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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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C a p í t u l o I X<br />

V<br />

Así, en el helado y triste país lapón,<br />

perdido durante muchos meses en la nieve profunda,<br />

cuando Febo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Cáncer envía la suavidad <strong>de</strong> las estaciones<br />

yen su cueva <strong>de</strong>l norte se han encerrado las tempesta<strong>de</strong>s,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> las montañas silenciosas, directo, con ruidos alarmantes,<br />

<strong>los</strong> torrentes se abalanzan, emergen colinas ver<strong>de</strong>s, y mirad<br />

<strong>los</strong> árboles frondosos, <strong>los</strong> acantilados coronados <strong>de</strong> flores,<br />

por <strong>los</strong> valles llenos <strong>de</strong> césped, van murmurando <strong>los</strong> riachue<strong>los</strong> claros<br />

y rebosa el corazón <strong>de</strong>l campesino <strong>de</strong> admiración, amor y alegría.<br />

arios <strong>de</strong> <strong>los</strong> días siguiente pasaron en la duda, ya que Ludovico sólo pudo enterarse por <strong>los</strong> soldados <strong>de</strong> que había un prisionero en la habitación que le había señalado Emily, y que se trataba <strong>de</strong> un francés<br />

capturado en una <strong>de</strong> sus salidas, que iba con un grupo <strong>de</strong> compatriotas. Durante este intervalo Emily escapó <strong>de</strong> las persecuciones <strong>de</strong> Bertolini y <strong>de</strong> Verezzi, encerrándose en su habitación excepto cuando<br />

algunas veces, por la tar<strong>de</strong>, se atrevió a pasear por el pasillo. Montoni parecía respetar su última promesa, aunque había profanado la primera, ya que su presente tranquilidad sólo podía ser atribuida a su<br />

protección, y con ello se veía tan segura que no <strong>de</strong>seaba abandonar el castillo hasta no tener alguna certeza relativa a Valancourt; lo que esperó en realidad sin sacrificio, puesto que no se había presentado<br />

circunstancia alguna que hubiera podido hacer probable su huida.<br />

Al cuarto día Ludovico le informó <strong>de</strong> que tenía esperanzas <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r entrar en contacto con el prisionero. Lo haría en la guardia <strong>de</strong> un soldado <strong>de</strong>l que era amigo y al que acompañaría la noche siguiente. No<br />

fue contrariado en sus esperanzas. Con el pretexto <strong>de</strong> llevar una jarra <strong>de</strong> agua, entró en la prisión, aunque como por pru<strong>de</strong>ncia no había comunicado al centinela el motivo real <strong>de</strong> su visita, se vio obligado a hacer<br />

que su conversación con el prisionero fuera muy breve.<br />

Emily esperó el resultado en su habitación, pues Ludovico había prometido acompañar a Annette hasta el corredor por la tar<strong>de</strong>, y llegó tras varias horas <strong>de</strong> espera impaciente. Emily, <strong>de</strong>seosa <strong>de</strong> que le<br />

confirmara que se trataba <strong>de</strong> Valancourt, no pudo articular palabra, se quedó temblorosa y expectante.<br />

—El chevalier no me ha confiado su nombre, signora —replicó Ludovico—, pero cuando mencioné el vuestro pareció lleno <strong>de</strong> alegría, aunque no estaba tan sorprendido como yo esperaba.<br />

—¿Entonces es que me recuerda —exclamó Emily.<br />

—¡Oh! ¡Es monsieur Valancourt! —dijo Annette, y miró impaciente a Ludovico, que comprendió lo que le quería <strong>de</strong>cir y continuó:<br />

—Sí, señora, el chevalier os recuerda y estoy seguro <strong>de</strong> que os tiene la consi<strong>de</strong>ración que vos tenéis por él. Me preguntó entonces cómo habíais llegado a saber que estaba en el castillo y si me habíais<br />

or<strong>de</strong>nado que hablara con él. A la primera pregunta no pu<strong>de</strong> contestar, pero la segunda sí, y él volvió <strong>de</strong> nuevo a su éxtasis. Temí que su alegría le traicionara ante el centinela que estaba en la puerta.<br />

—¿Pero cómo está, Ludovico —interrumpió Emily—. ¿No está melancólico y enfermo tras este confinamiento<br />

—No lo creo. No presentaba síntomas <strong>de</strong> estar melancólico, señora, mientras estuve con él, ya que le vi más animado <strong>de</strong> lo que nunca he visto a nadie; su rostro estaba lleno <strong>de</strong> alegría y parecía encontrarse<br />

bien, pero no le pregunté.<br />

—¿Te dio algún mensaje para mí —dijo Emily.<br />

—Sí, signora, y algo más —replicó Ludovico, que se registró en <strong>los</strong> bolsil<strong>los</strong>—. No puedo haberlo perdido —añadió—, el chevalier dijo que os habría escrito, señora, <strong>de</strong> haber tenido pluma y tinta, y os iba<br />

a enviar un largo mensaje, cuando el centinela entró en la habitación, pero no antes <strong>de</strong> que me hubiera dado esto.<br />

