04.01.2015 Views

radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

se apartó <strong>de</strong> ella abruptamente. A su regreso, Emily advirtió que había estado llorando y le suplicó con ternura que se dominara.<br />

—Mis sufrimientos ya se terminado —dijo—, ya he escapado <strong>de</strong> la tiranía <strong>de</strong> Montoni, y veo que estás bien. Permite que te vea también feliz.<br />

Valancourt estaba más agitado que antes.<br />

—No te merezco, Emily —dijo—. No te merezco.<br />

Palabras que por su manera <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirlas impresionaron más a Emily que su propio sentido. Se quedó mirándole <strong>de</strong> modo interrogativo.<br />

—No me mires así —dijo él, apartando la vista y oprimiendo su mano—, no puedo soportar esas miradas.<br />

—Tengo que preguntarte —dijo Emily, en tono gentil pero agitado— el significado <strong>de</strong> tus palabras, pero me doy cuenta <strong>de</strong> que no es el momento. Hablemos <strong>de</strong> otras cosas. Quizá mañana estés más sereno.<br />

Observa la luz <strong>de</strong> la luna en el bosque y las torres que aparecen oscuramente en la perspectiva. Solías ser un gran admirador <strong>de</strong>l paisaje, y te he oído <strong>de</strong>cir que la facultad <strong>de</strong> lograr un consuelo en la<br />

contemplación <strong>de</strong> esos sublimes espectácu<strong>los</strong>. que ni la opresión ni la pobreza pue<strong>de</strong>n aneblarnos. era la bendición <strong>de</strong> <strong>los</strong> inocentes.<br />

Valancourt pareció profundamente afectado.<br />

—Sí —replicó—. una vez tuve la satisfacción <strong>de</strong> <strong>los</strong> placeres inocentes y elegantes. Tuve en otro tiempo un corazón no corrompido. —Después. controlándose, añadió—: ¿Recuerdas nuestro viaje por <strong>los</strong><br />

Pirineos»<br />

—¿Podría olvidarlo —dijo Emily.<br />

—¿Podría yo —replicó—, cuando fue el período más feliz <strong>de</strong> mi vida. Entonces quería con entusiasmo todo lo que era gran<strong>de</strong> o hermoso.<br />

Pasó algún tiempo antes <strong>de</strong> que Emily pudiera contener sus lágrimas y dominar sus emociones.<br />

—Si <strong>de</strong>seas olvidar aquel viaje —dijo—, mi <strong>de</strong>seo también será olvidarlo. —Se <strong>de</strong>tuvo y <strong>de</strong>spués añadió—: Me <strong>de</strong>sasosiegas, pero no es el momento para hacer más preguntas; sin embargo. ¿cómo puedo<br />

evitar creer. aunque sea por un momento, que eres menos merecedor <strong>de</strong> mi estima que antes Sigo teniendo confianza en tu candor para creer que cuando te pida una explicación me la darás.<br />

—Sí —dijo Valancourt—, sí, Emily. Aún no he perdido mi candor, y si es así. haré mejor disimulando mis emociones. al saber cuáles sido tus sufrimientos, tus virtu<strong>de</strong>s. mientras yo..., yo..., pero no diré<br />

más. Ni siquiera pensaba <strong>de</strong>cir tanto. Me he visto sorprendido en autoacusaciones. Dime, Emily, que no olvidarás aquel viaje. que no <strong>de</strong>searás olvidarlo, y me calmaré. No per<strong>de</strong>ría el recuerdo <strong>de</strong> aquello por<br />

todo el oro <strong>de</strong>l mundo.<br />

—¡Qué contradictorio es todo esto! —dijo Emily—, pero pue<strong>de</strong>n oírnos. Mi recuerdo <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> ti. Estoy dispuesta a olvidar o a recordar, según lo que tú hagas. Regresemos con el con<strong>de</strong>.<br />

—Dime antes —dijo Valancourt— que perdonas la inquietud que te he ocasionado esta tar<strong>de</strong> y que sigues amándome.<br />

