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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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manera <strong>de</strong> calentarse, aunque se hubiera querido. Mi mujer y yo solíamos sentarnos dando diente con diente ante un gran fuego en uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> esquinazos <strong>de</strong>l vestíbulo pequeño dispuestos a morir <strong>de</strong> frío, y...<br />

—Pero no hay más reparaciones que hacer —dijo Montoni con impaciencia.<br />

—¡Oh, señor!, vuestra excellenza, sí, el muro <strong>de</strong>l baluarte se ha caído por tres lugares; luego están las escaleras, las que conducen a la galería oeste. Hace tanto tiempo que están mal, que es peligroso subir<br />

por ellas; y el pasadizo que conduce a la gran cámara <strong>de</strong> roble, la que está por encima <strong>de</strong>l baluarte norte, una noche, el pasado invierno, me aventuré a ir por allí y vuestra excellenza...<br />

—Bien, basta con eso —dijo Montoni con rapi<strong>de</strong>z—, hablaré contigo mañana.<br />

El fuego ya estaba encendido; Carlo barrió la tierra, colocó las sillas, limpió el polvo <strong>de</strong> una gran mesa <strong>de</strong> mármol que había cerca y salió <strong>de</strong> la habitación.<br />

Montoni y su familia se reunieron alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l fuego. Madame Montoni hizo algunos esfuerzos para iniciar una conversación, pero sus cortantes respuestas la <strong>de</strong>tuvieron, mientras Emily, sentada, buscaba<br />

fuerzas suficientes para hablar con él. Al fin, con voz temblorosa, dijo:<br />

—¿Puedo, señor, preguntaros el motivo <strong>de</strong> este viaje inesperado —tras una pausa, reunió coraje suficiente para repetir su pregunta.<br />

—No me complace contestar preguntas —dijo Montoni—, no te correspon<strong>de</strong> hacerlas; el tiempo lo hará en mi lugar; pero <strong>de</strong>seo que no te sientas inquieta y te recomiendo que te retires a tu habitación y te<br />

<strong>de</strong>cidas a adoptar una conducta más racional que la <strong>de</strong> ce<strong>de</strong>r a la fantasía y a una sensibilidad que, para <strong>de</strong>finirla con el nombre más amable, es sólo <strong>de</strong>bilidad.<br />

Emily se levantó para marcharse.<br />

—Buenas noches, señora —dijo a su tía, simulando <strong>de</strong> modo que no <strong>de</strong>jara traslucir su emoción.<br />

—Buenas noches, querida mía —dijo madame Montoni, en un tono <strong>de</strong> amabilidad que nunca había usado con su sobrina, y su inesperado comportamiento <strong>de</strong>spertó las lágrimas en <strong>los</strong> ojos <strong>de</strong> Emily. Hizo<br />

una cortesía a Montoni y ya se iba a retirar—. Pero no sabes dón<strong>de</strong> está tu habitación —dijo su tía.<br />

Montoni llamó al criado que esperaba en la antecámara y le indicó que enviara a la doncella <strong>de</strong> madame Montoni, con la que Emily se retiró a <strong>los</strong> pocos minutos.<br />

—¿Sabes cuál es mi habitación —le preguntó a Annette mientras cruzaban el vestíbulo.<br />

—Sí, creo que lo sé, ma<strong>de</strong>moiselle; ¡pero es un lugar tan confuso y extraño! Ya me he perdido una vez; lo llaman la doble cámara, sobre el bastión sur, y he subido por esta gran escalera para ello. La<br />

habitación <strong>de</strong> mi señora está al otro extremo <strong>de</strong>l castillo.<br />

Emily subió por la escalera <strong>de</strong> mármol y llegó a un corredor, y mientras lo recorrían, Annette continuó con su charla.<br />

