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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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A poca distancia <strong>de</strong>scubrieron un paso primitivo y peligroso, formado por un pino enorme, que lanzado por encima <strong>de</strong>l abismo, unía <strong>los</strong> precipicios opuestos y que probablemente había sido colocado por<br />

algún cazador para facilitar su persecución <strong>de</strong> <strong>los</strong> lobos. Todos, excepto <strong>los</strong> guías, temblaron ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cruzar aquel puente alpino, cuyos lados no tenían <strong>de</strong>fensa alguna y <strong>de</strong>l que caer suponía la muerte. Sin<br />

embargo, <strong>los</strong> guías se prepararon para hacer pasar a las mulas, mientras Blanche permanecía temblorosa a un lado y escuchaba el rugir <strong>de</strong> las aguas, que se veían <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las rocas más altas, cubiertas<br />

con pinos, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí precipitarse a las profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l abismo, cubierto <strong>de</strong> espuma blanca que brillaba levemente a la luz <strong>de</strong> la luna. Los pobres animales cruzaron el peligroso puente con precaución<br />

instintiva, pero ni asustados por el ruido <strong>de</strong> la catarata o engañados por la oscuridad que el enorme follaje producía en su camino. En ese momento la única antorcha que hasta entonces les había prestado muy<br />

poco servicio, se convirtió en un tesoro inestimable; y Blanche, aterrorizada, temblorosa, pero tratando <strong>de</strong> recuperar toda su firmeza y presencia <strong>de</strong> ánimo, precedida por su enamorado y sostenida por su padre,<br />

siguió el brillo rojo <strong>de</strong> la antorcha, sin peligro, al otro lado <strong>de</strong> la sima.<br />

Según avanzaban, las alturas se aproximaron y formaron un camino estrecho, al fondo <strong>de</strong>l cual el torrente que acababan <strong>de</strong> cruzar se oía como un trueno. Pero se vieron <strong>de</strong> nuevo animados por el ladrido <strong>de</strong>l<br />

perro, manteniendo su guardia tal vez en <strong>los</strong> rebaños <strong>de</strong> las montañas, protegiéndo<strong>los</strong> <strong>de</strong> las bajadas nocturnas <strong>de</strong> <strong>los</strong> lobos. El sonido les llegaba <strong>de</strong> mucho más cerca que antes, y mientras se regocijaban con la<br />

esperanza <strong>de</strong> encontrar pronto un lugar <strong>de</strong> reposo, vieron una luz en la distancia. Surgió a consi<strong>de</strong>rable altura sobre el nivel <strong>de</strong> su sen<strong>de</strong>ro y la vieron aparecer y <strong>de</strong>saparecer, según las ramas <strong>de</strong> <strong>los</strong> árboles<br />

excluían o permitían el paso <strong>de</strong> sus rayos. Los guías gritaron con todas sus fuerzas, pero no les llegó sonido humano alguno como respuesta, y, al final, como medio más seguro <strong>de</strong> darse a conocer, dispararon<br />

una pistola. Esperaron ansiosamente alguna respuesta, pero sólo les llegó el eco entre las rocas, que acabó sumiéndose en el silencio. No obstante, la luz que habían visto antes se hizo más intensa y poco<br />

<strong>de</strong>spués oyeron voces que les llegaban con el viento, y cuando <strong>los</strong> guías repitieron su llamada, las voces cesaron inesperadamente y la luz <strong>de</strong>sapareció.<br />

Blanche se sintió más conmovida por la ansiedad, la fatiga y el temor, y <strong>los</strong> esfuerzos conjuntos <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> y <strong>de</strong> St. Foix casi no lograron reanimarla. Según continuaron su camino, percibieron algo en una<br />

roca superior, sobre la que caían <strong>los</strong> intensos rayos <strong>de</strong> la luna, y les pareció que se trataba <strong>de</strong> una atalaya. El con<strong>de</strong>, por su situación y por otros <strong>de</strong>talles, casi no dudaba <strong>de</strong> que lo era, y creyendo que la luz que<br />

habían visto procedía <strong>de</strong> allí, trató <strong>de</strong> reanimar a su hija con la esperanza <strong>de</strong> cobijo y reposo, al margen <strong>de</strong> las mínimas condiciones que pudiera tener una atalaya ruinosa.<br />