—Te perdono con toda sinceridad —replicó Emily—; tú mismo sabrás mejor si continuaré amándote. porque sabes si mereces mi estima. Por el momento, seguiré pensando que es así. Es innecesario que<br />

diga —añadió, observando su reacción— cuánto dolor me produciría pensar <strong>de</strong> otro modo. La señorita que se acerca es la hija <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>.<br />

Valancourt y Emily se vieron acompañados por Blanche, y el grupo se sentó poco <strong>de</strong>spués con el con<strong>de</strong>, su hijo y el chevalier Du Pont, ante el banquete ofrecido en tan alegre compañía, bajo <strong>los</strong> árboles.<br />

También se sentaron a la mesa varios <strong>de</strong> <strong>los</strong> más venerables colonos <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>, y fue una comida festiva para todos excepto para Valancourt y Emily. Cuando el con<strong>de</strong> se retiró al castillo, no invitó a Valancourt<br />

a que <strong>los</strong> acompañara, quien, en consecuencia, se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> Emily y se retiró a su posada solitaria para pasar la noche. Emily regresó a su habitación, don<strong>de</strong> pensó con profunda ansiedad y preocupación en el<br />

comportamiento y en el modo en que el con<strong>de</strong> había recibido a Valancourt. Su preocupación era tan profunda que olvidó la cita con Dorothée hasta que ya había entrado la mañana y, sabiendo que la mujer no<br />

vendría, se retiro unas pocas horas a <strong>de</strong>scansar.<br />

Al día siguiente, cuando el con<strong>de</strong> se unió acci<strong>de</strong>ntalmente a Emily en uno <strong>de</strong> sus paseos, hablaron <strong>de</strong> la fiesta <strong>de</strong> la noche anterior, lo que le llevó a él a mencionar el nombre <strong>de</strong> Valancourt.<br />

—Es un joven <strong>de</strong> talento —dijo—, me doy cuenta <strong>de</strong> que ya le conocíais. —Emily asintió—. Me lo presentaron en París —dijo el con<strong>de</strong>—, me agradó mucho en nuestro primer encuentro. —Se <strong>de</strong>tuvo y<br />

Emily tembló entre el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> saber más y el temor a mostrar al con<strong>de</strong> que estaba interesada en el tema—. ¿Puedo preguntaros —dijo por fin— cuánto tiempo hace que conocéis a monsieur Valancourt<br />

—¿Me permitiréis que os pregunte las razones <strong>de</strong> vuestro interés en saberlo, señor —dijo—. Después os contestaré inmediatamente.<br />

—Ciertamente —dijo el con<strong>de</strong>—, es muy justo. Os diré mis razones. Me doy cuenta <strong>de</strong> que monsieur Valancourt os admira; en eso, no obstante, no hay nada extraordinario; cualquier persona que os vea<br />

haría lo mismo. Estoy por encima <strong>de</strong> halagos comunes, hablo con sinceridad. Lo que temo es que sea un admirador favorecido.<br />

—¿Por qué lo teméis, señor —dijo Emily, tratando <strong>de</strong> ocultar sus emociones.<br />

—Porque —replicó el con<strong>de</strong>— no creo que sea merecedor <strong>de</strong> vuestros favores.<br />

Emily, altamente preocupada, le solicitó una explicación.<br />

—Os la daré —dijo— si creéis que nada que no sea el profundo interés en vuestra situación podría inducirme al riesgo <strong>de</strong> una afirmación.<br />

—Eso creo, señor —replicó Emily.<br />

—Descansemos bajo esos árboles —dijo el con<strong>de</strong> observando la pali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> su rostro—, aquí podéis sentaros, estáis fatigada.<br />

Se sentaron y el con<strong>de</strong> prosiguió:<br />

—Muchas señoritas, en vuestras circunstancias, pensarían que mi conducta en esta ocasión y tras tan corto conocimiento, es impertinente en vez <strong>de</strong> amistosa; por lo que he podido observar <strong>de</strong> vuestro<br />

temperamento y compresión, no temo que reaccionéis así. Nuestro conocimiento ha sido corto, pero lo suficiente para que me haya hecho estimaros y sentir un vivo interés por vuestra felicidad. Os merecéis ser<br />

feliz y confío en que lo seáis. —Emily suspiro levemente e inclinó la cabeza dándole las gracias. El con<strong>de</strong> hizo una nueva pausa—. Conozco circunstancias <strong>de</strong>sagradables —dijo—, pero la oportunidad <strong>de</strong><br />

haceros un importante servicio <strong>de</strong>be superar cualquier consi<strong>de</strong>ración inferior. ¿Me podréis informar <strong>de</strong> cómo conocisteis al chevalier Valancourt, si no os resulta <strong>de</strong>masiado doloroso<br />

