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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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C a p í t u l o X I X<br />

L<br />

Ahora mi tarea está felizmente concluida,<br />

puedo volar, o puedo correr<br />

veloz hasta el fin <strong>de</strong> la tierra ver<strong>de</strong>,<br />

don<strong>de</strong> el firmamento arqueado se inclina,<br />

y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí, puedo remontarme rápido<br />

a las esquinas <strong>de</strong> la luna.<br />

as bodas <strong>de</strong> la con<strong>de</strong>sa Blanche y <strong>de</strong> Emily St. Aubert se celebraron el mismo día, con la antigua magnificencia <strong>de</strong> <strong>los</strong> barones en el Chateau-le-Blanc. Las fiestas tuvieron lugar en el gran salón <strong>de</strong>l castillo,<br />

que con este motivo fue adornado con nuevos tapices que representaban las hazañas <strong>de</strong> Carlomagno y sus doce pares; se veía a <strong>los</strong> Sarracenos, con sus horribles viseras, avanzando hacia la batalla, y en otros<br />

se mostraban las solemnida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l encantamiento y las fiestas nigrománticas, ofrecidas por el mago Jarl al emperador. Los suntuosos estandartes <strong>de</strong> la familia Villeroi, que durante mucho tiempo habían dormido<br />

en el polvo, volvieron a ser exhibidos, on<strong>de</strong>ando en las agujas góticas <strong>de</strong> las ventanas recién pintadas; y la música se repitió en ecos por todas las extensas avenidas y columnatas <strong>de</strong>l vasto edificio.<br />

Annette creyó estar en un palacio encantado al recorrer con la mirada el salón, cuyos arcos y ventanas estaban iluminados con festones brillantes <strong>de</strong> lámparas, y al contemplar <strong>los</strong> espléndidos vestidos <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

bailarines, las costosas libreas <strong>de</strong> <strong>los</strong> criados, <strong>los</strong> doseles <strong>de</strong> terciopelo púrpura y oro, y <strong>de</strong>claró que nunca había estado en un lugar tan encantador como aquél <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que hubo leído <strong>los</strong> cuentos <strong>de</strong> hadas; que<br />

las mismas hadas, en sus sueños nocturnos, no podían haber <strong>de</strong>corado mejor aquel salón. La vieja Dorothée suspiró al contemplar la escena y dijo que el castillo había vuelto a ser lo que era en su juventud.<br />

Tras participar en las festivida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Chateau-le-Blanc durante varios días, Valancourt y Emily se <strong>de</strong>spidieron <strong>de</strong> sus amables amigos y regresaron a La Vallée, don<strong>de</strong> la leal Theresa les recibió con<br />

inigualable alegría, y las gratas sombras les dieron la bienvenida con mil recuerdos tiernos y afectuosos. Mientras paseaban juntos por aquel<strong>los</strong> escenarios, tanto tiempo habitados por monsieur y madame St.<br />

Aubert, Emily señaló con afecto sus rincones favoritos, que su nueva felicidad había engran<strong>de</strong>cido, consi<strong>de</strong>rando que habría valido la pena contar con su aprobación, si hubieran sido testigos <strong>de</strong> ella.<br />

Valancourt la condujo al árbol <strong>de</strong> la terraza, bajo el que se aventuró por primera vez a <strong>de</strong>clararle su amor, y don<strong>de</strong> ahora el recuerdo <strong>de</strong> la ansiedad que había sufrido, y la relación <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> peligros y<br />

<strong>de</strong>sgracias con <strong>los</strong> que se habían encontrado ambos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se sentaron juntos bajo sus amplias ramas, exaltó el sentido <strong>de</strong> su felicidad presente, y en el mismo lugar sagrado por el recuerdo <strong>de</strong> St. Aubert<br />

juraron solemnemente merecer todo lo posible, tratando <strong>de</strong> imitar su bondad, y mostrar a <strong>los</strong> <strong>de</strong>más, junto con la porción <strong>de</strong> comodida<strong>de</strong>s ordinarias por las que la prosperidad está siempre en <strong>de</strong>uda con la<br />

