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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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C a p í t u l o X V I<br />

A<br />

Actos inhumanos<br />

alimentan cuitas inhumanas, mentes infestadas<br />

<strong>de</strong>scargarán sus secretos en sus almohadas sordas.<br />

Más necesita <strong>de</strong> lo divino que <strong>de</strong>l médico.<br />

la tar<strong>de</strong> siguiente, la vista <strong>de</strong> las torres <strong>de</strong>l convento, elevándose entre <strong>los</strong> bosques umbrosos, recordó a Emily a la monja, cuyas condiciones tanto la habían afectado, y ansiosa por saber cómo estaba, así<br />

como por ver a algunas <strong>de</strong> sus antiguas amigas, extendió su paseo con Blanche hasta el monasterio. A su puerta había un carruaje, que, por el sudor <strong>de</strong> <strong>los</strong> cabal<strong>los</strong>, parecía que acababa <strong>de</strong> llegar. Una quietud<br />

superior a lo común se extendía por el patio y <strong>los</strong> claustros, por lo que Emily y Blanche pasaron en su camino hacia el gran vestíbulo, don<strong>de</strong> una monja, que cruzaba hacia la escalera, replicó a las preguntas <strong>de</strong> la<br />

primera que la hermana Agnes seguía viva y sensible, pero que pensaban que no llegaría a la noche. En el salón encontraron a varias <strong>de</strong> las internas, que se alegraron al ver a Emily, informándole <strong>de</strong> pequeños<br />

<strong>de</strong>talles que habían sucedido en el convento <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su marcha, y que resultaban interesantes para ella únicamente porque se referían a personas que recordaba con afecto. Mientras conversaban, la aba<strong>de</strong>sa entró<br />

en la habitación y expresó su satisfacción al ver a Emily, pero sus a<strong>de</strong>manes eran más solemnes que <strong>de</strong> costumbre y su rostro preocupado.<br />

—Nuestra casa —dijo, tras <strong>los</strong> primeros saludos— es verda<strong>de</strong>ramente un lugar <strong>de</strong> tristeza. Una hija está pagando su <strong>de</strong>uda a la naturaleza. Tal vez ya habréis oído que nuestra hija Agnes está muriéndose.<br />

Emily expresó su preocupación sincera.<br />

—Su muerte nos ofrece una lección gran<strong>de</strong> y tremenda —continuó la aba<strong>de</strong>sa—; aprendámosla y beneficiémonos <strong>de</strong> ella. ¡Que nos enseñe a preparamos para el cambio que nos espera a todos! Sois<br />

jóvenes y está aún en vuestro po<strong>de</strong>r el asegurar «la paz que sobrepasa toda comprensión», la paz <strong>de</strong> la conciencia. Conservadla en vuestra juventud para que pueda consolaros con <strong>los</strong> años, porque ¡vanas e<br />

imperfectas son las acciones <strong>de</strong> nuestros últimos años, si las <strong>de</strong> nuestra vida anterior han sido malas!<br />

Emily habría dicho que las buenas acciones nunca serían vanas, así lo esperaba, pero consi<strong>de</strong>ró que era la aba<strong>de</strong>sa la que hablaba y permaneció silenciosa.<br />

—Los últimos días <strong>de</strong> Agnes —prosiguió la aba<strong>de</strong>sa— han sido ejemplares. ¡Que sirvan para borrar <strong>los</strong> errores <strong>de</strong> <strong>los</strong> anteriores! Sus sufrimientos ahora, por fin, son gran<strong>de</strong>s, ¡esperemos que sirvan para<br />

su paz <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> este mundo! La he <strong>de</strong>jado con el confesor y con un caballero que hace tiempo estaba <strong>de</strong>seosa <strong>de</strong> ver y que acaba <strong>de</strong> llegar <strong>de</strong> París. Espero que sean capaces <strong>de</strong> administrarle el reposo que<br />

hasta ahora ha estado pidiendo su mente.<br />

Emily se unió fervorosamente a su <strong>de</strong>seo.<br />

—Durante su enfermedad ha hablado a veces <strong>de</strong> vos —continuó la aba<strong>de</strong>sa—, tal vez la consolará veros. Cuando las visitas que están con ella la <strong>de</strong>jen, iremos a su celda, si la escena no es <strong>de</strong>masiado<br />

melancólica para vuestro ánimo. Aunque tales escenas, por muy dolorosas que sean, <strong>de</strong>bemos acostumbrarnos a verlas porque son saludables para el alma y nos preparan para lo que nosotros mismos hemos<br />