Emily le relató brevemente las circunstancias <strong>de</strong> su encuentro en presencia <strong>de</strong> su padre, rogándole a continuación que no dudara en informarla <strong>de</strong> lo que sabía, advirtiendo su violenta emoción, contra la que<br />

luchaba, y cómo el con<strong>de</strong> la miraba con tierna compasión mientras pensaba cómo podía comunicar su información con el menor daño posible a su ansiosa auditora.<br />

—El chevalier y mi hijo —dijo— fueron presentados en la mesa <strong>de</strong> un hermano oficial en cuya casa yo también le conocí, invitándole a la mía en cualquier momento en que estuviera libre <strong>de</strong> servicio. Yo no<br />

sabía entonces que él había conocido anteriormente a un grupo <strong>de</strong> hombres, <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> su especie, que vivían <strong>de</strong>l expolio y que pasaban la vida en continuo libertinaje. Conocía a varios miembros <strong>de</strong> la familia<br />

<strong>de</strong>l chevalier, resi<strong>de</strong>nte en París, y lo consi<strong>de</strong>ré suficiente para llevarle a mi casa. Pero veo que os ponéis enferma, <strong>de</strong>jaré el tema.<br />

—No, señor —dijo Emily—, os ruego que continuéis, sólo estoy angustiada.<br />

—¡Sólo angustiada! —dijo el con<strong>de</strong> con énfasis—, sin embargo continuaré. No tardé en saber que aquel<strong>los</strong> hombres, sus compañeros, le habían llevado a una corriente <strong>de</strong> disipación <strong>de</strong> la que parecía no<br />

tener po<strong>de</strong>r ni inclinación para separarse. Perdió gran<strong>de</strong>s sumas <strong>de</strong> dinero en las mesas <strong>de</strong> juego, se <strong>de</strong>jó dominar por él y estaba arruinado. Hablé <strong>de</strong> esto con sus amigos, que me aseguraron que habían tratado<br />

<strong>de</strong> ayudarle, sin lograrlo. Poco <strong>de</strong>spués supe que en consi<strong>de</strong>ración a su habilidad para el juego, en el que tenía suerte generalmente cuando no se enfrentaba a <strong>los</strong> trucos <strong>de</strong> <strong>los</strong> villanos, un grupo <strong>de</strong> rufianes le<br />

había iniciado en <strong>los</strong> secretos <strong>de</strong> su negocio concediéndole una participación en <strong>los</strong> beneficios.<br />

—¡Imposible! —dijo Emily <strong>de</strong> pronto—. Pero, perdóneme, señor, no sé lo que digo, disculpadme por la <strong>de</strong>sesperación que me envuelve. Debo creer que no habéis sido informado <strong>de</strong> la verdad. Sin duda el<br />

chevalier tenía enemigos que han dado <strong>de</strong> él una imagen equivocada.<br />

—Sería muy feliz si pudiera creerlo —replicó el con<strong>de</strong>—, pero no es así. Sólo el convencimiento <strong>de</strong> que es como os digo y mi preocupación por vuestra felicidad me han obligado a repetiros estos informes<br />

