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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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Tras una hora <strong>de</strong> trabajo <strong>de</strong> <strong>los</strong> remeros, el grupo pasó a tierra y ascendió por el pequeño sen<strong>de</strong>ro rebosante <strong>de</strong> vegetación. A poca distancia <strong>de</strong>l promontorio, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un claro <strong>de</strong>l bosque, aparecía el<br />

pabellón, y Blanche comprobó, al recibir la impresión <strong>de</strong>l pórtico a través <strong>de</strong> <strong>los</strong> árboles que había sido construido con mármol jaspeado. Según caminaba tras la con<strong>de</strong>sa se volvió varias veces para contemplar<br />

el océano, que se veía bajo las oscuras ramas, al fondo, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí a la profundidad <strong>de</strong>l bosque, cuyo silencio y umbría impenetrable <strong>de</strong>spertaban emociones más solemnes, pero no menos <strong>de</strong>liciosas.<br />

El pabellón había sido preparado todo lo posible para recibir a <strong>los</strong> visitantes <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un aviso tan poco anticipado, pero <strong>los</strong> muros y el techo estaban <strong>de</strong>scoloridos y la tapicería <strong>de</strong>l que en otro tiempo fue<br />

mobiliario magnificente, mostraba cuánto tiempo llevaba abandonado a la fuerza <strong>de</strong> <strong>los</strong> cambios <strong>de</strong> estación. Mientras el grupo consumía la colación <strong>de</strong> frutas y café, <strong>los</strong> cornos, situados en una parte alejada <strong>de</strong>l<br />

bosque, don<strong>de</strong> un eco prolongaba sus tonos melancólicos, rompieron suavemente la tranquilidad <strong>de</strong> la escena. El lugar pareció atraer incluso la admiración <strong>de</strong> la con<strong>de</strong>sa, o, tal vez se trataba únicamente <strong>de</strong>l<br />

placer <strong>de</strong> planificar las <strong>de</strong>coraciones lo que hizo que insistiera en la necesidad <strong>de</strong> repararlo y adornarlo, mientras que el con<strong>de</strong>, que nunca se sentía más feliz que cuando la veía interesada en cosas naturales y<br />

simples, coincidió en todas sus opiniones relativas al pabellón. Era necesario renovar las pinturas <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s y el techo, <strong>los</strong> sofás y doseles <strong>de</strong>bían ser cubiertos con damasco ver<strong>de</strong> claro; las estatuas <strong>de</strong><br />

mármol <strong>de</strong> ninfas <strong>de</strong>l bosque, que llevaban en la cabeza cestos <strong>de</strong> flores frescas, quedarían para adornar el lugar entre las ventanas, que llegaban hasta el suelo y cubrían la habitación, que era <strong>de</strong> forma<br />

octogonal. Una <strong>de</strong> las ventanas daba a un arroyuelo romántico, don<strong>de</strong> la vista se recreaba en el claro <strong>de</strong>l bosque, y la escena se veía llena <strong>de</strong> la pompa <strong>de</strong> las ramas; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> otra, <strong>los</strong> bosques ascendían a las<br />

distantes cumbres <strong>de</strong> <strong>los</strong> Pirineos; una tercera estaba frente al camino por el que se veían las torres grises <strong>de</strong>l Chateau-le-Blanc y una pintoresca parte <strong>de</strong> sus ruinas asomaban entre el follaje; una cuarta daba a<br />

una imagen <strong>de</strong> <strong>los</strong> pastos entre <strong>los</strong> árboles y <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s que se extendían por las riberas <strong>de</strong>l Au<strong>de</strong>. El Mediterráneo, con sus agrestes acantilados que asomaban sobre sus costas, era el gran espectáculo <strong>de</strong><br />

una quinta ventana y las otras, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> diferentes puntos <strong>de</strong> vista, mostraban el paisaje agreste <strong>de</strong> <strong>los</strong> bosques.<br />

