radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo
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C a p í t u l o I V<br />
E<br />
Y la pobre Desgracia siente el azote <strong>de</strong>l Vicio.<br />
mily aprovechó la primera oportunidad para conversar a solas con monsieur Quesnel en relación con La Vallée. Las respuestas fueron concisas, y expuestas con el aire <strong>de</strong> un hombre que es consciente <strong>de</strong><br />
poseer un po<strong>de</strong>r absoluto y que se impacienta al oír que es puesto en duda. Declaró que el disponer <strong>de</strong>l lugar era una medida necesaria, y que se <strong>de</strong>bía consi<strong>de</strong>rar en <strong>de</strong>uda con él por su pru<strong>de</strong>ncia incluso por<br />
<strong>los</strong> pequeños ingresos que le habían quedado.<br />
—Sin embargo, cuando este con<strong>de</strong> veneciano (he olvidado su nombre) se case contigo, tu <strong>de</strong>sagradable estado <strong>de</strong> <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia cesará. Como pariente tuyo me alegra esta circunstancia, tan afortunada para<br />
ti, y, <strong>de</strong>bo añadir, tan inesperada para tus amigos.<br />
Durante unos momentos Emily se quedó fría y silenciosa ante sus palabras; y, cuando trató <strong>de</strong> <strong>de</strong>sengañarle, aclarándole <strong>los</strong> propósitos <strong>de</strong> la nota que había incluido en la carta <strong>de</strong> Montoni, pareció que tenía<br />
razones privadas para no creer en su afirmación y durante consi<strong>de</strong>rable tiempo insistió en acusarla por su conducta caprichosa. Sin embargo, convencido al fin <strong>de</strong> que ella <strong>de</strong>testaba realmente a Morano y <strong>de</strong> que<br />
había rechazado <strong>de</strong>cididamente su propuesta, su resentimiento fue <strong>de</strong>smesurado y se expresó en términos igualmente acusadores e inhumanos, porque, secretamente envanecido ante la posibilidad <strong>de</strong> su<br />
conexión con un noble, cuyo título había simulado olvidar, era incapaz <strong>de</strong> sentir piedad por cualquier sufrimiento que pudiera pa<strong>de</strong>cer su sobrina que se interpusiera en el camino <strong>de</strong> su ambición.<br />
Emily vio <strong>de</strong> golpe en su actitud todas las dificulta<strong>de</strong>s que la esperaban, y aunque no hubiera po<strong>de</strong>r que la hiciera renunciar a Valancourt por Morano, su fortaleza temblaba al enfrentarse a las violentas<br />
pasiones <strong>de</strong> su tío.<br />
Se opuso a su turbulencia y a su indignación únicamente con la suave dignidad <strong>de</strong> una mente superior; pero su firmeza amable sirvió para exasperar aún más su resentimiento, ya que le obligaba a sentir su<br />
propia inferioridad, y, cuando se separó <strong>de</strong> ella, <strong>de</strong>claró que si persistía en su locura, tanto él como Montoni la abandonarían al <strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong>l mundo.<br />
La calma que había asumido en su presencia abandonó a Ernily cuando se vio sola y lloró amargamente, invocando frecuentemente el nombre <strong>de</strong> su padre fallecido, cuyo consejo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su lecho <strong>de</strong> muerte<br />
recordó entonces. «¡Ahora me doy cuenta! —se dijo—, me doy cuenta que tiene más valor el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la fortaleza que la gracia <strong>de</strong> la sensibilidad y que me esforzaré en cumplir la promesa que hice entonces;<br />
no caeré en lamentaciones inútiles, sino que trataré <strong>de</strong> superar, con firmeza, las opresiones que no puedo eludir».<br />
Consolada en parte por la conciencia <strong>de</strong> cumplir la última petición <strong>de</strong> St. Aubert y <strong>de</strong>cidida a seguir la conducta que él hubiera aprobado, se sobrepuso a las lágrimas, y, cuando se reunieron para cenar,<br />
había recobrado la habitual serenidad <strong>de</strong> su rostro.<br />
En el frescor <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, las damas tomaron el/resco por las orillas <strong>de</strong>l Brenta en el carruaje <strong>de</strong> madame Quesnel. El estado <strong>de</strong> ánimo <strong>de</strong> Emily contrastaba melancólicamente con <strong>los</strong> alegres grupos reunidos<br />
bajo las sombras que ro<strong>de</strong>aban la corriente. Unos bailaban bajo <strong>los</strong> árboles, y otros, reclinados en la hierba, tomaban helados y café y disfrutaban calmosamente <strong>de</strong> <strong>los</strong> efectos <strong>de</strong> una noche hermosa en un<br />