—¡Qué sitio tan solitario!, me da miedo vivir aquí. ¡Cuántas veces he <strong>de</strong>seado verme <strong>de</strong> nuevo en Francia! ¡Qué poco pensé, cuando vine con mi señora para ver mundo, que podrían encerrarme en un lugar<br />

como éste! ¡Si lo hubiera sabido nunca habría abandonado mi país! Por aquí, ma<strong>de</strong>moiselle, por esta revuelta. Me hace creer <strong>de</strong> nuevo en gigantes, porque éste parece uno <strong>de</strong> sus castil<strong>los</strong>, y una noche u otra<br />

supongo que acabaré viendo hadas saltando en ese gran vestíbulo que parece más una iglesia, con esas enormes columnas, que cualquier otra cosa.<br />

—Sí —dijo Emily, sonriendo y contenta <strong>de</strong> escapar <strong>de</strong> pensamientos más graves—, si vamos por el corredor a medianoche y miramos hacia el vestíbulo seguro que lo vemos iluminado con miles <strong>de</strong><br />

lámparas y a las hadas moviéndose en alegres círcu<strong>los</strong> al sonido <strong>de</strong> una música <strong>de</strong>liciosa. Porque es a estos lugares a <strong>los</strong> que acu<strong>de</strong>n para sus fiestas. Pero me temo, Annette, que no llegarás a alcanzar tal<br />

espectáculo porque si oyen tu voz toda la escena <strong>de</strong>saparecerá en un instante.<br />

—¡Oh!, si quisierais acompañarme, ma<strong>de</strong>moiselle, vendré al corredor esta misma noche y os prometo que mantendré mi boca cerrada y que no será culpa mía si el espectáculo <strong>de</strong>saparece. Pero, ¿creéis<br />

que vendrán<br />

—No puedo prometerlo con certeza, pero me aventuraré a <strong>de</strong>cir que no será culpa tuya si el encantamiento se <strong>de</strong>svanece.<br />

—Eso es más <strong>de</strong> lo que esperaba <strong>de</strong> vos, pero no tengo tanto miedo a las hadas como a <strong>los</strong> fantasmas, y dicen que hay multitud por el castillo. Sentiría un miedo mortal si tuviera la <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> ver a alguno<br />

<strong>de</strong> el<strong>los</strong>. Pero, ¡<strong>de</strong>teneos!, ma<strong>de</strong>moiselle, ¡caminad <strong>de</strong>spacio! Me ha parecido varias veces que algo pasaba a mi lado.<br />

—¡Ridículo! —dijo Emily—, no <strong>de</strong>bes <strong>de</strong>jarte llevar por la fantasía.<br />

—No son fantasías, que yo sepa. Bene<strong>de</strong>tto dice que estas galerías abandonadas y estos vestíbu<strong>los</strong> no están hechos sino para que <strong>los</strong> fantasmas vivan en el<strong>los</strong>. Creo sinceramente que si he <strong>de</strong> vivir largo<br />

tiempo aquí acabaré por ser uno <strong>de</strong> el<strong>los</strong>.<br />

—Espero —dijo Emily— que no llegue a oír esos temores el señor Montoni. Le <strong>de</strong>sagradarían profundamente.<br />

—¡Ahora lo sabéis todo!, ma<strong>de</strong>moiselle —prosiguió Annette—. Eso es todo lo que sé, aunque si el signor pue<strong>de</strong> dormir a pierna suelta, nadie en el castillo tiene <strong>de</strong>recho a estar <strong>de</strong>spierto. Estoy segura... —<br />

Emily no pareció darse cuenta <strong>de</strong> su observación—. Al final <strong>de</strong> este corredor, ma<strong>de</strong>moiselle; esto conduce a una escalera posterior. ¡Oh! ¡Si veo algo caeré muerta <strong>de</strong> miedo!<br />

—Eso parece francamente imposible —dijo Emily, sonriendo según seguían el recodo <strong>de</strong>l pasillo, que conducía a otra galería; y entonces Annette, dándose cuenta <strong>de</strong> que se había confundido, mientras<br />

argumentaba tan elocuentemente sobre fantasmas y hadas, recorrió otros pasadizos y galerías, hasta que asustada por su complicación y <strong>de</strong>solación, gritó pidiendo ayuda; pero se encontraban <strong>de</strong>masiado lejos<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> criados, que estaban al otro lado <strong>de</strong>l castillo, y Emily abrió la puerta <strong>de</strong> una cámara que había a la izquierda.<br />

