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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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nuestros pensamientos, así Emily, cuando miraba al con<strong>de</strong> Morano, recordaba a Valancourt y en ocasiones se le escapaba un suspiro.<br />

Pasaron varias semanas con las visitas <strong>de</strong> costumbre, durante las cuales no ocurrió nada notable. Emily estaba entretenida con las costumbres y escenas que la ro<strong>de</strong>aban, tan diferentes <strong>de</strong> las <strong>de</strong> Francia, a<br />

excepción <strong>de</strong> lo que se refería al con<strong>de</strong> Morano que, con <strong>de</strong>masiada frecuencia para su comodidad, insistía en presentarse. Su actitud, aspecto y méritos, que eran generalmente admirados, podrían haber sido<br />

quizá apreciados por Emily, si su corazón no hubiera estado unido a Valancourt, y si el con<strong>de</strong> no la hubiera perseguido con sus oficiosas atenciones, en las que ella advirtió algunas huellas <strong>de</strong> su carácter que la<br />

predispusieron en contra al margen <strong>de</strong> las bonda<strong>de</strong>s que pudiera encontrar en él.<br />

Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su llegada a Venecia, Montoni recibió unas cartas <strong>de</strong> monsieur Quesnel, en las que éste mencionaba la muerte <strong>de</strong>l tío <strong>de</strong> su esposa en su villa en el Brenta; y que, como consecuencia <strong>de</strong><br />

este acontecimiento, <strong>de</strong>bía apresurarse a tomar posesión <strong>de</strong> sus propieda<strong>de</strong>s y <strong>de</strong> otros efectos que le habían sido legados. Este tío era el hermano <strong>de</strong> la difunta madre <strong>de</strong> madame Quesnel; Montoni estaba<br />

emparentado con ella por el lado paterno, y aunque no hubiera tenido reclamación que hacer o esperanzas en relación con aquellas posesiones, casi no pudo ocultar la envidia que <strong>de</strong>spertó en él la carta <strong>de</strong><br />

monsieur Quesnel.<br />

Emily había observado con preocupación que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que <strong>de</strong>jaron Francia, Montoni no había mostrado afecto alguno hacia su tía, y que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tratarla al principio con negligencia, lo hacía ahora con<br />

permanente malhumor y reserva. Nunca había supuesto que las flaquezas <strong>de</strong> su tía hubieran podido escapar a la percepción <strong>de</strong> Montoni, o que su talento o su figura merecieran su atención. Su sorpresa, por<br />

tanto, ante la situación fue extrema; pero puesto que él fue el que tomó la <strong>de</strong>cisión, no sospechaba que mostraría tan abiertamente su <strong>de</strong>scontento por ello. Pero Montoni, que se había inclinado por lo que le<br />

parecieron las riquezas <strong>de</strong> madame Cheron estaba ahora profundamente contrariado por su comparativa pobreza y altamente exasperado por el engaño que ella había empleado para ocultarla, hasta que esa<br />

ocultación ya no fue necesaria. Había sido engañado en un asunto en el que había tenido la intención <strong>de</strong> ser el engañador; se había visto vencido por la mayor astucia <strong>de</strong> una mujer, cuya inteligencia <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñaba y<br />

a la que había sacrificado su orgullo y su libertad, sin salvarse <strong>de</strong> la ruina que pendía sobre su cabeza. Madame Montoni había contribuido con todo lo que realmente poseía y lo que quedaba, aunque era<br />

totalmente ina<strong>de</strong>cuado tanto para las esperanzas <strong>de</strong> su marido como para sus necesida<strong>de</strong>s, lo había convertido en dinero, trayéndoselo con él a Venecia, para po<strong>de</strong>r seguir con aquella sociedad y hacer un último<br />

esfuerzo para recuperar la fortuna que había perdido.<br />

Estas sospechas que había llegado a <strong>los</strong> oídos <strong>de</strong> Valancourt, en relación al carácter y a la situación <strong>de</strong> Montoni, eran totalmente ciertas; pero era ahora el tiempo y la ocasión para <strong>de</strong>scubrir las<br />

circunstancias <strong>de</strong> lo que se había dicho y <strong>de</strong> lo que no se había sospechado, y el tiempo y la ocasión para que lleguemos a ello.<br />

