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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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En la habitación había muchos recuerdos <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparecida marquesa: una bata y varias prendas y vestidos reposaban en las sillas como si hubieran sido <strong>de</strong>jados unos momentos antes. En el suelo había<br />

unas zapatillas negras <strong>de</strong> satín, y, en el tocador, un par <strong>de</strong> guantes y un velo negro largo, que, al cogerlo Emily para examinarlo, comprobó que se <strong>de</strong>shacía en pedazos por el paso <strong>de</strong>l tiempo.<br />

—¡Ah! —dijo Dorothée, observando el velo—, la mano <strong>de</strong> mi señora lo <strong>de</strong>jó ahí, ¡nadie lo ha tocado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces!<br />

Emily, con un escalofrío, lo <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> nuevo.<br />

—Recuerdo muy bien cómo se lo quitaba —continuó—; fue la noche antes <strong>de</strong> su muerte, cuando regresó <strong>de</strong> un pequeño paseo que conseguí que diera por <strong>los</strong> jardines, y que pareció reanimarla. Le dije que<br />

tenía mejor aspecto, y recuerdo que me contestó con una lánguida sonrisa. Ni ella ni yo pensamos que iba a morir aquella noche.<br />

Dorothée volvió a llorar y, cogiendo el velo, lo lanzó <strong>de</strong> pronto sobre Emily, que tembló al sentirse envuelta en él, cayéndole hasta <strong>los</strong> pies, y trató <strong>de</strong> quitárselo. Dorothée le pidió que lo tuviera puesto un<br />

momento.<br />

—Pensé —añadió— que os pareceríais mucho a mi señora con ese velo. ¡Que vuestra vida, ma<strong>de</strong>moiselle, sea más feliz que la suya!<br />

Emily, tras haberse <strong>de</strong>sprendido <strong>de</strong>l velo, lo puso <strong>de</strong> nuevo en el tocador y registró la habitación, don<strong>de</strong> cada objeto en el que se posaba la mirada parecía hablar <strong>de</strong> la marquesa. En la amplia ventana <strong>de</strong>l<br />

mirador, cerrada con una vidriera, había una mesa con un crucifijo <strong>de</strong> plata y un libro <strong>de</strong> oraciones que estaba abierto. Emily recordó con emoción que Dorothée había mencionado su costumbre <strong>de</strong> tocar el laúd<br />

junto a la ventana, antes <strong>de</strong> que <strong>de</strong>scubriera el instrumento, apoyado en un extremo <strong>de</strong> la mesa, como si hubiera sido <strong>de</strong>jado cuidadosamente por la mano que con tanta frecuencia lo había tañido.<br />

—¡Es un lugar muy triste! —dijo Dorothée—, porque cuando murió mi querida señora no tuve valor para poner todo en su sitio, lo mismo que en la alcoba; y mi señor nunca vino <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> aquello a estas<br />

habitaciones, que quedaron como las había <strong>de</strong>jado mi señora cuando se la llevaron para enterrarla.<br />

Mientras hablaba Dorothée, Emily seguía mirando el laúd, que era español, y <strong>de</strong> gran tamaño; y entonces, con mano temblorosa, lo cogió y pasó <strong>los</strong> <strong>de</strong>dos por sus cuerdas. Estaba <strong>de</strong>safinado, pero produjo<br />

un sonido lleno y profundo. Dorothée dio un respingo al oír <strong>los</strong> acor<strong>de</strong>s que conocía bien, y al ver el laúd en manos <strong>de</strong> Emily, dijo:<br />

—¡Es el laúd que tanto agradaba a mi señora marquesa! Recuerdo cuando lo tocó por última vez: fue la noche en que murió. Vine como <strong>de</strong> costumbre para <strong>de</strong>svestirla, y al entrar en la alcoba me llegó el<br />

sonido <strong>de</strong> la música <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el mirador, y vi que era mi señora que estaba sentada aquí. Me acerqué sin hacer ruido hasta la puerta, que estaba un poco abierta, para escuchar. La música, aunque triste, sonaba<br />

muy dulce. Aquí la vi, con el laúd en su mano, mirando hacia el cielo y las lágrimas cayéndole por las mejillas, mientras cantaba un himno <strong>de</strong> vísperas, suave y solemne, y su voz temblaba como si lo fuera.<br />

Después se <strong>de</strong>tuvo un momento, se secó las lágrimas y volvió a tocar más suave que antes. ¡Oh!, había oído muchas veces a mi señora, pero nunca algo tan tierno y conmovedor, casi me hizo llorar al oírla.<br />

Supuse que había estado rezando, porque el libro estaba abierto en la mesa a su lado, y, ¡ahí sigue como quedó! Por favor, salgamos <strong>de</strong> este cuarto, ma<strong>de</strong>moiselle, ¡este lugar me parte el corazón!<br />

