04.01.2015 Views

radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Valancourt comprendió cuáles eran sus sentimientos y se quedó callado. Si ella hubiera levantado la vista <strong>de</strong>l suelo habría visto que había lágrimas en sus ojos. Se puso en pie, se apoyó en el muro <strong>de</strong> la<br />

terraza, <strong>de</strong>l que se apartó al momento, volviéndose a sentar; se levantó <strong>de</strong> nuevo y se advertía claramente su gran agitación, mientras que Emily estaba tan <strong>de</strong>sanimada que resultaron infructuosos sus repetidos<br />

intentos <strong>de</strong> renovar la conversación. Valancourt se había sentado, una vez más, pero seguía en silencio y tembloroso. Por fin dijo con la voz llena <strong>de</strong> dudas:<br />

—¡Qué escena tan encantadora! Tengo que marcharme, que <strong>de</strong>jaros, ¡tal vez para siempre! Estos momentos no volverán jamás. No puedo <strong>de</strong>cidirme a callar, aunque casi no me atrevo a <strong>de</strong>círoslo.<br />

Permitidme, sin embargo, sin ofen<strong>de</strong>r la <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za <strong>de</strong> vuestro dolor, que me aventure a <strong>de</strong>clararos la admiración que siempre sentiré por vuestra bondad... ¡que en algún momento futuro pueda llamar amor!<br />

La emoción <strong>de</strong> Emily le impidió contestar; y Valancourt, que por fin se atrevió a levantar la vista, observó el cambio que se había producido en su rostro y temiendo que se <strong>de</strong>smayara, hizo un esfuerzo<br />

involuntario por sostenerla, que forzó el que Emily recuperara el sentido <strong>de</strong> su situación y <strong>de</strong>cayera su ánimo. Valancourt no pareció advertir su indisposición, pero cuando volvió a hablar su voz reflejaba la<br />

ternura <strong>de</strong>l amor.<br />

—No me atreveré —añadió— a insistir por más tiempo en este tema y a llamar vuestra atención sobre él en esta ocasión, pero, tal vez, me permitáis <strong>de</strong>ciros que estos momentos anteriores a mi partida<br />

per<strong>de</strong>rían mucha <strong>de</strong> su amargura si se me permitiera tener la esperanza <strong>de</strong> que la <strong>de</strong>claración que he hecho no me excluirá <strong>de</strong> vuestra presencia en el futuro.<br />

Emily hizo un nuevo esfuerzo por superar sus confusos pensamientos y por po<strong>de</strong>r hablar. Temía revelar la preferencia <strong>de</strong> su corazón hacia Valancourt y darle cualquier ánimo <strong>de</strong> esperanza tras el corto<br />

tiempo que hacía que se conocían. Aunque en ese breve período había observado que era admirable en sus gustos y en su disposición, y a pesar <strong>de</strong> que aquellas observaciones habían sido sancionadas con la<br />

opinión <strong>de</strong> su padre, no eran testimonios suficientes <strong>de</strong> sus valores para <strong>de</strong>terminarla en un tema tan infinitamente importante para su futura felicidad como el que requería en aquel momento su atención. Sin<br />

embargo, aunque la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> separarse <strong>de</strong> Valancourt le resultaba tan dolorosa que casi no se atrevía a pensar en ello, la conciencia <strong>de</strong>l hecho la hizo temer ser parcial en sus juicios y la duda era más fuerte para<br />

<strong>de</strong>cidirse a animarle en lo que solicitaba, para lo que su propio corazón también estaba tiernamente dispuesto. La familia <strong>de</strong> Valancourt, ya que no sus circunstancias, era conocida por su padre, sin que<br />

mereciera su oposición. De estas circunstancias, el mismo Valancourt dio algunas indicaciones <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> <strong>los</strong> límites que permitía la <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, cuando dijo que por el momento poco más tenía que ofrecerle que<br />

un corazón que la adoraba. Su petición era sólo <strong>de</strong> una alejada esperanza y ella no se <strong>de</strong>cidía a prohibirla aunque no se atreviera a dar su consentimiento. Finalmente, Emily acumuló valor suficiente para <strong>de</strong>cir<br />

que ella se sentía honrada por la buena opinión <strong>de</strong> cualquier persona que hubiera sido estimada por su padre.<br />