—Han sido levantadas muchas atalayas en <strong>los</strong> Pirineos —dijo el con<strong>de</strong>, sólo interesado en apartar la atención <strong>de</strong> Blanche <strong>de</strong> sus miedos—, y el método por el que se sirven para enterarse <strong>de</strong> que se acerca<br />

el enemigo es, como sabes, por hogueras encendidas en la parte superior <strong>de</strong> estos edificios. En otros tiempos se comunicaban así las señales <strong>de</strong> puesto a puesto a lo largo <strong>de</strong> una línea fronteriza <strong>de</strong> cientos <strong>de</strong><br />

millas <strong>de</strong> longitud. Después, si la ocasión lo requería, <strong>los</strong> ejércitos escondidos emergían <strong>de</strong> sus fortalezas y <strong>de</strong> <strong>los</strong> bosques y marchaban hacia <strong>de</strong>lante para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la entrada <strong>de</strong> algún gran paso, don<strong>de</strong><br />

colocándose en las alturas, asaltaban a sus sorprendidos enemigos, que avanzaban por <strong>de</strong>bajo, con fragmentos <strong>de</strong> roca, y extendían la muerte y la <strong>de</strong>rrota sobre el<strong>los</strong>. Los antiguos fuertes y las atalayas que<br />

dominaban <strong>los</strong> gran<strong>de</strong>s pasos <strong>de</strong> <strong>los</strong> Pirineos son conservados cuidadosamente, pero algunos <strong>de</strong> el<strong>los</strong>, en posiciones inferiores, se encuentran en ruinas y se convierten con frecuencia en el hogar más pacífico<br />

posible <strong>de</strong>l cazador o <strong>de</strong>l pastor, quienes <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un día duro se retiran a el<strong>los</strong>, y con sus perros leales, cerca <strong>de</strong> un ansioso fuego, <strong>de</strong>jan la labor <strong>de</strong> la caza o la ansiedad <strong>de</strong> recuperar sus rebaños, mientras<br />

se cobijan <strong>de</strong> una tormenta nocturna.<br />

—¿Pero están siempre tan pacíficamente habitados —dijo Blanche.<br />

—No —replicó el con<strong>de</strong>—, a veces sirven <strong>de</strong> asilo a contrabandistas franceses y españoles que cruzan las montañas con <strong>los</strong> productos <strong>de</strong> sus respectivos países, y se envían a veces fuertes grupos <strong>de</strong> las<br />

tropas <strong>de</strong>l rey. Pero con frecuencia la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong>sesperada <strong>de</strong> estos aventureros sobrepasa el coraje <strong>de</strong> <strong>los</strong> soldados, pues saben que si son apresados, <strong>de</strong>ben expiar el incumplimiento <strong>de</strong> la ley con una muerte<br />

cruel, y viajan en gran<strong>de</strong>s grupos y bien armados. Los contrabandistas que buscan sólo su seguridad nunca inician una batalla que puedan evitar. Los militares que saben también que estos encuentros son<br />

peligrosos y en <strong>los</strong> que no es posible alcanzar la gloria, parecen igualmente dudosos ante la lucha. En consecuencia, las batallas se producen raramente, pero cuando suce<strong>de</strong>, nunca concluyen hasta que se<br />

produce el conflicto más <strong>de</strong>sesperado y sangriento. No me estás escuchando, Blanche —añadió el con<strong>de</strong>—, te he preocupado con este tema tan molesto, pero mira allí, a la luz <strong>de</strong> la luna está el edificio que<br />

buscábamos, y hemos tenido la suerte <strong>de</strong> encontraos cerca <strong>de</strong> él antes <strong>de</strong> que estalle la tormenta.<br />

Blanche miró hacia arriba y comprobó que se encontraban al pie <strong>de</strong> una colina en cuya cumbre estaba el edificio, <strong>de</strong>l que no procedía luz alguna. También había cesado el ladrido <strong>de</strong>l perro y <strong>los</strong> guías<br />

comenzaron a dudar si efectivamente era aquello lo que buscaban. Des<strong>de</strong> la distancia en la que se encontraba parecía <strong>de</strong> mayor tamaño que una simple atalaya, pero las dificulta<strong>de</strong>s que se les presentaban eran<br />

las <strong>de</strong> subir hasta aquella altura, cuyos abruptos <strong>de</strong>clives no indicaban que hubiera sen<strong>de</strong>ro alguno.<br />

