04.01.2015 Views

radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—He <strong>de</strong>jado el asunto enteramente en manos <strong>de</strong>l signor —añadió madame Montoni—, pero <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir que monsieur Valancourt nunca ha sido mi favorito y que me convencieron, ya que <strong>de</strong> otro modo<br />

nunca habría dado mi consentimiento a esa relación. Fui bastante débil, ¡soy a veces tan inconsciente cuando se trata <strong>de</strong> ver el sufrimiento <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>más!, que me conmoví, y mis juicios cedieron a tu aflicción.<br />

Pero el signor me ha señalado muy claramente la locura <strong>de</strong> todo esto y no tendrá que reprocharme nada por segunda vez. Estoy <strong>de</strong>cidida a que te sometas a <strong>los</strong> que saben cómo guiarte mejor que tú misma. He<br />

<strong>de</strong>cidido que <strong>de</strong>bes conformarte.<br />

Emily se habría quedado profundamente sorprendida por las afirmaciones <strong>de</strong> su elocuente discurso si su mente no se hubiera visto abrumada por la inesperada conmoción que había recibido y que casi no le<br />

había permitido oír las últimas palabras <strong>de</strong> su tía. Fueran cuales fueran las <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> madame Montoni, <strong>de</strong>bía haber evitado acusarse a sí misma con las <strong>de</strong> compasión y ternura por <strong>los</strong> sentimientos <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

<strong>de</strong>más y especialmente por <strong>los</strong> <strong>de</strong> Emily. Todo se producía por las mismas razones ambiciosas que habían influido en ella últimamente para buscar una alianza con la familia <strong>de</strong> madame Clairval, las mismas que<br />

ahora, tras su matrimonio con Montoni, habían <strong>de</strong>cidido su posición, y con ella sus puntos <strong>de</strong> vista sobre su sobrina.<br />

Emily se sentía <strong>de</strong>masiado afectada para manifestarse o para seguir hablando <strong>de</strong>l tema y cuando, finalmente, intentó lo último, la emoción le impidió hablar y se retiró a su cuarto para pensar, si es que le era<br />

posible hacerlo en aquel estado <strong>de</strong> ánimo, tras la inesperada y abrumadora <strong>de</strong>cisión. Tardó mucho en recuperarse y en lograr que su espíritu le permitiera la reflexión, y cuando lo logró todo le pareció más<br />

oscuro y terrible. Vio claro que Montoni buscaba engran<strong>de</strong>cerse a sí mismo disponiendo <strong>de</strong> ella y le asaltó la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que su amigo Cavigni era la persona en la que se interesaba. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ir a Italia se le<br />

aparecía aún más oscura cuando consi<strong>de</strong>raba la tumultuosa situación <strong>de</strong> aquel país, conmovido por revueltas civiles, en las que cada pequeño estado estaba en guerra con sus vecinos y todos <strong>los</strong> castil<strong>los</strong> en<br />

peligro <strong>de</strong> ser atacados por invasores. Consi<strong>de</strong>ró que la única persona a cuyo consejo inmediato podría recurrir estaría a una enorme distancia, la que le separaría <strong>de</strong> Valancourt y, al pensar en él, todas las<br />

<strong>de</strong>más imágenes <strong>de</strong>saparecieron <strong>de</strong> su mente, y todos sus pensamientos se vieron <strong>de</strong> nuevo oscurecidos por el dolor.<br />

En aquel estado <strong>de</strong> perturbación pasó varias horas, y cuando fue avisada para acudir a la cena, solicitó permiso para permanecer en su propia cámara, pero madame Montoni estaba sola y su petición fue<br />

rechazada. Emily y su tía casi no hablaron durante la cena; la primera, dominada por la pesadumbre; la otra, disgustada por la inesperada ausencia <strong>de</strong> Montoni; porque no sólo se sentía herida en su vanidad por<br />

ello, sino ce<strong>los</strong>amente alarmada por lo que consi<strong>de</strong>raba un compromiso <strong>misterios</strong>o. Cuando retiraron <strong>los</strong> manteles y se quedaron solas, Emily volvió a hablar <strong>de</strong> Valancourt, pero su tía, ni ablandada por la<br />

piedad ni conmovida por el remordimiento, se irritó ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que se opusieran a su voluntad o que se discutiera la autoridad <strong>de</strong> Montoni, pese a que aquello era hecho por Emily con su habitual gentileza,<br />

quien, tras una larga y torturante conversación, se retiró llorando.<br />

Al cruzar el vestíbulo, una persona entró por la puerta principal. Tras una mirada rápida imaginó que se trataba <strong>de</strong> Montoni, y aceleró el paso, cuando oyó la voz familiar <strong>de</strong> Valancourt.<br />

