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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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C a p í t u l o X I<br />

A<br />

Entonces, oh, tus benditos ministros <strong>de</strong> arriba,<br />

me <strong>de</strong>jan en el sufrimiento; y, a su <strong>de</strong>bido tiempo,<br />

<strong>de</strong>scubren la maldad que hay aquí envuelta<br />

en oposición.<br />

SHAKESPEARE<br />

nnette llegó casi sin aliento a la habitación <strong>de</strong> Emily por la mañana. —¡Oh, ma<strong>de</strong>moiselle! —dijo, con frases entrecortadas—, ¡lo que tengo que contaros! He <strong>de</strong>scubierto quién es el prisionero, pero no era<br />

un prisionero, no; el que os dije que estaba encerrado en la habitación. ¡El que creí que era un fantasma!<br />

—¿Quién era el prisionero —preguntó Emily, mientras sus pensamientos revivían las circunstancias <strong>de</strong> la noche anterior.<br />

—Os equivocasteis, ma<strong>de</strong>moiselle —dijo Annette—, no era un prisionero, pese a todo.<br />

—Entonces, ¿quién es<br />

—¡Por todos <strong>los</strong> Santos! —prosiguió Annette—, ¡cómo me he sorprendido! Acabo <strong>de</strong> encontrármelo en la muralla, ahí. ¡Nunca me he sorprendido tanto en toda mi vida! ¡Ah! ¡Ma<strong>de</strong>moiselle! ¡Qué lugar<br />

tan extraño es éste! No <strong>de</strong>jaré <strong>de</strong> asombrarme aunque viva aquí cien años. Pero, como os <strong>de</strong>cía, acabo <strong>de</strong> encontrármelo en la muralla, y no iba pensando en nadie, y menos en él.<br />

—Este juego es insoportable —dijo Emily—, por favor, Annette, no tortures más mi paciencia.<br />

—No, ma<strong>de</strong>moiselle, adivínelo, adivine quién era. Era alguien que conocéis muy bien.<br />

—No puedo imaginármelo —dijo Emily impaciente.<br />

—No, ma<strong>de</strong>moiselle, os diré algo para que lo adivinéis. Un signor alto, <strong>de</strong> cara larga, que camina gravemente y que suele llevar una pluma muy larga en su sombrero; y que con frecuencia mira hacia el suelo,<br />

cuando la gente le habla; y que mira a la gente frunciendo el ceño. Le habéis visto muchas veces en Venecia. A<strong>de</strong>más es amigo íntimo <strong>de</strong>l signor. Y, ahora que pienso en ello, me asombra <strong>de</strong> qué pue<strong>de</strong> tener<br />

miedo en este solitario castillo en el que se ha escondido. Pero ahora ya sale, puesto que me lo acabo <strong>de</strong> encontrar en la muralla. Temblé cuando le vi, porque siempre le he tenido miedo, pero <strong>de</strong>cidí que no se<br />

diera cuenta <strong>de</strong> ello, así que pasé a su lado y me incliné cortésmente. «Seáis bienvenido al castillo, signor Orsino», le he dicho.<br />

—¡Así que era el signor Orsino! —dijo Emily.<br />

—Sí, ma<strong>de</strong>moiselle, el mismísimo signor Orsino que causó la muerte <strong>de</strong> aquel caballero veneciano y que, según he oído, ha estado escondiéndose <strong>de</strong> una parte a otra.<br />

—¡Dios mío! —exclamó Emily, recobrándose <strong>de</strong> la sorpresa—, y ha venido a Udolfo. Hace bien en escon<strong>de</strong>rse.<br />

—Sí, ma<strong>de</strong>moiselle, pero si eso era todo, este lugar <strong>de</strong>solado habría servido para ocultarle, sin necesidad <strong>de</strong> encerrarse en una habitación. ¿Quién podría venir aquí para buscarle Estoy segura que iría antes<br />

al otro mundo para buscar a alguien que aquí.<br />

—Hay algo <strong>de</strong> cierto en lo que dices —dijo Emily, que creyó que la música que había oído la noche anterior tenía que proce<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Orsino, porque <strong>de</strong>sconocía que carecía <strong>de</strong> gusto y <strong>de</strong> conocimientos en<br />

ese arte. Pero, aunque no estaba dispuesta a añadir una nueva a las numerosas sorpresas <strong>de</strong> Annette mencionando aquel tema, le preguntó si alguien <strong>de</strong>l castillo sabía tocar algún instrumento musical.<br />

—¡Oh, sí, ma<strong>de</strong>moiselle! Vene<strong>de</strong>tto toca el tambor perfectamente; y está a<strong>de</strong>más Launcelot el trompetero. A<strong>de</strong>más, el mismo Ludovico toca la trompeta, pero ahora está enfermo. Recuerdo que una vez...<br />

Emily la interrumpió:<br />

—¿Has oído alguna otra música <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que llegaste al castillo... anoche<br />

—¿Oísteis música anoche, ma<strong>de</strong>moiselle<br />

Emily evadió la respuesta, repitiendo la pregunta.<br />

—No, ma<strong>de</strong>moiselle —replicó Annette—, nunca he oído música aquí, que no fuera la <strong>de</strong> <strong>los</strong> tambores y la trompeta; y, por lo que se refiere a la pasada noche, no hice otra cosa más que soñar que veía al<br />

fantasma <strong>de</strong> mi señora muerta.<br />

—Tu señora muerta —dijo Emily con un hilo <strong>de</strong> voz—, entonces es que has oído algo. Dime, dímelo todo, Annette, te lo ruego; dímelo aunque sean malas noticias.<br />