<strong>de</strong>sgracia, el ejemplo <strong>de</strong> unas vidas pasadas en agra<strong>de</strong>cimiento a dios, y, en consecuencia, con cuidadosa ternura para sus criaturas.<br />

Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su regreso a La Vallée, el hermano <strong>de</strong> Valancourt llegó para felicitarle por su matrimonio y presentar sus respetos a Emily, con la que quedó tan encantado, así como por las perspectivas<br />

<strong>de</strong> felicidad racional que aquellas nupcias ofrecían a Valancourt, que <strong>de</strong> inmediato le cedió una parte <strong>de</strong> sus extensos dominios, cuya totalidad, puesto que no tenía familia, pasaría a su muerte a Valancourt.<br />

Dispusieron <strong>de</strong> las propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Toulouse y Emily compró a monsieur Quesnel <strong>los</strong> antiguos dominios <strong>de</strong> su padre, don<strong>de</strong>, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> dar a Annette una parte en su matrimonio, la nombró ama <strong>de</strong> llaves, y<br />

a Ludovico mayordomo. Como tanto Valancourt como ella preferían las gratas y largo tiempo queridas sombras <strong>de</strong> La Vallée a la magnificencia <strong>de</strong> Epourville, continuaron residiendo allí, pasando no obstante<br />

unos pocos meses <strong>de</strong>l año en el lugar <strong>de</strong> nacimiento <strong>de</strong> St. Aubert como muestra <strong>de</strong> tierno respeto a su memoria.<br />

Por lo que se refiere al legado que Emily había recibido <strong>de</strong> la signora Laurentini, rogó a Valancourt que le permitiera renunciar a ello en favor <strong>de</strong> monsieur Bonnac; y Valancourt, cuando se lo pidió, supo<br />

apreciar todo el valor <strong>de</strong>l cumplido que ello suponía. El castillo <strong>de</strong> Udolfo también pasó a la esposa <strong>de</strong> monsieur Bonnac, que era la pariente superviviente más próxima a la casa <strong>de</strong>l mismo nombre, y así, la<br />

opulencia hizo que recuperaran la paz tanto tiempo ausente <strong>de</strong> su espíritu oprimido y la tranquilidad <strong>de</strong> su familia.<br />

¡Oh! ¡Qué placentero es hablar <strong>de</strong> una felicidad como la <strong>de</strong> Valancourt y Emily; relatar que, tras sufrir la opresión <strong>de</strong> <strong>los</strong> viciosos y el <strong>de</strong>sdén <strong>de</strong> <strong>los</strong> débiles, regresaron al fin el uno al otro, a <strong>los</strong> queridos<br />

paisajes <strong>de</strong> su país natal, a la felicidad más segura <strong>de</strong> su vida, la que aspira a la moral y trabaja por las mejoras intelectuales; a <strong>los</strong> placeres <strong>de</strong> la sociedad iluminada y al ejercicio <strong>de</strong> la caridad, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

siempre había animado sus corazones, mientras las enramadas <strong>de</strong> La Vallée volvían a ser una vez más el refugio <strong>de</strong> la bondad, la sabiduría y las bendiciones domésticas.<br />

¡Oh, todo esto pue<strong>de</strong> ser útil para mostrar que, aunque <strong>los</strong> viciosos pue<strong>de</strong>n a veces llevar la aflicción a <strong>los</strong> buenos, su po<strong>de</strong>r es transitorio y su castigo cierto; y que el inocente, aunque oprimido por la<br />

injusticia, apoyado por la paciencia, podrá triunfar finalmente sobre la <strong>de</strong>sgracia!<br />

Y si la débil mano que ha grabado esta historia ha logrado distraer al doliente durante una hora <strong>de</strong> su pesar, o, por su moral, le ha enseñado a soportarlo, el esfuerzo, aunque sea humil<strong>de</strong>, no ha sido en vano,<br />

ni el escritor ha quedado sin premio.<br />

MILTON<br />

F I N

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