Tras pasear durante algún tiempo por el<strong>los</strong>, el grupo regresó a la playa y embarcó. La belleza <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> les <strong>de</strong>cidió a exten<strong>de</strong>r su excursión y siguieron más allá por la bahía. Una calma total había sucedido<br />

a la ligera brisa que les había llevado allí y <strong>los</strong> hombres cogieron sus remos. A su alre<strong>de</strong>dor, las aguas se extendían en una vasta zona <strong>de</strong> un espejo brillante que reflejaba <strong>los</strong> acantilados grises y <strong>los</strong> bosque que<br />

asomaban hacia la superficie, el brillo <strong>de</strong>l horizonte en el oeste y las negras nubes que avanzaban lentas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el este. A Blanche le encantaba ver cómo se hundían <strong>los</strong> remos en el agua y contemplar <strong>los</strong> anil<strong>los</strong><br />

que <strong>de</strong>jaban, que daban un movimiento temblante al paisaje reflejado, sin <strong>de</strong>struir la armonía <strong>de</strong> sus contornos.<br />

Por encima <strong>de</strong> la oscuridad <strong>de</strong> <strong>los</strong> bosques vio un claustro <strong>de</strong> torres altas, bañado por el esplendor <strong>de</strong> <strong>los</strong> rayos <strong>de</strong> poniente, y poco <strong>de</strong>spués, al callar <strong>los</strong> cornos, oyó el débil sonido <strong>de</strong> las voces <strong>de</strong> un coro<br />

en la distancia.<br />

—¿Qué voces son ésas que llegan con el aire —dijo el con<strong>de</strong>, mirando a su alre<strong>de</strong>dor y escuchando, aunque la melodía había cesado.<br />

—Parece que era un himno <strong>de</strong> vísperas como <strong>los</strong> que solía oír en mi convento —dijo Blanche.<br />

—Estamos cerca <strong>de</strong>l monasterio —observó el con<strong>de</strong>.<br />

Poco <strong>de</strong>spués, cuando el barco dobló un saliente <strong>de</strong> tierra, apareció el monasterio <strong>de</strong> Santa Clara, situado cerca <strong>de</strong>l bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l mar, don<strong>de</strong> <strong>los</strong> acantilados, cediendo <strong>de</strong> pronto, formaban una playa baja con<br />

una pequeña bahía, casi totalmente ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> árboles, entre <strong>los</strong> que se veía una parte <strong>de</strong>l edificio: la gran puerta <strong>de</strong> entrada y la ventana gótica <strong>de</strong>l zaguán, <strong>los</strong> claustros y el costado <strong>de</strong> una capilla más alejada,<br />

mientras que un arco, que en otro tiempo conducía a una parte <strong>de</strong> la construcción que estaba <strong>de</strong>molida, se mantenía como una ruina majestuosa separada <strong>de</strong>l edificio principal y tras el cual asomaba una extensa<br />

perspectiva <strong>de</strong>l bosque. Por <strong>los</strong> muros grises había crecido el musgo y alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las puntiagudas ventanas <strong>de</strong> la capilla colgaba la hiedra y la brionia en fantásticos ramos.<br />

Todo estaba silencioso en el exterior, pero cuando Blanche contemplaba con admiración aquel lugar venerable, cuyo efecto se veía engran<strong>de</strong>cido por las luces y sombras que surgían <strong>de</strong> un anochecer<br />

nuboso, el sonido <strong>de</strong> muchas voces cantando lentamente, surgió <strong>de</strong> su interior. El con<strong>de</strong> or<strong>de</strong>nó a sus hombres que <strong>de</strong>jaran <strong>de</strong> remar. Los monjes estaban cantando el himno <strong>de</strong> vísperas y algunas voces <strong>de</strong><br />

mujer se mezclaban con la melodía, hasta que sus leves graduaciones se alzaron con el órgano y <strong>los</strong> sonidos <strong>de</strong>l coro en una armonía total y solemne. Poco <strong>de</strong>spués la melodía se hundió en un profundo silencio,<br />

renovándose en un tono más grave, hasta que, al fin, el coro santo se <strong>de</strong>svaneció y no volvieron a oírlo. Blanche suspiró, en sus ojos temblaban las lágrimas y sus pensamientos parecieron subir, como <strong>los</strong><br />

sonidos, al cielo. Mientras la quietud se imponía en el barco, un grupo <strong>de</strong> frailes y luego otro <strong>de</strong> monjas, con ve<strong>los</strong> blancos, salieron <strong>de</strong> <strong>los</strong> claustros y pasaron bajo las sombras <strong>de</strong>l bosque al cuerpo principal <strong>de</strong>l<br />

edificio.<br />

La con<strong>de</strong>sa fue la primera <strong>de</strong>l grupo en <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong> aquella pausa <strong>de</strong> silencio.<br />

