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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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creéis que merece la pena, venid a mi celda esta noche, cuando la hermandad <strong>de</strong>scanse, y oiréis algo más, pero recordad que nos levantamos para las oraciones <strong>de</strong> medianoche, por lo que <strong>de</strong>béis venir antes o<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esa hora.<br />

Emily prometió recordarlo, y al aparecer poco <strong>de</strong>spués la aba<strong>de</strong>sa no volvieron a hablar <strong>de</strong> la infeliz monja.<br />

Mientras tanto, el con<strong>de</strong>, a su regreso al castillo, había encontrado a monsieur Du Pont en uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> ataques <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación que su amor por Emily le causaban tan frecuentemente, un aprecio que había<br />

subsistido <strong>de</strong>masiado tiempo para ser dominado fácilmente y que ya había rebasado la oposición <strong>de</strong> sus amigos. Monsieur Du Pont había visto a Emily por primera vez en Gascuña, cuando aún vivía su padre,<br />

quien, al <strong>de</strong>scubrir la inclinación <strong>de</strong> su hijo por ma<strong>de</strong>moiselle St. Aubert, inferior a él en fortuna, le prohibió que se <strong>de</strong>clarara a ella e informara a la familia o que siguiera pensando en ella. Durante la vida <strong>de</strong> su<br />

padre había cumplido su primera or<strong>de</strong>n, pero había encontrado impracticable aten<strong>de</strong>r a la segunda, y en ocasiones había suavizado su pasión visitando sus lugares favoritos, entre el<strong>los</strong> el pabellón <strong>de</strong> pesca,<br />

don<strong>de</strong>, una o dos veces, se dirigió a ella en verso, ocultando su nombre para obe<strong>de</strong>cer la promesa que había dado a su padre. También allí había interpretado la patética canción que ella había escuchado<br />

admirada y sorprendida, y encontró la miniatura que había supuesto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces una pasión fatal para su <strong>de</strong>scanso. Durante su expedición por Italia murió su padre; pero recibió su libertad en un momento en<br />

que no podía beneficiarse <strong>de</strong> ella, puesto que lo que consi<strong>de</strong>raba más valioso no estaba ya a su alcance. De cómo por acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>scubrió a Emily y la ayudó a escapar <strong>de</strong> su terrible prisión ya se ha informado<br />

y también <strong>de</strong> la esperanza con la que se vio animado su amor y <strong>de</strong> <strong>los</strong> inútiles esfuerzos que había hecho <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces para superarlo.<br />

El con<strong>de</strong> seguía tratando con voluntad amistosa <strong>de</strong> hacerle creer que la paciencia, la perseverancia y la pru<strong>de</strong>ncia le permitirían obtener la felicidad con Emily:<br />

—El tiempo —dijo— se llevará la impresión melancólica que la <strong>de</strong>silusión ha <strong>de</strong>jado en su mente y será sensible a vuestros méritos. Vuestros servicios ya han <strong>de</strong>spertado su gratitud y vuestros sufrimientos<br />

su piedad; y confiad en mí, amigo mío, en un corazón tan sensible como el suyo, la gratitud y la piedad conducen al amor. Cuando su imaginación se vea libre <strong>de</strong> la <strong>de</strong>silusión que ha sufrido, aceptará encantada<br />

el homenaje <strong>de</strong> un afecto como el vuestro.<br />

Du Pont suspiró al oír estas palabras y trató <strong>de</strong> confiar en lo que su amigo creía, por lo que accedió a la invitación <strong>de</strong> prolongar su visita en el castillo, que ahora <strong>de</strong>jamos por el monasterio <strong>de</strong> Santa Clara.<br />

Cuando las monjas se retiraron a <strong>de</strong>scansar, Emily se dirigió a su cita con la hermana Frances, a la que encontró en su celda, en oración, ante una mesa pequeña, en la que estaba la imagen a la que se<br />

dirigía, y una débil lámpara que iluminaba el lugar. Volviendo <strong>los</strong> ojos al abrirse la puerta, hizo una indicación <strong>de</strong> cabeza a Emily para que entrara, quien se sentó en silencio junto al pequeño colchón <strong>de</strong> paja <strong>de</strong> la<br />

monja hasta que concluyera sus oraciones. Ésta, que estaba arrodillada, se levantó, cogiendo la lámpara y colocándola encima <strong>de</strong> la mesa, lo que permitió que Emily viera un cráneo humano y algunos huesos al<br />

lado <strong>de</strong> un reloj <strong>de</strong> arena, pero la monja, sin advertir su alteración, se sentó en el colchón junto a ella, diciendo:<br />