Madame Montoni no tenía un carácter <strong>de</strong> <strong>los</strong> que aceptan las ofensas con humildad o <strong>de</strong> <strong>los</strong> que reaccionan con dignidad; su orgullo exasperado se mostraba en toda la violencia y acritud <strong>de</strong> una mente mal<br />

regulada. No habría reconocido, ni siquiera a sí misma, que había sido la responsable por su doblez, sino que insistía en creer que era la única que merecía compasión, y Montoni que <strong>de</strong>bía ser con<strong>de</strong>nado;<br />

porque como su mente tenía por naturaleza poca conciencia <strong>de</strong> las obligaciones, rara vez comprendía su fuerza, salvo cuando eran violadas contra ella; su vanidad ya se había visto profundamente sorprendida al<br />

<strong>de</strong>scubrir el <strong>de</strong>scontento <strong>de</strong> Montoni y se vería más conmovida al enterarse <strong>de</strong> sus circunstancias. Su casa <strong>de</strong> Venecia, aunque el mobiliario <strong>de</strong>scubría una parte <strong>de</strong> la verdad <strong>de</strong> una persona sin prejuicios, no<br />

<strong>de</strong>cía nada a aquel<strong>los</strong> que han <strong>de</strong>cidido permanecer ciegos y creer lo que <strong>de</strong>sean. Madame Montoni seguía creyéndose poco menos que una princesa, poseedora <strong>de</strong> un palacio en Venecia y <strong>de</strong> un castillo en <strong>los</strong><br />

Apeninos. Montoni había hablado alguna vez <strong>de</strong> ir unas pocas semanas a ver en qué condiciones se encontraba el castillo <strong>de</strong> Udolfo y recibir algunas rentas, ya que parecía que hacía más <strong>de</strong> dos años que no<br />

había estado allí y que, durante ese tiempo, había estado habitado únicamente por un viejo criado, al que llamaba su mayordomo.<br />

Emily esperaba con interés la posibilidad <strong>de</strong> este viaje, ya que no sólo confiaba en recibir nuevas impresiones, sino en liberarse <strong>de</strong> la perseverante asiduidad <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> Morano. A<strong>de</strong>más, en el campo<br />

pensaría en Valancourt y ce<strong>de</strong>ría a la melancolía que su imagen y al recuerdo que <strong>de</strong>spertaban. las escenas <strong>de</strong> La Vallée, siempre ben<strong>de</strong>cidas con la memoria <strong>de</strong> sus padres. Aquellas' escenas i<strong>de</strong>ales le eran muy<br />

queridas y más entrañables para su corazón que todo el esplendor <strong>de</strong> la alegre compañía. Eran una especie <strong>de</strong> talismán para expulsar el veneno <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>monios temporales y para apoyar sus esperanzas en días<br />

felices. Se le aparecían como hermosos paisajes, iluminados por <strong>los</strong> rayos <strong>de</strong> un sol brillante a través <strong>de</strong> una perspectiva <strong>de</strong> rocas oscuras y rugosas.<br />

Pero el con<strong>de</strong> Morano no siguió limitándose a su asiduidad silenciosa; <strong>de</strong>claró su pasión e hizo una propuesta a Montoni, que le animó, pese al rechazo <strong>de</strong> Emily. Con la complicidad <strong>de</strong> Montoni y su<br />

profunda vanidad para convencerle, creía estar seguro <strong>de</strong> su éxito. Emily estaba sorprendida y altamente disgustada por su perseverancia, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberle explicado sus sentimientos con tal franqueza que no<br />

le habían permitido confundirle.<br />

Pasaban gran parte <strong>de</strong>l tiempo en el palacio <strong>de</strong> Montoni, cenando allí casi diariamente y acompañando a madame y a Emily a todas partes. Todo ello pese a la reserva mantenida por Emily, porque su tía<br />

parecía tan interesada como Montoni en apoyar aquel matrimonio y nunca la excusaba <strong>de</strong> acompañarla a cualquier reunión a la que fuera a asistir el con<strong>de</strong>.<br />