<strong>de</strong> sufrir.<br />

Emily quedó seria y pensativa, porque la conversación le había traído el recuerdo <strong>de</strong> <strong>los</strong> momentos <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> su querido padre, y <strong>de</strong>seó una vez más llorar sobre el lugar en el que habían sido<br />

enterrados sus restos. Durante el silencio que siguió a las palabras <strong>de</strong> la aba<strong>de</strong>sa, muchas pequeñas circunstancias que ro<strong>de</strong>aron sus últimas horas acudieron a su mente: su emoción al <strong>de</strong>scubrir que se<br />

encontraba en la vecindad <strong>de</strong>l Chateau-Ie-Blanc; su petición <strong>de</strong> ser enterrado en un lugar concreto <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong>l monasterio, y el solemne encargo que le había hecho <strong>de</strong> <strong>de</strong>struir ciertos papeles sin<br />

examinar<strong>los</strong>. Recordó también las palabras <strong>misterios</strong>as y horribles <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> manuscritos, en <strong>los</strong> que involuntariamente se había fijado su mirada y, aunque ahora, y siempre que las había recordado, le<br />

producían una dolorosa curiosidad por su sentido y por <strong>los</strong> motivos <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> su padre, le había servido <strong>de</strong> consuelo fundamental el haber obe<strong>de</strong>cido estrictamente sus indicaciones sobre el particular.<br />

Poco más dijo la aba<strong>de</strong>sa, que parecía <strong>de</strong>masiado afectada por el tema comentado para continuar conversando, y sus acompañantes habían estado silenciosas durante algún tiempo por la misma razón,<br />

cuando la meditación general se vio interrumpida por la entrada <strong>de</strong> un <strong>de</strong>sconocido, monsieur Bonnac, que acababa <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> la celda <strong>de</strong> la hermana Agnes. Parecía muy alterado, pero Emily supuso que su<br />

rostro tenía más la expresión <strong>de</strong>l horror que <strong>de</strong>l pesar. Tras retirarse con la aba<strong>de</strong>sa a un lugar apartado <strong>de</strong> la habitación, conversó con ella durante algún tiempo, en el que pareció escucharle con la más viva<br />

atención y él hablar con precaución y con un interés mayor <strong>de</strong> lo común. Cuando hubo concluido, se inclinó silencioso ante el resto <strong>de</strong> las personas y salió <strong>de</strong> la habitación. Poco <strong>de</strong>spués la aba<strong>de</strong>sa propuso que<br />

fueran a la celda <strong>de</strong> la hermana Agnes, a lo que Emily consintió, aunque con algunas dudas, y Blanche permaneció con las internas.<br />

En la puerta <strong>de</strong> la celda se encontraron con el confesor, que, según observó Emily, al levantar la cabeza cuando se aproximaban, era el mismo que atendió a su padre moribundo, pero pasó sin apercibirse<br />

<strong>de</strong> ella. Entraron en la habitación, don<strong>de</strong> yacía la hermana Agnes sobre un colchón, atendida por una monja sentada en una silla a su lado. Había cambiado tanto su rostro que Emily casi no la reconoció <strong>de</strong> no<br />

haber sabido que era ella. Estaba tan sumergida en sus pensamientos que no se dio cuenta <strong>de</strong> la entrada <strong>de</strong> la aba<strong>de</strong>sa y <strong>de</strong> Emily hasta que estuvieron al iado <strong>de</strong> su cama. Entonces, volviendo sus ojos<br />

cansados, <strong>los</strong> fijó en ellas con una mirada <strong>de</strong> horror fija en Emily, y gritó, exclamando:<br />

—¡Esa visión se me presenta en mis horas <strong>de</strong> moribunda!<br />

Emily dio un paso atrás aterrorizada y miró a la aba<strong>de</strong>sa pidiendo una explicación, que le hizo una señal para que no se alarmara y en tono suave le dijo a Agnes:<br />

—Hija, he traído a ma<strong>de</strong>moiselle St. Aubert a visitaros. Pensé que os agradaría verla.<br />

Agnes no replicó, pero siguió mirando intensamente a Emily y exclamó:<br />

—¡Es ella misma! ¡Oh! ¡En su mirada está toda la fascinación que prueba mi <strong>de</strong>strucción! ¿Qué es lo que tenéis que... ¿Qué es lo que venís a pedir ¿Retribución Pronto será vuestro, es vuestro ya.<br />

