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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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que el signor llevó a su casa para que conociera a mi difunta señora en Venecia, es ahora su amante, y era entonces algo parecido, me atrevería a <strong>de</strong>cir. Y Ludovico dice (pero guardad el secreto) que su<br />

Excellenza la presentó sólo para imponerse sobre <strong>los</strong> <strong>de</strong>más que habían empezado a comentar su comportamiento. Por eso, cuando la gente vio que mi señora la aceptaba, pensaron que habían oído hablar <strong>de</strong><br />

un escándalo. Las otras dos son las amantes <strong>de</strong>l signor Verezzi y <strong>de</strong>l signor Bertolini; y el signor Montoni invitó a todas al castillo; y por eso, ayer organizó una gran fiesta; y allí estaban todos, bebiendo vino <strong>de</strong><br />

la Toscana y <strong>de</strong> todas clases, y riendo y cantando, hasta que hicieron que el castillo se animara. Pero creo que fueron sonidos tristes, cuando hace tan poco <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> mi pobre señora; y me trajeron a la<br />

cabeza lo que ella habría pensado, si <strong>los</strong> hubiera oído, pero ya no <strong>los</strong> pue<strong>de</strong> oír, ¡pobrecilla!<br />

Emily volvió la cabeza para ocultar su emoción y le pidió a Annette que se marchara y preguntara por <strong>los</strong> prisioneros que pudiera haber en el castillo, pero insistió en que lo hiciera con precaución y que en<br />

ningún caso mencionara su nombre o el <strong>de</strong> monsieur Valancourt.<br />

—Ahora que pienso en ello —dijo Annette—, sí creo que hay prisioneros, porque oí a uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres <strong>de</strong>l signor, ayer, en la habitación <strong>de</strong> <strong>los</strong> criados, hablar algo relacionado con rescates, y <strong>de</strong>cir que<br />

había sido un buen asunto para su Excellenza coger algunos hombres que valían tanto como un botín por esos rescates. Y el otro murmuraba diciendo que sería bueno para el signor, pero no tanto para sus<br />

soldados, porque —dijo— no participamos <strong>de</strong> ello.<br />

Esta información aumentó la impaciencia <strong>de</strong> Emily por saber más y Annette salió <strong>de</strong> inmediato para realizar su investigación.<br />

La reciente <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> Emily <strong>de</strong> renunciar a sus propieda<strong>de</strong>s en favor <strong>de</strong> Montoni, se veía sometida ahora a nuevas consi<strong>de</strong>raciones. La posibilidad <strong>de</strong> que Valancourt estuviera cerca <strong>de</strong> ella reanimó su<br />

fortaleza, y <strong>de</strong>cidió enfrentarse a la amenaza <strong>de</strong> venganza, al menos hasta que pudiera estar segura <strong>de</strong> si estaba realmente en el castillo. Éste era su estado <strong>de</strong> ánimo, cuando recibió un mensaje <strong>de</strong> Montoni<br />

requiriéndola para que se presentara en el salón <strong>de</strong> cedro, que obe<strong>de</strong>ció temblorosa y, según acudía, tratando <strong>de</strong> animar su <strong>de</strong>cisión con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Valancourt. Montoni estaba solo.<br />

—He venido a buscarte —dijo—, para darte otra oportunidad <strong>de</strong> que te retractes <strong>de</strong> tus últimas <strong>de</strong>cisiones erróneas en relación a las propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Languedoc, con<strong>de</strong>sciendo a aconsejarte cuando podría<br />

obligarte. Si realmente estás engañada por la opinión <strong>de</strong> que tienes <strong>de</strong>recho alguno sobres esas propieda<strong>de</strong>s, al menos, no persistas en el error, un error que comprobarás <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong> que ha sido fatal para<br />

ti. No insistas en <strong>de</strong>spertar mi resentimiento y firma <strong>los</strong> papeles.<br />

—¿Si no tengo <strong>de</strong>recho alguno sobre esas propieda<strong>de</strong>s, señor —dijo Emily—, <strong>de</strong> qué pue<strong>de</strong> serviros que yo firme papel alguno referente a ellas Si las tierras son vuestras por ley, ciertamente las poseéis,<br />

sin mi interferencia o mi consentimiento.<br />

—No discutiré más —dijo Montoni, con una mirada que la hizo temblar—. ¡No he hecho más que per<strong>de</strong>r el tiempo cuando he con<strong>de</strong>scendido a razonar con una niña! Pero no permitiré que se siga jugando<br />

conmigo: que el recuerdo <strong>de</strong> <strong>los</strong> sufrimientos <strong>de</strong> tu tía, como consecuencia <strong>de</strong> su locura y <strong>de</strong> su obstinación, te sirvan <strong>de</strong> lección. Firma <strong>los</strong> papeles.<br />