Montoni no <strong>de</strong>cía nada <strong>de</strong> su planeado viaje, que Emily esperaba con impaciencia; y rara vez estaba en casa salvo cuando el con<strong>de</strong> o el signor Orsino estaban allí, ya que entre él y Cavigni subsistía la<br />

frialdad, aunque este último permaneciera en su casa. Montoni se reunía a solas con frecuencia con Orsino, durante horas y, cualquiera que fuera la razón <strong>de</strong> su interés sobre lo que conferenciaban, parecía <strong>de</strong><br />

gran importancia puesto que sacrificaba con frecuencia su pasión favorita por el juego y se quedaba en casa toda la noche. Se trataba también <strong>de</strong> algo muy privado, por las circunstancias <strong>de</strong> las visitas <strong>de</strong> Orsino,<br />

que antes no se producían y que <strong>de</strong>spertaron no sólo sorpresa sino cierta alarma en Emily, que no quería saber más <strong>de</strong> su comportamiento, y él se esforzaba en ocultarlo. Después <strong>de</strong> aquellas visitas, Montoni se<br />

quedaba más pensativo que <strong>de</strong> costumbre, al extremo <strong>de</strong> que en ocasiones la incesante actividad <strong>de</strong> su mente le abstraía por completo <strong>de</strong> todo lo que le ro<strong>de</strong>aba y su rostro se cubría con un velo que le daba<br />

una aire terrible. En otras oportunida<strong>de</strong>s, sus ojos parecían <strong>de</strong>spedir fuego y todas sus energías se veían conmovidas por una gran empresa. Emily observaba estas manifestaciones <strong>de</strong> sus pensamientos con<br />

profundo interés y no sin cierto grado <strong>de</strong> preocupación cuando consi<strong>de</strong>raba que estaba enteramente en sus manos; pero evitó incluso la mínima alusión <strong>de</strong> sus temores o <strong>de</strong> sus observaciones al hablar con<br />

madame Montoni, que no supo discernir nada especial en su marido más allá <strong>de</strong> su habitual gravedad.<br />

Una segunda carta <strong>de</strong> monsieur Quesnel anunció su llegada, acompañado por su esposa, a la villa Miarenti; <strong>de</strong>tallando varias circunstancias <strong>de</strong> su buena fortuna, en relación con el asunto que le llevaba a<br />

Italia y concluyendo con su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> ver a Montoni, a su esposa y a su sobrina en sus nuevas propieda<strong>de</strong>s.<br />

Emily recibió, aproximadamente al mismo tiempo, una carta mucho más interesante, que tranquilizó <strong>de</strong> momento la ansiedad <strong>de</strong> su corazón. Valancourt, confiando en que siguiera en Venecia, había enviado<br />

una carta por el correo ordinario, en la que le informaba <strong>de</strong> su salud y <strong>de</strong> su afecto constante e inquieto. Había estado en Toulouse algún tiempo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su marcha, que había pasado <strong>de</strong>jándose llevar por el<br />

placer melancólico <strong>de</strong> recorrer <strong>los</strong> escenarios en <strong>los</strong> que se había acostumbrado a verla, marchando <strong>de</strong>spués ..al castillo <strong>de</strong> su hermano, próximo a La Vallée. Tras mencionar esto, añadía, «si <strong>los</strong> <strong>de</strong>beres <strong>de</strong> mi<br />

regimiento no requieren mi marcha, no sé cuándo tendré la suficiente <strong>de</strong>cisión para abandonar la vecindad <strong>de</strong> una zona que está llena <strong>de</strong> tu recuerdo. La proximidad a La Vallée me <strong>de</strong>tuvo largo tiempo en<br />

