V O L U M E N I I I
C a p í t u l o I E Os aconsejaré dón<strong>de</strong> <strong>de</strong>béis colocaros; os informaré con perfecto control <strong>de</strong>l tiempo, <strong>de</strong>l momento justo; porque <strong>de</strong>be ser hecho esta noche. mily se vio sorprendida al día siguiente al <strong>de</strong>scubrir que Annette tenía noticia <strong>de</strong> que madame Montoni estaba confinada en la cámara que había sobre la puerta <strong>de</strong> entrada y <strong>de</strong> su preparada visita aquella misma noche. Que aquella circunstancia, que Bamardine le había pedido solemnemente que ocultara, y él mismo se la había comunicado a una oyente tan indiscreta como Annette, parecía muy improbable, a pesar <strong>de</strong> que la hubiera enviado con un mensaje relativo a la proyectada entrevista. Solicitaba que Emily se encontrara con él en la terraza, sin ir acompañada, un poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> medianoche, y que él la conduciría al lugar que le había prometido; proposición que le hizo temblar <strong>de</strong> inmediato, ya que mil vagos temores asaltaron su mente, similares a <strong>los</strong> que la habían atormentado la noche anterior, y ante <strong>los</strong> cuales no sabía si confiar o rechazar la propuesta. Con frecuencia pensaba que Barnardine podía haberle engañado en relación a madame Montoni, cuyo asesino tal vez era él mismo, y que lo había hecho por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Montoni, como medio más fácil para conducirla a <strong>los</strong> <strong>de</strong>signios <strong>de</strong>sesperados <strong>de</strong> este último. Así, tuvo la terrible sospecha <strong>de</strong> que madame Montoni ya no vivía, acompañada <strong>de</strong> la no menos aterrorizadora sospecha por ella misma. A menos que el crimen que pudiera haber sufrido su tía hubiera sido instigado por el resentimiento y sin relación alguna con el beneficio, un motivo por el que Montoni no parecía actuar, sus objetivos no se alcanzarían hasta que la sobrina estuviera también muerta, ya que Montoni sabía que las propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su esposa pasarían a ella. Emily recordó las palabras por las que fue informada <strong>de</strong> que las propieda<strong>de</strong>s en discusión <strong>de</strong> Francia pasarían a su po<strong>de</strong>r, si madame Montoni moría, al no haberlas consignado a su marido, y la anterior y obstinada perseverancia <strong>de</strong> ella hacía <strong>de</strong>masiado probable que hubiera logrado finalmente retenerlas. En ese momento, recordando la actitud <strong>de</strong> Barnardine en la noche anterior, creyó que no se equivocaba y que expresaba un triunfo malvado. Sintió un escalofrío al recordarlo, que confirmaba sus temores y <strong>de</strong>cidió no encontrarse con él en la terraza. Poco <strong>de</strong>spués se inclinó a consi<strong>de</strong>rar estas sospechas como exageraciones extravagantes <strong>de</strong> una mente tímida e inquieta y no pudo creer que Montoni fuera capaz <strong>de</strong> una <strong>de</strong>pravación tan espantosa, hasta el extremo <strong>de</strong> <strong>de</strong>struir por aquel motivo a su esposa y a su sobrina. Se culpó por tener aquella imaginación romántica que la llevaba más allá <strong>de</strong> <strong>los</strong> límites <strong>de</strong> la probabilidad y <strong>de</strong>cidió tratar <strong>de</strong> controlar sus rápidas <strong>de</strong>ducciones, sobre todo porque en algún momento podrían conducirle a la locura. Sin embargo, seguía temblando ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> encontrarse con Bamardine en la terraza a medianoche y, al mismo tiempo, <strong>de</strong>seaba liberarse <strong>de</strong> aquella terrible inquietud por su tía, verla y consolarla en sus sufrimientos, lo que hizo que dudara ante lo que <strong>de</strong>bía hacer. —¿Cómo es posible, Annette, que pueda pasar a la terraza a esa hora —dijo, pensando en <strong>los</strong> <strong>de</strong>talles—, <strong>los</strong> centinelas me <strong>de</strong>tendrán y el signor Montoni se enterará <strong>de</strong> todo. —¡Oh, ma<strong>de</strong>moiselle! Habéis hecho bien en pensar en ello —contestó Annette—, precisamente Bamardine me lo dijo, me dio esta llave y me encargó que le dijera que es la que abre la puerta al final <strong>de</strong> la galería <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra que conduce cerca <strong>de</strong>l final <strong>de</strong> la muralla este, para que no tengáis que pasar por don<strong>de</strong> están <strong>los</strong> hombres <strong>de</strong> la vigilancia. También me dijo que la razón por la que os pedía que fuerais a la terraza era para que os pudiera llevar al lugar a don<strong>de</strong> queréis ir, sin abrir las gran<strong>de</strong>s puertas <strong>de</strong>l vestíbulo, que son tan pesadas. El ánimo <strong>de</strong> Emily se vio algo calmado con esta explicación, que parecía haber sido dada a Annette con intenciones honestas. —Pero, ¿por qué <strong>de</strong>sea que vaya sola, Annette —preguntó. —Eso fue lo que yo le pregunté, ma<strong>de</strong>moiselle. Le dije, «¿por qué tiene que ir sola mi joven señora ¡Yo iré con ella! ¿Qué mal hay en ello» Pero él dijo: «No, no, te he dicho que no», en su tono <strong>de</strong>sagradable. Le dije: «se ha confiado en mí en asuntos tan importantes como éste, lo aseguro, y no es tan difícil como para creer que no puedo guardar ahora un secreto». A pesar <strong>de</strong> eso él sólo dijo: «No, no, no». «Bien —dije yo—, si confiáis en mí, os diré un gran secreto que me dijeron hace un mes y que hasta ahora no ha pasado por mis labios, por lo que no tenéis que tener miedo alguno <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme lo que sea». Pero no cedió. Entonces, ma<strong>de</strong>moiselle, llegué al extremo <strong>de</strong> ofrecerle un hermoso y nuevo cequí, que me había dado Ludovico y <strong>de</strong>l que no me habría separado ni a cambio <strong>de</strong> toda la plaza <strong>de</strong> San Marcos. Pero siguió sin ce<strong>de</strong>r. ¿Qué traición podría hacer Porque yo sé y vos lo sabéis, ma<strong>de</strong>moiselle, a quién vais a ver. —¿Ha sido Bamardine quien te lo ha dicho —¿Él No, ma<strong>de</strong>moiselle, no ha sido él. Emily le preguntó quién había sido, pero Annette <strong>de</strong>mostró que sí podía guardar un secreto. Durante el resto <strong>de</strong>l día, Emily estuvo nerviosa con dudas y temores y <strong>de</strong>cisiones contradictorias ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> encontrarse con Bamardine en la muralla y someterse a que la condujera a un lugar <strong>de</strong>sconocido. La piedad que <strong>de</strong>spertaba el pensar en su tía y la preocupación por ella misma se alternaban en sus <strong>de</strong>terminaciones y la noche llegó antes <strong>de</strong> que <strong>de</strong>cidiera sobre cuál <strong>de</strong>bía ser su conducta. Oyó en el reloj <strong>de</strong>l castillo dar las once, las doce, y su mente seguía llena <strong>de</strong> dudas. Sin embargo, había llegado la hora en la que esas dudas no podían prolongarse. En ese momento el interés que sentía por su tía sobrepasó cualquier otra consi<strong>de</strong>ración y, haciendo una indicación a Annette para que la siguiera hasta la puerta exterior <strong>de</strong> la galería <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y que allí esperara su regreso, salió <strong>de</strong>l cuarto. El castillo estaba totalmente silencioso, y el gran salón, que recientemente había sido testigo <strong>de</strong> una espantosa contienda, <strong>de</strong>volvía ahora únicamente <strong>los</strong> pasos susurrantes <strong>de</strong> dos figuras solitarias que se escurrían temerosas entre las columnas y se iluminaba tan sólo por la débil lámpara que llevaban. Emily, engañada por las largas sombras <strong>de</strong> las columnas y por las luces que asomaban entre ellas, se <strong>de</strong>tuvo varias veces, imaginando que había visto a alguna persona moviéndose en la distante oscuridad <strong>de</strong> la perspectiva. Al cruzar las columnas, temía volver su mirada a ellas, casi esperando ver a alguna figura asomando por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> <strong>los</strong> arcos. Llegó por fin sin interrupciones hasta la galería <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, abriendo la puerta exterior con mano temblorosa y encargando a Annette que no se apartara <strong>de</strong> allí y que la mantuviera ligeramente abierta para que pudiera oírla si la llamaba. Le entregó la lámpara, que no se atrevió a llevar con ella por si era <strong>de</strong>scubierta