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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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C a p í t u l o V I<br />

E<br />

¡Vosotros. dioses <strong>de</strong> lo seguro y <strong>de</strong>l sue ño profundo!,<br />

cuyo suave dominio rige sobre este castillo,<br />

y sitúa a su alre<strong>de</strong>dor todo su amplio silencio,<br />

perdonadme, si mi pluma temblorosa expone<br />

lo que nunca antes fue cantado en baladas mortales.<br />

l con<strong>de</strong> dio ór<strong>de</strong>nes para que se abrieran las habitaciones <strong>de</strong>l lado norte y fueran preparadas para recibir a Ludovico; pero Dorothée, recordando lo que había visto últimamente, temió obe<strong>de</strong>cer, y ninguno<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> otros criados se atrevió a aventurarse hasta allí, por lo que siguieron cerradas hasta el momento en que Ludovico tuvo que retirarse para pasar la noche, momento que todo el servicio esperaba con<br />

impaciencia.<br />

Después <strong>de</strong> la cena, Ludovico, por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>, se reunió con él en su cuarto, don<strong>de</strong> estuvieron so<strong>los</strong> casi media hora. Al marcharse, su señor le entregó una espada.<br />

—Ha sido utilizada en peleas mortales —dijo el con<strong>de</strong> jocosamente—, tú la usarás honorablemente, sin duda, en una espiritual. Mañana quiero que me digas que no queda ni un solo fantasma en el castillo.<br />

Ludovico la recibió con una respetuosa inclinación.<br />

—Seréis obe<strong>de</strong>cido, mi señor —dijo—, lograré que ningún espectro altere la paz <strong>de</strong> este castillo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esta noche.<br />

Regresaron entonces al comedor, en don<strong>de</strong> <strong>los</strong> invitados <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> les esperaban para acompañarles, y también a Ludovico, hasta la puerta <strong>de</strong> las habitaciones <strong>de</strong>l lado norte, y Dorothée, a quien habían<br />

pedido las llaves, se las entregó a Ludovico, que abrió el camino, seguido por la mayoría <strong>de</strong> <strong>los</strong> habitantes <strong>de</strong>l castillo. Al llegar a la escalera trasera, varios <strong>de</strong> <strong>los</strong> criados se <strong>de</strong>tuvieron y se negaron a seguir<br />

avanzando, pero el resto continuó hasta el último rellano, que por su amplitud permitió que todos lo ro<strong>de</strong>aran mientras metía la llave en la cerradura, lo que contemplaron con enorme curiosidad como si estuviera<br />

realizando algún rito mágico.<br />

Ludovico, que no estaba acostumbrado a la cerradura, no podía dar vuelta a la llave. y Dorothée, que se había quedado atrás, fue llamada y su mano abrió la puerta lentamente. Tras echar una mirada a la<br />

habitación polvorienta, tuvo un escalofrío y se echó hacia atrás. Ante esta señal <strong>de</strong> alarma, gran parte <strong>de</strong>l grupo corrió escaleras abajo, y el con<strong>de</strong>, Henri y Ludovico se quedaron so<strong>los</strong> para continuar su marcha,<br />

entrando inmediatamente en la habitación. Ludovico, con la espada <strong>de</strong>snuda, que acababa <strong>de</strong> sacar <strong>de</strong> la vaina, el con<strong>de</strong> con la lámpara y Henri con un cesto con algunas provisiones para el valeroso aventurero.<br />

Después <strong>de</strong> mirar por la primera habitación, en la que nada parecía justificar la alarma, pasaron a la segunda y, al encontrarse todo tranquilo, prosiguieron a la tercera con paso más <strong>de</strong>cidido. El con<strong>de</strong> tuvo<br />

entonces ánimo para sonreír tras la alteración que había sufrido por la reacción <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>más y le preguntó a Ludovico en qué habitación pasaría la noche.<br />

—Hay varias habitaciones <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ésta, su excellenza —dijo Ludovico señalando una puerta—, y en una <strong>de</strong> ellas hay una cama, según dicen. Allí pasaré la noche, y cuando me canse <strong>de</strong> vigilar podré<br />

echarme un poco.<br />

—Excelente —dijo el con<strong>de</strong>—; sigamos. Como ves, aquí no hay nada, sino pare<strong>de</strong>s sucias y muebles viejos. He estado tan ocupado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que llegué al castillo que es la primera vez que las veo. Recuerda<br />

