04.01.2015 Views

radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

inaccesibles.<br />

Mientras estaba apoyada, Montoni, seguido por dos hombres, apareció subiendo por un sen<strong>de</strong>ro tortuoso, cortado en las rocas bajo ella. Se <strong>de</strong>tuvo en un tajo y, señalando hacia las murallas, se volvió a sus<br />

seguidores y les habló con impaciencia y gesticulando. Emily vio que uno <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> hombres era Cario; el otro llevaba ropa <strong>de</strong> campesino y era el único que parecía recibir las indicaciones <strong>de</strong> Montoni.<br />

Se retiró <strong>de</strong> <strong>los</strong> muros y prosiguió su paseo, hasta que oyó en la distancia las ruedas <strong>de</strong> un carruaje y <strong>de</strong>spués la campana <strong>de</strong> la entrada. Instantáneamente pensó que había llegado el con<strong>de</strong> Morano. Según<br />

avanzaba hacia su habitación, varias personas entraron en el vestíbulo por la puerta opuesta. Los vio en el otro extremo <strong>de</strong> las columnas y se <strong>de</strong>tuvo inmediatamente, pero la agitación <strong>de</strong> su ánimo, la extensión y<br />

la oscuridad <strong>de</strong>l vestíbulo impidieron que distinguiera <strong>de</strong> quién se trataba. Sin embargo, sus temores se concentraron en una sola i<strong>de</strong>a y creyó que había visto al con<strong>de</strong> Morano.<br />

Cuando pensó que ya habían cruzado el vestíbulo, se aventuró <strong>de</strong> nuevo por la puerta y llegó sin ser vista a su habitación, don<strong>de</strong> quedó agitada por <strong>los</strong> temores y escuchando todos <strong>los</strong> distantes sonidos. Por<br />

fin, al oír voces en la muralla, corrió hacia la ventana y vio a Montoni que caminaba con el signor Cavigni, conversando con gran interés y <strong>de</strong>teniéndose <strong>de</strong> vez en cuando para mirarse, momentos en <strong>los</strong> que su<br />

charla parecía ser mucho más interesante aún.<br />

De las personas que habían cruzado por el vestíbulo, sólo había visto a Cavigni, pero la alarma <strong>de</strong> Emily se acentuó al oír pasos en el corredor y pensar que le traían algún mensaje <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>. Un momento<br />

<strong>de</strong>spués apareció Annette.<br />

—¡Ah!, ma<strong>de</strong>moiselle —dijo—, ha llegado el signor Cavigni. Estoy segura <strong>de</strong> que os alegrará ver a un cristiano en este lugar. Es una persona tan agradable. ¡Siempre se fija en mí! También ha venido el<br />

signor Verezzi y ¿quién pensáis que ha venido también, ma<strong>de</strong>moiselle<br />

—No lo sé, Annette; dímelo rápido.<br />

—No, madame, diga un nombre.<br />

—Como quieras —dijo Emily asumiendo serenidad—, supongo que se trata <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> Morano.<br />

—¡Virgen Santa! —exclamó Annette—. ¿Estáis enferma ¡Os vais a <strong>de</strong>smayar! Traeré agua.<br />

Emily se <strong>de</strong>jó caer en una silla:<br />

—Quédate, Annette —dijo débilmente—, no me <strong>de</strong>jes sola. No tardaré en recuperarme; abre la ventana. Así que ha sido el con<strong>de</strong>. ¿No has dicho eso<br />

—¿Quién, yo ¡El con<strong>de</strong>! No, ma<strong>de</strong>moiselle, no he dicho eso.<br />

—¿Entonces, no ha venido —dijo Emily inquieta.<br />

—No, ma<strong>de</strong>moiselle.<br />

—¿Estás segura<br />

—¡Dios me bendiga! —dijo Annette—, os habéis recobrado <strong>de</strong> inmediato. No es posible. Pensé que os estabais muriendo.<br />

—Pero el con<strong>de</strong>, ¿estás segura <strong>de</strong> que no ha venido<br />

—Sí, totalmente segura. Estaba mirando por la verja <strong>de</strong>l torreón norte cuando <strong>los</strong> carruajes entraban en el patio y nunca esperé ver tanta animación en este viejo castillo. Pero aquí están, amos y criados, <strong>los</strong><br />

suficientes para que este lugar se anime <strong>de</strong> nuevo. ¡He estado a punto <strong>de</strong> atravesar <strong>los</strong> barrotes enmohecidos! ¿Quién podía pensar en ver el rostro <strong>de</strong> un cristiano en esta enorme y horrible casa Habría podido<br />

besar hasta a <strong>los</strong> cabal<strong>los</strong> que <strong>los</strong> han traído.<br />

—Bien, Annette, ya me siento mejor.<br />

—Ya lo veo. Para <strong>los</strong> criados va a ser muy entretenido. Cantaremos y bailaremos en el zaguán pequeño, porque allí el signor no nos oirá y nos contaremos historias. ¡También ha venido Ludovico, Ludovico<br />

estaba con el<strong>los</strong>! ¿Os acordáis <strong>de</strong> Ludovico, alto, guapo, joven, el lacayo <strong>de</strong>l signor Cavigni que lleva siempre su librea con tanta gracia, que extien<strong>de</strong> su brazo izquierdo 'con su tocado colocado con tanta<br />

elegancia a un lado y...<br />

—No —dijo Emily que estaba abrumada con su locuacidad.<br />

—¿Es posible ¿No recordáis a Ludovico, que remó en la góndola <strong>de</strong>l cavalier en la última regata y ganó el premio ¿Y que suele cantar versos tan dulces sobre Orlando y sobre <strong>los</strong> moros y Carlo...,<br />

