mientras <strong>los</strong> débiles rayos <strong>de</strong> la lámpara que llevaba sólo le mostraban lo tenebroso <strong>de</strong>l ambiente, y el viento amenazaba con apagarla. El tremendo<br />

silencio que reinaba en aquella parte <strong>de</strong>l castillo la atemorizó y <strong>de</strong> cuando en cuando le llegaron las risas <strong>de</strong> un punto remoto <strong>de</strong>l edificio, don<strong>de</strong> <strong>los</strong> criados estaban reunidos, pero pronto <strong>de</strong>saparecieron<br />

quedando sólo aquel silencio casi irrespirable. Según pasaba por la serie <strong>de</strong> habitaciones que había visitado por la mañana, le pareció oír murmul<strong>los</strong> tras la puerta, pero no se <strong>de</strong>tuvo.<br />

Al llegar a su habitación, en la que no había troncos en la chimenea que disiparan las sombras, se sentó con un libro para distraer su atención hasta que llegara Annette y pudieran encen<strong>de</strong>r el fuego. Continuó<br />

leyendo hasta que la luz casi había expirado, pero Annette-no se presentó, y la soledad y la oscuridad volvieron a afectar su ánimo, más aún por su proximidad a la horrorosa escena <strong>de</strong> la que había sido testigo<br />

por la mañana. Terroríficas y fantásticas imágenes acudieron a su mente. Miró con temor hacia la puerta que se comunicaba con la escalera y comprobó que estaba cerrada. Incapaz <strong>de</strong> superar la inquietud que<br />

sentía ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> dormir <strong>de</strong> nuevo en aquella remota e insegura habitación, en la que alguien parecía haber entrado la noche anterior, su impaciencia por ver a Annette, con la que no había comentado aquella<br />

circunstancia, se hizo extremadamente dolorosa. Quería también preguntarle por lo que había <strong>de</strong>spertado su horror y <strong>de</strong> lo que Annette parecía estar enterada en parte, según lo que habían hablado la noche<br />

anterior, aunque sus palabras estaban bien lejos <strong>de</strong> la verdad. Para Emily la muchacha había sido mal informada a propósito y por encima <strong>de</strong> todo le sorprendía que la puerta <strong>de</strong> la sala que lo contenía hubiera<br />

sido <strong>de</strong>jada abierta. Tal tipo <strong>de</strong> negligencia le parecía increíble. La lámpara estaba extinguiéndose; <strong>los</strong> leves rayos que lanzaba hacia <strong>los</strong> muros influían para crear nuevos terrores en su fantasía, y se levantó para<br />

dirigirse a la parte habitable <strong>de</strong>l castillo, antes <strong>de</strong> que se extinguiera <strong>de</strong>l todo.

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