<strong>de</strong>sagradables.<br />

Emily guardó silencio. Recordó <strong>los</strong> comentarios <strong>de</strong> Valancourt la noche anterior, cuando <strong>de</strong>scubrió <strong>los</strong> dolores <strong>de</strong> sus autorreproches y parecía que todo confirmaba lo que el con<strong>de</strong> le había contado. Sin<br />

embargo, no tenía fuerzas suficientes para atreverse a creerlo. Su corazón se sentía oprimido por la angustia ante la mera sospecha <strong>de</strong> su culpabilidad y no podía tratar <strong>de</strong> creer en ello. Tras un largo silencio, el<br />

con<strong>de</strong> dijo:<br />

—Me doy cuenta, y lo comprendo, que necesitáis convenceros. Si es así os podría dar algunas pruebas <strong>de</strong> lo que he dicho, pero no puedo hacerlo sin incluir una en peligro, que me es especialmente<br />

querida.<br />

—¿A qué peligro os referís, señor —dijo Emily—. Si puedo prevenirlo, podéis confiar plenamente en mi honor.<br />

—Estoy seguro <strong>de</strong> que puedo confiar en vuestro honor —dijo el con<strong>de</strong>—, pero, ¿puedo confiar en vuestra fortaleza ¿Creéis que podéis resistir la petición <strong>de</strong> un admirador favorecido, cuando os ruegue,<br />

en la aflicción, que le digáis el nombre <strong>de</strong> quién le ha robado su bendición<br />

—No me expondré a tal tentación, señor —dijo Emily, con mo<strong>de</strong>sto orgullo—, porque no puedo favorecer a nadie a quien ya no estimo. No obstante, os doy mi palabra.<br />

Las lágrimas contradijeron, al mismo tiempo, sus primeras afirmaciones, y se dio cuenta <strong>de</strong> que sólo el tiempo y el esfuerzo podrían erradicar un afecto que se había formado en una estima virtuosa y<br />

animado por la costumbre y la dificultad.<br />

—Entonces confiaré en vos —dijo el con<strong>de</strong>—, porque necesitáis <strong>de</strong> la convicción para vuestra paz, y me doy cuenta <strong>de</strong> que no podréis obtenerla sin esta confi<strong>de</strong>ncia. Mi hijo ha sido bastantes veces testigo<br />

ocular <strong>de</strong> la conducta reprobable <strong>de</strong>l chevalier. Casi fue arrastrado por ella, llegó a cometer muchas locuras, pero le rescaté <strong>de</strong> la culpabilidad y la <strong>de</strong>strucción. Juzgad entonces, ma<strong>de</strong>moiselle St. Aubert, si un<br />

padre que casi había perdido a su único hijo varón por el ejemplo <strong>de</strong>l chevalier, no tiene razones para avisar a <strong>los</strong> que estima para que no confíen su felicidad en tales manos. Yo mismo he visto al chevalier<br />

jugando con hombres ante <strong>los</strong> que casi temblaba sólo con mirar<strong>los</strong>. Si seguís en duda, haré que os hable mi hijo.<br />

—No puedo dudar <strong>de</strong> lo que habéis sido testigo —replicó Emily, hundiéndose en la <strong>de</strong>sesperación—, o <strong>de</strong> lo que afirmáis. Pero tal vez el chevalier se ha visto arrastrado por una locura transitoria, que<br />

pue<strong>de</strong> no volverle a afectar nunca. Si hubierais conocido la rectitud <strong>de</strong> sus principios anteriores, compren<strong>de</strong>ríais mi incredulidad presente.<br />

—Pue<strong>de</strong> ser —observó el con<strong>de</strong>— que sea difícil creer en lo que nos sume en la <strong>de</strong>sesperación. Pero no me <strong>de</strong>jaré llevar por falsas esperanzas. Todos sabemos la fascinación que ejerce el vicio <strong>de</strong>l juego y<br />

qué difícil es también salirse <strong>de</strong> él. Es posible que el chevalier se reforme por algún tiempo, pero no tardaría en volver a la disipación, porque me temo que no sólo ha caído bajo el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> ese hábito, sino que<br />

su moral se ha corrompido. Y, ¿por qué he <strong>de</strong> ocultaros que el juego no es su único vicio Parece que se ha inclinado por todos <strong>los</strong> placeres viciosos.<br />

El con<strong>de</strong> dudó e hizo una pausa. Emily trataba <strong>de</strong> reanimarse, mientras, con creciente inquietud, esperaba lo que tuviera aún que <strong>de</strong>cir. Siguió un largo silencio, durante el cual le vio visiblemente agitado. Por<br />

fin dijo:

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!