—¿Así que fui merecedor <strong>de</strong> su estima —dijo Valancourt, con la voz temblorosa por la ansiedad, tras lo cual, controlándose, añadió—: Pero perdonadme la pregunta. No sé lo que digo. Si pudiera tener la<br />

esperanza <strong>de</strong> que pensarais que merezco tal honor y me permitierais que alguna vez viniera a interesarme por vuestra salud, podría ahora <strong>de</strong>jaros con relativa tranquilidad.<br />

Emily, tras un momento <strong>de</strong> silencio, dijo:<br />

—Seré sincera con vos, porque sé que lo compren<strong>de</strong>réis y tendréis en cuenta mi situación y consi<strong>de</strong>rad esto como una prueba <strong>de</strong> mi... mi estima. Aunque vivo aquí, en lo que era la casa <strong>de</strong> mi padre, vivo<br />

sola. No tengo pariente alguno cuya presencia pudiera sancionar vuestras visitas. No es necesario que os señale lo impropio <strong>de</strong> que os reciba.<br />

—No puedo quedar insensible ante esto —replicó Valancourt y añadió con tristeza—, pero, ¿cómo podré consolarme Os he preocupado y no volveré a tratar el tema, si puedo llevarme conmigo la<br />

esperanza <strong>de</strong> que se me permita volver a hablar <strong>de</strong> ello o <strong>de</strong> presentarme a vuestra familia.<br />

Emily se sintió <strong>de</strong> nuevo confusa y llena <strong>de</strong> dudas sobre lo que <strong>de</strong>bía contestar. Hacía todo más difícil la soledad <strong>de</strong> su situación, sin un solo familiar o amigo al que pudiera acudir o que pudiera ayudarla y<br />

guiarla en aquellas circunstancias tan embarazosas. Madame Cheron, que era su único pariente y que <strong>de</strong>bía haber sido su amiga, estaba ocupada con sus propias diversiones o tan dolida por la negativa <strong>de</strong> su<br />

sobrina a abandonar La Vallée que parecía haberla abandonado totalmente.<br />

—Ya veo —dijo Valancourt, tras una larga pausa, durante la cual Emily había comenzado y <strong>de</strong>jado inacabadas dos o tres frases—. Ya veo que no tengo esperanza alguna; mis miedos estaban <strong>de</strong>masiado<br />

justificados, no pensáis que sea merecedor <strong>de</strong> vuestra estima. ¡Qué viaje tan doloroso!, que yo consi<strong>de</strong>ré el período más feliz <strong>de</strong> mi vida y cuyos <strong>de</strong>liciosos días van a amargar todos <strong>los</strong> <strong>de</strong> mi futuro. ¡Cuántas<br />

veces <strong>los</strong> he recordado con esperanza y miedo, aunque nunca hasta este momento he podido compren<strong>de</strong>r que lamentaría su encantadora influencia!<br />

Se le quebró la voz y se levantó abruptamente para pasear por la terraza. Había en su rostro tal expresión <strong>de</strong> <strong>de</strong>sánimo que Emily se sintió afectada. Las llamadas <strong>de</strong> su corazón se sobrepusieron, en alguna<br />

medida, a su extrema timi<strong>de</strong>z, y, cuando él volvió a la silla le dijo con un acento que traicionaba su ternura:<br />

—Sois injusto con vos y conmigo cuando <strong>de</strong>cís que no os creo merecedor <strong>de</strong> mi estima. Tengo que reconocer que hace tiempo que la poseéis y... y...<br />

Valancourt esperó impaciente a que terminara la frase, pero las palabras murieron en sus labios. Sus ojos, no obstante, reflejaron todas las emociones <strong>de</strong> su corazón. Valancourt pasó en un instante <strong>de</strong> la<br />

impaciencia <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sesperación a la <strong>de</strong>l júbilo y la ternura.<br />

—¡Oh, Emily! —exclamó—, mi Emily..., ayudadme a <strong>de</strong>jar en suspenso este momento! ¡Permitidme que lo señale como el más sagrado <strong>de</strong> mi vida!<br />

Presionó la mano en sus labios, que estaba fría y temblorosa, y, al levantar <strong>los</strong> ojos, vio la pali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> su rostro. Las lágrimas acudieron como consuelo y Valancourt la contempló con un silencio ansioso.<br />

Poco <strong>de</strong>spués, Emily se recuperó y sonriendo levemente a través <strong>de</strong> sus lágrimas, dijo:<br />

