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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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cuando están casi dormidas las lánguidas flores,<br />

te gusta jugar en el aire <strong>de</strong>l crepúsculo,<br />

burlándote <strong>de</strong> la mirada que quisiera perseguir tu curso,<br />

con muchas revueltas traviesas, elástico, alegre,<br />

tu revoloteo cruza el camino <strong>de</strong>l pensamiento que te mira,<br />

cuando sus pisadas solitarias se marcan en el rocío <strong>de</strong> la montaña.<br />

Des<strong>de</strong> las islas indias vienes, en el carro <strong>de</strong>l verano,<br />

oscureciendo tu amor—¡tu guía es la brillante estrella!<br />

A una imaginación calurosa, las formas dudosas que flotaban ocultas a medias en la oscuridad permitían mayor <strong>de</strong>leite que el más variado paisaje que el sol pudiera iluminar. Mientras la fantasía se muere así<br />

por <strong>los</strong> paisajes <strong>de</strong> su propia creación, una dulce complacencia se acomoda en la mente, y<br />

lo purifica todo en sutil sentimiento,<br />

proclama la lágrima <strong>de</strong> oleaje embelesado.<br />

El sonido distante <strong>de</strong> un torrente, el débil temblor <strong>de</strong> la brisa entre <strong>los</strong> árboles o el ruido lejano <strong>de</strong> una voz humana, perdida un momento y recuperada <strong>de</strong>spués, son <strong>de</strong>talles que elevan maravil<strong>los</strong>amente el<br />

tono entusiástico <strong>de</strong> la mente. El joven St. Foix, que vio las presentaciones <strong>de</strong> una fantasía fervorosa y sentía todos <strong>los</strong> entusiasmos que pudiera sugerir, interrumpió a veces el silencio, que el resto <strong>de</strong>l grupo<br />

parecía haber acordado preservar, <strong>de</strong>stacando y señalando a Blanche <strong>los</strong> más sorpren<strong>de</strong>ntes efectos <strong>de</strong> la hora en el paisaje; mientras ella, cuyos temores se suavizaban por la conversación <strong>de</strong> su amor, cedió al<br />

gusto tan suyo y conversaron en voz baja sobre el efecto <strong>de</strong> aquella tranquilidad pensativa que inspiraban el crepúsculo y el escenario, más que algún temor que pudieran tener. Pero mientras el corazón se<br />

llenaba así <strong>de</strong> ternura, St. Foix mezcló gradualmente su admiración por el campo, con referencias a su efecto, y continuó hablando y Blanche escuchando, hasta que las montañas, <strong>los</strong> bosques y las ilusiones<br />

mágicas <strong>de</strong>l crepúsculo no fueron ya recordados.<br />

Las sombras <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> no tardaron en convertirse en la tristeza <strong>de</strong> la noche, que en cierta medida se anticipaba por la bruma, que surgiendo rápida alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las montañas, caía en oleadas oscuras por<br />

las la<strong>de</strong>ras, y <strong>los</strong> guías propusieron que <strong>de</strong>scansaran hasta que saliera la luna, añadiendo que creían que se acercaba una tormenta. Según miraban a su alre<strong>de</strong>dor buscando un lugar que pudiera proporcionarles<br />

algún tipo <strong>de</strong> refugio, divisaron un objeto oscuro en una roca, un poco más abajo <strong>de</strong> la montaña, que imaginaron que sería la cabaña <strong>de</strong> un pastor o <strong>de</strong> un cazador, y el grupo, con pasos caute<strong>los</strong>os, se dirigió<br />

hacia allí. Su trabajo no fue recompensado a sus temores suavizados, porque al llegar al objeto <strong>de</strong> su investigación <strong>de</strong>scubrieron una cruz <strong>de</strong> gran tamaño que marcaba el sitio que había sido manchado por un<br />

asesinato.<br />

La oscuridad no les permitió leer la inscripción, pero <strong>los</strong> guías sabían que era una cruz levantada en memoria <strong>de</strong> un con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Belyard, que había sido asesinado allí por una horda <strong>de</strong> bandidos que infestaban<br />

aquella parte <strong>de</strong> <strong>los</strong> Pirineos unos pocos años antes, y el tamaño poco común <strong>de</strong>l monumento permitía justificar la suposición <strong>de</strong> que fue erigido por una persona distinguida. Blanche tembló al escuchar algunos<br />