paisaje exuberante. Emily, cuando miró las cumbres nevadas <strong>de</strong> <strong>los</strong> Apeninos, ascendiendo en la distancia, pensó en el castillo <strong>de</strong> Montoni y sintió el terror <strong>de</strong> que pudiera ser confinada allí con el propósito <strong>de</strong><br />
forzar su obediencia; pero su temor <strong>de</strong>sapareció al consi<strong>de</strong>rar que estaba tan en su po<strong>de</strong>r en Venecia como en cualquier otra parte.<br />
Ya había salido la luna cuando el grupo regresó a la villa, en la que la cena había sido dispuesta en el ventilado vestíbulo que tanto había llamado la atención <strong>de</strong> Emily la noche anterior. Las damas se sentaron<br />
en el pórtico, hasta que monsieur Quesnel, Montoni y otros caballeros se unieran a ellas a la mesa, y Emily <strong>de</strong>cidió <strong>de</strong>jarse llevar por la tranquilidad <strong>de</strong> la hora. En ese momento, una barcaza se <strong>de</strong>tuvo en <strong>los</strong><br />
escalones que conducían al jardín y poco <strong>de</strong>spués distinguió las voces <strong>de</strong> Montoni y Quesnel, y <strong>de</strong>spués la <strong>de</strong> Morano, que apareció <strong>de</strong> inmediato. Recibió sus galanterías en silencio y su frialdad le <strong>de</strong>scompuso<br />
<strong>de</strong> momento, pero no tardó en recobrar sus habituales maneras alegres, aunque la oficiosa amabilidad <strong>de</strong> monsieur y madame Quesnel, según percibió Emily, le disgustara. Nunca había visto tal grado <strong>de</strong><br />
atención por parte <strong>de</strong> monsieur Quesnel y casi no podía creerlo, porque nunca le había visto más que en presencia <strong>de</strong> inferiores a él o iguales.<br />
Cuando se retiró a su habitación pensó, casi involuntariamente, en el medio más efectivo con el con<strong>de</strong> para que retirara su solicitud, y ante su concepción liberal ninguno parecía más probable que el hacerle<br />
saber <strong>de</strong> un compromiso anterior y ampararse en su generosidad. Cuando al día siguiente renovó sus atenciones, renunció a llevar a<strong>de</strong>lante el plan que había calculado. Había algo que repugnaba a su justo<br />
orgullo al abrir el secreto <strong>de</strong> su corazón a un hombre como Morano y en solicitar su compasión, <strong>de</strong> modo que rechazó impacientemente su <strong>de</strong>cisión y se asombró <strong>de</strong> haberse <strong>de</strong>tenido en ella algún momento.<br />
Repitió el rechazo a su solicitud con <strong>los</strong> términos más <strong>de</strong>cisivos que pudo encontrar, mellándo<strong>los</strong> con una censura severa por su conducta; pero, aunque el con<strong>de</strong> parecía mortificado por ello, perseveró en su<br />
más ardiente profesión <strong>de</strong> admiración, hasta que fue interrumpido y Emily liberada por la presencia <strong>de</strong> madame Quesnel.<br />
Durante su estancia en la grata villa, Emily se vio así <strong>de</strong>sgraciada por la asiduidad <strong>de</strong> Morano, junto con la cruel autoridad <strong>de</strong> monsieur Quesnel y Montoni, quien, con su tía, parecían ahora más<br />
<strong>de</strong>cididamente <strong>de</strong>terminados a este matrimonio <strong>de</strong> lo que habían estado en Venecia. Monsieur Quesnel, comprobando que tanto <strong>los</strong> argumentos como las amenazas no surtían efecto en forzarla a una <strong>de</strong>cisión<br />
inmediata, renunció a su empeño y confió en el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Montoni y en el curso <strong>de</strong> <strong>los</strong> acontecimientos en Venecia. Emily esperaba el regreso a Venecia, porque allí se vería libre en alguna medida <strong>de</strong> la<br />
persecución <strong>de</strong> Morano, que ya no habitaría en la misma casa y <strong>de</strong> la <strong>de</strong><br />
Montoni, cuyos compromisos no le permitirían estar continuamente con ella. Pero entre las presiones <strong>de</strong> sus propias <strong>de</strong>sgracias, no podía olvidar las <strong>de</strong> la pobre Theresa, para la que pidió ayuda a Quesnel,<br />
quien prometió, en términos vagos, que no sería olvidada.<br />
Montoni, en una larga conversación con monsieur Quesnel, arregló el plan que seguiría en relación con Emily, y monsieur Quesnel propuso que iría a Venecia tan pronto como fuera informado <strong>de</strong> que el<br />
compromiso quedaba concluido.<br />
Era nuevo para Emily separarse <strong>de</strong> una persona con la que estaba conectada sin un sentimiento <strong>de</strong> dolor; sin embargo, el momento en que se alejó <strong>de</strong> monsieur y madame Quesnel fue, tal vez, la única<br />