—¡Emily, oh! ¡Mi Emily! —gritó él en un tono lleno <strong>de</strong> impaciencia, mientras ella se volvía y se alarmaba al ver la expresión <strong>de</strong> su rostro y la clara <strong>de</strong>sesperación <strong>de</strong> sus gestos—. ¡Estás llorando, Emily!<br />

Tengo que hablar contigo —dijo—, tengo muchas cosas que contarte; llévame a alguna parte don<strong>de</strong> podamos conversar. Pero estás temblando, ¡estás enferma! Debes sentarte.<br />

Observó que una <strong>de</strong> las puertas <strong>de</strong> las habitaciones estaba abierta y la cogió rápido por la muñeca para llevarla hacia allí; pero Emily trató <strong>de</strong> liberarse y le dijo con una sonrisa lánguida:<br />

—Me encuentro mejor; si <strong>de</strong>seas ver a mi tía, está en el comedor.<br />

—Tengo que hablar contigo, Emily —replicó Valancourt—. ¡Dios mío! ¿Es posible que hayamos llegado a esta situación ¿Que estés dispuesta a renunciar a mí Pero éste no es lugar apropiado, podrían<br />

oímos. Préstame atención, aunque sólo sean unos minutos.<br />

—Cuando hayas visto a mi tía —dijo Emily.<br />

—Estaba <strong>de</strong>cidido a ello cuando entré —exclamó Valancourt—, pero no aumentes ahora mis sufrimientos con esa frialdad, con ese cruel rechazo.<br />

El tono <strong>de</strong> su voz la afectó al extremo <strong>de</strong> hacer saltar sus lágrimas, pero insistió en negarse a hablar con él hasta que hubiera conversado con madame Montoni.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está su marido, dón<strong>de</strong>, entonces, está Montoni —dijo Valancourt, en tono alterado—, es con él con el que <strong>de</strong>bo hablar.<br />

Emily, aterrada por las consecuencias <strong>de</strong> la indignación que brillaba en sus ojos, le aseguró temblorosa que Montoni no estaba en casa y trató <strong>de</strong> convencerle para que mo<strong>de</strong>rara su resentimiento. Ante <strong>los</strong><br />

trému<strong>los</strong> acentos <strong>de</strong> su voz, sus ojos se suavizaron instantáneamente, pasando <strong>de</strong> la pasión a la ternura.<br />

—Estás enferma, Emily —dijo Valancourt—, ¡nos <strong>de</strong>struirán a <strong>los</strong> dos! Perdóname el que me haya atrevido a dudar <strong>de</strong> tu afecto.<br />

Emily <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> oponerse cuando él la condujo a una habitación próxima; el modo en que había dicho el nombre <strong>de</strong> Montoni la había alarmado por su propia seguridad <strong>de</strong> tal modo que sólo le interesaba<br />

prevenir las consecuencias <strong>de</strong> su justo resentimiento. Escuchó sus comentarios con atención, contestando únicamente con sus miradas <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación y ternura, ocultando todo lo que le fue posible <strong>los</strong><br />

sentimientos que le <strong>de</strong>spertaba Montoni, pensando evitarle así una mayor <strong>de</strong>sesperación. Pero ella vio el velo que él había echado sobre su resentimiento y su supuesta tranquilidad sólo sirvió para alarmarla más;<br />

finalmente le insistió en lo <strong>de</strong>scortés <strong>de</strong> forzar una entrevista con Montoni, o <strong>de</strong> tomar cualquier otra medida que pudiera hacer que su separación fuera irremediable. Valancourt cedió ante sus argumentos y sus<br />

afectados comentarios le llevaron a prometer que pese a que Montoni persistiera en sus <strong>de</strong>signios <strong>de</strong> separar<strong>los</strong>, él no trataría <strong>de</strong> impedirlo con violencia.<br />

—Hazlo por mí —dijo Emily—, consi<strong>de</strong>ra lo que yo sufriría con su venganza.<br />

—Lo haré por ti, Emily —replicó Valancourt, con <strong>los</strong> ojos llenos <strong>de</strong> lágrimas <strong>de</strong> ternura y <strong>de</strong>sesperación—. Sí, sí, me someteré. Pero, aunque te he dado mi promesa solemne, no esperes que pueda<br />

someterme a la autoridad <strong>de</strong> Montoni, porque si pudiera, no te merecería. Sin embargo, ¡oh, Emily!, ¡cuánto tiempo he <strong>de</strong> estar con<strong>de</strong>nado a vivir sin ti, cuánto tiempo pasará antes <strong>de</strong> que regreses a Francia!<br />