<strong>de</strong>talles horribles <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>, que uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> guías relató en tono bajo y contenido, como si el sonido <strong>de</strong> su propia voz le asustara. Pero mientras se aproximaban a la cruz, escuchando la historia, un<br />

relámpago iluminó la roca, el trueno resonó en la distancia, y <strong>los</strong> viajeros abandonaron la escena <strong>de</strong> horror solitario en busca <strong>de</strong> refugio.<br />

Tras regresar a su camino anterior, <strong>los</strong> guías trataron <strong>de</strong> interesar al con<strong>de</strong> con varias historias <strong>de</strong> robo e incluso <strong>de</strong> asesinato que habían sido perpetrados en <strong>los</strong> mismos lugares por <strong>los</strong> que inevitablemente<br />

tenían que pasar, con referencias a su propio valor y a sus maravil<strong>los</strong>as escapadas. El jefe <strong>de</strong> <strong>los</strong> guías, o más bien el que iba más armado, sacando una <strong>de</strong> sus cuatro pistolas, que llevaba metidas en el cinturón,<br />

juró que había disparado a tres ladrones en un año. Blandió a continuación un cuchillo <strong>de</strong> gran tamaño, y estaba a punto <strong>de</strong> comentar la maravil<strong>los</strong>a ejecución para la que le había servido cuando St. Foix,<br />

advirtiendo que Blanche estaba aterrorizada, le interrumpió. El con<strong>de</strong>, mientras tanto, riéndose secretamente por las terribles historias y las extravagantes exageraciones <strong>de</strong>l hombre, <strong>de</strong>cidió tomarle a broma, y<br />

tras informar con un susurro a Blanche <strong>de</strong> sus intenciones, comenzó a contar algunos hechos que excedían infinitamente cualquiera <strong>de</strong> <strong>los</strong> relatados por el guía.<br />

Ante las sorpren<strong>de</strong>ntes aventuras a las que con maña dio <strong>los</strong> colores <strong>de</strong> la verdad, <strong>los</strong> guías, a pesar <strong>de</strong> su coraje, se vieron visiblemente afectados y continuaron silenciosos mucho <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que el con<strong>de</strong><br />

hubiera <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> hablar. La locuacidad <strong>de</strong>l jefe héroe quedó así adormecida; la vigilancia <strong>de</strong> su mirada y <strong>de</strong> sus oídos, se <strong>de</strong>spertó, ya que escuchaba con ansiedad <strong>los</strong> truenos que sonaban a interva<strong>los</strong>, y se<br />

<strong>de</strong>tenía con frecuencia cuando la brisa creciente resonaba entre <strong>los</strong> pinos. Pero, cuando hizo un alto inesperado ante un grupo <strong>de</strong> alcornoques que se extendían sobre el camino, y sacó la pistola antes <strong>de</strong><br />

aventurarse a <strong>los</strong> bandidos que podían escon<strong>de</strong>rse <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él, el con<strong>de</strong> no pudo contener la risa.<br />

Al llegar a un llano sobre el precipicio, a cubierto en parte <strong>de</strong>l viento, ro<strong>de</strong>ado por un bosque <strong>de</strong> alerces que se inclinaban hacia un lado, y como <strong>los</strong> guías seguían ignorantes <strong>de</strong> lo que quedaba para llegar a<br />

la posada, <strong>los</strong> viajeros <strong>de</strong>cidieron <strong>de</strong>scansar hasta que saliera la luna o se disipara la tormenta. Blanche, conmovida por el sentir <strong>de</strong>l momento, miró a su alre<strong>de</strong>dor con terror; pero, dando la mano a St. Foix,<br />

<strong>de</strong>scabalgó y todo el grupo entró en una especie <strong>de</strong> caverna, si así pue<strong>de</strong> ser llamada, pues era sólo una concavidad formada por la curva <strong>de</strong> unas rocas entrantes. Encendieron una luz y el fuego, cuyas llamas<br />

aportaron un cierto ánimo y no poca comodidad, porque, aunque el día había sido caluroso, el aire <strong>de</strong> la noche <strong>de</strong> las montañas era frío; el fuego era parcialmente necesario también para mantener alejados a <strong>los</strong><br />

lobos <strong>de</strong> <strong>los</strong> que las montañas estaban infestadas.<br />

