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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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terribles sospechas <strong>de</strong> <strong>los</strong> propósitos <strong>de</strong> Montoni al enviarla allí. Trató <strong>de</strong> disuadir a <strong>los</strong> hombres <strong>de</strong> la parada y preguntó con ansiedad cuánto les quedaba <strong>de</strong> camino.<br />

—Aún muchas leguas —replicó Bertrand—. Vos, signora, podéis hacer lo que queráis para comer, nosotros nos prepararemos una buena cena mientras podamos. Os aseguro que la vamos a necesitar<br />

antes <strong>de</strong> que acabemos nuestro viaje. El sol ya se está ocultando, nos apearemos ahí, bajo esa roca.<br />

Su camarada asintió, y, dirigiendo las mulas fuera <strong>de</strong>l camino, avanzaron hacia unas rocas escarpadas, cubiertas en la parte superior <strong>de</strong> cedros. Emily <strong>los</strong> siguió en tembloroso silencio. La ayudaron a bajar<br />

<strong>de</strong> la mula y, tras sentarse en la hierba, al pie <strong>de</strong> las rocas, sacaron algunos alimentos que llevaban preparados <strong>de</strong> <strong>los</strong> que Emily trató <strong>de</strong> comer un poco, más que nada para disimular sus temores.<br />

El sol se ocultó tras las altas montañas <strong>de</strong>l oeste, sobre las que empezó a exten<strong>de</strong>rse un halo púrpura, y la oscuridad <strong>de</strong>l crepúsculo se asentó sobre todo lo que les ro<strong>de</strong>aba. Ya no escuchaba con<br />

satisfacción el leve y suave murmullo <strong>de</strong> la brisa moviéndose entre <strong>los</strong> árboles, porque colaboraba con lo salvaje <strong>de</strong>l paisaje y la hora <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> para <strong>de</strong>primir su ánimo.<br />

La inquietud relativa al prisionero en Udolfo había aumentado <strong>de</strong> tal modo que, comprobando que era impracticable hablar a solas con Bertrand sobre el asunto, volvió a plantear sus preguntas en presencia<br />

<strong>de</strong> Ugo; pero era o pretendía ser enteramente ignorante en relación con el <strong>de</strong>sconocido. Cuando Bertrand abandonó el tema, siguió su conversación con Ugo, lo que le llevó a mencionar al signor Orsino y el<br />

inci<strong>de</strong>nte que le había obligado a marcharse <strong>de</strong> Venecia, tema sobre el que Emily aventuró algunas preguntas. Ugo parecía muy enterado <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> aquel trágico acontecimiento, y relató con<br />

minuciosidad lo sucedido, provocando la sorpresa y conmoviendo a Emily, porque le parecía muy extraordinario que toda aquella información pudiera ser conocida por alguien que no fueran las personas que<br />

habían estado presentes cuando se cometió el asesinato.<br />

—Era alguien <strong>de</strong> importancia —dijo Bertrand—, en otro caso el estado no se habría molestado en buscar a sus asesinos. El signor ha tenido mucha suerte; ésta no es la primera vez que se ha visto metido en<br />

este tipo <strong>de</strong> asuntos y, claro está, cuando un caballero no tiene otro medio <strong>de</strong> obtener la victoria, tiene que hacerlo así.<br />

—¡Ay! —dijo Ugo—, ¿y por qué no ha <strong>de</strong> ser ese medio tan bueno como otro Es la manera <strong>de</strong> obtener justicia <strong>de</strong> una vez, sin darle más vueltas. Si acu<strong>de</strong>s a la ley, <strong>de</strong>bes esperar hasta que les convenga a<br />

<strong>los</strong> jueces y al final per<strong>de</strong>r la causa. Por eso, el mejor camino es estar seguro <strong>de</strong> tu <strong>de</strong>recho, mientras puedas y ejecutar la justicia tú mismo.<br />

—Así es —prosiguió Bertrand—, si esperas a que te hagan justicia, pue<strong>de</strong> que tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>masiado. Si yo quiero servir a<strong>de</strong>cuadamente a un amigo mío, ¿cómo puedo conseguir mi venganza Diez frente a uno<br />

me dirán que él tiene razón y que yo soy el equivocado. Si un tipo tiene una propiedad que yo creo <strong>de</strong>be ser mía, ¿por qué he <strong>de</strong> esperar, tal vez hasta morirme <strong>de</strong> hambre, a que la ley me lo dé y entonces,<br />

incluso, el juez pueda <strong>de</strong>cir que la propiedad es suya ¿Qué es lo que hay que hacer La cosa está bien clara, <strong>de</strong>bo quedarme con ella.<br />

