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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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sobre enramadas y fuentes, valles y colinas;<br />

a menudo cortejo a las florecillas ruborosas,<br />

que suspen<strong>de</strong>n sus copas sobre el recodo <strong>de</strong>l arroyo.<br />

Cuando Blanche regresó al castillo, en lugar <strong>de</strong> acudir a las habitaciones <strong>de</strong> la con<strong>de</strong>sa, se entretuvo vagando por las partes <strong>de</strong>l edificio que aún no había examinado. La más antigua atrajo primero su<br />

curiosidad, porque, aunque lo que había visto en la mo<strong>de</strong>rna era alegte y elegante, en la otra había algo más interesante para su imaginación. Tras cruzar la gran escalera y a través <strong>de</strong> la galería <strong>de</strong> roble, entró en<br />

una larga sucesión <strong>de</strong> habitaciones cuyos muros estaban cubiertos con tapices o revestidos <strong>de</strong> cedro, y cuyo mobiliario parecía tan antiguo como las mismas cámaras. Las espaciosas chimeneas no mostraban<br />

resto alguno <strong>de</strong> entretenimientos sociales y presentaban una imagen <strong>de</strong> fría <strong>de</strong>solación, y todo el conjunto tenía tal aire <strong>de</strong> abandono que parecía que las personas venerables, cuyos retratos estaban colgados en<br />

<strong>los</strong> muros, habían sido sus últimos habitantes.<br />

Al <strong>de</strong>jar estas habitaciones se encontró en otra galería, a cuyo término había una escalera y en el otro extremo una puerta, que parecía comunicar con la parte norte <strong>de</strong>l castillo, pero, al encontrarla cerrada,<br />

<strong>de</strong>scendió por la escalera y, tras abrir una pequeña puerta en el muro, unos escalones más abajo se encontró en una pequeña habitación cuadrada que formaba parte <strong>de</strong> la torre oeste <strong>de</strong>l castillo. Sus tres<br />

ventanas ofrecían un espectáculo hermoso y distinto. La <strong>de</strong>l norte daba al Languedoc; otra al oeste, con las colinas ascendiendo hacia <strong>los</strong> Pirineos, cuyas temibles cumbres coronaban el paisaje; y la tercera,<br />

frente al sur, daba al Mediterráneo y a una parte <strong>de</strong> las costas salvajes <strong>de</strong>l Rosellón.<br />

Dejó el torreón y <strong>de</strong>scendió por una escalera estrecha hasta encontrarse en un pasadizo oscuro, por el que vagó, incapaz <strong>de</strong> encontrar su camino, hasta que la impaciencia cedió al temor y llamó pidiendo<br />

ayuda. Al momento oyó pasos que se aproximaban y vio una luz que brillaba al otro lado <strong>de</strong> la puerta en uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> extremos <strong>de</strong>l pasadizo, puerta que fue abierta con precaución por alguna persona que no se<br />

atrevió a avanzar y a la que Blanche observó en silencio hasta que la puerta fue cerrada. Gritó <strong>de</strong> nuevo y corrió por el pasadizo, <strong>de</strong>scubriendo a la vieja ama <strong>de</strong> llaves.<br />

—Querida ma<strong>de</strong>moiselle, ¿sois vos —dijo Dorothée—, ¿cómo habéis llegado hasta ahí<br />

Si Blanche hubiera estado menos preocupada por sus propios temores, es probable que hubiera observado la fuerte expresión <strong>de</strong> terror y <strong>de</strong> sorpresa que mostraba el rostro <strong>de</strong> Dorothée, que la condujo a<br />

través <strong>de</strong> una serie <strong>de</strong> pasil<strong>los</strong> y habitaciones que parecían no haber sido habitados durante un siglo, hasta que llegaron al que le pareció apropiado al ama <strong>de</strong> llaves, don<strong>de</strong> Dorothée le rogó que se sentara y<br />

comiera algo. Blanche aceptó <strong>los</strong> dulces que le ofrecía, mencionó su <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong> la grata torre y su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> utilizarla para sí. Fuera porque el gusto <strong>de</strong> Dorothée no era tan sensible a las bellezas <strong>de</strong>l<br />

paisaje como el <strong>de</strong> su joven ama o porque la constante contemplación <strong>de</strong>l hermoso escenario la había saturado, evitó compartir el entusiasmo <strong>de</strong> Blanche, que, sin embargo, su silencio no rechazó. A la pregunta<br />

<strong>de</strong> Blanche <strong>de</strong> adón<strong>de</strong> conducía la puerta que había encontrado cerrada al final <strong>de</strong> la galería, contestó que a una serie <strong>de</strong> habitaciones en las que hacía muchos años que no entraba nadie: «Porque —añadió—<br />

mi difunta señora murió en una <strong>de</strong> ellas y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces no he tenido fuerza <strong>de</strong> corazón para volver.<br />

Blanche, aunque <strong>de</strong>seó ver aquellas cámaras, evitó, al observar que <strong>los</strong> ojos <strong>de</strong> Dorothée se llenaban <strong>de</strong> lágrimas, pedirle que le abriera la puerta, y poco <strong>de</strong>spués se marchó para vestirse para la comida que<br />

prece<strong>de</strong>ría a la excursión <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Todos se reunieron con buen ánimo y mejor humor, excepto la con<strong>de</strong>sa, cuya mente vacía, abrumada por la langui<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l ambiente, no era capaz <strong>de</strong> ser feliz o <strong>de</strong> contribuir<br />

a la felicidad <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>más. Ma<strong>de</strong>moiselle Bearn, intentando mostrarse animada, dirigió sus bromas contra Henri, quien contestó, porque no pudo ignorarlas y no porque tuviera inclinación alguna a prestarle<br />

atención, bromas cuya ligereza le divertía a veces pero cuya intención e insensibilidad le disgustaban con frecuencia.<br />