Extendieron las provisiones en un saliente <strong>de</strong> la roca, y el con<strong>de</strong> y su familia compartieron la cena, que en un escenario menos agreste habría consi<strong>de</strong>rado menos excelente. Cuando terminaron, St. Foix,<br />

impaciente por la salida <strong>de</strong> la luna, se dirigió hacia el precipicio hasta un punto situado frente al este, pero todo estaba envuelto en la oscuridad y el silencio <strong>de</strong> la noche se veía roto únicamente por el murmullo <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> árboles que se agitaban a lo lejos o por la tormenta distante y, <strong>de</strong> vez en cuando, por las débiles voces <strong>de</strong>l grupo <strong>de</strong>l que se había separado. Contempló, con emociones <strong>de</strong> profundidad sublime, las largas<br />

formas <strong>de</strong> las nubes sulfurosas que flotaban por las regiones superiores y medias <strong>de</strong>l aire, y <strong>los</strong> relámpagos que lucían <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ellas, a veces en silencio y, otras, seguidos por <strong>los</strong> temblores <strong>de</strong>l trueno, que las<br />

montañas prolongaban, mientras todo el horizonte y el abismo a cuyo bor<strong>de</strong> se encontraba quedaba al <strong>de</strong>scubierto por una luz momentánea. En la oscuridad siguiente, el fuego, que se mantenía en la cueva,<br />

extendió un brillo parcial iluminando algunos puntos <strong>de</strong> las rocas opuestas y las copas <strong>de</strong> <strong>los</strong> pinos que crecían en las la<strong>de</strong>ras inferiores, mientras su refugio parecía quedar en una sombra más oscura.<br />

St. Foix <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> observar el cuadro que ofrecía el grupo <strong>de</strong> la cueva, don<strong>de</strong> las elegantes formas <strong>de</strong> Blanche contrastaban con la figura majestuosa <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>, que estaba sentado a su lado en una piedra, y<br />

ofrecían un cuadro más impresionante por <strong>los</strong> trajes grotescos y las recias figuras <strong>de</strong> <strong>los</strong> guías y otros criados, que estaban en la parte posterior <strong>de</strong>l lugar. El efecto <strong>de</strong> la luz también era interesante. En las figuras<br />

reunidas producía un brillo fuerte aunque pálido y relucía en sus armas brillantes, mientras las ramas <strong>de</strong> un árbol gigante que lanzaba su sombra <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el promontorio superior parecían <strong>de</strong> un tinte rojo oscuro,<br />

<strong>de</strong>stacándose casi imperceptiblemente <strong>de</strong> la oscuridad <strong>de</strong> la noche.<br />

Mientras St. Foix contemplaba la escena, la luna, gran<strong>de</strong> y amarilla, se alzó sobre las cumbres <strong>de</strong>l este, surgiendo <strong>de</strong> entre las nubes y mostrando pálidamente la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> <strong>los</strong> cie<strong>los</strong>, las masas <strong>de</strong> bruma<br />

que corrían a medio camino por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l precipicio y las imprecisas montañas.<br />

¡Qué terrible <strong>de</strong>leite a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l sufrir sublime!<br />

Como el <strong>de</strong>l marinero <strong>de</strong> un naufra gio en una costa <strong>de</strong>sierta,<br />

contemplar el enorme <strong>de</strong>rroche <strong>de</strong> niebla, agitada,<br />

extendiéndose en oleadas a lo ancho <strong>de</strong>l horizonte!<br />

THE MINSTREL<br />

Las voces <strong>de</strong> <strong>los</strong> guías le <strong>de</strong>spertaron <strong>de</strong> su sueño romántico repitiendo su nombre, que reverberó <strong>de</strong> montaña en montaña como si le llamaran miles <strong>de</strong> lenguas, por lo que no tardó en hacer <strong>de</strong>saparecer <strong>los</strong><br />

temores <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> y <strong>de</strong> Blanche, regresando a la caverna. No obstante, como la tormenta parecía aproximarse no abandonaron su refugio, y el con<strong>de</strong>, sentado entre su hija y St. Foix, trató <strong>de</strong> distraer <strong>los</strong><br />

temores <strong>de</strong> la primera y conversó sobre temas relativos a la historia natural <strong>de</strong>l paisaje en el que se encontraban. Habló <strong>de</strong> sustancias minerales y <strong>de</strong> <strong>los</strong> fósiles que se encontraban en las profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> aquella<br />