Emily trató <strong>de</strong> animarle con la seguridad <strong>de</strong> su afecto inalterable y haciéndole ver que en poco más <strong>de</strong> un año quedaría libre <strong>de</strong> la tutela <strong>de</strong> su tía. Estas afirmaciones dieron muy poco consuelo a Valancourt,<br />

que consi<strong>de</strong>ró que si para entonces se encontraba en Italia y seguía en su po<strong>de</strong>r, su dominio sobre ella no cesaría por sus <strong>de</strong>rechos; pero simuló que se conformaba. Emily, más tranquila por la promesa que<br />

había obtenido y por su aparente tranquilidad, estaba a punto <strong>de</strong> separarse <strong>de</strong> él cuando su tía entró en la habitación. Le echó una mirada <strong>de</strong> reproche y su sobrina se retiró <strong>de</strong> inmediato, con lo que expresó su<br />

profundo <strong>de</strong>sagrado a Valancourt.<br />

—Ésta no es la conducta que hubiera esperado <strong>de</strong> vos, señor —dijo—, no esperaba veros en mi casa <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que habéis sido informado <strong>de</strong> que no nos eran gratas vuestras visitas, y menos aún cuando<br />

tratáis <strong>de</strong> tener una entrevista clan<strong>de</strong>stina con mi sobrina, y que ella os la ha concedido.<br />

Valancourt, dándose cuenta <strong>de</strong> la necesidad <strong>de</strong> vindicar a Emily por su comentario, explicó que el propósito <strong>de</strong> su visita había sido solicitar una entrevista con Montoni, y pasó a exponerle las razones <strong>de</strong><br />

ello, con <strong>los</strong> modales que el sexo, más que la propia respetabilidad <strong>de</strong> madame Montoni, <strong>de</strong>mandaban.<br />

Sus argumentos fueron rechazados. Lamentó <strong>de</strong> nuevo que su pru<strong>de</strong>ncia le hubiera hecho ce<strong>de</strong>r a términos <strong>de</strong> compasión, y añadió que como era tan sensible a la locura <strong>de</strong> su consentimiento anterior y para<br />

prevenir la posibilidad <strong>de</strong> que se repitiera, había puesto en manos <strong>de</strong>l signor Montoni todo lo concerniente a aquel asunto.<br />

La sensible elocuencia <strong>de</strong> Valancourt consiguió al final que reaccionara ante su conducta inconveniente y madame Montoni se sintió avergonzada, aunque sin remordimiento. Odiaba a Valancourt por haber<br />

<strong>de</strong>spertado en ella aquella sensación dolorosa, y en la misma proporción en la que se sentía disconforme con ella aumentaba su aborrecimiento hacia él. Se hacía aún más molesto, porque el tono templado y las<br />

maneras <strong>de</strong> Valancourt, sin acusarla, la obligaban a hacerlo ella misma. No le <strong>de</strong>jaba camino a la esperanza para pensar que el odioso retrato que hacía era la caricatura <strong>de</strong> <strong>los</strong> prejuicios <strong>de</strong> él, ni le daba pie para<br />

expresar el resentimiento violento con que <strong>los</strong> contemplaba. Finalmente, su ira aumentó a tal extremo que Valancourt se vio obligado a salir <strong>de</strong> la casa abruptamente, antes <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r su propia estimación con<br />

una respuesta <strong>de</strong>stemplada. Quedó convencido <strong>de</strong> que no tenía nada que esperar <strong>de</strong> madame Montoni, <strong>de</strong> la simple piedad o <strong>de</strong> la justicia que pue<strong>de</strong>n esperarse <strong>de</strong> cualquier persona, pues ¿quién pue<strong>de</strong> sentir<br />

el dolor <strong>de</strong> la culpa sin la humildad <strong>de</strong>l arrepentimiento<br />

Por lo que se refiere a Montoni, tuvo la misma impresión <strong>de</strong>sesperada, puesto que era casi evi<strong>de</strong>nte que este plan <strong>de</strong> separar<strong>los</strong> había sido i<strong>de</strong>a suya, y no era probable que cambiara su propio punto <strong>de</strong><br />

vista por comentarios o <strong>de</strong>mostraciones que ya se habría preparado a resistir. Sin embargo, recordando su promesa a Emily, y más interesado en su amor que ce<strong>los</strong>o <strong>de</strong> las consecuencias, Valancourt tuvo<br />

cuidado en no hacer nada que pudiera irritar innecesariamente a Montoni. En consecuencia, le escribió solicitando una entrevista, y una vez hecho, se <strong>de</strong>cidió a esperar con calma su respuesta.<br />