<strong>de</strong>cir mañana al ama <strong>de</strong> llaves que abra estas ventanas. Las cortinas <strong>de</strong> damasco están hechas pedazos. Haré que las quiten y que se lleven estos muebles viejos.<br />

—¡Señor! —dijo Henri—, aquí hay una butaca tan llena <strong>de</strong> polvo que más que otra cosa recuerda las que hay en el Louvre.<br />

—Sí —dijo el con<strong>de</strong>, <strong>de</strong>teniéndose un momento para contemplarla—, hay una larga historia relativa a este sillón, pero no tengo tiempo ahora <strong>de</strong> contarla. Prosigamos. Son más habitaciones <strong>de</strong> las que<br />

pensaba, y han pasado muchos años <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que las vi por primera vez. Pero ¿dón<strong>de</strong> está la alcoba <strong>de</strong> la que hablabas, Ludovico Éstas sólo son antecámaras <strong>de</strong>l gran salón. Las recuerdo cuando estaban en<br />

todo su esplendor.<br />

—La cama, mi señor —replicó Ludovico—, según me dijeron, está en una habitación <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l salón, y en ella concluye todo.<br />

—¡Oh!, éste es el salón —dijo el con<strong>de</strong>, según entraban en una habitación muy espaciosa, en la que Emily y Dorothée habían <strong>de</strong>scansado. Estuvo un momento contemplando las reliquias <strong>de</strong> una gran<strong>de</strong>za<br />

pasada, la tapicería suntuosa; <strong>los</strong> sofás largos y bajos <strong>de</strong> terciopelo, con <strong>los</strong> bastidores picados y sucios; el suelo cubierto con pequeños cuadritos <strong>de</strong> mármol, en cuyo centro había una rica alfombra; las<br />

ventanas con vidrieras, y <strong>los</strong> espejos venecianos, <strong>de</strong> un tamaño y una calidad que no correspondía a <strong>los</strong> que se hacían en aquel tiempo en Francia, que reflejaban, por todos lados, la enorme habitación. Habían<br />

reflejado también anteriormente escenas alegres y brillantes, ya que había sido la habitación principal <strong>de</strong>l castillo y allí se habían celebrado las reuniones <strong>de</strong> la marquesa que formaron parte <strong>de</strong> sus festivida<strong>de</strong>s<br />

nupciales. Si el arte <strong>de</strong> un mago hubiera podido reconstruir aquel<strong>los</strong> grupos <strong>de</strong>saparecidos, muchos <strong>de</strong> el<strong>los</strong> incluso <strong>de</strong> la tierra, que en alguna ocasión cruzaron ante <strong>los</strong> brillantes espejos, ¡qué cuadro tan<br />

variado y contrastado habrían exhibido con el presente! Ahora, en lugar <strong>de</strong> las luces brillantes y <strong>de</strong> <strong>los</strong> grupos espléndidos y entretenidos, reflejaban únicamente <strong>los</strong> rayos <strong>de</strong> luz <strong>de</strong> una triste lámpara, que<br />

sostenía el con<strong>de</strong> y que con dificultad mostraba las tres solitarias figuras que continuaban recorriendo la habitación, y las pare<strong>de</strong>s llenas <strong>de</strong> polvo que las ro<strong>de</strong>aba.<br />

—¡Ah! —dijo el con<strong>de</strong> a Henri, <strong>de</strong>spertando <strong>de</strong> su sueño—, ¡cómo ha cambiado todo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que lo vi por última vez! Entonces era joven y la marquesa vivía sus mejores años; había aquí otras muchas<br />

personas, también, que ya no están en este mundo. Ahí estaba la orquesta; aquí nos movíamos en grupos, las pare<strong>de</strong>s hacían eco <strong>de</strong> la danza.<br />