—¿Podréis perdonarme esta <strong>de</strong>bilidad Mi espíritu aún no se ha recobrado <strong>de</strong>l todo <strong>de</strong> la terrible sacudida que he recibido tan recientemente.<br />

—Yo soy el que no pue<strong>de</strong> perdonarme —dijo Valancourt—, pero me prohibiré volver a hablar <strong>de</strong> ello, que ha contribuido a soliviantaros, ahora que me puedo marchar con la dulce certidumbre <strong>de</strong> poseer<br />

vuestra estima. —Entonces, olvidando su <strong>de</strong>cisión volvió a hablar <strong>de</strong> sí mismo—. No sabéis —dijo— las horas inquietas que he pasado cerca <strong>de</strong> vos cuando pensaba si <strong>de</strong> verdad os acordabais <strong>de</strong> mí en la<br />

distancia. He caminado cerca <strong>de</strong>l castillo, por las noches, cuando nadie podía observarme. Era feliz sabiendo que estaba cerca <strong>de</strong> vos y había algo especialmente dulce en el pensamiento <strong>de</strong> que yo caminaba a<br />

poca distancia <strong>de</strong> vuestra habitación, mientras vos dormíais. Todo este terreno no es totalmente nuevo para mí. Una vez me atreví a saltar la verja y pasé las horas más felices y también más melancólicas <strong>de</strong> mi<br />

vida al cruzar por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> lo que yo suponía que era vuestra ventana.<br />

Emily le preguntó cuánto tiempo llevaba Valancourt en la vecindad.<br />

—Varios días —replicó—. Pensaba servirme <strong>de</strong>l permiso que me había dado monsieur St. Aubert, pero no sabía cómo hacerlo. A pesar <strong>de</strong> que lo <strong>de</strong>seaba ardientemente, mi <strong>de</strong>cisión fallaba en el momento<br />

<strong>de</strong> acercarme y difería constantemente mi visita. Me hospedé en un pueblo a cierta distancia y recorría con mis perros estas escenas encantadoras, <strong>de</strong>seando continuamente encontraros y, sin embargo, no<br />

atreviéndome a haceros una visita.<br />

Habían prolongado su conversación sin advertir el paso <strong>de</strong>l tiempo. Valancourt, por fin, reaccionó.<br />

—Debo irme —dijo entristecido—, pero lo hago con la esperanza <strong>de</strong> veros <strong>de</strong> nuevo, y que me sea permitido presentar mis respetos a vuestra familia; <strong>de</strong>jadme ir con esta esperanza confirmada por vuestra<br />

voz.<br />

—Mi familia será feliz <strong>de</strong> ver <strong>de</strong> nuevo a un amigo <strong>de</strong> mi querido padre —dijo Emily.<br />

Valancourt besó su mano y siguió inquieto sin <strong>de</strong>cidirse a partir, mientras Emily permaneció sentada silenciosamente con <strong>los</strong> ojos fijos en el suelo. Valancourt, según fijaba su vista en ella, consi<strong>de</strong>ró que<br />

pronto sería imposible para él recordar, incluso en su memoria, la imagen exacta <strong>de</strong> la belleza <strong>de</strong> aquel rostro que tenía frente a él. En ese momento se oyeron unos pasos rápidos que se aproximaban por <strong>de</strong>trás<br />

<strong>de</strong>l árbol y, al volver la cabeza, Emily vio a madame Cheron. Sintió cómo la dominaba el rubor y todo su cuerpo tembló con la emoción <strong>de</strong> su mente, pero se levantó al instante para recibirla.<br />

—Qué agradable —dijo madame Cheron echando una mirada <strong>de</strong> sorpresa hacia Valancourt—, qué agradable. ¿Cómo estás Pero no es necesario que pregunte, tu aspecto me dice que ya te has<br />

recuperado <strong>de</strong> tu pérdida.<br />

—Entonces, madame, mi aspecto no me hace justicia, porque <strong>de</strong> mi pérdida no podré recuperarme nunca.<br />

—Vamos, vamos. No discutiré contigo. Me doy cuenta que tienes el mismo carácter que tu padre y déjame <strong>de</strong>cirte que habría sido mucho mejor para él, ¡pobre hombre!, si hubiera tenido otro diferente.<br />

