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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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—Sería una intención cruel el que me mantuviera en silencio. He <strong>de</strong> informaros que las extravagancias <strong>de</strong>l chevalier le han llevado en dos ocasiones a las prisiones <strong>de</strong> París, <strong>de</strong> las que fue sacado, como fui<br />

informado por una autoridad <strong>de</strong> la que no puedo dudar, por una con<strong>de</strong>sa parisina muy conocida, con la que seguía viviendo cuando salió <strong>de</strong> París.<br />

Se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong> nuevo, y al mirar a Emily advirtió que había cambiado su rostro y que se caía <strong>de</strong>l asiento. Consiguió cogerla, pero se había <strong>de</strong>smayado y gritó pidiendo ayuda. Sin embargo, estaban <strong>de</strong>masiado<br />

lejos para que pudieran oírle sus criados en el castillo y temía <strong>de</strong>jarla mientras acudía allí para pedir ayuda, aunque no veía otro modo <strong>de</strong> obtenerla, hasta que una fuente que estaba a poca distancia le sugirió la<br />

i<strong>de</strong>a. Trató <strong>de</strong> apoyar a Emily contra el árbol, bajo el que habían estado sentados, mientras iba allí por agua. Se quedó <strong>de</strong> nuevo perplejo porque no tenía nada a mano con lo que traerla. Mientras la<br />

contemplaba con inquietud creciente, le pareció percibir en su rostro síntomas <strong>de</strong> recuperación.<br />

Tardó mucho en reanimarse, y cuando lo hizo se encontró apoyada, no por el con<strong>de</strong>, sino por Valancourt, que la observaba con temor y que le habló en un tono lleno <strong>de</strong> ansiedad. Al oír su voz tan familiar,<br />

abrió <strong>los</strong> ojos, pero al miento <strong>los</strong> cerró <strong>de</strong> nuevo perdiendo una vez más el conocimiento.<br />

El con<strong>de</strong>, con una mirada <strong>de</strong> reproche, le hizo una señal para que se retirara. Pero Valancourt sólo suspiró profundamente, llamándola por su nombre, según le acercaba a <strong>los</strong> labios el agua que había traído.<br />

Al repetir el con<strong>de</strong> su indicación, acompañándola <strong>de</strong> algunas palabras, Valancourt le contestó con una mirada <strong>de</strong> profundo resentimiento y se negó a abandonar el lugar hasta que se recobrara o a <strong>de</strong>jarla un<br />

momento al cuidado <strong>de</strong> cualquier otra persona. Un instante <strong>de</strong>spués su conciencia pareció informarle <strong>de</strong> lo que habían tratado el con<strong>de</strong> y Emily en su conversación y la indignación brilló en sus ojos; pero fue<br />

rápidamente reprimida y cambiada por una expresión <strong>de</strong> grave angustia, que indujo al con<strong>de</strong> a mirarle con más piedad que resentimiento, lo que fue advertido por Emily al revivir <strong>de</strong> nuevo, y la hizo ce<strong>de</strong>r a la<br />

<strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> las lágrimas. No tardó en contenerlas, llevando a efecto su <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> recobrarse. Se levantó, dio las gracias al con<strong>de</strong> y a Henri, con el que Valancourt había entrado en el jardín para aten<strong>de</strong>rla, y<br />

se dirigió al castillo sin prestar atención a Valancourt, que, conmovido por su actitud, exclamó en voz baja:<br />

—¡Dios mío! ¿Cómo me he merecido esto ¿Qué te han dicho para ocasionar este cambio<br />

Emily, sin contestar, pero con creciente emoción, aceleró su paso.<br />

—¿Qué es lo que te ha causado todo esto, Emily —dijo, caminando lentamente a su lado—. ¡Dame unos minutos para que hablemos! ¡Te lo ruego! ¡Soy muy <strong>de</strong>sgraciado!<br />

Aunque lo dijo en voz muy baja, fue oído por el con<strong>de</strong>, que replicó inmediatamente que ma<strong>de</strong>moiselle St. Aubert estaba <strong>de</strong>masiado indispuesta para mantener conversación alguna, pero que se aventuraba a<br />

prometer que vería a monsieur Valancourt al día siguiente, si se encontraba mejor.<br />