Ludovico sacó una miniatura <strong>de</strong> su pecho, que Emily recibió con mano temblorosa y vio que se trataba <strong>de</strong> su retrato, el mismo retrato que su madre había perdido tan <strong>misterios</strong>amente en el pabellón <strong>de</strong><br />

pesca <strong>de</strong> La Vallée.<br />

Lágrimas <strong>de</strong> alegría y ternura brotaron <strong>de</strong> sus ojos, mientras Ludovico proseguía.<br />

—«Dile a tu señora», dijo el chevalier al darme el retrato, «que éste ha sido mi compañero y mi único solaz en todas mis <strong>de</strong>sgracias. Dile que lo he llevado junto a mi corazón y que se lo envío como prueba<br />

<strong>de</strong> un afecto que no morirá nunca, que no me separaría <strong>de</strong> él, si no fuera para ella, por todas las riquezas <strong>de</strong>l mundo, y que ahora lo hago con la esperanza <strong>de</strong> recibirlo <strong>de</strong> sus propias manos. Dile...» En ese<br />

momento, signora, llegó el centinela y el chevalier no dijo nada más; pero él me había pedido antes que le ayudara a tener una entrevista con vos, y cuando le dije que tenía pocas esperanzas <strong>de</strong> convencer al<br />

guardián para que me ayudara, me dijo que tal vez no fuera tan difícil como yo imaginaba y me suplicó que le llevara vuestra respuesta, y que entonces me informaría <strong>de</strong> más cosas que se podrían hacer. Esto es,<br />

creo, señora, todo lo sucedido.<br />

—¿Cómo podría, Ludovico, compensarte por esos riesgos —dijo Emily—. Pero ahora no poseo <strong>los</strong> medios. ¿Cuándo volverás a ver <strong>de</strong> nuevo al chevalier<br />

—No estoy seguro, signora —replicó—, <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> quién haga la próxima guardia. Sólo hay uno o dos a <strong>los</strong> que me atrevería a pedirles que me <strong>de</strong>jaran entrar en la cámara <strong>de</strong>l prisionero.<br />

—No necesito recordarte —prosiguió Emily—, el interés que tengo en que veas pronto al chevalier, y cuando lo hagas, dile que he recibido el retrato y con <strong>los</strong> sentimientos que él <strong>de</strong>sea. Dile que he sufrido<br />

mucho y que sigo sufriendo... —se <strong>de</strong>tuvo.<br />

—¿Debo <strong>de</strong>cirle que le veréis, señora —dijo Ludovico.<br />

—Naturalmente que le veré —replicó Emily.<br />

—¿Pero cuándo, signora, y dón<strong>de</strong><br />

—Eso <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> las circunstancias —contestó Emily—; el lugar y la hora <strong>de</strong>be ser regulado por sus oportunida<strong>de</strong>s.<br />

—Por lo que se refiere al lugar, ma<strong>de</strong>moiselle —dijo Annette—, no hay otro sitio en el castillo, aparte <strong>de</strong> este corredor, don<strong>de</strong> podamos verle con seguridad, lo sabéis; y, por lo que se refiere a la hora,<br />

habrá <strong>de</strong> ser cuando todos <strong>los</strong> signors estén durmiendo, si es que eso suce<strong>de</strong>.<br />

—Debes mencionar estas circunstancias al chevalier, Ludovico —dijo Emily, pasando por alto la impertinencia <strong>de</strong> Annette—, y <strong>de</strong>jar que sean ellas, a su juicio, las que ofrezcan la mejor oportunidad. Dile<br />

que mi corazón no ha cambiado. Pero, por encima <strong>de</strong> todo, ve a verle cuanto antes; y, Ludovico, creo que no es necesario que te diga que estaré muy inquieta por ti.<br />

Tras <strong>de</strong>searle buenas noches, Ludovico se marchó, y Emily se retiró a <strong>de</strong>scansar, aunque no a dormir, porque la alegría la mantuvo tan <strong>de</strong>spierta como había estado antes por la <strong>de</strong>sesperación. Montoni y Su<br />

castillo habían <strong>de</strong>saparecido <strong>de</strong> su imaginación, como las espantosas visiones <strong>de</strong> un nigromante, y <strong>de</strong>ambuló, una vez más, en las fantasías <strong>de</strong> una felicidad sin fin:<br />

Como cuando bajo el rayo<br />

<strong>de</strong> las lunas <strong>de</strong> verano, en medio <strong>de</strong> <strong>los</strong> bosques distantes,<br />

o por la riada, toda plateada con <strong>de</strong>stel<strong>los</strong>,<br />

las dulces Hadas, corporeizadas, lanzan chorros <strong>de</strong> luz por el aire.<br />

Pasó una semana antes <strong>de</strong> que Ludovico visitara <strong>de</strong> nuevo la prisión, porque <strong>los</strong> centinelas durante aquel período fueron hombres en <strong>los</strong> que no podía confiar y temió <strong>de</strong>spertar su curiosidad al pedirles ver al<br />

prisionero. En este intervalo comunicó a Emily informes terribles <strong>de</strong> lo que estaba pasando en el castillo; <strong>de</strong> broncas, discusiones y disputas más que alarmantes, mientras por algunos <strong>de</strong>talles que mencionó no<br />

sólo dudó <strong>de</strong> si Montoni tenía la intención <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarla marchar alguna vez, sino que temió profundamente que hubiera tomado <strong>de</strong>cisiones referentes a ella con las que ya le había amenazado. Su nombre se<br />

BEATTIE

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