Madame Clairval había adoptado una actitud pasiva en el asunto. Cuando dio su consentimiento al matrimonio <strong>de</strong> Valancourt creía <strong>de</strong> que Emily sería la here<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la fortuna <strong>de</strong> madame Montoni; y,<br />

aunque, tras la boda <strong>de</strong> esta última, comprobó que fallaban sus esperanzas, su conciencia no le había permitido adoptar medida alguna que impidiera la unión, pero su benevolencia no era suficientemente activa<br />

para impelerla ahora a tomar medida alguna para promoverla. Por el contrario, se sentía secretamente complacida ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que Valancourt se viera libre <strong>de</strong>l compromiso, que ella consi<strong>de</strong>raba inferior,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> la fortuna, o sus méritos, <strong>de</strong>l mismo modo que para Montoni era humillante por la belleza <strong>de</strong> Emily; y, aunque su orgullo se sintió herido porque se hubiera rechazado a un miembro <strong>de</strong><br />

su familia, <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñó mostrar su resentimiento como no fuera por el silencio.<br />

Montoni, en su respuesta a Valancourt, dijo que una entrevista no serviría para eliminar las objeciones <strong>de</strong> uno o para superar <strong>los</strong> <strong>de</strong>seos <strong>de</strong>l otro, que produciría sólo un inútil altercado entre el<strong>los</strong>. En<br />

consecuencia, pensó que lo lógico era rechazarla.<br />

En consi<strong>de</strong>ración a la política sugerida por Emily y a la promesa que le hizo, Valancourt contuvo el impulso que le urgía a presentarse en casa <strong>de</strong> Montoni para solicitar lo que le había sido <strong>de</strong>negado. Se<br />

limitó a repetir su petición <strong>de</strong> verle, apoyándose en todos <strong>los</strong> argumentos que su situación le pudo sugerir. Así pasaron varios días para <strong>de</strong>mostrar, por una parte, la negativa inflexible, y, por otra, que fuera por<br />

temor, vergüenza u odio, su rechazo no se vio suavizado por la piedad ante la agonía que <strong>de</strong>mostraban las cartas <strong>de</strong> Valancourt, ni <strong>de</strong>spertaron un sentido <strong>de</strong> arrepentimiento por la injusticia que con tan fuertes<br />

<strong>de</strong>mostraciones había empleado. Al final, las cartas <strong>de</strong> Valancourt fueron <strong>de</strong>vueltas sin abrir, y entonces, en <strong>los</strong> primeros momentos <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación apasionada, olvidó sus promesas a Emily, excepto la más<br />

solemne que le obligaba a evitar cualquier violencia, y se dirigió al castillo, <strong>de</strong>terminado a verle sirviéndose <strong>de</strong> cualquier medio que fuera necesario. Montoni no quiso recibirle, y Valancourt, cuando preguntó a<br />

continuación por madame y por ma<strong>de</strong>moiselle St. Aubert, no fue admitido por <strong>los</strong> criados. Al no estar dispuesto a enfrentarse a el<strong>los</strong>, se marchó y volvió a su casa en un estado próximo a la locura, escribió a<br />

Emily contándole lo sucedido y expresándole sin contenerse toda la agonía <strong>de</strong> su corazón, e indicándole que, puesto que no había otro modo <strong>de</strong> verla inmediatamente, <strong>de</strong>bía permitirle una entrevista sin informar<br />

a Montoni. Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber enviado la carta, sus pasiones se hicieron más atemperadas y se dio cuenta <strong>de</strong>l error que había cometido al haber dado a Emily nuevos motivos <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación con la<br />

intensa referencia a sus propios sufrimientos, y habría dado medio mundo, si hubiera sido posible, para recobrar la carta. Sin embargo, Emily no sufrió el dolor que habría recibido con ella, ya que por la política<br />

<strong>de</strong> sospechas <strong>de</strong> madame Montoni, había or<strong>de</strong>nado que todas las cartas <strong>de</strong> su sobrina <strong>de</strong>bían serle entregadas a ella y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberlas leído y <strong>de</strong> manifestar las expresiones <strong>de</strong> resentimiento que las<br />

referencias a Montoni <strong>de</strong> Valancourt provocaron, la echó a las llamas.<br />

Montoni, mientras tanto, cada día más impaciente por salir <strong>de</strong> Francia, dio repetidas ór<strong>de</strong>nes a <strong>los</strong> criados ocupados en las preparaciones <strong>de</strong>l viaje y a las personas con las que transaccionaba algunos<br />

negocios particulares. Mantuvo un continuo silencio con referencia a las cartas en las que Valancourt, <strong>de</strong>sesperado, solicitaba la indulgencia <strong>de</strong> que le fuera permitido <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> Emily. Pero cuando se enteró<br />

<strong>de</strong> que Emily saldría <strong>de</strong> viaje en unos pocos días, y que había sido <strong>de</strong>cidido que no la viera más, olvidando toda consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> pru<strong>de</strong>ncia, se atrevió, en una segunda carta a Emily, a proponerle un matrimonio<br />

clan<strong>de</strong>stino. Ésta también fue entregada a madame Montoni, y llegó el último día <strong>de</strong> la estancia <strong>de</strong> Emily en Toulouse sin que Valancourt recibiera una sola línea que suavizara su sufrimiento o le diera la

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!