El rostro <strong>de</strong> Valancourt enrojeció. Miró altivamente al con<strong>de</strong> y luego a Emily con expresiones sucesivas <strong>de</strong> sorpresa, <strong>de</strong>sesperación y súplica, que ella no pudo malinterpretar o resistir, y dijo lánguidamente:<br />

—Estaré mejor mañana, y si <strong>de</strong>seas aceptar el permiso <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>, te veré entonces.<br />

—¡Verme! —exclamó Valancourt, con una mirada mezcla <strong>de</strong> orgullo y resentimiento para el con<strong>de</strong>, y <strong>de</strong>spués, conteniéndose, añadió—: Vendré, madame; aceptaré el permiso <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>.<br />

Cuando llegaron a la puerta <strong>de</strong>l castillo, dudó un momento, porque su resentimiento se había borrado, y con una mirada tan expresiva <strong>de</strong> su ternura y dolor que el corazón <strong>de</strong> Emily casi no pudo soportar, le<br />

<strong>de</strong>seó buen día con la mano, e inclinándose ligeramente ante el con<strong>de</strong>, <strong>de</strong>sapareció.<br />

Emily se retiró a sus habitaciones con una opresión en el corazón como nunca había sentido. Trató <strong>de</strong> reconsi<strong>de</strong>rar todo lo que había dicho el con<strong>de</strong>, examinar la probabilidad <strong>de</strong> las circunstancias en las que<br />

creía y consi<strong>de</strong>rar su futura conducta con Valancourt. Pero cuando intentó pensar, su mente rehusó cualquier control y sólo pudo sentir que era muy <strong>de</strong>sgraciada. Por momentos se <strong>de</strong>jaba llevar por el<br />

convencimiento <strong>de</strong> que Valancourt ya no era el mismo a quien ella había amado tan tiernamente, la imagen que le había hecho hasta entonces soportar todas sus aflicciones y le había animado con la esperanza<br />

<strong>de</strong> días más felices, para pasar <strong>de</strong>spués a consi<strong>de</strong>rar que se trataba <strong>de</strong> una persona sin valor, <strong>de</strong> la que <strong>de</strong>bía alejarse aunque no pudiera olvidarla. Después, incapaz <strong>de</strong> soportar esta terrible sospecha, la<br />

rechazó <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñando creerle capaz <strong>de</strong> la conducta que había <strong>de</strong>scrito el con<strong>de</strong>, a quien creía que le había informado algún enemigo resentido y hubo momentos en <strong>los</strong> que incluso llegó a dudar <strong>de</strong> la integridad <strong>de</strong>l<br />

con<strong>de</strong> y a sospechar que estaba influido por algún motivo egoísta para romper su relación con Valancourt, pero esto último era confusión <strong>de</strong> un instante. El comportamiento <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>, <strong>de</strong>l que tenía noticias por<br />

Du Pont y muchas otras personas, y ella personalmente había observado, le permitían juzgarle y <strong>de</strong>struir la sospecha. No parecía posible caer en la tentación <strong>de</strong> creerle capaz <strong>de</strong> una conducta tan. traidora y<br />

cruel. Tampoco la reflexión impidió la esperanza <strong>de</strong> que Valancourt hubiera sido mal interpretado por el con<strong>de</strong>, aunque había dicho que hablaba como consecuencia <strong>de</strong> sus propias observaciones y por las<br />

experiencias <strong>de</strong> su hijo. En consecuencia, <strong>de</strong>bía apartarse <strong>de</strong> Valancourt para siempre, ya que su felicidad y tranquilidad no se podían confiar en un hombre cuyos gustos habían <strong>de</strong>generado en tan bajas<br />

inclinaciones y para quien el vicio se había convertido en habitual, alguien a quien no podría seguir estimando, pese a que el recuerdo <strong>de</strong> lo que había sido y la costumbre <strong>de</strong> amarle harían muy difícil olvidarle.<br />

«¡Oh, Valancourt! —exclamó para sí—, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber estado separados tanto tiempo, ¿nos encontramos sólo para ser <strong>de</strong>sgraciados, sólo para separamos para siempre»<br />