Estuviere: con frecuencia cabalgo hasta allí por la mañana y recorro todo aquello durante el día, <strong>los</strong> lugares que fueron <strong>los</strong> <strong>de</strong> tu casa, en don<strong>de</strong> me acostumbré a verte y a oírte. He renovado mis contactos con<br />

la buena y vieja Theresa, que se alegra <strong>de</strong> verme porque pue<strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> ti. No necesito <strong>de</strong>cirte lo que esta circunstancia me acerca a ella o con qué satisfacción la escucho en su tema favorito. Supondrás <strong>los</strong><br />

motivos que me indujeron al principio a darme a conocer a Theresa. No fueron otros que el conseguir que me admitiera en el castillo y en <strong>los</strong> jardines, que fueron el hogar <strong>de</strong> mi Emily. Aquí paseo y me<br />

encuentro con tu imagen bajo cada sombra, pero especialmente me gusta sentarme bajo las ramas <strong>de</strong> tu árbol favorito, don<strong>de</strong> una vez, Emily, estuvimos sentados juntos; don<strong>de</strong> por primera vez me atreví a<br />

<strong>de</strong>cirte que te quería. ¡Oh Emily! El recuerdo <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> momentos me conmueve, me siento perdido en mi sueño, supongo que te veo a través <strong>de</strong> mis lágrimas en toda la paz e inocencia <strong>de</strong>l cielo; como te<br />

apareciste entonces ante mí, oigo <strong>de</strong> nuevo el tono <strong>de</strong> tu voz que hace latir mi corazón con ternura y esperanza. Me apoyo en el muro <strong>de</strong> la terraza, don<strong>de</strong> juntos contemplamos la rápida corriente <strong>de</strong>l Garona,<br />

mientras yo te <strong>de</strong>scribía el espectáculo <strong>de</strong> sus fuentes, y pienso sólo en ti. ¡Oh Emily! ¿Han pasado aquel<strong>los</strong> momentos para siempre ¿Volverán alguna vez»<br />

En otra parte <strong>de</strong> su carta escribía así. «Verás que mi carta está fechada en días diferentes, y si vuelves la vista a la primera te darás cuenta <strong>de</strong> que la comencé poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tu salida <strong>de</strong> Francia. Escribir<br />

ha sido, verda<strong>de</strong>ramente, lo único que me ha apartado <strong>de</strong> la melancolía y ha hecho tu ausencia soportable; porque cuando converso contigo en el papel y te digo todos <strong>los</strong> sentimientos <strong>de</strong> afecto <strong>de</strong> mi corazón,<br />

casi parece que estás presente. Esta tarea ha sido <strong>de</strong> cuando en cuando mi mejor consuelo y he diferido el enviar la carta sólo por la satisfacción <strong>de</strong> prolongarla, aunque fuera cierto que la escribía sin otro<br />

propósito que no fuera el que la recibieras. Cada vez que mi mente se ha sentido más <strong>de</strong>primida que <strong>de</strong> costumbre, he acudido a contarte mis <strong>de</strong>sgracias y siempre he encontrado consuelo. Cuando cualquier<br />

acontecimiento ha interesado mi corazón y ha dado un rayo <strong>de</strong> alegría a mi espíritu, he corrido a comunicártelo y he recibido una satisfacción refleja. Así, mi carta es una especie <strong>de</strong> retrato <strong>de</strong> mi vida y <strong>de</strong> mis<br />

pensamientos durante el último mes y por ello tengo la esperanza <strong>de</strong> que por la misma razón no te sea indiferente, aunque a otros lectores les pudiera parecer únicamente una serie <strong>de</strong> frivolida<strong>de</strong>s. Suce<strong>de</strong><br />

siempre, cuando intentamos <strong>de</strong>scribir <strong>los</strong> más íntimos movimientos <strong>de</strong>l corazón, porque son <strong>de</strong>masiado íntimos para ser explicados, sólo se pue<strong>de</strong>n experimentar, y así, cuando se presentan ante un observador<br />

diferente, cuando lo interesante son <strong>los</strong> sentimientos, todas las <strong>de</strong>scripciones son imperfectas e innecesarias, excepto que pue<strong>de</strong>n probar la sinceridad <strong>de</strong>l que lo escribe y mostrar sus propios sufrimientos. Me<br />

