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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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grupo <strong>de</strong> soldados a entrar en el castillo. «Pero el<strong>los</strong> no saben —pensó—, que se trata <strong>de</strong> una fortaleza, ni-el número <strong>de</strong> hombres armados que lo <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n. ¡Excepto que pueda escaparme, no me queda<br />

esperanza alguna!»<br />

Montoni, aunque no fuera exactamente lo que Emily sospechaba <strong>de</strong> él, un capitán <strong>de</strong> bandidos, había utilizado sus tropas en hazañas no menos atrevidas o menos atroces <strong>de</strong> las que habrían llevado a cabo si<br />

lo fueran. No sólo se habían <strong>de</strong>dicado al pillaje, en todas las oportunida<strong>de</strong>s que encontraron con viajeros in<strong>de</strong>fensos, sino que habían atacado y saqueado las mansiones <strong>de</strong> varias personas, situadas en zonas<br />

solitarias <strong>de</strong> las montañas, que carecían totalmente <strong>de</strong> preparación para resistir. En estas expediciones <strong>los</strong> comandantes <strong>de</strong>l grupo no aparecieron, y <strong>los</strong> hombres, parcialmente disfrazados, habían sido<br />

confundidos en ocasiones con ladrones comunes, y en otras por bandas <strong>de</strong> enemigos extranjeros que invadían el país en aquel período. Pero, aunque ya habían expoliado varias mansiones y traído consi<strong>de</strong>rables<br />

tesoros, sólo se habían aventurado a acercarse a un castillo, en un ataque en el que fueron asistidos por otras tropas <strong>de</strong> su propia calaña; sin embargo, fueron violentamente rechazados y perseguidos por algunos<br />

enemigos extranjeros que habían firmado una alianza con <strong>los</strong> atacados. Las tropas <strong>de</strong> Montoni huyeron precipitadamente hacía Udolfo, pero eran perseguidos tan <strong>de</strong> cerca por las montañas que, cuando<br />

alcanzaron una <strong>de</strong> las alturas en la vecindad <strong>de</strong>l castillo y miraron hacia atrás por el camino, comprobaron que el enemigo avanzaba por las escarpaduras inferiores, y a no más <strong>de</strong> una legua <strong>de</strong> distancia. Ante<br />

este <strong>de</strong>scubrimiento, avanzaron con mayor rapi<strong>de</strong>z para que Montoni se preparara, y había sido su llegada lo que motivó la confusión y el tumulto que reinaban en el castillo.<br />

Mientras Emily esperaba ansiosamente alguna información, vio <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su ventana un cuerpo <strong>de</strong> tropa que se acercaba por las alturas vecinas; y, aunque Annette había estado ausente muy poco tiempo y tenía<br />

una misión difícil y peligrosa que cumplir, su impaciencia por recibir noticias se hizo especialmente dolorosa: escuchó, abrió la puerta y salió varias veces al pasillo para encontrarse con ella.<br />

Finalmente oyó pasos que se acercaban a su habitación y, al abrir la puerta, vio, no a Annette, ¡sino al viejo criado Cario! Nuevos miedos asaltaron su mente. Le dijo que venía por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l signor, que le<br />

había mandado informarla <strong>de</strong> que <strong>de</strong>bía prepararse inmediatamente para salir <strong>de</strong> Udolfo, ya que el castillo estaba a punto <strong>de</strong> ser sitiado y que ya se habían preparado unas mulas, con sus guías, para llevarla a un<br />

lugar seguro.<br />

—¡Un lugar seguro! —exclamó Emily, pensativa—. ¿Entonces el signor tiene tanta consi<strong>de</strong>ración conmigo<br />

Cario bajó la vista y no contestó. Mil emociones opuestas conmovieron a Emily sucesivamente, según escuchaba a Cario; las <strong>de</strong> la alegría, el dolor, la <strong>de</strong>sesperanza y <strong>los</strong> temores, aparecieron y<br />