En medio <strong>de</strong>l tumulto que asaltaba su mente, recordaba pertinazmente el candor y la sencillez <strong>de</strong> su conducta la noche anterior, y si se hubiera atrevido a confiar en su propio corazón, se habría inclinado por<br />

la esperanza. Con todo, no podía apartarle <strong>de</strong> ella para siempre, sin obtener nuevas pruebas <strong>de</strong> su conducta reprochable; sin embargo, no vio qué probabilida<strong>de</strong>s tenía para lograrlo y si pruebas más positivas<br />

eran posibles. Algo tenía que <strong>de</strong>cidir sobre ello, y casi se inclinó por <strong>de</strong>jar guiar su opinión por la reacción <strong>de</strong> Valancourt ante sus insinuaciones relativas a su comportamiento.<br />

Así pasó las horas hasta la cena, cuando Emily, luchando contra la presión <strong>de</strong> su dolor, secó sus lágrimas y se reunió con la familia en la mesa, don<strong>de</strong> el con<strong>de</strong> mantuvo hacia ella su más <strong>de</strong>licada atención.<br />

La con<strong>de</strong>sa y ma<strong>de</strong>moiselle Beam, tras contemplar con sorpresa durante un momento su rostro alterado, comenzaron como <strong>de</strong> costumbre con sus bromas, mientras Blanche la llenaba <strong>de</strong> preguntas con su<br />

mirada, que sólo pudo contestar con una triste sonrisa.<br />

Emily se retiró tras la cena lo más pronto que pudo y fue seguida por Blanche, a cuyas ansiosas preguntas no pudo correspon<strong>de</strong>r, aunque trataba <strong>de</strong> compartir con ella la causa <strong>de</strong> su <strong>de</strong>sesperación.<br />

Hablar <strong>de</strong>l tema era <strong>de</strong>masiado doloroso para ella, por lo que Blanche, tras intentar comentarlo sin éxito, la <strong>de</strong>jó abandonada a una pena que comprendía que no podía enjugar.<br />

Emily <strong>de</strong>cidió secretamente marcharse al convento en uno o dos días, porque la compañía, especialmente la <strong>de</strong> la con<strong>de</strong>sa y ma<strong>de</strong>moiselle Beam, le resultaba intolerable en su presente estado <strong>de</strong> ánimo. En<br />

el retiro <strong>de</strong>l convento y con la amabilidad <strong>de</strong> la aba<strong>de</strong>sa, esperaba recobrar el dominio <strong>de</strong> su mente y adquirir la resignación que <strong>los</strong> acontecimientos que se aproximaban hacían claramente necesaria.<br />

Haber perdido a Valancourt porque hubiera muerto o haberle visto casado con una rival, le habrían proporcionado, pensaba, menos angustia que la convicción <strong>de</strong> su culpa, que le llevaría a la <strong>de</strong>sgracia y<br />

que le robaba incluso la imagen que tanto la había animado en su corazón. Estas dolorosas reflexiones fueron interrumpidas por una nota enviada por Valancourt, escrita con clara distracción <strong>de</strong> su mente,<br />

solicitando que le permitiera verla aquella misma tar<strong>de</strong> en lugar <strong>de</strong> a la mañana siguiente; una solicitud que le causó tanta agitación que no pudo contestar. Deseaba verle y concluir su estado <strong>de</strong> inquietud, pero<br />

temía la entrevista, e, incapaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidir por sí misma, solicitó ver un momento al con<strong>de</strong> en su biblioteca, don<strong>de</strong> le entregó la nota y solicitó su consejo. Después <strong>de</strong> leerla, dijo que, si creía que se encontraba lo<br />

suficientemente bien para po<strong>de</strong>rla celebrar, su opinión era que, para tranquilidad <strong>de</strong> ambas partes, <strong>de</strong>bería celebrarla aquella misma tar<strong>de</strong>.<br />

—Su afecto por vos es sin duda muy sincero —añadió el con<strong>de</strong>—, y da la impresión <strong>de</strong> estar <strong>de</strong>sesperado, y vos, mi amable amiga, os encontráis tan mal que cuanto antes resolváis el asunto, mejor será.<br />

En consecuencia, Emily contestó a Valancourt que le vería, y luchó por lograr la fortaleza y la compostura necesarias para soportar la escena que se aproximaba, ¡una escena tan profundamente distinta <strong>de</strong><br />

cualquiera <strong>de</strong> las que había tenido que mantener!

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