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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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Des<strong>de</strong> este sublime escenario <strong>los</strong> viajeros continuaron ascendiendo entre <strong>los</strong> pinos, hasta que entraron en <strong>los</strong> pasos estrechos <strong>de</strong> las montañas, que cerraban toda la visión <strong>de</strong>l campo distante y en su<br />

recorrido exhibían únicamente tremendos <strong>de</strong>speña<strong>de</strong>ros, más allá <strong>de</strong>l camino, en <strong>los</strong> que no había vestigio alguno ni siquiera vegetación, excepto aquí y allá, en que asomaban las ramas <strong>de</strong> algún roble, crecido al<br />

bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la roca, a la que se aferraban sus fuertes raíces. En este paso, que conducía al corazón <strong>de</strong> <strong>los</strong> Apeninos, se abrió el día por completo, y el grupo <strong>de</strong> montañas apareció en la perspectiva con tal fuerza<br />

salvaje que ninguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> viajeros había visto antes. Sin embargo, en la base se veían <strong>los</strong> bosques <strong>de</strong> pinos que coronaban <strong>los</strong> tremendos precipicios que caían perpendicularmente hacia el valle, mientras arriba,<br />

la neblina, iluminada por <strong>los</strong> rayos <strong>de</strong>l sol, tocaba <strong>los</strong> acantilados con un mágico colorido <strong>de</strong> luz y sombra. La escena parecía cambiar perpetuamente y su aspecto asumir nuevas formas mientras la espiral <strong>de</strong>l<br />

camino les llevaba a contemplarla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> diferentes ángu<strong>los</strong>. En un momento, la niebla ocultaba sus bellezas y, <strong>de</strong>spués, las iluminaba con espléndidos tonos, asistidos por la ilusión <strong>de</strong> la vista.<br />

Aunque <strong>los</strong> valles profundos entre aquellas montañas estaban por lo general cubiertos con pinos, en algunas zonas una abertura abrupta presentaba una perspectiva <strong>de</strong> rocas <strong>de</strong>snudas, con cataratas cayendo<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus cumbres entre <strong>los</strong> riscos rotos, hasta que sus aguas, al alcanzar el fondo, espumaban con incesante furia. Otras veces las escenas pastoriles exhibían sus <strong>de</strong>licias ver<strong>de</strong>s en valles estrechos sonriendo en<br />

medio <strong>de</strong>l horror que les ro<strong>de</strong>aba. Había rebaños <strong>de</strong> cabras y cor<strong>de</strong>ros paciendo bajo las sombras <strong>de</strong> <strong>los</strong> árboles colgantes, y la pequeña cabaña <strong>de</strong>l pastor, levantada en el margen <strong>de</strong> alguna clara corriente, que<br />

presentaba un dulce cuadro <strong>de</strong> reposo.<br />

Salvajes y románticas, estas escenas no tenían el carácter sublime <strong>de</strong> las <strong>de</strong> <strong>los</strong> Alpes, que guardan la entrada en Italia. Emily sintió elevarse su ánimo con frecuencia, pero rara vez aquellas emociones <strong>de</strong><br />

temor in<strong>de</strong>scriptibl e que se habían <strong>de</strong>spertado continuamente al pasar por <strong>los</strong> Alpes.<br />

Según concluía el día, el camino se orientaba hacia un valle profundo. Estaba ro<strong>de</strong>ado por montañas cuyas pendientes parecían ser inaccesibles. Hacia el este se abría el paisaje que exhibía a <strong>los</strong> Apeninos en<br />

sus más oscuros horrores, y la larga perspectiva <strong>de</strong> las cumbres, elevándose una sobre otra, mostraban una imagen <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>za que Emily no había contemplado nunca. El sol se acababa <strong>de</strong> ocultar tras las<br />

montañas por las que <strong>de</strong>scendían, cuyas alargadas sombras se extendían por el valle, pero sus rayos, asomando entre <strong>los</strong> riscos, tocaban con un tono amarillo las copas <strong>de</strong> <strong>los</strong> bosques que se extendían por el<br />

lado opuesto y en total esplendor sobre las torres y almenas <strong>de</strong> un castillo que asomaba sus extensas murallas por el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l precipicio que había sobre el<strong>los</strong>. El esplendor <strong>de</strong> todos estos aspectos iluminados<br />

se engran<strong>de</strong>cía con las sombras que envolvían el valle.<br />

—Ahí —dijo Montoni, hablando por primera vez <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> varias horas— está Udolfo.<br />