—¡Oh!, no entréis ahí, ma<strong>de</strong>moiselle —dijo Annette—, sólo conseguiremos per<strong>de</strong>mos más aún.<br />

—Acércame la luz —dijo Emily—, es posible que podamos encontrar el camino por estas habitaciones.<br />

Annette se quedó ante la puerta, inquieta, con la luz orientada hacia la habitación, pero <strong>los</strong> débiles rayos no llegaban ni a la mitad <strong>de</strong> la misma.<br />

—¿Por qué dudas —dijo Emily—, déjame ver a dón<strong>de</strong> conduce esta habitación.<br />

Annette avanzó in<strong>de</strong>cisa. Conducía a una serie <strong>de</strong> habitaciones antiguas y espaciosas, algunas <strong>de</strong> las cuales estaban <strong>de</strong>coradas con tapices y otras forradas con ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> cedro y alerce negro. Todos <strong>los</strong><br />

muebles parecían tan viejos como las habitaciones, pero mantenían una apariencia <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>za, aunque estaban cubiertos <strong>de</strong> polvo y casi <strong>de</strong>strozados por la humedad y el tiempo.<br />

—¡Qué frías son estas habitaciones! —dijo Annette—, nadie ha <strong>de</strong>bido <strong>de</strong> vivir en ellas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace muchos años. Vayámonos <strong>de</strong> aquí.<br />

—Es posible que conduzcan hacia la gran escalera —dijo Emily, que siguió avanzando hasta llegar a una habitación llena <strong>de</strong> cuadros, y cogió la luz para examinar uno <strong>de</strong> un soldado a caballo en un campo<br />

<strong>de</strong> batalla. Estaba clavando su lanza en un hombre que yacía a <strong>los</strong> pies <strong>de</strong>l caballo y que levantaba una mano en actitud suplicante. El soldado, cuyo casco estaba levantado, le miraba con ojos <strong>de</strong> venganza y su<br />

rostro tenía una expresión que asustó a Emily por su parecido con Montoni. Tembló y <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> mirarlo. Pasó la luz rápidamente ante otros cuadros hasta que llegó a uno oculto por un velo negro <strong>de</strong> seda. Se<br />

sorprendió por esta circunstancia y se <strong>de</strong>tuvo con el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> retirar el velo y examinar lo que ocultaba tan cuidadosamente, pero se quedó como esperando a tener valor para ello.<br />

—¡Virgen santa! ¿Qué es esto —exclamó Annette—, seguro que es el cuadro <strong>de</strong>l que me hablaron en Venecia.<br />

—¿Qué cuadro —dijo Emily.<br />

—Hablaban <strong>de</strong> un cuadro —replicó Annette nerviosa—, pero nunca conseguí saber exactamente cómo era.<br />

—Retira el velo, Annette.<br />

—¿Cómo ¿Yo, ma<strong>de</strong>moiselle ¡Yo! ¡Por nada <strong>de</strong> este mundo!<br />

Emily se volvió y vio que el rostro <strong>de</strong> Annette se quedaba pálido.<br />

—¿Qué has oído sobre este cuadro que te atemoriza <strong>de</strong> tal modo —dijo Emily.<br />

—Nada, ma<strong>de</strong>moiselle; no he oído nada, pero sigamos con nuestro camino.<br />

—Ciertamente, pero <strong>de</strong>seo primero examinar este cuadro; toma la lámpara, Annette, mientras yo <strong>de</strong>scorro el velo.<br />

Annette cogió la luz y se alejó <strong>de</strong> inmediato sin aten<strong>de</strong>r las llamadas <strong>de</strong> Emily para que se quedara, quien no <strong>de</strong>seando verse sola en la habitación a oscuras acabó por seguirla.<br />

—¿Cuál es la causa <strong>de</strong> todo, Annette —dijo Emily al alcanzarla—, ¿qué es lo que has oído en relación con ese cuadro que no te permite quedarte cuando te lo mando<br />