Al regresar a la alcoba, manifestó su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> contemplar <strong>de</strong> nuevo la cama, don<strong>de</strong>, según se acercaban por el lado opuesto al <strong>de</strong> la puerta que conducía al salón, Emily, con la leve luz que arrojaba la<br />

lámpara, pensó que algo brillaba en la parte más oscura <strong>de</strong> la habitación. Si su ánimo no hubiera estado tan afectado por el ambiente que la ro<strong>de</strong>aba, o si aquella circunstancia, fuera real o imaginaria, no la<br />

hubiera afectado <strong>de</strong> tal manera, no se habría llegado a conmover tan profundamente. Sin embargo, trató <strong>de</strong> ocultar sus emociones a Dorothée, que, al observar el cambio que se había operado en su rostro, le<br />

preguntó si se encontraba enferma.<br />

—Salgamos —dijo Emily, <strong>de</strong>sfallecida—, el aire <strong>de</strong> esta habitación está muy cargado.<br />

Pero cuando trató <strong>de</strong> hacerlo, al pensar que <strong>de</strong>bía cruzar el cuarto en el que el fantasma <strong>de</strong> su miedo se le había aparecido, se incrementó su terror y <strong>de</strong>masiado conmovida para mantenerse en pie, se <strong>de</strong>jó<br />

caer al lado <strong>de</strong> la cama.<br />

Dorothée, creyendo que sólo estaba afectada por la consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> la catástrofe melancólica que había tenido lugar en aquel cuarto, trató <strong>de</strong> animarla, y <strong>de</strong>spués, al sentarse junto a ella en la cama,<br />

comenzó a relatar otros <strong>de</strong>talles <strong>de</strong>l asunto sin darse cuenta <strong>de</strong> que podía aumentar la emoción <strong>de</strong> Emily, y sólo porque eran datos que consi<strong>de</strong>raba muy interesantes.<br />

—Un poco antes <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> mi señora —dijo—, cuando disminuyeron <strong>los</strong> dolores, me mandó llamar y me tendió su mano. Yo me senté, aquí exactamente, don<strong>de</strong> la cortina cae sobre la cama. ¡Qué<br />

bien, recuerdo su mirada <strong>de</strong> entonces, en la que se adivinaba la muerte! Casi puedo verla ahora. Ahí está, ma<strong>de</strong>moiselle, ¡su rostro asoma ahí sobre la almohada! El cortinaje negro no estaba entonces en la<br />

cama, fue puesto <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su muerte, y quedó <strong>de</strong>positada sobre él.<br />

Emily se volvió para mirar las polvorientas cortinas, como si pudiera ver el rostro <strong>de</strong>l que hablaba Dorothée. Sólo aparecían <strong>los</strong> bor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la almohada por encima <strong>de</strong> la oscuridad <strong>de</strong>l paño, pero sus ojos lo<br />

recorrieron y le pareció que se movía. Sin hablar, se agarró al brazo <strong>de</strong> Dorothée, que, sorprendida por su acción y por su mirada <strong>de</strong> terror, volvió la mirada <strong>de</strong> Emily hacia la cama, don<strong>de</strong>, al momento, también<br />

vio que se movía el paño ligeramente y caía <strong>de</strong> nuevo.<br />

Emily trató <strong>de</strong> salir, pero Dorothée se mantuvo quieta con la vista fija en la cama, y, finalmente, dijo:<br />

—Es el viento el que lo mueve, ma<strong>de</strong>moiselle; hemos <strong>de</strong>jado todas las puertas abiertas, ved cómo hace oscilar la luz <strong>de</strong> la lámpara. Sólo es el viento.<br />

Acababa <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir estas palabras cuando el paño se agitó más violentamente que antes; pero Emily, algo avergonzada por sus terrores, se acercó a la cama dispuesta a convencerse <strong>de</strong> que efectivamente<br />

había sido el viento el que había ocasionado su alarma, cuando, al asomarse entre las cortinas, el paño se movió <strong>de</strong> nuevo, y un momento <strong>de</strong>spués surgió por encima la aparición <strong>de</strong> un rostro humano.<br />

Con gritos <strong>de</strong> terror, ambas corrieron, y salieron <strong>de</strong> la habitación tan rápido como se lo permitieron sus piernas temblorosas, <strong>de</strong>jando abiertas todas las puertas <strong>de</strong> las habitaciones que cruzaron en su huida.<br />

Cuando llegaron a la escalera, Dorothée abrió la puerta <strong>de</strong> una habitación en la que dormían algunas <strong>de</strong> las sirvientas y se <strong>de</strong>jó caer sin aliento en una cama. Emily, <strong>de</strong>sprovista <strong>de</strong> toda presencia <strong>de</strong> ánimo, sólo<br />

hizo un débil intento <strong>de</strong> ocultar la causa <strong>de</strong> terror a las sorprendidas sirvientes; y aunque Dorothée, cuando pudo hablar, trató <strong>de</strong> reírse <strong>de</strong> su propio miedo, apoyada por Emily, no consiguieron convencer a las<br />

criadas, que se habían alarmado y que no estaban dispuestas a pasar lo que quedaba <strong>de</strong> la noche en una habitación tan próxima a aquellas habitaciones aterradoras.<br />