—Vuestra curiosidad, hermana, os ha hecho puntual, pero no hay nada notable en la historia <strong>de</strong> la pobre Agnes, <strong>de</strong> quien evito hablar en presencia <strong>de</strong> mis hermanas legas, sólo porque no divulgaría su falta<br />

ante ellas.<br />

—Consi<strong>de</strong>raré vuestra confianza en mí como un favor —dijo Emily—, y no haré mal uso <strong>de</strong> ella.<br />

—La hermana Agnes —continuó la monja— es <strong>de</strong> una familia noble, como ya habréis <strong>de</strong>ducido <strong>de</strong> su aspecto, pero no <strong>de</strong>shonraré su nombre al extremo <strong>de</strong> revelarlo. El amor fue la causa <strong>de</strong> su falta y <strong>de</strong><br />

su locura. Era querida por un caballero <strong>de</strong> menor fortuna, y su padre, según he oído, la comprometió con un noble al que <strong>de</strong>testaba, y una pasión mal gobernada provocó su <strong>de</strong>strucción. Olvidó todas las<br />

obligaciones <strong>de</strong> la virtud y <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber y profanó sus votos matrimoniales; pero su culpabilidad no tardó en ser <strong>de</strong>scubierta, y habría caído como sacrificio <strong>de</strong> la venganza <strong>de</strong> su marido si su padre no hubiera<br />

logrado arrancarla <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r. Nunca supe <strong>de</strong> qué medios se valió, pero la <strong>de</strong>jó secretamente en este convento, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>spués logró convencerla <strong>de</strong> que tomara <strong>los</strong> hábitos, mientras circulaba la noticia por el<br />

mundo <strong>de</strong> que había muerto, y su padre, para salvar a su hija, colaboró en el rumor, y empleó tales medios para inducir a su marido a creer que había sido víctima <strong>de</strong> sus ce<strong>los</strong>. Parecéis sorprendida —añadió la<br />

monja, observando el rostro <strong>de</strong> Emily—, reconozco que la historia no es frecuente pero no creo que no tenga paralelo.<br />

—Por favor, proseguid —dijo Emily—, estoy muy interesada.<br />

—Ésta es toda la historia —prosiguió la monja—, sólo me queda por mencionar que la larga lucha que vive Agnes entre el amor y el remordimiento ha llegado a un extremo que ha <strong>de</strong>sequilibrado su mente.<br />

Al principio oscilaba en alternativas frenéticas y melancólicas, <strong>de</strong>spués se vio sumida en una profunda y serena melancolía que, con todo, en ocasiones se ve interrumpida por ataques terribles que se han vuelto a<br />

repetir con frecuencia.<br />

Emily se conmovió con la historia <strong>de</strong> la hermana, alguna <strong>de</strong> cuyas partes le trajo el recuerdo <strong>de</strong> la marquesa De Villeroi, que también había sido obligada por su padre a olvidar a la persona <strong>de</strong> su afecto por<br />

un noble elegido por él; pero, por lo que Dorothée le había relatado, no parecía que hubiera razones para suponer que había escapado a la venganza <strong>de</strong> <strong>los</strong> ce<strong>los</strong> <strong>de</strong> su marido o para dudar por un momento <strong>de</strong><br />

la inocencia <strong>de</strong> su conducta. Pero Emily, mientras suspiraba por la <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> la monja, no pudo evitar algunas lágrimas por las <strong>de</strong>sgracias <strong>de</strong> la marquesa, y cuando volvió a mencionar a la hermana Agnes,<br />

preguntó a Frances si recordaba cómo era en su juventud y si había sido bella.<br />

—Yo no estaba aquí entonces, cuando pronunció <strong>los</strong> votos —replicó Frances—, lo que sucedió hace tanto tiempo que creo que pocas <strong>de</strong> las hermanas <strong>de</strong> ahora fueron testigos <strong>de</strong> la ceremonia; ni siquiera<br />

nuestra madre aba<strong>de</strong>sa presidía entonces el convento, pero puedo recordar que la hermana Agnes era una mujer hermosa. Conserva el aire <strong>de</strong> alto rango que siempre la ha distinguido, pero su belleza, como os<br />

habréis dado cuenta, ha <strong>de</strong>saparecido. Casi no puedo <strong>de</strong>scubrir el más ligero vestigio <strong>de</strong> la hermosura que en otro tiempo animó su rostro.<br />

—¡Es raro —dijo Emily—, pero hay momentos en <strong>los</strong> que su rostro me resulta familiar! Pensaréis que soy fantasiosa, eso creo yo, ya que nunca vi a la hermana Agnes antes <strong>de</strong> venir a este convento y, en<br />

consecuencia, <strong>de</strong>bo recordar a alguna persona que se le parece mucho, aunque no logre saber quién es.<br />