El horror <strong>de</strong> Emily al oír esta conversación se acrecentó con la sospecha <strong>de</strong> que la última parte <strong>de</strong> la misma iba dirigida contra ella, y que aquel<strong>los</strong> hombres habían sido comisionados por Montoni para<br />

ejecutar un tipo similar <strong>de</strong> justicia, en su causa.<br />

—Pero estaba hablando <strong>de</strong>l signor Orsino —prosiguió Bertrand—; es uno <strong>de</strong> ésos a <strong>los</strong> que les encanta hacer justicia <strong>de</strong> inmediato. Recuerdo que hace unos diez años, el signor tuvo una discusión con un<br />

caballero <strong>de</strong> Milán. Me contaron entonces la historia y se me ha quedado grabada en la cabeza. Discutieron por una dama que le gustaba al signor y que era lo suficientemente perversa para preferir a un<br />

caballero <strong>de</strong> Milán e incluso lo llevó tan lejos como para casarse con él. Esto provocó al signor, como era lógico, porque había tratado durante mucho tiempo <strong>de</strong> razonar con ella y solía enviarle gentes para<br />

darle serenatas bajo sus ventanas por la noche y escribir versos para ella y juraba que era la dama más hermosa <strong>de</strong> Milán. Pero no sirvió <strong>de</strong> nada, no había manera <strong>de</strong> hacerla entrar en razones. Y, como he<br />

dicho, ella fue tan lejos, como casarse con el otro caballero. Esto hizo que el signor se llenara <strong>de</strong> ira con <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> venganza; <strong>de</strong>cidió <strong>de</strong>squitarse y esperó su oportunidad, aunque no fue mucho, porque, poco<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l matrimonio, se marcharon a Padua, estoy seguro que sin pensar lo que se les preparaba. El caballero se marchaba triunfante, pero no tardó en enterarse <strong>de</strong> otra clase <strong>de</strong> historia.<br />

—¿Había prometido algo la dama al signor Orsino —dijo Ugo.<br />

—¡Prometido! No —replicó Bertrand—, no llegó ni siquiera a <strong>de</strong>cirle que le agradaba, según oí, sino todo lo contrario, porque solía <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio, que jamás se iría con él. Y esto fue lo que<br />

provocó al signor y con razón, porque, ¿a quién le gusta oír que es <strong>de</strong>sagradable, y se lo dijo así <strong>de</strong> claro. No le pareció bastante <strong>de</strong>cirle eso; se marchó y se casó con otro.<br />

—¡Cómo! ¿Se casó sólo para ofen<strong>de</strong>r al signor —dijo Ugo.<br />

—De eso no estoy enterado —replicó Bertrand—, dijeron que llevaba tiempo interesada en el otro caballero, pero eso no tiene que ver con el asunto, no tendría que haberse casado con él, y así el signor<br />

no se habría visto provocado. Podía haberse esperado lo que iba a ocurrir; no podía suponer que él iba a aceptar su comportamiento. Pero, como <strong>de</strong>cía, salieron para Padua, ella y su marido, y el camino se<br />

extien<strong>de</strong> por una serie <strong>de</strong> montañas <strong>de</strong>snudas como ésas. Aquello servía bien a <strong>los</strong> propósitos <strong>de</strong>l signor. Vigiló el momento <strong>de</strong> su marcha y envió a sus hombres tras el<strong>los</strong> con instrucciones sobre lo que <strong>de</strong>bían<br />

hacer. Se mantuvieron a cierta distancia, hasta que vieron su oportunidad, y aquello no ocurrió hasta el segundo día <strong>de</strong> viaje, cuando el caballero había enviado a sus criados por <strong>de</strong>lante a la próxima ciudad para<br />

que prepararan <strong>los</strong> cabal<strong>los</strong> <strong>de</strong> refresco. Los hombres <strong>de</strong>l signor aceleraron el paso y alcanzaron al carruaje en un pasadizo entre dos montañas, don<strong>de</strong> <strong>los</strong> bosques impedían que <strong>los</strong> criados vieran lo que pasaba<br />

aunque aún no estaban muy lejos. Cuando llegamos, disparamos nuestros trabucos, pero fallamos.<br />

Emily se puso pálida al oír estas palabras y confió en que se hubiera confundido mientras Bertrand proseguía.<br />

—El caballero disparó <strong>de</strong> nuevo, pero fue forzado a apearse y en el momento en que se volvía para llamar a su gente, cayó. Fue lo más tremendo que podías haber visto. Recibió en la espalda tres estiletes<br />

al mismo tiempo. Cayó y fue <strong>de</strong>spachado en un minuto; pero la señora escapó, ya que <strong>los</strong> criados habían oídos <strong>los</strong> disparos y llegaron antes <strong>de</strong> que se pudiera hacer algo con ella. «Bertrand», dijo el signor,<br />

cuando sus hombres regresaron...<br />

—¡Bertrand! —exclamó Emily, pálida <strong>de</strong> horror, que no se había perdido una sílaba <strong>de</strong> la historia.<br />