<strong>de</strong>saparecieron <strong>de</strong> su mente con la velocidad <strong>de</strong>l rayo. En un momento, le parecía imposible que Montoni hubiera tomado aquella <strong>de</strong>cisión únicamente para preservarla <strong>de</strong> <strong>los</strong> peligros; y así era muy raro que la<br />

enviara fuera <strong>de</strong>l castillo, que sólo podría atribuir a su <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> ejecutar algún nuevo acto <strong>de</strong> venganza, con <strong>los</strong> que ya le había amenazado. Al momento siguiente parecía tan <strong>de</strong>seable abandonar el castillo,<br />

bajo cualquier circunstancia, que no podía evitar complacerse ante la i<strong>de</strong>a, creyendo que el cambio sería para mejor, hasta que recordó la probabilidad <strong>de</strong> que Valancourt estuviera allí <strong>de</strong>tenido, momento en el<br />

que se vio dominada por la pena y la <strong>de</strong>sesperación, y <strong>de</strong>seó más fervientemente que antes que no fuera su voz la que había oído.<br />

Carlo le recordó que no tenía tiempo que per<strong>de</strong>r, ya que el enemigo estaba casi a las puertas <strong>de</strong>l castillo. Emily le suplicó que le dijera adón<strong>de</strong> iría; y, tras algunas dudas, dijo que había recibido ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong><br />

no comentárselo; pero ante su insistencia, replicó que creía que la llevarían a la Toscana.<br />

—¡A Toscana! —exclamó Emily—, ¿y por qué allí<br />

Carlo contestó que no sabía nada más, que iba a ser hospedada en una casa en la frontera <strong>de</strong> Toscana, al pie <strong>de</strong> <strong>los</strong> Apeninos.<br />

—No hay más <strong>de</strong> un día <strong>de</strong> camino —dijo.<br />

Emily le <strong>de</strong>spidió y con manos temblorosas preparó un pequeño paquete con sus cosas. Mientras lo preparaba, Annette regresó.<br />

—¡Oh, ma<strong>de</strong>moiselle! —dijo—. ¡No se pue<strong>de</strong> hacer nada! Ludovico dice que el nuevo portero es aún más ce<strong>los</strong>o que Bamardine, y que nos sería más fácil lanzamos al encuentro <strong>de</strong> un dragón que al suyo.<br />

Ludovico está tan <strong>de</strong>sesperado como vos en su preocupación por mí, dice, ¡y estoy segura <strong>de</strong> que no viviré lo suficiente para oír el cañón disparar dos veces!<br />

Comenzó a llorar, pero reanimada al oír lo que acababa <strong>de</strong> ocurrir, suplicó a Emily que la llevara con ella.<br />

—Lo haré <strong>de</strong> muy buena gana —replicó Emily— si el signor Montoni lo permite.<br />

Annette no contestó, pero corrió fuera <strong>de</strong> la habitación en busca <strong>de</strong> Montoni, que estaba en la terraza, ro<strong>de</strong>ado por sus oficiales, cuando inició su petición. Agriamente le hizo una señal para que regresara al<br />

interior <strong>de</strong>l castillo y rehusó absolutamente su solicitud. Sin embargo, Annette insistió no sólo pidiéndolo para ella sino para Ludovico; y Montoni tuvo que or<strong>de</strong>nar a algunos <strong>de</strong> sus hombres que la retiraran <strong>de</strong> su<br />

presencia, antes <strong>de</strong> que ella lo hiciera.<br />

En la agonía <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sesperación regresó junto a Emily, que <strong>de</strong>dujo malas consecuencias para ella <strong>de</strong> aquella negativa, y quien, poco <strong>de</strong>spués, recibió el recado <strong>de</strong> acudir al gran patio, don<strong>de</strong> las mulas, con<br />

