radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo
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C a p í t u l o X I<br />
A<br />
¡Ah, felices colinas! ¡Ah, grata sombra!<br />
¡Ah, campos adorados en vano!<br />
don<strong>de</strong> en otro tiempo erró mi infancia <strong>de</strong>spreocupada,<br />
¡aún <strong>de</strong>sconocedora <strong>de</strong>l dolor!<br />
Siento <strong>los</strong> vientos, que soplan en vosotros,<br />
me otorgan una bendición momentánea;<br />
en el fresco agitar <strong>de</strong> sus alegres alas,<br />
mi alma cansada parece aliviarse.<br />
la mañana siguiente Emily salió temprano <strong>de</strong> Toulouse y llegó a La Vallée alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la puesta <strong>de</strong>l sol. Con la melancolía que experimentó al volver a ver el lugar que había sido resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> sus padres y<br />
escenario <strong>de</strong> su primera felicidad se mezcló, tras ce<strong>de</strong>r a la primera sorpresa, una satisfacción tierna e in<strong>de</strong>scriptible. Durante tanto tiempo se había visto acosada por su pesar que ahora disfrutaba con cada<br />
escena que <strong>de</strong>spertaba el recuerdo <strong>de</strong> sus amigos; parecían vivir <strong>de</strong> nuevo en cada estancia, en la que había estado acostumbrada a ver<strong>los</strong> y sintió que La Vallée seguía siendo el hogar más feliz. Una <strong>de</strong> las<br />
primeras habitaciones que visitó fue la que había sido la biblioteca <strong>de</strong> su padre. Se sentó en su butaca y, mientras contemplaba con resignación temperada el cuadro <strong>de</strong> otros tiempos que le traía a la memoria, las<br />
lágrimas que <strong>de</strong>rramó casi no podrían ser calificadas <strong>de</strong> dolorosas.<br />
Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su llegada se vio sorprendida por la visita <strong>de</strong>l venerable monsieur Barreaux, que acudió impaciente a dar la bienvenida a la hija <strong>de</strong> su <strong>de</strong>saparecido y respetado vecino, tan largo tiempo<br />
ausente <strong>de</strong> su hogar. Emily se vio consolada por la presencia <strong>de</strong> un viejo amigo y pasaron una hora grata conversando sobre otros tiempos y relatando alguna <strong>de</strong> las circunstancias que le habían ocurrido a cada<br />
uno <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se separaron.<br />
Ya era una hora muy avanzada <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> cuando monsieur Barreaux se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> Emily, por lo que no pudo visitar el jardín aquella noche; pero, a la mañana siguiente, recorrió con impaciencia las<br />
escenas que tanto había echado <strong>de</strong> menos, y según paseaba bajo <strong>los</strong> árboles que su padre había plantado y bajo <strong>los</strong> que tantas veces había mantenido afectuosas conversaciones con él, su rostro, su sonrisa,<br />
incluso el acento <strong>de</strong> su voz, volvieron con exactitud a su imaginación y su corazón se <strong>de</strong>rritió en tiernos recuerdos.<br />
Era a<strong>de</strong>más la estación favorita <strong>de</strong>l año para ella, en la que habían admirado juntos <strong>los</strong> tintes ricos y variados <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> bosques y el efecto mágico <strong>de</strong> las luces otoñales en las montañas; y entonces, la vista<br />
<strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> paisajes lo revivieron elocuentemente en su memoria. Según paseaba pensativa, imaginó la siguiente <strong>de</strong>dicatoria:<br />
¡Dulce otoño! ¡Como tu gracia melancólica<br />
penetra en mi corazón, yo serpenteo a través <strong>de</strong> esas sombras!<br />
Aliviada por tu suspiro inspirador, trazo tiernamente<br />
las imágenes solitarias <strong>de</strong> la mente pensativa!<br />
Escenas queridas, amigos amados<br />