Mientras <strong>los</strong> guías se a<strong>de</strong>lantaron con la antorcha para examinar el lugar, el con<strong>de</strong> permaneció al pie <strong>de</strong> la montaña con Blanche y St. Foix, bajo la sombra <strong>de</strong> <strong>los</strong> bosques, tratando <strong>de</strong> que pasara el tiempo<br />

con la conversación, pero la ansiedad hizo que Blanche se abstrajera. Entonces comentó en un aparte con St. Foix si consi<strong>de</strong>raba que sería aconsejable, en caso <strong>de</strong> que fuera encontrado un sen<strong>de</strong>ro, aventurarse<br />

hasta un edificio que podía ser albergue <strong>de</strong> bandidos. Consi<strong>de</strong>raron que su grupo no era tan pequeño y que varios <strong>de</strong> el<strong>los</strong> iban bien armados, y tras enumerar <strong>los</strong> peligros en que incurrirían al pasar la noche a la<br />

intemperie, expuestos, tal vez, a <strong>los</strong> efectos <strong>de</strong> la tormenta, no les quedó duda alguna <strong>de</strong> que <strong>de</strong>bían tratar <strong>de</strong> entrar en el edificio a cualquier riesgo referente a las personas que pudiera haber <strong>de</strong>ntro, pero la<br />

oscuridad y el silencio mortal que les ro<strong>de</strong>aba parecían contra<strong>de</strong>cir la probabilidad <strong>de</strong> que estuviera habitado.<br />

Un grito <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> guías llamó su atención, tras lo cual, en pocos minutos, uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> criados <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> regresó con la noticia <strong>de</strong> que habían encontrado un sen<strong>de</strong>ro e inmediatamente emprendieron el<br />

camino para reunirse con <strong>los</strong> guías. Ascendieron por un estrecho camino en círcu<strong>los</strong>, cortado en la roca entre la espesura <strong>de</strong> árboles enanos, y tras mucho trabajo y algún peligro, alcanzaron la cumbre, don<strong>de</strong><br />

varias torres ruinosas, ro<strong>de</strong>adas por un muro, se alzaban ante su vista, parcialmente iluminadas por la luz <strong>de</strong> la luna. El espacio alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l edificio estaba silencioso y aparentemente olvidado, pero el con<strong>de</strong><br />

fue precavido.<br />

—Avanzad sin ruido —dijo, en voz baja—, mientras reconocemos el edificio.<br />

Tras proseguir silenciosamente, se <strong>de</strong>tuvieron ante la puerta, cuyas hojas estaban totalmente en ruinas, y, tras un momento <strong>de</strong> duda, pasaron al patio <strong>de</strong> entrada, pero <strong>de</strong>teniéndose <strong>de</strong> nuevo al comienzo <strong>de</strong><br />

la terraza, que partía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí y corría a lo largo <strong>de</strong>l bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l precipicio. Sobre ésta, se elevaba el cuerpo principal <strong>de</strong>l edificio, que comprobaron que no era una atalaya, sino una <strong>de</strong> esas fortalezas antiguas<br />

que el tiempo y el abandono habían llevado a la <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia. Sin embargo, muchas partes parecían estar completas. Había sido construido en piedra gris en el pesado estilo gótico sajón, con enormes torres<br />

redondas, baterías <strong>de</strong> proporcionada fortaleza, y el arco <strong>de</strong> la enorme puerta, que parecía abrirse a un vestíbulo, era redondo como el <strong>de</strong> la ventana superior. El aire <strong>de</strong> solemnidad que tan fuertemente había<br />

caracterizado el conjunto, incluso en <strong>los</strong> días <strong>de</strong> su uso, se veía consi<strong>de</strong>rablemente aumentado por <strong>los</strong> bastiones y <strong>los</strong> muros <strong>de</strong>molidos a medias y por las tremendas masas <strong>de</strong> ruinas, diseminadas a su alre<strong>de</strong>dor,<br />

silenciosas y cubiertas <strong>de</strong> hiedra. En el patio <strong>de</strong> entrada permanecían <strong>los</strong> restos <strong>de</strong> un roble gigante, que <strong>de</strong>bía haber florecido y <strong>de</strong>caído con el edificio, al que parecía sostener por algunas <strong>de</strong> sus ramas sin<br />