<strong>los</strong> que habían <strong>de</strong> conducirla, esperaban. Emily trató en vano <strong>de</strong> consolar a la llorosa Annette, que insistía en <strong>de</strong>cir que no volvería a ver <strong>de</strong> nuevo a su querida señorita. Un temor, que su señora pensó<br />

secretamente que estaba <strong>de</strong>masiado justificado, pero que trató <strong>de</strong> ocultar, mientras, con aparente tranquilidad, se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> su afectuosa sirviente. Sin embargo, Annette la siguió hasta el patio, que estaba lleno<br />

<strong>de</strong> gente muy ocupada en <strong>los</strong> preparativos para recibir al enemigo, y, tras haberla visto montar en la mula y empren<strong>de</strong>r la marcha con sus acompañantes, cruzando la entrada, regresó al castillo y lloró <strong>de</strong> nuevo.<br />

Emily, mientras tanto, según volvía la vista hacia el castillo, que ya no tenía el silencio que advirtió cuando entró en él por primera vez, sino que se conmovía con <strong>los</strong> ruidos <strong>de</strong> la preparación para su <strong>de</strong>fensa,<br />

así como se veía lleno <strong>de</strong> soldados y trabajadores, corriendo <strong>de</strong> una parte a otra; y, cuando cruzó una vez más bajo el enorme cerco <strong>de</strong> la puerta, que anteriormente la había conmovido con terror y <strong>de</strong>smayo, y<br />

mirando a su alre<strong>de</strong>dor, vio que ya no había muros que limitaran sus pasos, y sintió, pese a que era una anticipación, la inesperada alegría <strong>de</strong> un prisionero que se encuentra <strong>de</strong> pronto en libertad. Esta emoción<br />

no la <strong>de</strong>jó pensar imparcialmente en <strong>los</strong> peligros que la esperaban en el exterior; en las montañas infestadas <strong>de</strong> partidas hostiles, que aprovechaban cualquier oportunidad para el saqueo; y en un viaje iniciado<br />

con unos hombres cuyos rostros no hablaban ciertamente en favor <strong>de</strong> su intención. En aquel momento, sólo pudo alegrarse <strong>de</strong> que se había liberado <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> muros, tras <strong>los</strong> que había entrado con tan<br />

<strong>de</strong>sesperados presentimientos; y, al recordar las supersticiones que se apo<strong>de</strong>raron entonces <strong>de</strong> ella, no pudo evitar una sonrisa por la impresión que habían causado en su mente.<br />

Según miraba, con estas emociones, hacia <strong>los</strong> torreones <strong>de</strong>l castillo, que se elevaba por encima <strong>de</strong> <strong>los</strong> árboles entre <strong>los</strong> que estaría el <strong>de</strong>sconocido que creía que estaba confinado allí, regresó a su mente la<br />

ansiedad y el temor <strong>de</strong> que pudiera tratarse <strong>de</strong> Valancourt, lo que empañó su alegría. Pensó <strong>de</strong> nuevo en todas las circunstancias relacionadas con esa persona <strong>de</strong>sconocida <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la noche en que le oyó por<br />

primera vez interpretar la canción <strong>de</strong> su provincia natal; circunstancia que había recordado y comparado tantas veces antes, y que seguía haciéndole creer que Valancourt estaba prisionero en Udolfo. Era<br />

posible, sin embargo, que <strong>los</strong> hombres que la custodiaban pudieran facilitarle alguna información sobre el asunto; pero, temiendo preguntarles inmediatamente, más aún pensando en que ninguno querría informar<br />

<strong>de</strong> nada en presencia <strong>de</strong> <strong>los</strong> otros, <strong>de</strong>cidió esperar una oportunidad para hablar con el<strong>los</strong> por separado.<br />