La resolución <strong>de</strong> Emily se quebró por un momento; se sumió en <strong>los</strong> recuerdos que Montoni había revivido y en la venganza con la que le amenazaba; pero entonces, la imagen <strong>de</strong> Valancourt, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

hacía tanto tiempo le era tan querida y que quizá estaba ahora tan cerca <strong>de</strong> ella, acudió a su corazón, y, junto con <strong>los</strong> fuertes sentimientos <strong>de</strong> indignación, con <strong>los</strong> que había visto siempre, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su infancia, <strong>los</strong><br />

actos <strong>de</strong> injusticia, la inspiraron con un noble aunque impru<strong>de</strong>nte coraje.<br />

—Firma <strong>los</strong> papeles —dijo Montoni, más impacientemente que antes.<br />

—Nunca, señor —replicó Emily—; esa petición me habría probado la injusticia <strong>de</strong> vuestra reclamación si en algún momento hubiera ignorado mi <strong>de</strong>recho.<br />

Montoni se volvió hacia ella pálido <strong>de</strong> ira, mientras el temblor <strong>de</strong> su labio y la dureza <strong>de</strong> su mirada hacían que ella casi se arrepintiera <strong>de</strong> la cru<strong>de</strong>za <strong>de</strong> su frase.<br />

—Entonces toda mi venganza caerá sobre ti —exclamó, con un horrible juramento—. Y piensa que no lo <strong>de</strong>moraré. Ni las propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Languedoc, o Gascuña, serán tuyas; te has atrevido a poner en<br />

duda mi <strong>de</strong>recho, atrévete ahora a dudar <strong>de</strong> mi po<strong>de</strong>r. ¡Tengo un castigo para ti que no has podido imaginar; es terrible! Esta noche, esta misma noche...<br />

—¡Esta noche! —repitió otra voz.<br />

Montoni se <strong>de</strong>tuvo y se volvió, pero, recobrándose, continuó en tono más bajo.<br />

—Acabas <strong>de</strong> ser testigo <strong>de</strong> un ejemplo terrible <strong>de</strong> obstinación y locura; sin embargo, esto, según parece, no ha sido suficiente para <strong>de</strong>tenerte. Puedo hablarte <strong>de</strong> otros que te harían temblar sólo <strong>de</strong> oír<strong>los</strong>.<br />

Fue interrumpido por un gemido que pareció surgir <strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la habitación en la que se encontraban; y, según lanzó una mirada a su alre<strong>de</strong>dor, con la impaciencia y la ira reflejadas en sus ojos, una<br />

especie <strong>de</strong> sombra <strong>de</strong> miedo pasó por su rostro. Emily se sentó en una silla cerca <strong>de</strong> la puerta, ya que las distintas emociones que había soportado se imponían sobre ella; pero Montoni, tras una pausa que<br />

apenas duró un instante, prosiguió su discurso en voz baja y más amenazadora.<br />

—Te lo digo, te daré algunas indicaciones sobre mi po<strong>de</strong>r y mi personalidad que parece que no compren<strong>de</strong>s, ya que en otro caso no te enfrentarías a mí. Te podría <strong>de</strong>cir que cuando haya tomado mi<br />

<strong>de</strong>cisión... pero estoy hablando con una niña. Sin embargo, déjame que te repita que aunque lo que puedo contarte es terrible, no te beneficiaría, aunque tu arrepentimiento pusiera un fin <strong>de</strong> inmediato a tu<br />

oposición, no haría <strong>de</strong>saparecer mi indignación. Conseguiré mi venganza y que se cumpla mi justicia.<br />

Un nuevo gemido surgió en la pausa que hizo Montoni.<br />

—¡Sal ahora mismo <strong>de</strong> la habitación! —dijo, como no dándose cuenta <strong>de</strong>l extraño sonido. Sin fuerzas para implorar su piedad, Emily se levantó, pero comprobó que no podía mantenerse en pie; la<br />

preocupación y el terror la dominaban, y cayó <strong>de</strong> nuevo <strong>de</strong>splomada en la silla.<br />

—¡Fuera <strong>de</strong> mi presencia! —gritó Montoni—. Esa simulación <strong>de</strong> miedo correspon<strong>de</strong> a la heroína que se ha atrevido a <strong>de</strong>spertar mi indignación.<br />

—¿No habéis oído nada, signor —dijo Emily, temblorosa y aún incapaz <strong>de</strong> abandonar la habitación.<br />