Ahora sólo <strong>de</strong>vuelven una débil voz e incluso, ¡no será oída por mucho tiempo! Hijo mío, recuerda que yo también fui joven como tú y que <strong>de</strong>berás morir como <strong>los</strong> que te han precedido, como aquel<strong>los</strong> que<br />

cantaban y bailaban en esta habitación en otro tiempo alegre, olvidando que <strong>los</strong> años están hechos <strong>de</strong> momentos y que cada paso que daban les conducía más cerca <strong>de</strong> la tumba. Pero estas consi<strong>de</strong>raciones son<br />

inútiles, casi diría criminales, a menos que nos enseñen a preparaos para la eternidad, puesto que, <strong>de</strong> otro modo, nublarán nuestra felicidad presente, sin guiaos hacia la futura. Pero <strong>de</strong>jemos esto, sigamos.<br />

Ludovico abrió la puerta <strong>de</strong> la alcoba, y el con<strong>de</strong>, al entrar, se estremeció con la apariencia funeraria que se <strong>de</strong>sprendía <strong>de</strong> su oscuridad. Se acercó a la cama con emoción solemne, y al comprobar que<br />

estaba cubierta con un paño mortuorio negro <strong>de</strong> terciopelo, se <strong>de</strong>tuvo:<br />

—¿Qué es esto —dijo contemplándolo.<br />

—He oído, mi señor —dijo Ludovico acercándose y mirando las cortinas—, que la señora marquesa De Villeroi murió en esta habitación y permaneció aquí hasta que fue sacada para ser enterrada, lo que<br />

pue<strong>de</strong> explicar, signor, la presencia <strong>de</strong> este paño.<br />

El con<strong>de</strong> no replicó, y se quedó unos momentos sumergido en sus pensamientos, evi<strong>de</strong>ntemente, muy afectado. Entonces, volviéndose a Ludovico le preguntó en tono muy serio si pensaba que su coraje le<br />

permitiría permanecer allí toda la noche.<br />

—Si lo dudas —añadió el con<strong>de</strong>—, no te avergüences <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirlo. Te liberaré <strong>de</strong> tu compromiso sin exponerte a las burlas <strong>de</strong> tus compañeros.<br />

Ludovico hizo una pausa; el orgullo, y algo parecido al miedo, parecían <strong>de</strong>batirse en su pecho; sin embargo, el orgullo alcanzó la victoria; se puso colorado y cesó en sus dudas.<br />

—No, mi señor —dijo—, seguiré a<strong>de</strong>lante con lo que he empezado y os agra<strong>de</strong>zco vuestra consi<strong>de</strong>ración. Encen<strong>de</strong>ré fuego en esa chimenea y con <strong>los</strong> buenos ánimos que obtendré <strong>de</strong> esa cesta, no dudo<br />

que saldré a<strong>de</strong>lante.<br />

—Que así sea —dijo el con<strong>de</strong>—, pero ¿cómo superarás el tedio <strong>de</strong> la noche si no vas a dormir<br />

—Cuando esté cansado, mi señor —replicó Ludovico—, no tendré miedo <strong>de</strong> dormirme. Mientras, tengo un libro que me servirá <strong>de</strong> entretenimiento.<br />

—Bien —dijo el con<strong>de</strong>—, espero que nada te moleste, pero si algo serio te preocupa durante la noche, acu<strong>de</strong> a mi habitación. Tengo <strong>de</strong>masiada confianza en tu buen sentido y en tu coraje para creer que<br />

puedas asustarte sin motivo o conmoverte por la tristeza <strong>de</strong> esta habitación, o por su situación alejada, para que puedas llenarte <strong>de</strong> terrores imaginarios. Mañana te daré las gracias por un servicio importante.<br />

Estas habitaciones serán abiertas y el servicio se convencerá <strong>de</strong> su error. Buenas noches, Ludovico, ven a verme por la mañana temprano y recuerda lo último que te he dicho.<br />

—Lo haré, mi señor. Buenas noches a vuestra excellenza, permitidme que os acompañe con la luz.<br />

Iluminó el camino <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> y Henri a través <strong>de</strong> las habitaciones hasta la puerta exterior. En el rellano <strong>de</strong> la escalera había una lámpara abandonada por uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> criados asustados, y Henri, tras cogerla,<br />

volvió a <strong>de</strong>sear buenas noches a Ludovico, quien, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber correspondido respetuosamente al <strong>de</strong>seo, cerró la puerta tras el<strong>los</strong> y echó la llave. Al regresar a la alcoba examinó las habitaciones por las<br />

THOMSON

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