hojas, y con el musgo crecido por todo el tronco y que por su contorno aún daba muestras <strong>de</strong>l gigantesco tamaño que había tenido en otro tiempo. Evi<strong>de</strong>ntemente la fortaleza había tenido gran importancia por<br />

su situación en un extremo <strong>de</strong> las rocas, que permitía una amplia visión, y tenía que haber servido para asustar, tanto como para resistir. El con<strong>de</strong>, según la recorría, se sorprendió por el hecho <strong>de</strong> que a pesar <strong>de</strong><br />

su antigüedad no estuviera totalmente en ruinas, y su aire solitario y <strong>de</strong>sértico llenó su pecho <strong>de</strong> emociones melancólicas. Mientras se sumergía por unos momentos en estos pensamientos, le pareció oír voces<br />

que llegaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el interior <strong>de</strong>l edificio, cuya parte frontal revisó <strong>de</strong> nuevo con atenta mirada, pero sin que viera luz alguna. Decidió entonces recorrerlo por el exterior hasta el punto más alejado <strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />

creía que habían procedido las voces, con objeto <strong>de</strong> comprobar si se veía alguna luz antes <strong>de</strong> aventurarse a llamar a la puerta. Con este propósito entró en la terraza, don<strong>de</strong> <strong>los</strong> restos <strong>de</strong> <strong>los</strong> cañones asomaban<br />

en sus espesos muros, pero no había avanzado mucho cuando <strong>de</strong>tuvo su paso por el estrepitoso ladrido <strong>de</strong> un perro <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el interior, que supuso que era el mismo que había oído y les había conducido hasta<br />

allí. Parecía cierto que el lugar no estaba habitado, y el con<strong>de</strong> regresó para consultar <strong>de</strong> nuevo con St. Foix si <strong>de</strong>bían entrar, porque el aspecto salvaje <strong>de</strong>l conjunto había <strong>de</strong>bilitado su anterior resolución.<br />

Después <strong>de</strong> hacerlo, sometió a su consi<strong>de</strong>ración lo que había pensado anteriormente, que confirmaba el <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong>l perro que guardaba el lugar, así como la quietud que prevalecía. Or<strong>de</strong>nó a uno <strong>de</strong> sus<br />

criados que llamara a la puerta, que ya avanzaba para obe<strong>de</strong>cerle cuando apareció una luz a través <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las troneras <strong>de</strong> las torres y el con<strong>de</strong> llamó en voz alta, sin recibir respuesta. Se acercó él mismo a la<br />

puerta y golpeó con la aldaba. Cuando cesaron <strong>los</strong> ecos que había <strong>de</strong>spertado el golpe, <strong>los</strong> nuevos ladridos, y había más <strong>de</strong> un perro, fueron <strong>los</strong> únicos sonidos que oyeron. El con<strong>de</strong> dio unos pasos hacia atrás<br />

para observar si había alguna luz en la torre, y al comprobar que había <strong>de</strong>saparecido, regresó a la puerta, haciendo sonar <strong>de</strong> nuevo la aldaba, momento en que le pareció oír murmul<strong>los</strong> <strong>de</strong> voces en el interior y se<br />

<strong>de</strong>tuvo para escuchar. Confirmó su suposición, pero eran <strong>de</strong>masiado lejanas para ser oídas como algo más que un murmullo, y el con<strong>de</strong> <strong>de</strong>jó caer con fuerza la aldaba sobre la puerta, a lo que siguió un<br />

profundo silencio. Era evi<strong>de</strong>nte que las personas que había en el interior habían oído el ruido y su precaución antes <strong>de</strong> admitir a <strong>de</strong>sconocidos le dio una favorable opinión sobre el<strong>los</strong>.<br />

—Deben ser cazadores o pastores —dijo— que, como nosotros, probablemente han buscado refugio para pasar la noche en estos muros y temen admitir a <strong>de</strong>sconocidos que pudieran ser ladrones. Trataré<br />

<strong>de</strong> disipar sus temores. Al <strong>de</strong>cir esto, gritó: —Somos amigos que solicitan refugio para pasar la noche. A <strong>los</strong> pocos momentos, se oyeron pasos en el interior y una voz preguntó: —¿Quien llama<br />

