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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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—Perdonadme, signor —dijo—, no consi<strong>de</strong>ré que la señora era pariente vuestra cuando hablé <strong>de</strong> ella tan a la ligera.<br />

Montoni aceptó las excusas.<br />

—Pero el signor <strong>de</strong>be informamos <strong>de</strong> las razones que le llevaron a creer que la señora se había suicidado.<br />

—Lo explicaré más tar<strong>de</strong> —dijo Montoni—; por el momento, permitidme que relate una circunstancia más extraordinaria. No volveré a comentar este asunto, signors. Escuchen, por ello, lo que voy a <strong>de</strong>cir.<br />

—¡Escuchen! —dijo una voz.<br />

Se produjo un nuevo silencio, y el rostro <strong>de</strong> Montoni se alteró.<br />

—Esto no ha sido una ilusión <strong>de</strong> nuestra fantasía —dijo Cavigni finalmente, rompiendo el profundo silencio.<br />

—No —dijo Bertolini—, ahora lo he oído yo mismo. Sin embargo, no hay nadie en la habitación fuera <strong>de</strong> nosotros.<br />

—Esto es muy extraordinario —dijo Montoni, poniéndose en pie—. No pue<strong>de</strong> ser tolerado; hay algún engaño, algún truco. Averiguaré <strong>de</strong> qué se trata.<br />

Todos se levantaron <strong>de</strong> sus asientos con gran confusión.<br />

—¡Es muy raro! —dijo Bertolini—, porque no hay ningún extraño en la habitación. Si se trata <strong>de</strong> un engaño, signor, haréis bien en castigar al autor severamente.<br />

—¡Un truco! ¿Qué otra cosa pue<strong>de</strong> ser —dijo Cavigni, simulando reír.<br />

Llamaron a <strong>los</strong> criados y la habitación fue registrada, pero no encontraron a nadie. La sorpresa y la consternación <strong>de</strong> todos aumentó. Montoni estaba <strong>de</strong>scompuesto.<br />

—Saldremos <strong>de</strong> esta habitación —dijo—, y <strong>de</strong>jaremos también el tema <strong>de</strong> nuestra conversación; es <strong>de</strong>masiado solemne.<br />

Sus invitados estaban igualmente dispuestos a salir <strong>de</strong>l salón, pero el tema había <strong>de</strong>spertado su curiosidad y trataron <strong>de</strong> convencer a Montoni para retirarse a otra cámara y que acabara. No obstante, no lo<br />

consiguieron. Pese a sus esfuerzos por aparentar calma, estaba visible y altamente <strong>de</strong>sconcertado.<br />

—¿Cómo es eso, signor, vos no sois supersticioso —exclamó Verezzi—; vos, ¡que os habéis reído con tanta frecuencia <strong>de</strong> la credulidad <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>más!<br />

—No soy supersticioso —replicó Montoni, mirándole con profundo <strong>de</strong>sagrado—, aunque sé cómo respon<strong>de</strong>r a las frases comunes que se usan frecuentemente contra la superstición. Me ocuparé con más<br />

<strong>de</strong>talle <strong>de</strong> este asunto.<br />

Salió <strong>de</strong>l salón; y sus invitados, separándose para pasar la noche, se retiraron a sus habitaciones.

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