Carlo... magno, sí, ése era su nombre, bajo mi ventana, en el pórtico <strong>de</strong>l oeste, en la noches <strong>de</strong> luna en Venecia ¡Le he escuchado tantas veces!<br />

—Me temo, para tu <strong>de</strong>sgracia, mi buena Annette —dijo Emily—, que esos versos han robado tu corazón. Déjame que te aconseje que, si es así, lo guar<strong>de</strong>s en secreto: no <strong>de</strong>jes que él lo sepa.<br />

—¡Ah, ma<strong>de</strong>moiselle! ¿Cómo se pue<strong>de</strong> guardar un secreto como ése<br />

—Annette, me siento mucho mejor y pue<strong>de</strong>s marcharte.<br />

—¡Oh!, olvidé preguntaros, ¿cómo dormisteis anoche en esta sombría habitación<br />

—Tan bien como siempre.<br />

—¿Oísteis algún ruido<br />

—Ninguno.<br />

—¿Visteis alguna cosa<br />

—Nada.<br />

—¡Eso sí que es sorpren<strong>de</strong>nte!<br />

—En modo alguno, y ahora dime, ¿por qué me haces esas preguntas<br />

—¡Oh, ma<strong>de</strong>moiselle!, no lo diría por nada <strong>de</strong>l mundo, tampoco todo lo que he oído sobre esta habitación. Os asustaría terriblemente.<br />

—Si eso es todo, ya has conseguido asustarme, y, por tanto, dime lo que sepas sin temor a faltar a tu conciencia.<br />

—¡Dios mío! Dicen que la habitación está embrujada y ha sido así <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace muchos años.<br />

—Así que ha sido un fantasma el que ha corrido <strong>los</strong> cerrojos —dijo Emily tratando <strong>de</strong> reírse <strong>de</strong> sus propios temores—, ya que <strong>de</strong>jé esa puerta abierta anoche y me la he encontrado cerrada esta mañana.<br />

Annette empali<strong>de</strong>ció y no dijo una palabra.<br />

—¿Sabes si alguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> criados cerró esta puerta por la mañana antes <strong>de</strong> que me levantara<br />

—No, madame, que yo haya oído; no lo sé, ¿queréis que vaya y lo pregunte —dijo Annette moviéndose con rapi<strong>de</strong>z hacia la puerta.<br />

—Quédate, Annette, tengo que hacerte otras preguntas. Dime qué es lo que has oído sobre esta habitación y a dón<strong>de</strong> conduce esa escalera.<br />

—Iré a preguntarlo. A<strong>de</strong>más, estoy segura <strong>de</strong> que mi señora me necesita. Ahora no puedo quedarme.<br />

Salió corriendo <strong>de</strong> la habitación, sin esperar a que Emily la <strong>de</strong>tuviera. Animada por la certeza <strong>de</strong> que Morano no había llegado, sonrió ante el temor supersticioso que había conmovido a Annette, ya que,<br />

aunque a veces sentía su influencia, podía sonreír cuando veía la reacción <strong>de</strong> otras personas.<br />

Tras haber rehusado Montoni cambiar a Emily a otra habitación, <strong>de</strong>cidió soportar con paciencia el mal que no podía evitar, y, con objeto <strong>de</strong> hacer que la habitación resultara lo más confortable posible, sacó<br />

sus libros, su mayor satisfacción en <strong>los</strong> días felices y su refugio en las horas <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>rados pesares; pero había momentos en <strong>los</strong> que incluso aquello no lograba su efecto, cuando el genio, el gusto, el entusiasmo<br />

por <strong>los</strong> escritores más sublimes no llegaban a hacerle sentir nada.<br />

Colocó su pequeña biblioteca en una cómoda alta, parte <strong>de</strong>l mobiliario <strong>de</strong> la habitación, sacó sus utensilios <strong>de</strong> dibujo y se tranquilizó lo suficiente con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> hacer algunos apuntes <strong>de</strong> las maravil<strong>los</strong>as<br />

escenas que se le ofrecían <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el otro lado <strong>de</strong> <strong>los</strong> Ventanales. Pero no tardó en dudar <strong>de</strong> esta satisfacción, recordando que frecuentemente había intentado obtener alguna distracción con ello y se había visto<br />

impedida por alguna nueva <strong>de</strong>sgracia.<br />

«¿Cómo me puedo <strong>de</strong>jar engañar por la esperanza —se dijo—, porque el con<strong>de</strong> Morano no haya llegado aún y sentir una felicidad momentánea ¿Qué diferencia podría haber en que llegara hoy o mañana,<br />

si es que ha <strong>de</strong> venir Sería <strong>de</strong>bilidad dudar <strong>de</strong> que lo hará».<br />

Para apartar el pensamiento <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>sgracias, intentó leer, pero su atención no lograba concentrarse en las páginas y acabó por <strong>de</strong>jar el libro a un lado, <strong>de</strong>cidiéndose a explorar las habitaciones adyacentes

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!