¡Cuántos años han pasado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la última vez que os vi! Mi crimen parece que fue ayer. Sin embargo, me he hecho vieja con él, mientras vos seguís joven y resplan<strong>de</strong>ciente como estabais cuando me obligasteis<br />

a cometer el acto más aborrecible. ¡Oh! ¡Podría olvidarlo un momento! ¿De qué serviría ¡La acción está hecha!<br />

Emily, extremadamente alterada, quiso salir <strong>de</strong> la habitación, pero la aba<strong>de</strong>sa, cogiendo su mano, trató <strong>de</strong> animar su espíritu y le rogó que se quedara unos momentos, hasta que Agnes se calmara, lo que<br />

trató <strong>de</strong> conseguir. Pero esta última parecía ignorarla, mientras mantenía la mirada fija en Emily, y añadió:<br />

—¿Qué son años <strong>de</strong> rezo y <strong>de</strong> arrepentimiento ¡No pue<strong>de</strong>n borrar la locura <strong>de</strong>l asesinato! ¡Sí, asesinato! ¿Dón<strong>de</strong> está, dón<strong>de</strong> está él ¡Mirad ahí, mirad ahí! ¡Ved cómo se mueve por la habitación! ¿Por<br />

qué viene a atormentarme ahora —continuó Agnes, mientras sus ojos erraban por el aire—, ¿por qué no fui castigada antes ¡Oh! ¡No me miréis así! ¡Ah! ¡Ahí está <strong>de</strong> nuevo! ¿Es ella ¿Por qué me miráis con<br />

tanta piedad y a<strong>de</strong>más sonreís ¿Sonreírme ¿Qué gemido es ése<br />

Agnes cayó sobre la almohada, aparentemente sin vida, y Emily, incapaz <strong>de</strong> sostenerse, se inclinó sobre la cama, mientras la aba<strong>de</strong>sa y la monja aplicaron <strong>los</strong> remedios usuales a Agnes.<br />

—Paz —dijo la aba<strong>de</strong>sa, cuando Emily trató <strong>de</strong> hablar—, el <strong>de</strong>lirio se aleja, no tardará en recobrarse. ¿Cuándo se ha puesto así anteriormente, hija<br />

—No <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace muchas semanas, señora —replicó la monja—, pero su ánimo se ha agitado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la llegada <strong>de</strong>l caballero que tanto <strong>de</strong>seaba ver.<br />

—Sí —observó la aba<strong>de</strong>sa—, eso ha sido sin duda lo que ha ocasionado este paroxismo <strong>de</strong> locura. Cuando se encuentre mejor, <strong>de</strong>jaremos que <strong>de</strong>scanse.<br />

Emily estaba preparada para acce<strong>de</strong>r, pero, aunque poca era la ayuda que podía prestar, no se <strong>de</strong>cidía a abandonar la celda mientras pudiera ser necesaria.<br />

Cuando Agnes recobró el sentido, volvió a fijar sus ojos en Emily, pero había <strong>de</strong>saparecido la expresión agitada, a la que había sucedido una triste melancolía. Pasaron algunos momentos antes <strong>de</strong> que se<br />

recobrara lo suficiente para hablar y dijo débilmente:<br />

—¡El parecido es increíble! Sin duda tienes que ser algo más que mi fantasía. Decidme, os lo suplico —añadió, dirigiéndose a Emily—, aunque vuestro nombre es St. Aubert, ¿no sois hija <strong>de</strong> la marquesa<br />

—¿Qué marquesa —dijo Emily totalmente sorprendida, porque había supuesto, por el tono calmado <strong>de</strong> Agnes, que había recobrado su entendimiento. La aba<strong>de</strong>sa la miró con gesto significativo, pero<br />

repitió la pregunta.<br />

—¿Qué marquesa —exclamó Agnes—, yo sólo conozco una, la marquesa De Villeroi.<br />

Emily, recordando la emoción <strong>de</strong> su difunto padre tras la inesperada mención <strong>de</strong> su nombre, y su petición <strong>de</strong> reposar cerca <strong>de</strong> la tumba <strong>de</strong> <strong>los</strong> Villeroi, se sintió profundamente interesada y trató <strong>de</strong> que<br />

MACBETH

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