Una mirada <strong>de</strong> <strong>de</strong>sagrado digno, como la que Emily dirigió a madame Cheron mientras hablaba, habría afectado a cualquier otra persona. No contestó, pero le presentó a Valancourt, que casi no pudo<br />

ocultar el resentimiento que sentía y a cuya inclinación <strong>de</strong> cabeza madame Cheron respondió con una ligera cortesía y con una mirada <strong>de</strong> examen penetrante. Después <strong>de</strong> unos minutos se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> Emily <strong>de</strong> un<br />

modo que expresaba muy claramente tanto la <strong>de</strong>sesperación por su marcha como por <strong>de</strong>jarla en compañía <strong>de</strong> madame Cheron.<br />

—¿Quién es ese joven —dijo su tía en un tono que implicaba igualmente curiosidad y censura—. Algún admirador ocioso, supongo. Creía, sobrina, que tenías mayor sentido <strong>de</strong> lo que es propio como para<br />

recibir las visitas <strong>de</strong> un joven en tu situación actual. Permíteme que te diga que el mundo observa estas cosas y habla <strong>de</strong> ellas con intención, y con libertad.<br />

Emily, extremadamente sorprendida por su <strong>de</strong>sagradable comentario, intentó interrumpirla, pero madame Cheron prosiguió con toda la seguridad <strong>de</strong> una persona convencida <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r.<br />

—Es necesario que estés al cuidado <strong>de</strong> alguna persona más capaz <strong>de</strong> guiarte que tú misma. Por mi parte no me siento muy inclinada a la empresa, sin embargo, puesto que tu pobre padre me lo pidió, me<br />

preocuparé <strong>de</strong> tu comportamiento, incluso quedarás bajo mi cuidado. Pero permíteme que te diga, sobrina, que, a menos que <strong>de</strong>cidas conformarte con mi dirección, <strong>de</strong>jaré <strong>de</strong> preocuparme por ti.<br />

Emily no hizo intento alguno esta vez por interrumpir a madame Cheron, el dolor y el orgullo <strong>de</strong> su conciencia inocente le hicieron guardar silencio, hasta que su tía dijo:<br />

—He venido para llevarte conmigo a Toulouse, y siento comprobar que tu pobre padre murió, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo, en tan lamentables circunstancias; sin embargo, te llevaré conmigo. Pobre hombre, siempre<br />

fue más generoso que precavido, puesto que en otro caso no habría <strong>de</strong>jado a su hija al cuidado <strong>de</strong> un pariente.<br />

—No lo hizo así, espero, madame —dijo Emily calmosamente—, ni sus <strong>de</strong>sgracias económicas fueron producidas por esa noble generosidad que siempre le distinguió. Los negocios <strong>de</strong> monsieur <strong>de</strong><br />

Moteville podrán arreglarse, según confió, sin perjudicar profundamente a sus acreedores, y mientras tanto me sentiré muy feliz quedándome en La Vallée.<br />

—No lo dudo —replicó madame Cheron con una sonrisa irónica—, pero no he <strong>de</strong> consentirlo, ya que veo cómo la necesaria tranquilidad y el retiro han restaurado tu ánimo. No te creí capaz <strong>de</strong> tanta<br />

doblez, sobrina, cuando me suplicaste que te permitiera permanecer aquí. Creí estúpidamente que era por una causa justa y no esperaba encontrarte en la tan <strong>de</strong>sagradable compañía <strong>de</strong> este monsieur La Val... ,<br />

he olvidado su nombre.<br />

Emily no pudo seguir soportando aquellas crueles indignida<strong>de</strong>s.<br />

—Sí, era una causa justa, madame —dijo—, y ahora, más que nunca, siento la importancia <strong>de</strong>l retiro que entonces solicité, y, si el propósito <strong>de</strong> vuestra visita es únicamente el añadir insultos al sufrimiento <strong>de</strong><br />

la hija <strong>de</strong> vuestro hermano, bien podríais haberla evitado.<br />

—Ya veo que me ha tocado una empresa difícil —dijo madame Cheron, enrojeciendo ligeramente.<br />

—Estoy segura, señora —dijo Emily más calmada y tratando <strong>de</strong> contener sus lágrimas—, estoy segura <strong>de</strong> que mi padre no pensó que iba a suce<strong>de</strong>r esto. Tengo la felicidad <strong>de</strong> estar segura <strong>de</strong> que mi<br />

conducta ante sus ojos ha sido como él tantas veces ha sentido la satisfacción <strong>de</strong> aprobar. Sería muy doloroso para mí tener que <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>cer a la hermana <strong>de</strong> un padre como el mío, y si creéis que la empresa

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!