—¿He dicho Bertrand —prosiguió el hombre confuso—. No, Giov<strong>ann</strong>i. Pero he olvidado dón<strong>de</strong> estaba. «Bertrand», dijo el signor...<br />

—¡De nuevo Bertrand! —dijo Emily, con voz <strong>de</strong>sfallecida—. ¿Por qué repetís ese nombre<br />

Bertrand lanzó un juramento.<br />

—¿Qué importa —prosiguió—, que el hombre se llamara Bertrand, o Giov<strong>ann</strong>i, o Roberto, da lo mismo. Me habéis confundido dos veces con esa pregunta. Bertrand, o Giov<strong>ann</strong>i, o lo que queráis.<br />

«Bertrand —dijo el signor—, si tus camaradas hubieran cumplido con su <strong>de</strong>ber como tú, no habría perdido a la dama. Ve, mi buen compañero, aquí tienes esto». Me dio una bolsa <strong>de</strong> oro, que era bastante<br />

poco, consi<strong>de</strong>rando el servicio que le había prestado.<br />

—Vamos, vamos —dijo Ugo—, bastante poco, bastante poco.<br />

Emily respiraba con dificultad y casi no podía sostenerse. Cuando vio por primera vez a aquel<strong>los</strong> hombres, su apariencia y su relación con Montoni habían sido suficiente para impresionarla en su<br />

<strong>de</strong>sesperación; pero ahora, cuando uno <strong>de</strong> el<strong>los</strong> había confesado ser un asesino, y se vio, al acercarse la noche, bajo su guía, en medio <strong>de</strong> las montañas agrestes y solitarias, y yendo hacia un lugar casi<br />

<strong>de</strong>sconocido, se vio atormentada por el terror más agonizante, que resultaba aún menos soportable ante la necesidad que sentía <strong>de</strong> ocultar todos <strong>los</strong> síntomas a sus acompañantes. Reflexionando sobre el<br />

comportamiento y las amenazas <strong>de</strong> Montoni, no parecía improbable que la hubiera entregado en sus manos con el propósito <strong>de</strong> que fuera asesinada y así asegurarse, sin nuevas oposiciones o <strong>de</strong>moras, las<br />

propieda<strong>de</strong>s por las que llevaba luchando tanto tiempo y tan <strong>de</strong>sesperadamente. Sin embargo, si éste era su propósito, no parecía necesario enviarla a tal distancia <strong>de</strong>l castillo, porque si el temor a que fuera<br />

<strong>de</strong>scubierto no le había <strong>de</strong>cidido a perpetrar allí su acción, un lugar mucho más próximo hubiera sido suficiente para ocultarla. Estas consi<strong>de</strong>raciones no se le ocurrieron <strong>de</strong> inmediato a Emily, en la que tantas<br />

circunstancias conspiraban para <strong>de</strong>spertar su terror, cuando no tenía po<strong>de</strong>r para oponerse a ellas o analizar fríamente <strong>los</strong> <strong>de</strong>talles; y si lo hubiera hecho, había en cualquier caso muchas apariencias que habrían<br />

justificado <strong>de</strong>masiado bien sus más terribles temores. No se atrevía a hablar con sus conductores, ya que temblaba al mero sonido <strong>de</strong> sus voces y cuando, <strong>de</strong> vez en vez, les lanzaba alguna mirada, sus rostros,<br />

vistos imperfectamente en la oscuridad <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, colaboraban en la confirmación <strong>de</strong> sus temores.<br />

Hacía ya algún tiempo que se había ocultado el sol; pesadas nubes, cuyas partes más bajas estaban teñidas <strong>de</strong> bermellón sulfuroso, se extendían hacia el oeste y lanzaban tonos rojizos sobre el bosque <strong>de</strong><br />

pinos, que producía un ruido solemne al cruzar la brisa entre sus ramas. El ambiente oprimió más el corazón <strong>de</strong> Emily y le hizo ver más <strong>de</strong>sesperadas y terroríficas todas las cosas que la ro<strong>de</strong>aban, las montañas,<br />

oscurecidas en el crepúsculo; las torrenteras relucientes, rugiendo con fuerza; <strong>los</strong> bosques ennegrecidos, y el profundo valle, roto por las zonas rocosas, cubiertas en lo alto por cipreses, agitados en la oscuridad.<br />