—¡perdidos hace tiempo!—,.se alzan a mi alre<strong>de</strong>dor,<br />
¡y <strong>de</strong>spiertan el pensamiento fundido, la lágrima tierna!<br />
¡Esa lágrima, ese pensamiento, que valoro más que el júbilo,<br />
suaves como el tinte gradual que pinta tu año!<br />
Contemplo con pesar tierno tu sonrisa <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida,<br />
tus luces radiantes, brillando suaves en <strong>los</strong> bosques;<br />
tu paisaje lejano, bañad o <strong>de</strong> matices amaril<strong>los</strong><br />
mientras cae el dilatado <strong>de</strong>stello; tus crecidas tortuosas,<br />
ahora veladas en sombra, salvo don<strong>de</strong> navega el blanco botecillo,<br />
<strong>de</strong>slizándose en la brisa, y recibiendo tu rayo flameante.<br />
Pero ahora, ¡incluso ahora!, la visión parcial se rompe,<br />
y la ola sonríe. ¡Cómo la arrastra la nube!<br />
¡Símbolo <strong>de</strong> vida! —así es <strong>de</strong> inconstante su plan,<br />
así la alegría suce<strong>de</strong> a la pena—. ¡Así sonríe el hombre alterado!<br />
AL OTOÑO<br />
Una <strong>de</strong> la primeras preguntas <strong>de</strong> Emily tras su llegada a La Vallée fue en relación con Theresa, la vieja criada <strong>de</strong> su padre, que, como se recordará, monsieur Quesnel había hecho salir <strong>de</strong> la casa cuando fue<br />
alquilada, sin ayuda alguna. Al enterarse <strong>de</strong> que vivía en una cabaña a poca distancia, Emily fue paseando hasta allí, y, al acercarse, se congratuló al ver que su habitación estaba situada en un lugar grato sobre<br />
una zona ver<strong>de</strong>, cubierta por robles y que tenía la apariencia <strong>de</strong> confortable y extremadamente limpia. Se encontró a la mujer en el interior, ocupada con las uvas, y al ver a su joven señora, casi se <strong>de</strong>svaneció<br />
por el júbilo.<br />
—¡Ah, mi querida señorita! —dijo—, pensé que no os volvería a ver en este mundo cuando supe que habíais ido a ese lejano país. He sido maltratada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que os fuisteis. ¡Que poco pensé que me<br />
<strong>de</strong>spedirían a mi edad en la casa <strong>de</strong> mi viejo amo!<br />
Emily lamentó lo ocurrido y le aseguró que trataría <strong>de</strong> hacer confortables <strong>los</strong> días veni<strong>de</strong>ros y expresó su satisfacción al verla en un lugar tan grato.<br />
Theresa le dio las gracia llorando y añadió:<br />
—Sí, ma<strong>de</strong>moiselle, es un hogar confortable gracias a un amigo amable que se hizo cargo <strong>de</strong> mí en mi <strong>de</strong>sesperación cuando vos estabais <strong>de</strong>masiado lejos para ayudarme, y me <strong>de</strong>jó vivir aquí. ¡Qué poco<br />
pensé..., pero <strong>de</strong>jemos eso!<br />
—¿Quién ha sido ese amigo tan amable —dijo Emily—. Quienquiera que sea le consi<strong>de</strong>raré también amigo mío.<br />
—¡Ah, ma<strong>de</strong>moiselle!, ese amigo me prohibió difundir su buena acción, no puedo <strong>de</strong>cir quién era. Pero, ¡cómo habéis cambiado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la última vez que os vi! Estáis muy pálida y también muy <strong>de</strong>lgada, pero<br />
¡aún sigue ahí la sonrisa <strong>de</strong> mi viejo amo! Sí, nunca la per<strong>de</strong>ría, como tampoco la bondad que le hacía sonreír a él. ¡Qué día! ¡Los pobres perdieron verda<strong>de</strong>ramente un amigo cuando murió!<br />
Emily se alteró con la mención <strong>de</strong> su padre y Theresa, al observarlo, cambió <strong>de</strong> conversación.<br />
—Oí, ma<strong>de</strong>moiselle —dijo—, que madame Cheron se casó con un caballero extranjero y que os llevó con ella a su país. ¿Cómo se encuentra<br />
Emily le informó <strong>de</strong> su muerte.<br />
—¡Ya veo! —dijo Theresa—, si no hubiera sido la hermana <strong>de</strong> mi amo, nunca la habría apreciado, siempre fue algo atravesada. Pero, ¿cómo está el joven caballero, monsieur Valancourt Era un joven<br />
GRAY