El ánimo con el que Blanche se reunió con <strong>los</strong> <strong>de</strong>más <strong>de</strong>sapareció cuando alcanzó la orilla <strong>de</strong>l mar. Contempló con temor la inmensidad <strong>de</strong> las aguas, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos había mirado únicamente con<br />

satisfacción y asombro, y tuvo que hacer un gran esfuerzo para sobreponerse a sus temores antes <strong>de</strong> seguir a su padre y subir al barco.<br />

Según recorría con la vista el vasto horizonte, una emoción <strong>de</strong>l rapto más sublime la hizo vencer el sentimiento <strong>de</strong> peligro personal. Cruzaba las aguas una ligera brisa que movía el entoldado <strong>de</strong> seda <strong>de</strong>l<br />

barco y agitaba las hojas <strong>de</strong> <strong>los</strong> bosques que coronaban <strong>los</strong> acantilados, que el con<strong>de</strong> contempló con el orgullo <strong>de</strong> la propiedad consciente y con la satisfacción <strong>de</strong>l buen gusto.<br />

En medio <strong>de</strong> <strong>los</strong> bosques, a cierta distancia, había un pabellón que en otro tiempo había sido escenario <strong>de</strong> fiestas sociales y cuya situación seguía manteniendo su belleza romántica. El con<strong>de</strong> había or<strong>de</strong>nado<br />

que llevaran a aquel lugar café [34] y otros refrescos, y allí se dirigieron <strong>los</strong> marineros, siguiendo las revueltas <strong>de</strong> la costa y <strong>los</strong> promontorios cubiertos <strong>de</strong> árboles, y movieron en círculo el barco por la bahía,<br />

mientras las profundas notas <strong>de</strong> <strong>los</strong> cornos y otros instrumentos <strong>de</strong> viento, tocados por <strong>los</strong> músicos en un barco apartado, eran repetidas en eco por las rocas y morían entre las olas. Blanche consiguió dominar<br />

todos sus miedos; una sensación <strong>de</strong> tranquilidad invadió su mente y la mantuvo silenciosa. Era <strong>de</strong>masiado feliz para recordar el convento o sus pesares pasados como puntos <strong>de</strong> comparación con su presente<br />

felicidad.<br />

La con<strong>de</strong>sa se sintió menos infeliz <strong>de</strong> lo que había estado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento en que salieron <strong>de</strong> París, porque su mente estaba bajo alguna influencia <strong>de</strong> contención, ya que no quería <strong>de</strong>jarse llevar por sus<br />

humores e incluso <strong>de</strong>seaba recobrar la buena opinión <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>. Éste contemplaba todo lo que le ro<strong>de</strong>aba, y miraba con satisfacción a su familia, mientras que su hijo mostraba el espíritu alegre <strong>de</strong> la juventud,<br />

que anticipaba nuevas diversiones y olvidaba las que quedaban ya en el pasado.<br />

Pero las <strong>de</strong>jo para que sean tu guía,<br />

y te muestro, don<strong>de</strong> crece el jazmín,<br />

su hoja nívea, don<strong>de</strong> se escon<strong>de</strong> la flor <strong>de</strong> mayo,<br />

y <strong>los</strong> capul<strong>los</strong> <strong>de</strong> la rosa alzan sus copas curiosas.<br />

Escala conmigo la cumbre <strong>de</strong> la montaña,<br />

y prueba el dulce florecer <strong>de</strong>l tomillo silvestre,<br />

cuya fragancia, flotando en el ventarrón,<br />

me lleva a veces a la oscuridad <strong>de</strong>l cedro.<br />

¡Sin embargo, la brisa no me trae sonido alguno!<br />

¿Qué umbría se atreve así a intentar <strong>de</strong>tenerte<br />

En otro tiempo, sólo a mí <strong>de</strong>seabas complacer,<br />

y sólo conmigo te habrías extraviado.<br />

Pero, mientras lamento tu largo retraso,<br />

y regaño a las dulces enramadas por su engaño,<br />

tú pudieras ser sincera, y ellas <strong>de</strong>sdichadas,<br />

y preferencias <strong>de</strong> hada cortejar tu sonrisa.<br />

La minúscula reina <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> las hadas,<br />

que conoce tu rapi<strong>de</strong>z, te ha enviado lejos,<br />

para traer, antes <strong>de</strong> poner la guardia nocturna,<br />

ricas esencias para su carroza umbrosa;<br />

acaso para llenar sus copas <strong>de</strong> bellota<br />

con néctar <strong>de</strong> la rosa <strong>de</strong> la India,<br />

o reunir, cerca <strong>de</strong> algún arroyo encantado,<br />

rocíos <strong>de</strong> mayo, que arrullen hasta el sueño las promesas <strong>de</strong> Amor;<br />

o, sobre las montañas, hacerte volar<br />

para <strong>de</strong>cirle a su amor que se apresure,<br />

cuando la tar<strong>de</strong> se extien<strong>de</strong> bajo el cielo,<br />

para bailar por el prado <strong>de</strong>l crepúsculo.<br />

Pero ya te veo mecerte en el aire,<br />

alegre como las flores más brillantes <strong>de</strong> la primavera,<br />

conozco tu manto azul y azabache<br />

y muy bien tus alas <strong>de</strong> oro y púrpura.<br />

Traída por el viento, vienes a mí,<br />

¡Oh! ¡Bienvenida, bienvenida a mi hogar!<br />

¡En el interior <strong>de</strong>l lirio viviremos en júbilo,<br />

juntos, sobre las montañ as, vagaremos!

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