Para Emily, al contemplarlo con su mirada inquieta, aquello no tenía final; ni una cabaña ni una choza asomaban en el paisaje, ni siquiera el distante ladrido <strong>de</strong> un perro pastor. Con voz trémula se atrevió a<br />

recordar a sus guías que se estaba haciendo tar<strong>de</strong> y volvió a preguntar si les quedaba mucho camino. Estaban tan ocupados en su charla que no atendieron su pregunta, y que no se atrevió a repetir temiendo una<br />

agria respuesta. Sin embargo, poco <strong>de</strong>spués, tras haber concluido su cena, <strong>los</strong> hombres guardaron lo que habían sacado y prosiguieron por el valle en silencio. Emily volvió a meditar sobre su situación y <strong>los</strong><br />

motivos <strong>de</strong> Montoni para todo aquello. No podía dudar <strong>de</strong> que se <strong>de</strong>bía a siniestros propósitos contra ella; y parecía que, si no intentaba <strong>de</strong>struirla con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> apo<strong>de</strong>rarse inmediatamente <strong>de</strong> sus propieda<strong>de</strong>s,<br />

tenía la intención <strong>de</strong> mantenerla un tiempo escondida por alguna razón terrible que pudiera al mismo tiempo satisfacer su avaricia y más aún su profunda venganza. En ese momento, recordando al señor Brochio<br />

y su comportamiento en el pasillo unas pocas noches antes, la última suposición, pese a lo terrible que le resultaba, se afirmó en su creencia. Sin embargo, ¿por qué sacarla <strong>de</strong>l castillo, don<strong>de</strong> actos oscuros,<br />

según temía, habían sido ejecutados con frecuencia y en el secreto... <strong>de</strong> las habitaciones, que tal vez... estaban llenas <strong>de</strong> inmundicias, y manchas <strong>de</strong> asesinatos a medianoche.<br />

El temor <strong>de</strong> lo que iba a encontrarse se hizo tan excesivo que en ocasiones amenazó sus sentidos; y, tan pronto como pensaba en ello, acudía a su mente el recuerdo <strong>de</strong> su padre <strong>de</strong>saparecido y <strong>de</strong> lo que<br />

habría sufrido si hubiera podido presentir <strong>los</strong> tremendos acontecimientos <strong>de</strong> su vida futura, y que ansiosamente había evitado la fatal confianza que le llevó a poner a su hija al cuidado <strong>de</strong> una mujer tan débil<br />

como madame Montoni. También le parecía improbable su propia situación, particularmente cuando la comparaba con el reposo y la belleza <strong>de</strong> sus primeros días, y hubo momentos en <strong>los</strong> que casi se creyó<br />

víctima <strong>de</strong> visiones atormentadas, producto <strong>de</strong> una fantasía <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nada.<br />

Al contenerse por la presencia <strong>de</strong> sus guías en la expresión <strong>de</strong> sus terrores, su agu<strong>de</strong>za se transformó al fin en entristecida <strong>de</strong>sesperanza. La visión espantosa <strong>de</strong> lo que podía esperarla al término <strong>de</strong> su viaje<br />

la hizo casi indiferente a <strong>los</strong> peligros que la ro<strong>de</strong>aban. Pudo mirar, con poca emoción, el salvaje escenario y la tristeza <strong>de</strong>l camino y <strong>de</strong> las montañas, cuya silueta sólo era distinguible con un esfuerzo, <strong>de</strong>talles que<br />

la habían afectado <strong>de</strong> tal modo que habían <strong>de</strong>spertado horribles visiones <strong>de</strong>l futuro y sumido en su propia <strong>de</strong>sesperación.<br />

Se había puesto tan oscuro que <strong>los</strong> viajeros, que avanzaban al paso más lento posible, apenas podían ver el camino. Las nubes, que parecían cargadas con la tormenta, pasaban lentamente por el cielo,<br />

ocultando a interva<strong>los</strong> las vigilantes estrellas, mientras las ramas <strong>de</strong> <strong>los</strong> cipreses se asomaban por la brisa sobre el valle y se volvían hacia <strong>los</strong> bosques más alejados. Emily sintió un escalofrío.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está la antorcha —dijo Ugo—, está muy oscuro.<br />

—No tan oscuro aún —replicó Bertrand—, <strong>de</strong> momento po<strong>de</strong>mos seguir el camino, y es mejor no encen<strong>de</strong>r la antorcha mientras podamos evitarlo, porque podrían <strong>de</strong>scubrirnos si pasara cerca algún grupo<br />

enemigo.<br />

Ugo murmuró algo que Emily no entendió y continuaron en medio <strong>de</strong> la oscuridad, mientras que casi <strong>de</strong>seó que el enemigo <strong>los</strong> <strong>de</strong>scubriera, porque en el cambio cabía la esperanza y no podía imaginar una<br />

situación peor que la suya en aquel momento.

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