satisfacción que había conocido en su presencia.<br />
Morano volvió en la barcaza <strong>de</strong> Montoni, y Emily, según contemplaba la aproximación gradual a la ciudad mágica, tuvo a su lado a la única persona que podía ocasionar que lo viera con menos agrado.<br />
Llegaron alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> medianoche y Emily fue liberada <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>, que, con Montoni, se marchó al casino y se le indicó que se retirara a su habitación.<br />
A la mañana siguiente, Montoni, en una breve conversación que tuvo con Emily, le informó <strong>de</strong> que no habría más confusiones y que teniendo en cuenta que su matrimonio con el con<strong>de</strong> presentaba tantas<br />
ventajas para ella, sólo una locura podría oponerse a ello y que en consecuencia <strong>de</strong>bería celebrarse sin más <strong>de</strong>mora, y si era necesario sin su consentimiento.<br />
Emily, que hasta entonces había tratado <strong>de</strong> protestar, recurrió a las súplicas, ya que su <strong>de</strong>sesperación impidió que viera que con un hombre <strong>de</strong> la disposición <strong>de</strong> Montoni las súplicas serían igualmente inútiles.<br />
Después <strong>de</strong> ello le preguntó con qué <strong>de</strong>recho ejercía una autoridad ilimitada sobre ella. Una pregunta que con un juicio más calmado no habría formulado, puesto que no habría <strong>de</strong> servirle <strong>de</strong> nada y daría a<br />
Montoni otra oportunidad <strong>de</strong> triunfar sobre su condición in<strong>de</strong>fensa.<br />
—¿Con qué <strong>de</strong>recho —gritó Montoni, con una sonrisa maliciosa—: con el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> mi voluntad. Si pue<strong>de</strong>s eludirlo, no preguntaré con qué <strong>de</strong>recho lo haces. Ahora te recuerdo, por última vez, que eres<br />
una <strong>de</strong>sconocida en un país extranjero y que te conviene que sea amigo tuyo. Sabrás lo que significa el que me obligues a ser tu enemigo. Me aventuro a indicarte que el castigo exce<strong>de</strong>ría con mucho tus<br />
expectativas. Debes saber que no se pue<strong>de</strong> jugar conmigo.<br />
Durante algún tiempo, tras la marcha <strong>de</strong> Montoni, Emily continuó en estado <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación o, mejor, <strong>de</strong> estupefacción, con una conciencia plena <strong>de</strong> su <strong>de</strong>sgracia en el pensamiento. Así la encontró<br />
madame Montoni, y al oír su voz, Emily levantó la mirada. Su tía, en parte ablandada por la expresión <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación <strong>de</strong> su rostro, le habló en un tono más amable <strong>de</strong>l que lo había hecho nunca. Emily se sintió<br />
conmovida, se le escaparon las lágrimas y lloró durante un buen rato, recobrándose finalmente lo suficiente para po<strong>de</strong>r hablar <strong>de</strong> la causa <strong>de</strong> su <strong>de</strong>sesperación y tratar <strong>de</strong> interesar a madame Montoni a su favor.<br />
Pero, aunque la compasión <strong>de</strong> su tía había sido <strong>de</strong>spertada, su ambición no era fácil <strong>de</strong> superar y su objetivo en aquel<strong>los</strong> momentos era ser tía <strong>de</strong> una con<strong>de</strong>sa. En consecuencia, <strong>los</strong> esfuerzos <strong>de</strong> Emily tuvieron<br />
tan poco éxito como lo habían tenido con Montoni y se retiró a su habitación para pensar y llorar a solas. ¡Cuántas veces recordaba la escena <strong>de</strong> su separación <strong>de</strong> Valancourt y el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> que el italiano<br />
hubiera mencionado el carácter <strong>de</strong> Montoni con menos comedimiento! Cuando se recobró <strong>de</strong> la primera impresión <strong>de</strong> su comportamiento, consi<strong>de</strong>ró que sería imposible para él alcanzar la alianza con Morano si<br />
ella persistía en rehusar tomar parte en la ceremonia <strong>de</strong>l matrimonio y mantenerse en su <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> esperar la amenazadora venganza <strong>de</strong> Montoni antes <strong>de</strong> entregarse para toda la vida a un hombre que<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñaba por su comportamiento, aunque no hubiera estado enamorada <strong>de</strong> Valancourt. Con todo, tembló ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la venganza y se <strong>de</strong>cidió a tener valor.<br />
THOMSON