Poco <strong>de</strong>spués, el sonido <strong>de</strong> una trompeta les llegó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la distancia; <strong>los</strong> guías se <strong>de</strong>tuvieron y miraron hacia la zona <strong>de</strong> don<strong>de</strong> había surgido el sonido, pero la espesura <strong>de</strong> <strong>los</strong> bosques que les ro<strong>de</strong>aban<br />

impedía la visión <strong>de</strong> lo que había más allá. Uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres avanzó hasta un punto más elevado, que permitía una vista más extensa, para observar lo cerca que estaba el enemigo, que suponía era <strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />

había partido el sonido <strong>de</strong> la trompeta. El otro se quedó con Emily, al que hizo algunas preguntas relacionadas con el <strong>de</strong>sconocido <strong>de</strong> Udolfo. Ugo, porque éste era su nombre, dijo que había varios prisioneros<br />

en el castillo, pero que no recordaba quiénes eran ni podía precisar en qué momento fueron llevados allí, por lo que no podía darle información alguna. Había en su tono un cierto segundo sentido al hablar que<br />

hacía probable que no habría correspondido a sus preguntas aunque hubiera podido.<br />

Al preguntarle qué prisioneros habían sido conducidos allí lo más próximo a la fecha en que oyó la música por primera vez, le contestó:<br />

—Toda aquella semana estuve con un grupo, por las montañas, y no sé nada <strong>de</strong> lo que pasó en el castillo. Ya teníamos bastante trabajo entre manos.<br />

El otro hombre, Bertrand, regresó y Emily <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> preguntar. Cuando contó a su compañero lo que había visto, avanzaron en profundo silencio; mientras, Emily vio <strong>de</strong> cuando en cuando, entre <strong>los</strong> claros <strong>de</strong>l<br />

bosque, aspectos parciales <strong>de</strong>l castillo, las torres <strong>de</strong>l oeste, cuyas almenas estaban llenas <strong>de</strong> arqueros, y las murallas por <strong>de</strong>bajo, don<strong>de</strong> <strong>los</strong> soldados corrían <strong>de</strong> una parte a otra o se ocupaban <strong>de</strong> preparar el<br />

cañón.<br />

Al llegar al término <strong>de</strong>l bosque se dirigieron hacia el valle en dirección opuesta a la que recorría el enemigo en su aproximación. Emily vio entonces toda la dimensión <strong>de</strong> Udolfo, con sus muros grises, torres y<br />

terrazas, por encima <strong>de</strong> <strong>los</strong> precipicios y <strong>de</strong> <strong>los</strong> bosques, y brillando parcialmente con las amas <strong>de</strong> <strong>los</strong> condottieri, cuando <strong>los</strong> rayos <strong>de</strong>l sol, cruzando una nube otoñal, caían sobre una parte <strong>de</strong>l edificio, cuyo<br />

aspecto restante permanecía en majestuosa oscuridad. Continuó mirando a través <strong>de</strong> sus lágrimas hacia aquel<strong>los</strong> muros, que, tal vez, encerraban a Valancourt, y que ahora, al alejarse la nube, se vieron<br />

iluminados por un inesperado esplendor que no tardó en oscurecerse, mientras <strong>los</strong> rayos <strong>de</strong>l sol iluminaban las copas <strong>de</strong> <strong>los</strong> árboles y acentuaban <strong>los</strong> primeros tonos <strong>de</strong>l otoño, que se habían asentado en la<br />

floresta. La espiral <strong>de</strong> la montaña ocultó al fin Udolfo a su vista y Emily se volvió, llena <strong>de</strong> pesar, hacia otros temas. El aliento melancólico <strong>de</strong>l viento entre <strong>los</strong> pinos, que se extendían por encima <strong>de</strong> el<strong>los</strong>, y el<br />

trueno distante <strong>de</strong> un torrente, colaboraron en su meditación y conspiraron con el aspecto salvaje <strong>de</strong>l paisaje que la ro<strong>de</strong>aba, infundiendo en su mente emociones solemnes, aunque no <strong>de</strong>sagradables, que no<br />

tardaron en verse interrumpidas por el estruendo distante <strong>de</strong>l cañón, repetido en eco por las montañas. El sonido fue arrastrado por el viento y se repitió en reverberaciones cada vez más débiles, hasta per<strong>de</strong>rse<br />