—He oído mi propia voz —prosiguió Montoni, huraño.<br />

—¿Y nada más —dijo Emily, hablando con dificultad—. ¡Ahí está <strong>de</strong> nuevo! ¿No habéis oído nada ahora<br />

—Obe<strong>de</strong>ce mi or<strong>de</strong>n —repitió Montoni—. Y por lo que se refiere a esos trucos, no tardaré en <strong>de</strong>scubrir quién <strong>los</strong> practica.<br />

Emily se levantó <strong>de</strong> nuevo y se esforzó al máximo para abandonar la habitación, mientras Montoni la seguía; pero, en lugar <strong>de</strong> llamar a sus criados para registrar la habitación, como había hecho en<br />

circunstancia similar, se dirigió a las murallas.<br />

En su camino por el pasillo, Emily se <strong>de</strong>tuvo un momento para <strong>de</strong>scansar ante una ventana abierta. y vio a una partida <strong>de</strong> las tropas <strong>de</strong> Montoni en la montaña distante, y <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> prestar atención porque la<br />

vista le había traído a la memoria la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>sgraciados prisioneros que tal vez traían al castillo. Por fin, al llegar a su habitación, se <strong>de</strong>jó caer en la cama, dominada por <strong>los</strong> nuevos horrores <strong>de</strong> la situación.<br />

Sus pensamientos estaban perdidos en el tumulto y la perplejidad, no podía ni arrepentirse ni aprobar su reciente conducta; sólo pudo recordar que estaba en manos <strong>de</strong> un hombre que no tenía otros principios<br />

que no fueran imponer su voluntad; y el asombro y pavor <strong>de</strong> las supersticiones, que la habían asaltado durante un momento, cedieron entonces a la fuerza <strong>de</strong> la razón.<br />

Se vio al fin libre <strong>de</strong>l sueño que la había transportado con la confusión <strong>de</strong> voces distantes, y el ruido que le parecía llegar, en el viento, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>los</strong> patios. Una esperanza repentina <strong>de</strong> que se acercaba algo<br />

mejor.se adueñó <strong>de</strong> su mente, hasta que recordó las tropas que había observado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la ventana y <strong>de</strong>dujo que se trataba <strong>de</strong>l grupo que Annette había dicho que esperaban que llegara a Udolfo.<br />

Poco <strong>de</strong>spués oyó las voces por <strong>los</strong> vestíbu<strong>los</strong> y el ruido <strong>de</strong> <strong>los</strong> cascos <strong>de</strong> <strong>los</strong> cabal<strong>los</strong> que se alejaban con el viento; a continuación, el silencio. Emily escuchó ansiosa por si oía <strong>los</strong> pasos <strong>de</strong> Annette en el<br />

corredor, pero la pausa <strong>de</strong> total tranquilidad continuó, hasta que <strong>de</strong> nuevo el castillo se vio lleno <strong>de</strong> tumulto y confusión. Oyó <strong>los</strong> ecos <strong>de</strong> muchas pisadas, que cruzaban en todas direcciones <strong>los</strong> vestíbu<strong>los</strong> y <strong>los</strong><br />

corredores inferiores y, a continuación, fuertes voces en la muralla. Corrió hacia la ventana, viendo que Montoni estaba con varios oficiales apoyados en el muro, señalándoles algo, mientras varios soldados<br />

permanecían en el extremo más alejado alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> un cañón. Continuó observándo<strong>los</strong>, sin advertir el paso <strong>de</strong>l tiempo.<br />

Finalmente llegó Annette, pero sin información alguna sobre Valancourt.<br />

—Ma<strong>de</strong>moiselle —dijo—, todo el mundo preten<strong>de</strong> no saber nada <strong>de</strong> <strong>los</strong> prisioneros. ¡Pero hay algo oculto en este asunto! El resto <strong>de</strong>l grupo acaba <strong>de</strong> llegar. Venían como escapados, como si se hubieran<br />

roto la cabeza. Era difícil saber quién iba a llegar antes al portón, si el<strong>los</strong> o sus cabal<strong>los</strong>. Y han traído noticias terribles. Dicen que un grupo enemigo, como el<strong>los</strong> lo llaman, viene hacia el castillo. ¡Así que<br />

tendremos a todos <strong>los</strong> oficiales <strong>de</strong> la justicia! Todos esos hombres <strong>de</strong> mal aspecto que solíamos ver en Venecia.<br />

—¡Gracias a Dios! —exclamó Emily, fervorosamente—, ¡aún me queda una esperanza!<br />