Emily echó una mirada melancólica al castillo y comprendió que era el <strong>de</strong> Montoni. Aunque estaba iluminado por la puesta <strong>de</strong>l sol, la gran<strong>de</strong>za gótica <strong>de</strong> su arquitectura y sus muros <strong>de</strong> piedra gris oscura, le<br />

daban un aspecto sublime y sombrío. Según miraba, la luz se <strong>de</strong>svaneció <strong>de</strong> sus muros, <strong>de</strong>jando un tono púrpura, que se hizo cada vez más oscuro con el fino vapor que <strong>de</strong>spedía la montaña, mientras las<br />

almenas seguían diciendo <strong>de</strong> su esplendor. De ellas también <strong>de</strong>saparecieron <strong>los</strong> rayos y todo el edificio se vio envuelto en la sombra solemne <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Silencio, soledad y sublimidad parecían ser <strong>los</strong> soberanos<br />

<strong>de</strong>l paisaje, <strong>de</strong>safiando a todos <strong>los</strong> que se atrevieran a invadir su reino solitario. Según se oscurecía el crepúsculo, su silueta se hizo más tenebrosa, y Emily continuó mirando hasta que sólo pudo divisar las torres<br />

que asomaban por encima <strong>de</strong> <strong>los</strong> árboles, bajo cuya espesa sombra <strong>los</strong> carruajes empezaron a subir.<br />

La extensión y oscuridad <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> altos muros <strong>de</strong>spertaron imágenes terroríficas en su mente, y casi esperaba ver a un grupo <strong>de</strong> bandidos asomando entre <strong>los</strong> árboles. Los carruajes rebasaron por fin la<br />

enorme roca y poco <strong>de</strong>spués alcanzaron las puertas <strong>de</strong>l castillo, don<strong>de</strong> el tono bajo <strong>de</strong> la campana <strong>de</strong> llamada, que fue tañida para informar <strong>de</strong> su llegada, aumentó las temerosas emociones que dominaban a<br />

Emily. Mientras esperaban que el sirviente abriera las puertas, miró ansiosamente el edificio, pero la oscuridad reinante no le permitió distinguir mucho más <strong>de</strong> esa parte <strong>de</strong> su trazado, salvo saber que era gran<strong>de</strong>,<br />

viejo y triste. Por lo que vio, pudo juzgar su carácter <strong>de</strong> fortaleza y su extensión. La puerta <strong>de</strong> entrada que estaba ante ella, que conducía a <strong>los</strong> patios, era <strong>de</strong> un tamaño gigantesco y estaba <strong>de</strong>fendida por dos<br />

torres circulares, coronadas por torretas, almenadas, don<strong>de</strong> en lugar <strong>de</strong> estandartes había musgo y plantas silvestres que habían echado raíces en <strong>los</strong> bor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la piedra y que parecían suspirar, movidos por la<br />

brisa, en la <strong>de</strong>solación que les ro<strong>de</strong>aba. Las torres estaban unidas por una cortina, también almenada, bajo la cual aparecía el centro <strong>de</strong> arco <strong>de</strong> un gigantesco pórtico, que sobremontaba las puertas; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> éste,<br />

<strong>los</strong> muros se extendían a las otras torres, sobre el precipicio, cuya escalonada silueta, que se extendía hacia el oeste, hablaba <strong>de</strong> las tragedias <strong>de</strong> la guerra. Más allá todo se perdía en la oscuridad <strong>de</strong> la noche.<br />

Mientras Emily contemplaba con temor la escena, se oyeron pasos al otro lado <strong>de</strong> la puerta y el ruido <strong>de</strong> <strong>los</strong> cerrojos, tras lo cual el viejo criado <strong>de</strong>l castillo apareció, abriendo hacia <strong>de</strong>ntro con fuerza las<br />

gigantescas hojas <strong>de</strong>l portal, para dar paso a su señor. Cuando las ruedas <strong>de</strong> <strong>los</strong> carruajes corrían pesadas bajo el pórtico, el corazón <strong>de</strong> Emily se sumió en la <strong>de</strong>sesperación y parecía que llegaba a su prisión; el<br />

tenebroso patio en el que entraron sirvió para confirmar la i<strong>de</strong>a, y su imaginación, más <strong>de</strong>spierta aún por las circunstancias, le sugirieron más terrores <strong>de</strong> <strong>los</strong> que su razón hubiera podido justificar.<br />