por <strong>los</strong> hombres <strong>de</strong> la guardia, y dio un paso hacia la oscura terraza. Todo estaba tan tranquilo que temió que sus pasos pudieran ser oídos por <strong>los</strong> centinelas y caminó con precaución hacia el lugar indicado, don<strong>de</strong> se había encontrado la vez anterior con Bamardine, atenta a cualquier sonido y mirando hacia a<strong>de</strong>lante en la oscuridad 'tratando <strong>de</strong> encontrarle. De pronto, al oír una voz profunda, que le habló muy próxima a ella, se <strong>de</strong>tuvo, insegura <strong>de</strong> que se tratará <strong>de</strong> él, hasta que habló <strong>de</strong> nuevo y reconoció el tono sombrío <strong>de</strong> Bamardine, que había sido puntual y que se encontraba en el lugar <strong>de</strong> la cita apoyado en la muralla. Tras gruñir porque no hubiera llegado antes y comentar que llevaba casi media hora esperando, le indicó a Emily que no dijera nada y que le siguiera hacia la puerta, a través <strong>de</strong> la cual él había entrado en la terraza. Mientras daba la vuelta a la llave, Emily echó una mirada a la otra puerta que acababa <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar y, al observar <strong>los</strong> rayos <strong>de</strong> la lámpara que atravesaban la pequeña abertura, confirmó que Annette seguía allí. Pero su situación remota servía <strong>de</strong> poco para tranquilizar a Emily <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que <strong>de</strong>jara la terraza. Cuando Bamardine abrió la puerta, el <strong>de</strong>solado aspecto <strong>de</strong>l pasadizo que había más allá, iluminado por una antorcha que ardía en el suelo, hizo que temblara ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> seguir sola tras él y se negó a hacerlo a menos <strong>de</strong> que Annette la acompañara. La respuesta <strong>de</strong> Bamardine fue rechazarlo absolutamente, y Emily, enfrentada por su preocupación y curiosidad por la situación <strong>de</strong> su tía, acabó por <strong>de</strong>cidirse a seguirle sola hacia la entrada. Bamardine cogió entonces la antorcha y la condujo por el pasadizo en cuya extremidad tuvo que abrir otra puerta, tras la que <strong>de</strong>scendieron unos cuantos escalones y entraron en una capilla. Según la iluminaba Bamardine con la antorcha, Emily comprobó que estaba en ruinas, y recordó <strong>de</strong> inmediato una conversación anterior con Annette relativa a aquel lugar con una emoción poco confortante. Miró temerosa hacia <strong>los</strong> muros casi sin techo, cubiertos <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> por la humedad, y <strong>los</strong> puntos góticos <strong>de</strong> las ventanas, en la que la hiedra hacía tiempo que cubría el lugar <strong>de</strong>l cristal y se extendía por <strong>los</strong> capiteles rotos <strong>de</strong> algunas columnas, que en otro tiempo habían soportado el techo. Bamardine tropezó en el pavimento roto, y su voz al exclamar un juramento inesperado, resonó con <strong>los</strong> ecos sombríos que hacían todo más terrorífico. A Emily le dio un vuelco el corazón, pero le siguió y él se volvió hacia lo que había sido uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> lados principales <strong>de</strong>l crucero <strong>de</strong> la capilla. —Bajad esos escalones, señora —dijo Bamardine, comenzando a <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r un piso que parecía conducir a <strong>los</strong> sótanos; pero Emily se <strong>de</strong>tuvo y preguntó con voz trémula a dón<strong>de</strong> la llevaba. —A la puerta <strong>de</strong> entrada —dijo Bamardine. —¿No po<strong>de</strong>mos ir a la puerta por la capilla —dijo Emily. —No, signora, esa puerta conduce a un patio interior, que no me pareció bien utilizar. Por este camino alcanzaremos directamente el patio exterior. Emily continuó dudando; temiendo no sólo seguir su camino, si no, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber ido tan lejos, irritar a Bamardine al negarse a continuar. —Vamos, señora —dijo el hombre, que casi había llegado al final <strong>de</strong> <strong>los</strong> escalones—, caminad un poco más aprisa; no puedo esperar aquí toda la noche. —¿Adón<strong>de</strong> conducen estas escaleras —dijo Emily sin moverse. MACBETH
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