—No lo sé, ma<strong>de</strong>moiselle —replicó Annette—, nada que tenga que ver con el cuadro, sólo he oído que hay algo terrible relacionado con él y que entonces fue tapado con ese velo negro y que nadie lo ha<br />

visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace muchos años y que está relacionado con el propietario <strong>de</strong> este castillo antes <strong>de</strong> que el signor Montoni tomara posesión <strong>de</strong> él, y...<br />

—Me doy cuenta, Annette —dijo Emily, sonriendo—, <strong>de</strong> que, como dices, no sabes nada sobre el cuadro.<br />

—No, nada, ma<strong>de</strong>moiselle, porque me hicieron prometer que no lo diría; pero...<br />

—Vamos a ver, te comprendo —continuó Ernily, que observó que se <strong>de</strong>batía entre su inclinación a revelar el secreto y su miedo a las consecuencias—, no te preguntaré más.<br />

—No, os lo ruego, ma<strong>de</strong>moiselle, no lo hagáis.<br />

—Y menos aún lo digas —interrumpió Emily.<br />

Artnette se puso colorada, y Emily sonrió según llegaban al otro extremo <strong>de</strong> la serie <strong>de</strong> habitaciones y se encontraron, tras nuevas dudas, una vez más al final <strong>de</strong> la escalera <strong>de</strong> mármol, don<strong>de</strong> Annette <strong>de</strong>jó a<br />

Emily, mientras iba a llamar a alguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> criados <strong>de</strong>l castillo para que las condujera a la habitación que habían estado buscando.<br />

Mientras Annette estaba ausente, el pensamiento <strong>de</strong> Emily volvió al cuadro. El <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> no interferir en la integridad <strong>de</strong> un criado había hecho que suspendiera sus preguntas sobre el tema al igual que<br />

algunas insinuaciones alarmantes, que Annette había <strong>de</strong>jado caer en relación con Montoni; aunque su curiosidad se había <strong>de</strong>spertado al máximo y se daba cuenta <strong>de</strong> que sus preguntas podían ser fácilmente<br />

contestadas. Sin embargo, se inclinaba por volver a la habitación y examinar el cuadro, pero la soledad <strong>de</strong> la hora y <strong>de</strong>l lugar, con el melancólico silencio que la ro<strong>de</strong>aba, conspiraron con un cierto grado <strong>de</strong><br />

temor, excitado por el misterio que ro<strong>de</strong>aba al cuadro a prevenirla. Decidió, sin embargo, que cuando la luz <strong>de</strong>l día reanimara su ánimo, iría a verlo y retiraría el velo. Mientras esperaba en el corredor, observó<br />

con admiración la enorme anchura <strong>de</strong> <strong>los</strong> muros, algo <strong>de</strong>teriorados, y <strong>los</strong> pilares <strong>de</strong> mármol sólido que se elevaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el vestíbulo y sostenían el techo.<br />

Apareció un criado con Annette y condujo a Emily a su cámara, que estaba en una parte remota <strong>de</strong>l castillo, y al final <strong>de</strong>l mismo corredor <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el que comenzaba la serie <strong>de</strong> habitaciones por las que habían<br />

estado pasando. El triste aspecto <strong>de</strong> su habitación hizo que Emily no se sintiera dispuesta a que Annette la <strong>de</strong>jara <strong>de</strong> inmediato, y la humedad contribuyó a ello más que el miedo. Rogó a Caterina, criada <strong>de</strong>l<br />

castillo, que trajera troncos y encendiera el fuego.<br />

—Hace muchos años que no se ha encendido un fuego aquí —dijo Caterina.<br />

—No hace falta que me lo digas, buena mujer —dijo Annette—, todas las habitaciones <strong>de</strong>l castillo parecen un pozo. No sé cómo pue<strong>de</strong>s vivir aquí. Yo ya estoy <strong>de</strong>seando volver a Venecia.<br />

Emily hizo una seña a Caterina para que trajera la leña.

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