perdonarás todo este egoísmo, porque soy un enamorado.<br />

»Acabo <strong>de</strong> enterarme <strong>de</strong> una circunstancia que <strong>de</strong>struye todo mi paraíso <strong>de</strong> fantasía <strong>de</strong> satisfacción i<strong>de</strong>al y que me reconcilia con la necesidad <strong>de</strong> volver a mi regimiento, ya que no podré seguir vagando por<br />

estas queridas sombras, don<strong>de</strong> me he acostumbrado a encontrarte en mis pensamientos. ¡La Vallée ha sido alquilada! Tengo razones para creer que se ha hecho sin tu conocimiento por lo que Theresa me ha<br />

dicho esta mañana, y, en consecuencia, te informo <strong>de</strong> esta circunstancia. Se <strong>de</strong>shizo en lágrimas mientras me lo contaba por tener que <strong>de</strong>jar el servicio <strong>de</strong> su querida señorita y el castillo en el que ha vivido<br />

durante tantos años felices; y todo esto, ha añadido, sin ni siquiera una carta <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>moiselle informándola; todo esto son actuaciones <strong>de</strong> monsieur Quesnel y me atrevería a <strong>de</strong>cir que <strong>de</strong>sconoce lo que va a<br />

ocurrir.<br />

»Theresa me indicó que había recibido una carta <strong>de</strong> él, informándola que el castillo había sido alquilado y que, como el servicio ya no era necesario, <strong>de</strong>bía abandonar el lugar en el plazo <strong>de</strong> una semana<br />

cuando llegara el nuevo ocupante.<br />

»Theresa se quedó sorprendida ante una visita <strong>de</strong> monsieur Quesnel, poco antes <strong>de</strong> la llegada <strong>de</strong> esta carta, que iba acompañado por un <strong>de</strong>sconocido que revisó todo con gran curiosidad.»<br />

Hacia el final <strong>de</strong> la carta, que estaba fechada una semana <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la última frase, Valancourt añadía: «he recibido un requerimiento <strong>de</strong> mi regimiento y me incorporaré sin lamentarlo, puesto que he sido<br />

alejado <strong>de</strong> <strong>los</strong> lugares que son tan queridos por mi corazón. Cabalgué a La Vallée esta mañana y tuve noticias <strong>de</strong> que había llegado el nuevo inquilino y <strong>de</strong> que Theresa se había marchado. No me referiría al<br />

tema con tanto <strong>de</strong>talle si no creyera que no has sido informada <strong>de</strong> que han dispuesto <strong>de</strong> tu casa. Para tu satisfacción he tratado <strong>de</strong> averiguar algo sobre la personalidad y la fortuna <strong>de</strong> tu inquilino, pero sin éxito.<br />

Es un caballero, eso dicen, y eso es todo lo que he podido saber. El lugar, según he recorrido <strong>los</strong> alre<strong>de</strong>dores, me ha parecido más melancólico que nunca. Me habría gustado haber sido admitido y haber<br />

podido echar otra mirada a tu árbol favorito y pensar en ti una vez más bajo su sombra; pero no he querido <strong>de</strong>spertar la curiosidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>sconocidos. Sin embargo, el pabellón <strong>de</strong> pesca en el bosque seguía<br />

abierto para mí y allí he ido y he pasado una hora, <strong>de</strong>spués no he podido ni siquiera echar la mirada atrás sin emoción. ¡Oh Emily! ¡Es seguro que no estaremos siempre separados, seguro que viviremos uno<br />

para el otro!»<br />

La carta provocó muchas lágrimas a Emily; lágrimas <strong>de</strong> ternura y <strong>de</strong> satisfacción al saber que Valancourt estaba bien, y <strong>de</strong> que el tiempo y la ausencia no habían borrado su imagen <strong>de</strong> su corazón. Había<br />

pasajes que la afectaron <strong>de</strong> modo especial, como aquel<strong>los</strong> en <strong>los</strong> que <strong>de</strong>scribía sus visitas a La Vallée y <strong>los</strong> sentimientos <strong>de</strong> <strong>de</strong>licado afecto que aquellas escenas le <strong>de</strong>spertaban. Pasó largo tiempo antes <strong>de</strong> que

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