—Esos himnos tristes y <strong>los</strong> monjes la llenan a una <strong>de</strong> melancolía —dijo—; se acerca el crepúsculo, por favor, regresemos, o ya estará oscuro antes <strong>de</strong> que lleguemos a casa.<br />

El con<strong>de</strong>, mirando en la distancia, percibió que el crepúsculo se anticipaba por una tormenta. Por el oeste se manifestaba la tempestad; un bochorno pesado se opuso contrastándolo al brillante esplendor <strong>de</strong><br />

la puesta <strong>de</strong> sol.<br />

El oleaje se levantó en círcu<strong>los</strong> por la superficie <strong>de</strong>l agua según avanzaban en busca <strong>de</strong> refugio. Los marineros movieron con rapi<strong>de</strong>z <strong>los</strong> remos, pero el trueno, que ya se oía en la distancia, y las gruesas<br />

gotas <strong>de</strong> lluvia que empezaron a caer, hicieron que el con<strong>de</strong> diera la or<strong>de</strong>n para que regresaran hacia el monasterio en busca <strong>de</strong> refugio, y <strong>de</strong> inmediato se cambió el curso <strong>de</strong>l barco. Al aproximarse las nubes<br />

hacia el oeste, la oscuridad cambió el tono brillante que parecía cubrir <strong>de</strong> fuego las copas <strong>de</strong> <strong>los</strong> árboles y la torres <strong>de</strong>l monasterio.<br />

El aspecto <strong>de</strong>l cielo alarmó a la con<strong>de</strong>sa y a ma<strong>de</strong>moiselle Beam, cuyas expresiones <strong>de</strong> temor <strong>de</strong>sagradaron al con<strong>de</strong> y <strong>de</strong>jaron perplejos a sus hombres; mientras, Blanche continuó silenciosa, aunque, ora<br />

agitada con temores, ora con admiración al contemplar la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> las nubes y su efecto en el paisaje, escuchó las largas llamadas <strong>de</strong>l trueno que se extendían por el aire.<br />

Al llegar el barco al prado que había frente al monasterio, el con<strong>de</strong> envió a un criado para anunciar su llegada y solicitar cobijo <strong>de</strong> su superior, que, poco <strong>de</strong>spués, apareció en la gran puerta <strong>de</strong> entrada<br />

ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> varios monjes, a la vez que el criado regresaba con un mensaje que expresaba la hospitalidad y el orgullo. Inmediatamente el grupo <strong>de</strong>sembarcó y fue recibido en la puerta por el superior, quien,<br />

según entraba, extendió la mano y les dio su bendición. Pasaron a un gran vestíbulo don<strong>de</strong> esperaba la madre aba<strong>de</strong>sa con varias monjas, vestidas, como ella, <strong>de</strong> negro y con velo blanco. El velo <strong>de</strong> la aba<strong>de</strong>sa<br />

estaba medio echado hacia atrás y <strong>de</strong>scubría un rostro cuya casta dignidad estaba endulzada por la sonrisa <strong>de</strong> bienvenida, con la que se dirigió a la con<strong>de</strong>sa, a la que condujo, con Blanche y ma<strong>de</strong>moiselle<br />

Beam, al salón <strong>de</strong>l convento, mientras el con<strong>de</strong> y Henri eran conducidos por el superior al refectorio.<br />

La con<strong>de</strong>sa, fatigada y <strong>de</strong>scontenta, recibió las cortesías <strong>de</strong> la aba<strong>de</strong>sa con altivez <strong>de</strong>scuidada y la siguió con paso indolente hacia el salón, en el que las vidrieras y el cubrimiento <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s con ma<strong>de</strong>ra<br />

imprimían una sombra melancólica que la oscuridad <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> convertía casi en tinieblas.<br />

Mientras la madre aba<strong>de</strong>sa or<strong>de</strong>naba algunos alimentos y conversaba con la con<strong>de</strong>sa, Blanche se acercó a una ventana, cuyos paneles inferiores no tenían vidrieras, lo que le permitió contemplar el avance<br />