—Os habéis interesado por la profunda melancolía <strong>de</strong> su rostro —dijo Frances—, y su impresión probablemente ha engañado vuestra imaginación, porque podría <strong>de</strong>cir que yo también percibo un cierto<br />

parecido entre vos y Agnes, <strong>de</strong>l mismo modo que vos creéis que la habéis visto en otro lugar cuando lleva muchos años refugiada aquí, casi tantos como <strong>los</strong> que vos tenéis.<br />

—¡Verda<strong>de</strong>ramente! —dijo Emily.<br />

—Sí —prosiguió Frances—, y ¿por qué ese hecho excita vuestra sorpresa<br />

Emily no pareció darse cuenta <strong>de</strong> esta pregunta y siguió pensativa.<br />

—Fue por entonces cuando murió la marquesa De Villeroi —dijo al fin.<br />

—Ésa es una extraña observación —dijo Frances.<br />

Emily, que reaccionó <strong>de</strong> su sueño, sonrió y cambió el giro <strong>de</strong> la conversación, pero no tardó en regresar al tema <strong>de</strong> la infeliz monja y permaneció en la celda <strong>de</strong> la hermana Frances hasta que la campana <strong>de</strong><br />

medianoche la hizo reaccionar. Con excusas por haber interrumpido el <strong>de</strong>scanso <strong>de</strong> la hermana hasta esa hora, salieron juntas <strong>de</strong> la celda. Emily regresó a su habitación y la monja, con una vela, se dirigió a sus<br />

<strong>de</strong>vociones hacia la capilla.<br />

Pasaron varios días y Emily no vio al con<strong>de</strong> ni a ninguno <strong>de</strong> sus familiares, y cuando al final se presentó advirtió con precaución que tenía un aire inquieto.<br />

—Mi espíritu está conmovido —dijo contestando a las ansiosas preguntas <strong>de</strong> Emily—, pienso cambiar <strong>de</strong> resi<strong>de</strong>ncia durante algún tiempo, un experimento que, eso espero, me permita recobrar mi habitual<br />

tranquilidad. Mi hija y yo acompañaremos al barón St. Foix a su castillo, que está en el valle <strong>de</strong> <strong>los</strong> Pirineos que se abre hacia Gascuña, y he estado pensando, Emily, que cuando estés preparada para marchar a<br />

La Vallée, podríamos seguir juntos parte <strong>de</strong>l camino. Sería para mí una satisfacción el custodiarte hacia tu casa.<br />

Agra<strong>de</strong>ció al con<strong>de</strong> sus amistosas consi<strong>de</strong>raciones y lamentó que la necesidad <strong>de</strong> ir primero a Toulouse hiciera su plan impracticable.<br />

—Pero cuando lleguéis a la resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l barón —añadió— estaréis a muy poca distancia <strong>de</strong> La Vallée y creo, señor, que no abandonaréis el condado sin visitarme. Es innecesario que os diga con qué<br />

placer os recibiré a vos y a Blanche.<br />

—No lo dudo —replicó el con<strong>de</strong>—, y no me negaré, ni a Blanche tampoco, el placer <strong>de</strong> visitarte, si <strong>los</strong> asuntos te permiten estar en La Vallée cuando tengamos la posibilidad <strong>de</strong> encontramos allí.<br />

Cuando Emily dijo que esperaba ver también a la con<strong>de</strong>sa, no sintió enterarse <strong>de</strong> la noticia <strong>de</strong> que la señora visitaría durante unas semanas, acompañada por ma<strong>de</strong>moiselle Beam, a una familia en el bajo<br />

Languedoc.<br />

El con<strong>de</strong>, tras una más <strong>de</strong>tallada conversación sobre su proyectado viaje y el <strong>de</strong> Emily, se marchó. No pasaron muchos días antes <strong>de</strong> que llegara una segunda carta <strong>de</strong> monsieur Quesnel informándola <strong>de</strong> que<br />

ya estaba en Toulouse, que La Vallée había quedado libre y que <strong>de</strong>seaba que se pusiera en camino hacia la primera ciudad citada, don<strong>de</strong> esperaría su llegada con la mayor rapi<strong>de</strong>z, ya que por sus propios<br />

asuntos le urgía regresar a Gascuña. Emily no dudó en obe<strong>de</strong>cerle, y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirse afectuosamente <strong>de</strong> la familia <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>, en la que seguía estando incluido monsieur Du Pont, y <strong>de</strong> sus amigas <strong>de</strong>l<br />

convento, partió para Toulouse atendida por la infeliz Annette y custodiada por un sirviente fijo <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>.

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