montañas; las vetas <strong>de</strong> mármol y granito, <strong>de</strong> las que estaban llenas; <strong>los</strong> estratos <strong>de</strong> conchas, <strong>de</strong>scubiertos cerca <strong>de</strong> las cumbres a miles <strong>de</strong> brazas por encima <strong>de</strong>l nivel <strong>de</strong>l mar y a una enorme distancia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

lugar don<strong>de</strong> estaban las playas; <strong>de</strong> <strong>los</strong> tremendos abismos y <strong>de</strong> las cavernas <strong>de</strong> las rocas, las grotescas formas <strong>de</strong> las montañas, y <strong>los</strong> distintos fenómenos que parecen imprimir en el mundo la historia <strong>de</strong>l diluvio.<br />

De la historia natural <strong>de</strong>scendió a mencionar <strong>los</strong> acontecimientos y circunstancias relacionados con la historia civil <strong>de</strong> <strong>los</strong> Pirineos; mencionó algunas <strong>de</strong> las fortalezas más notables, que Francia y España habían<br />

levantado en <strong>los</strong> pasos <strong>de</strong> aquellas montañas, y ofreció una pequeña reseña <strong>de</strong> <strong>los</strong> sitios más célebres y <strong>de</strong> <strong>los</strong> encuentros en tiempos antiguos, cuando la Ambición asustó por primera vez a la Soledad en<br />

aquellas profundas cimas e hizo que aquellas montañas, que anteriormente sólo habían repetido el eco <strong>de</strong>l rugir <strong>de</strong> <strong>los</strong> torrentes, temblaran con <strong>los</strong> golpes <strong>de</strong> las armas, y el momento en que <strong>los</strong> primeros pasos<br />

<strong>de</strong>l hombre en su sagrado recinto habían <strong>de</strong>jado la impronta <strong>de</strong> la sangre. .<br />

Blanche estaba sentada, escuchando con atención la <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> escenas doblemente interesantes y sumergida en solemne emoción, cuando consi<strong>de</strong>raba que aquél era el mismo lugar en el que en otro<br />

tiempo ocurrieron aquel<strong>los</strong> acontecimientos, y su sueño se vio interrumpido <strong>de</strong> pronto por un ruido que llegó con el viento. Era el ladrido distante <strong>de</strong> un perro guardián. Los viajeros escucharon con animada<br />

esperanza y, como el viento sopló con más fuerza, supusieron que el sonido llegaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> poca distancia, y <strong>los</strong> guías tuvieron pocas dudas <strong>de</strong> que, si procedían <strong>de</strong> la posada, estaban muy próximos a ella, por lo<br />

que el con<strong>de</strong> <strong>de</strong>cidió que continuaran su camino. La luna les brindaba una luz más fuerte aunque aún incierta, al moverse entre trozos <strong>de</strong> nubes, y <strong>los</strong> viajeros, guiados por el sonido, recomenzaron su viaje por el<br />

bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l precipicio precedidos por una sola antorcha que completaba la luz <strong>de</strong> la luna, porque <strong>los</strong> guías, creyendo que llegarían a la posada antes <strong>de</strong> la puesta <strong>de</strong>l sol, no se habían provisto <strong>de</strong> ninguna más. Con<br />

precaución silenciosa siguieron tras el ladrido, que se oía a interva<strong>los</strong> y que, pasado algún tiempo, cesó por completo. Los guías trataron <strong>de</strong> dirigirse hacia la parte <strong>de</strong> la que había procedido, pero el profundo<br />

estruendo <strong>de</strong> la torrentera no tardó en llamar su atención, cuando llegaban a un tremendo corte <strong>de</strong> la montaña, que parecía impedir cualquier progreso. Blanche <strong>de</strong>scabalgó <strong>de</strong> su mula, como hicieron el con<strong>de</strong> y<br />

St. Foix, mientras <strong>los</strong> guías recorrieron el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l precipicio en busca <strong>de</strong> un puente, que, fuera o no primitivo, les permitiera cruzar al otro lado. Al fin confesaron lo que el con<strong>de</strong> había empezado a sospechar,<br />

que ya llevaban algún tiempo con dudas sobre el camino y que <strong>de</strong> lo único que estaban seguros era <strong>de</strong> que se habían perdido.

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