Dorothée acompañó a Emily a su habitación, don<strong>de</strong> comentaron con frialdad <strong>los</strong> extraños acontecimientos que acababan <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r. Emily habría dudado <strong>de</strong> sus propias percepciones si no hubiera sido<br />

porque las <strong>de</strong> Dorothée atestiguaban su realidad. Después <strong>de</strong> aludir a lo que había observado en aquella habitación, preguntó al ama <strong>de</strong> llaves si estaba segura <strong>de</strong> que no se había quedado abierta alguna puerta<br />

por la que alguna persona pudiera haber entrado secretamente en ella. Dorothée replicó que había guardado constantemente las llaves <strong>de</strong> las distintas puertas personalmente; que cuando había recorrido el<br />

castillo, como hacía con frecuencia para examinar si todo estaba en or<strong>de</strong>n, había comprobado las puertas que siempre encontró cerradas y que, en consecuencia, era imposible que alguien hubiera podido entrar,<br />

y <strong>de</strong> haber sido así, era muy improbable que hubiera elegido para dormir un lugar tan frío y <strong>de</strong>solado.<br />

Emily le indicó que tal vez su visita a aquellas habitaciones había sido espiada por alguien y que esa persona, por alguna razón, las había seguido con el propósito <strong>de</strong> asustarlas, y que, mientras ellas estaban<br />

en el mirador, había aprovechado la oportunidad para escon<strong>de</strong>rse en la cama.<br />

Dorothée reconoció que era posible, hasta que recordó que, al entrar en el grupo <strong>de</strong> habitaciones, había echado la llave <strong>de</strong> la primera puerta para prevenir que su visita fuera advertida por algún miembro <strong>de</strong><br />

la familia que pudiera pasar por allí, lo que excluía la posibilidad <strong>de</strong> que hubiera persona alguna en las habitaciones excepto ellas mismas. Insistió entonces en afirmar que el terrible rostro que habían visto no era<br />

humano, sino alguna espantosa aparición.<br />

Emily se sintió profundamente afectada. Fuera o no una aparición lo que había visto, el hecho <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> la marquesa era algo cierto <strong>de</strong> lo que no se podía dudar y aquella circunstancia incomprobable,<br />

que había tenido lugar en el mismo escenario <strong>de</strong> sus sufrimientos, afectó la imaginación <strong>de</strong> Emily con un acento supersticioso, ante el que no habría cedido, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> conocer las falacias <strong>de</strong> Udolfo, <strong>de</strong> haber<br />

ignorado la infeliz historia que le había sido relatada por el ama <strong>de</strong> llaves. Se ocupó entonces <strong>de</strong> insistir en que ocultaran lo sucedido aquella noche y en aclarar el terror que ya la había <strong>de</strong>latado, y que el con<strong>de</strong><br />

no llegara a enterarse <strong>de</strong> ello, lo que <strong>de</strong>spertaría alarma y confusión en su familia.<br />

—El tiempo —añadió— explicará este asunto <strong>misterios</strong>o; mientras tanto <strong>de</strong>bemos vigilar en silencio.<br />

Dorothée accedió a ello, pero recordó que había <strong>de</strong>jado todas las puertas abiertas, y, al no tener coraje para regresar sola para cerrarlas, Emily, tras algunas dudas en las que consiguió dominar su miedo, se<br />

ofreció a acompañarla hasta el pie <strong>de</strong> la escalera y esperar allí a que Dorothée subiera, cuya resolución, animada por la compañía, le permitió ir, y salieron juntas <strong>de</strong> la habitación <strong>de</strong> Emily.<br />

Ningún sonido alteró la tranquilidad mientras cruzaban vestíbu<strong>los</strong> y galerías, pero al llegar al pie <strong>de</strong> la escalera, Dorothée volvió a dudar. Tras <strong>de</strong>tenerse un momento para escuchar, al no oír ruido alguno,<br />

comenzó a subir <strong>de</strong>jando abajo a Emily, y casi sin mirar al interior <strong>de</strong> la primera habitación, echó la llave a la puerta que aislaba todas las <strong>de</strong>más y volvió junto a Emily.<br />

Al caminar por el pasadizo que conducía al vestíbulo principal oyeron unos lamentos, que parecían llegar <strong>de</strong>l mismo vestíbulo, y se <strong>de</strong>tuvieron <strong>de</strong> nuevo preocupadas para escuchar, cuando Emily distinguió<br />

la voz <strong>de</strong> Annette, a la que encontró cruzándolo con otra criada, y tan aterrorizada por el informe que habían difundido las otras, que, creyendo que el único lugar seguro era en el que se encontraba su señora,<br />

se dirigía a su habitación. Emily trató <strong>de</strong> reír y <strong>de</strong> forzarla a que <strong>de</strong>sechara sus temores, pero todo fue en vano, y, por compasión ante su inquietud, consintió en que se quedara toda la noche con ella.

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