—Amigos —repitió el con<strong>de</strong>—, abrid las puertas y sabréis algo más. Se oyeron gran<strong>de</strong>s cerrojos y apareció un hombre armado con un arpón <strong>de</strong> caza.<br />

—¿Qué es lo que queréis a esta hora —dijo.<br />

El con<strong>de</strong> hizo una señal a sus criados y contestó que <strong>de</strong>seaba preguntar por el camino hasta la cabaña más próxima.<br />

—¿Conocéis tan poco estas montañas —dijo el hombre—, que no sabéis que no hay ninguna en varias leguas a la redonda No puedo mostraros el camino, <strong>de</strong>béis buscarlo vos mismos. Hay una...<br />

Al <strong>de</strong>cir esto, se dispuso a cerrar la puerta y el con<strong>de</strong> se volvió, a medias contrariado y a medias temeroso, cuando se oyó otra voz <strong>de</strong>s<strong>de</strong> arriba, y, al mirar vio una luz y la cara <strong>de</strong> un hombre en la reja <strong>de</strong> la<br />

puerta.<br />

—Un momento, amigo, ¿os habéis perdido —dijo la voz—, sois cazadores, supongo, como nosotros. Acudo al momento.<br />

La voz cesó y la luz <strong>de</strong>sapareció. Blan che se había asustado con la aparición <strong>de</strong>l hombre que había abierto la puerta y rogó a su padre que se alejaran <strong>de</strong> aquel lugar; pero el con<strong>de</strong>, que había visto el arpón<br />

<strong>de</strong>l cazador, se animó con las palabras <strong>de</strong>l que había hablado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la torre. La puerta se abrió <strong>de</strong> nuevo y varios hombres, con ropas <strong>de</strong> cazadores, que habían escuchado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> arriba lo que sucedía,<br />

aparecieron, y tras escuchar las informaciones <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>, le dijeron que era bienvenido para <strong>de</strong>scansar allí durante la noche. Le presionaron con cortesía para que entraran y participaran <strong>de</strong> su cena, que estaba a<br />

punto <strong>de</strong> tomar. El con<strong>de</strong>, que <strong>los</strong> había observado atentamente mientras hablaban, fue precavido y tuvo algunas sospechas, pero también estaba cansado, temía la tormenta que se aproximaba y el permanecer<br />

en las alturas alpinas en la oscuridad <strong>de</strong> la noche, por lo que, tras una consi<strong>de</strong>ración más <strong>de</strong>tallada y confiando en la fuerza y el número <strong>de</strong> sus criados, <strong>de</strong>cidió aceptar la invitación. Con esta resolución llamó a<br />

sus criados, quienes avanzaron alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la torre, tras la cual algunos <strong>de</strong> el<strong>los</strong> habían escuchado en silencio su conversación. Siguieron a su señor, a la con<strong>de</strong>sa Blanche y a St. Foix al interior <strong>de</strong>l fuerte. Los<br />

<strong>de</strong>sconocidos <strong>los</strong> condujeron por un espacioso y rústico vestíbulo, parcialmente iluminado por un fuego que ardía en uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> extremos, alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l cual estaban sentados cuatro hombres con ropas <strong>de</strong><br />

cazadores, y junto a la chimenea dormitaban varios perros. En medio <strong>de</strong> la habitación había una mesa <strong>de</strong> gran tamaño y en el fuego se cocía la carne <strong>de</strong> algún animal. Al aproximarse el con<strong>de</strong>, <strong>los</strong> hombres se<br />

pusieron en pie, y <strong>los</strong> perros, levantados a medias, miraron con fiereza a <strong>los</strong> <strong>de</strong>sconocidos, pero al oír las voces <strong>de</strong> sus amos se mantuvieron junto a la chimenea.<br />

Blanche recorrió con la mirada el vestíbulo sombrío y espacioso, <strong>de</strong>spués a <strong>los</strong> hombres, y luego a su padre, que la sonreía para darle ánimos, y se dirigió a <strong>los</strong> cazadores.<br />

—Es una chimenea hospitalaria —dijo el con<strong>de</strong>—, el agitarse <strong>de</strong> las llamas vivifica <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber paseado tanto tiempo por estas zonas tan agrestes. Vuestros perros están fatigados, ¿habéis tenido

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