<strong>de</strong> la tormenta sobre el Mediterráneo, cuyas oscuras olas, que habían estado dormidas hasta entonces, se agitaban y llegaban en sucesión hasta la playa don<strong>de</strong> se rompían con blanca espuma y salpicaban las<br />

rocas. Un tono sulfuroso se extendía por la larga línea <strong>de</strong> nubes por encima <strong>de</strong>l horizonte hacia oeste, tras el cual seguía brillando el sol, iluminando las distantes costas <strong>de</strong>l Languedoc, así como las copas <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

bosques más próximos, y daba un brillo parcial a las olas <strong>de</strong>l oeste. El resto <strong>de</strong> la escena estaba envuelto en oscuridad, excepto cuando un rayo <strong>de</strong> sol asomaba entre las nubes e iluminaba las alas blancas <strong>de</strong>l<br />

oleaje o tocaba la vela <strong>de</strong>slizante <strong>de</strong> un bajel, que se movía en medio <strong>de</strong> la tormenta. Blanche estuvo contemplando con ansiedad durante un rato <strong>los</strong> movimientos <strong>de</strong>l barco, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> olas <strong>de</strong> espuma y<br />

relámpagos, suspirando por el <strong>de</strong>stino que les aguardara a <strong>los</strong> pobres marineros.<br />

El sol se ocultó finalmente y las pesadas nubes cubrieron el esplendor <strong>de</strong> su curso. Sin embargo se podía ver aún el barco, y Blanche continuó observándolo hasta que la sucesión <strong>de</strong> relámpagos en el oscuro<br />

horizonte la hicieron retirarse <strong>de</strong> la ventana para reunirse con la aba<strong>de</strong>sa, que tras haber agotado todos <strong>los</strong> temas <strong>de</strong> conversación con la con<strong>de</strong>sa, se había dignado a prestarle atención.<br />

Su charla se vio interrumpida por <strong>los</strong> tremendos golpes <strong>de</strong>l trueno y la campana <strong>de</strong>l monasterio empezó a sonar poco <strong>de</strong>spués llamando a todos a la oración. Blanche cruzó <strong>de</strong> nuevo frente a la ventana y<br />

echó una mirada al océano, don<strong>de</strong>, a la luz <strong>de</strong> un relámpago que iluminó las aguas pudo distinguir al barco que había visto antes, en medio <strong>de</strong> un mar <strong>de</strong> espuma, rompiendo las olas, con el mástil inclinado hacia<br />

las aguas y levantándose <strong>de</strong>spués en el aire.<br />

Suspiró profundamente al contemplarlo y siguió a la madre aba<strong>de</strong>sa y a la con<strong>de</strong>sa a la capilla. Mientras tanto, algunos <strong>de</strong> <strong>los</strong> criados <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>, que habían ido por tierra hasta el castillo para traer carruajes,<br />

regresaron poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que concluyeran las vísperas, cuando la tormenta se había calmado, y el con<strong>de</strong> y su familia regresaron a casa. Blanche se sorprendió al <strong>de</strong>scubrir cómo le habían engañado las<br />

revueltas <strong>de</strong> la playa por lo que se refería a la distancia que había entre el castillo y el monasterio, cuya campana <strong>de</strong> vísperas había oído la noche anterior, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las ventanas <strong>de</strong>l salón <strong>de</strong>l oeste, y cuyas torres<br />

podría haber visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí si no se lo hubiera impedido el crepúsculo.<br />

Cuando llegaron al castillo, la con<strong>de</strong>sa, afectando más fatiga <strong>de</strong> la que realmente sentía, se retiró a sus habitaciones, y el con<strong>de</strong>, con su hija y Henri, fueron al salón comedor don<strong>de</strong> llevaban mucho tiempo,<br />

cuando oyeron en una pausa <strong>de</strong>l viento unos disparos que el con<strong>de</strong> reconoció como señales <strong>de</strong> socorro <strong>de</strong> alguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> barcos en la tormenta. Se acercó a la ventana que daba al Mediterráneo para<br />

observarlo, pero el mar estaba envuelto en una tremenda oscuridad y <strong>los</strong> ruidos <strong>de</strong> la tempestad anulaban <strong>de</strong> nuevo cualquier otro. Blanche, recordando el bajel que había visto antes, se unió a su padre

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