—¿Qué queréis <strong>de</strong>cir, ma<strong>de</strong>moiselle ¿Deseáis caer en las manos <strong>de</strong> esos hombres <strong>de</strong> tan terrible aspecto Solía temblar cuando me encontraba con el<strong>los</strong>, y no habría supuesto lo que eran si Ludovico no<br />

me lo hubiera dicho.<br />

—No po<strong>de</strong>mos estar en peores manos que ahora —replicó Emily, sin reservas—. ¿Por qué supones que son oficiales <strong>de</strong> la justicia<br />

—Porque nuestras gentes están temerosas e inquietas, y no conozco otro miedo para el<strong>los</strong> que el <strong>de</strong> la justicia, para que se alteren <strong>de</strong> ese modo. Antes pensaba que no había nada en el mundo que pudiera<br />

asustar<strong>los</strong>, como no fuera un fantasma o algo así; pero ahora algunos <strong>de</strong> el<strong>los</strong> se están escondiendo en <strong>los</strong> sótanos <strong>de</strong>l castillo. No <strong>de</strong>béis <strong>de</strong>cir nada <strong>de</strong> esto al signor, ma<strong>de</strong>moiselle. He oído a dos <strong>de</strong> el<strong>los</strong><br />

hablando. ¡Virgen Santa! ¿Por qué estáis tan triste, ma<strong>de</strong>moiselle ¡No habéis oído lo que he dicho!<br />

—Sí, te he oído, Annette, pue<strong>de</strong>s continuar.<br />

—Verá, ma<strong>de</strong>moiselle, todo el castillo está revuelto. Algunos hombres cargan <strong>los</strong> cañones y otros examinan las gran<strong>de</strong>s puertas <strong>de</strong> entrada y <strong>los</strong> muros, y están martillando y reparando, como si no lo<br />

hubieran hecho hace poco. ¿Qué será <strong>de</strong> mí y <strong>de</strong> vos, ma<strong>de</strong>moiselle, y <strong>de</strong> Ludovico ¡Oh! ¡Cuando oiga el ruido <strong>de</strong>l cañón me moriré <strong>de</strong> miedo! ¡Si pudiera pescar un poquito abierta, aunque sólo fuera por un<br />

minuto, la gran puerta <strong>de</strong> entrada! ¡Me compensaría por haberme tenido encerrada tras estos muros durante tanto tiempo!, y no me volverían a ver.<br />

Emily prestó atención a las últimas palabras <strong>de</strong> Annette. «¡Oh! ¡Si pudiera encontrarla abierta, sólo un momento! —exclamó—, ¡mi paz estaría a salvo!» El profundo gemido que lanzó y el <strong>de</strong>svarío <strong>de</strong> su<br />

mirada, aterrorizaron a Annette más que sus palabras. Trató que Emily le explicara el sentido que les había dado, y <strong>de</strong> pronto se le ocurrió que Ludovico podía prestarles un gran servicio si surgía la posibilidad<br />

<strong>de</strong> escapar, tras lo cual le repitió en resumen lo que había sucedido entre Montoni y ella, pero suplicándole que no se lo contara a nadie excepto a Ludovico.<br />

—Tal vez esté en su mano —añadió— la posibilidad <strong>de</strong> nuestra huida. Ve a buscarle, Annette, dile a lo que tengo que enfrentarme y lo que ya he sufrido; pero pí<strong>de</strong>le que guar<strong>de</strong> el secreto y que no pierda<br />

tiempo alguno para intentar liberamos. Si está dispuesto a hacerlo será ampliamente recompensado. No puedo hablar con él yo misma porque podríamos ser vistos y tomarían todas las medidas para prevenir<br />

nuestra huida. Sé rápida, Annette, y, por encima <strong>de</strong> todo, discreta. Esperaré tu regreso en esta habitación.<br />

La muchacha, cuyo corazón sencillo se había conmovido por lo que le había contado, estaba tan <strong>de</strong>cidida a obe<strong>de</strong>cer como Emily a servirse <strong>de</strong> ella y salió <strong>de</strong> inmediato <strong>de</strong> la habitación.<br />

La sorpresa <strong>de</strong> Emily aumentó al reflexionar sobre <strong>los</strong> comentarios <strong>de</strong> Annette. «¡Pobre <strong>de</strong> mí! —dijo—, ¿qué pue<strong>de</strong>n hacer <strong>los</strong> oficiales <strong>de</strong> justicia contra un castillo armado No <strong>de</strong>be tratarse <strong>de</strong> eso».<br />

Tras seguir pensando en el asunto, concluyó que, tras el recorrido hecho por las bandas <strong>de</strong> Montoni por <strong>los</strong> alre<strong>de</strong>dores, <strong>los</strong> habitantes se habrían levantado en armas y vendrían con <strong>los</strong> oficiales <strong>de</strong> Policía y un

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