—Ya las conocéis.<br />

—No sé nada —dijo Emily.<br />

—Sí, lo sabéis, ma<strong>de</strong>moiselle; sabéis que nadie sabe nada <strong>de</strong> ella y eso es todo. En consecuencia, se ha ido al igual que la señora anterior <strong>de</strong>l castillo, nadie ha vuelto a saber nada <strong>de</strong> ella.<br />

Emily apoyó la cabeza en su mano y estuvo largo tiempo silenciosa. Después, le indicó a Annette que quería quedarse sola y ésta salió <strong>de</strong> la habitación.<br />

La observación <strong>de</strong> Annette había revivido la terrible sospecha <strong>de</strong> Emily relativa a la suerte que había corrido madame Montoni y tomó la resolución <strong>de</strong> hacer un nuevo esfuerzo para asegurarse <strong>de</strong> ello,<br />

recurriendo, una vez más, a Montoni.<br />

Cuando Annette volvió algunas horas <strong>de</strong>spués, le dijo a Emily que el portero <strong>de</strong>l castillo <strong>de</strong>seaba hablar con ella, porque tenía cosas importantes que <strong>de</strong>cirle. Su ánimo había estado tan sometido a las<br />

preocupaciones que se excitaba con cualquier nuevo acontecimiento; y este mensaje <strong>de</strong>l portero, cuando superó la primera sorpresa, le hizo caer en la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> un próximo peligro, más sospechoso quizá porque<br />

con frecuencia había consi<strong>de</strong>rado el aire <strong>de</strong>sagradable y el rostro <strong>de</strong> aquel hombre. Dudaba si <strong>de</strong>bía hablar con él, pensando incluso que su petición podía ser sólo un pretexto para llevarla a algún peligro; pero,<br />

tras una breve reflexión, consi<strong>de</strong>ró la improbabilidad <strong>de</strong> que fuera así y enrojeció por sus débiles temores.<br />

—Hablaré con él, Annette —dijo—, <strong>de</strong>seo que venga al pasillo inmediatamente.<br />

Annette salió y no tardó en regresar.<br />

—Bamardine, ma<strong>de</strong>moiselle —dijo—, no se atreve a venir al corredor por temor a ser <strong>de</strong>scubierto tan lejos <strong>de</strong> su puesto, y ni siquiera está dispuesto a abandonar la puerta ni un momento. Si vos acudís<br />

hasta él, a través <strong>de</strong> unos pasadizos que me ha indicado, sin tener que cruzar <strong>los</strong> patios, tiene algo que <strong>de</strong>ciros que os sorpren<strong>de</strong>rá. Pero no <strong>de</strong>béis ir por esos patios, no sea que os vea el signor.<br />

Emily, que ni aprobaba esos pasadizos secretos, ni la segunda parte <strong>de</strong> su recomendación, se negó rotundamente a ello.<br />

—Dile —dijo—que si tiene algo que <strong>de</strong>cirme, le aten<strong>de</strong>ré en el corredor cuando tenga una oportunidad <strong>de</strong> venir hasta aquí.<br />

Annette se marchó para dar cuenta <strong>de</strong>l mensaje y estuvo ausente durante bastante tiempo. Cuando regresó, dijo:<br />

—No pue<strong>de</strong> ser, ma<strong>de</strong>moiselle, Bamardine ha estado consi<strong>de</strong>rando todo este tiempo lo que podría hacerse, ya que en modo alguno pue<strong>de</strong> abandonar ahora su puesto. Pero, si vos os acercáis a la muralla<br />

<strong>de</strong>l lado este en la penumbra <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, tal vez él pueda escabullirse y <strong>de</strong>ciros lo que tiene que contaros.<br />

Emily se sorprendió y se preocupó por el secreto que aquel hombre parecía consi<strong>de</strong>rar necesario y dudó si <strong>de</strong>bía encontrarse con él, hasta que, consi<strong>de</strong>rando que tal vez la quisiera avisar <strong>de</strong> algún grave<br />

peligro, <strong>de</strong>cidió acudir.<br />

—Inmediatamente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la puesta <strong>de</strong>l sol —dijo— estaré al final <strong>de</strong> la muralla <strong>de</strong>l este. Pero entonces enviarán la guardia —añadió recordándolo—, ¿cómo podrá pasar Bamardine sin que le vean<br />

—Eso es lo que yo acabo <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle, ma<strong>de</strong>moiselle, y me ha contestado que tiene la llave <strong>de</strong> la puerta, al final <strong>de</strong> la muralla, que conduce a <strong>los</strong> patios, y que pue<strong>de</strong> pasar por ahí y que por lo que se refiere a<br />

<strong>los</strong> centinelas no hay ninguno al final <strong>de</strong> la terraza, porque el lugar está suficientemente guardado por la altura <strong>de</strong> <strong>los</strong> muros <strong>de</strong>l castillo y por la torre <strong>de</strong>l lado este. Ha dicho que <strong>los</strong> que están en el otro extremo<br />

no podrán verle a esa distancia si está bastante oscuro.<br />

—Bien —dijo Emily—, <strong>de</strong>bo oír lo que tiene que <strong>de</strong>cirme; y, en consecuencia, <strong>de</strong>seo que vengas conmigo a la terraza esta tar<strong>de</strong>.<br />

—Me ha indicado que quiere que esté todo bastante oscuro, ma<strong>de</strong>moiselle —repitió Annette—, a causa <strong>de</strong> la guardia.<br />

Emily hizo una pausa, indicándole que estaría en la terraza una hora <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la puesta <strong>de</strong>l sol.

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