en un murmullo. Era la señal <strong>de</strong> que el enemigo había llegado al castillo y el temor por Valancourt atormentó <strong>de</strong> nuevo a Emily. Volvió sus ojos ansiosos hacia la parte don<strong>de</strong> había quedado el edificio, pero las<br />

alturas que la separaban lo ocultaban a su vista; sin embargo, vio la cumbre <strong>de</strong> la montaña que estaba frente a la que había sido su habitación, fijando la mirada como si aquello pudiera <strong>de</strong>cirle lo que estaba<br />

sucediendo entonces. Los guías le recordaron por dos veces que se entretenía <strong>de</strong>masiado y que les quedaba mucho camino, antes <strong>de</strong> que pudieran apartarse <strong>de</strong> aquel lugar, e incluso cuando prosiguió su<br />

camino, se volvió varias veces, hasta que sólo un punto, iluminado por <strong>los</strong> rayos <strong>de</strong>l sol, surgía en medio <strong>de</strong> las otras montañas.<br />

El sonido <strong>de</strong>l cañón afectó a Ugo como el sonido <strong>de</strong> la trompeta lo hace con <strong>los</strong> cabal<strong>los</strong> <strong>de</strong> guerra; <strong>de</strong>spierta el fuego <strong>de</strong> su naturaleza. Estaba impaciente por verse en medio <strong>de</strong> la lucha y masculló algunas<br />

protestas contra Montoni por haberle enviado en aquella misión. Los sentimientos <strong>de</strong> su camarada parecían bastante opuestos y adaptados mejor a las cruelda<strong>de</strong>s que a <strong>los</strong> peligros <strong>de</strong> la guerra.<br />

Emily les hizo algunas preguntas relativas al lugar <strong>de</strong> su <strong>de</strong>stino, pero sólo pudo saber que la llevaban a una casa en Toscana. Cada vez que mencionó el asunto tuvo la impresión <strong>de</strong> ver en <strong>los</strong> rostros <strong>de</strong><br />

aquel<strong>los</strong> hombres una expresión maligna y astuta que la alarmó.<br />

Era mediodía cuando salieron <strong>de</strong>l castillo. Durante varias horas viajaron por regiones solitarias en las que ni balidos <strong>de</strong> ovejas ni ladridos <strong>de</strong> perros pastores rompieron el silencio, y se encontraban ya<br />

<strong>de</strong>masiado lejos incluso para oír el trueno <strong>de</strong>l cañón. Según avanzaba la tar<strong>de</strong> bajaron por precipicios llenos <strong>de</strong> bosques <strong>de</strong> cipreses, pinos y cedros hasta llegar a un pequeño valle, tan salvaje y recluido que si la<br />

Soledad buscara un lugar para habitarlo, «aquélla habría sido su resi<strong>de</strong>ncia más apreciada». A Emily le pareció un lugar perfectamente a<strong>de</strong>cuado para refugio <strong>de</strong> bandidos, y, en su imaginación, casi <strong>los</strong> vio<br />

moverse entre las ramas que se proyectaban sobre las rocas, don<strong>de</strong> sus sombras, alargadas por el sol <strong>de</strong>l ocaso, cruzaban el camino, avisando al viajero <strong>de</strong>l peligro. Tembló ante esta i<strong>de</strong>a, y al mirar a sus<br />

conductores para comprobar si iban armados, ¡pensó que veía en el<strong>los</strong> a <strong>los</strong> temidos bandidos!<br />

En el pequeño valle le propusieron <strong>de</strong>scabalgar.<br />

—Porque —dijo Ugo— no tardará en caer la noche y en ese momento <strong>los</strong> lobos harían peligroso que nos <strong>de</strong>tuviéramos.<br />

Éste era un nuevo tema <strong>de</strong> alarma para Emily, pero inferior al que sufría con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> verse en aquella zona, a medianoche, con dos hombres como sus conductores. Acudieron a su mente oscuras y

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