Una segunda puerta les condujo al segundo patio, cubierto <strong>de</strong> hierba y más silvestre que el anterior, don<strong>de</strong>, mientras contemplaba toda su <strong>de</strong>solación, sus terribles muros, llenos <strong>de</strong> musgo y las torres<br />

almenadas que asomaban por encima, largos sufrimientos y asesinatos se mezclaron en sus pensamientos. Una <strong>de</strong> esas convicciones instantáneas e insospechadas que en ocasiones abaten a las mentes más<br />

fuertes la impresionó con todo su horror. Este sentimiento no <strong>de</strong>sapareció cuando entró en un enorme vestíbulo gótico, oscurecido en la semiluz <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> con una sola lámpara en la distancia a través <strong>de</strong> la<br />

larga perspectiva <strong>de</strong> sus arcos. Al acercar el criado la lámpara, algunos rayos cayeron sobre <strong>los</strong> pilares y la unión <strong>de</strong> <strong>los</strong> arcos, formando un fuerte contraste con sus sombras que se extendían por el pavimento y<br />

<strong>los</strong> muros.<br />

La inmediata partida <strong>de</strong> Montoni había impedido a sus criados hacer cualquier preparación para recibirle, ya que había sido sólo el corto intervalo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la llegada <strong>de</strong> un criado, que había sido enviado<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> Venecia, y esto, en cierta medida, explicaba el aire <strong>de</strong> extrema <strong>de</strong>solación presente por todas partes.<br />

El ariado, que se acercó con la luz a Montoni, inclinó la cabeza en silencio y <strong>los</strong> múscu<strong>los</strong> <strong>de</strong> su rostro reposaron sin síntoma alguno <strong>de</strong> alegría. Montoni respondió al saludo con un ligero movimiento <strong>de</strong><br />

mano y siguió a<strong>de</strong>lante, mientras su esposa, tras él, miraba con sorpresa y <strong>de</strong>scontento, aunque con temor a expresarlo. Emily, valorando la extensión y la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong>l vestíbulo con una admiración tímida, se<br />

aproximó a una escalera <strong>de</strong> mármol. Los arcos se abrían hacia un vano, <strong>de</strong> cuyo centro colgaba una lámpara <strong>de</strong> tres brazos que encendía con rapi<strong>de</strong>z un criado, y se fueron haciendo gradualmente visibles el rico<br />

artesonado <strong>de</strong>l techo, un corredor que conducía a varias habitaciones superiores y una vidriera que se extendía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el pavimento hasta el techo <strong>de</strong>l vestíbulo.<br />

Después <strong>de</strong> cruzar hacia la escalera y pasar a través <strong>de</strong> una sala pequeña, entraron en un amplio salón, cuyos muros, forrados <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra negra proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> las montañas vecinas, difícilmente se distinguían<br />

<strong>de</strong> la misma oscuridad.<br />

—Traed más luz —dijo Montoni al entrar.<br />

El criado, <strong>de</strong>jando la lámpara, se retiró para obe<strong>de</strong>cerle, cuando madame Montoni observó que el aire <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> en aquella región montañosa era frío y quiso que encendieran un fuego. Montoni or<strong>de</strong>nó<br />

que trajeran troncos inmediatamente.<br />

Mientras recorría la habitación con paso pensativo, y madame Montoni se sentaba en silencio en un sofá situado en uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> extremos esperando el regreso <strong>de</strong>l criado, Emily observó la singular solemnidad<br />

y <strong>de</strong>solación <strong>de</strong> la sala, vista, como estaba entonces, por la penumbra <strong>de</strong> una sola lámpara situada cerca <strong>de</strong> un espejo veneciano que reflejaba la escena llena <strong>de</strong> sombras, con la figura alta <strong>de</strong> Montoni pasando<br />

lentamente, con <strong>los</strong> brazos cruzados y el rostro oculto por la sombra <strong>de</strong> la pluma que se agitaba en su tocado.<br />

Des<strong>de</strong> la contemplación <strong>de</strong> esta escena, la imaginación <strong>de</strong> Emily corrió a la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>los</strong> sufrimientos que podrían aguardarla hasta el recuerdo <strong>de</strong> Valancourt, lejos, ¡muy lejos!, y se sumió en su pesar. Se le<br />

escapó un profundo suspiro; pero, tratando <strong>de</strong> ocultar las lágrimas, se acercó a una <strong>de</strong> las altas ventanas que se abrían sobre <strong>los</strong> baluartes, bajo <strong>los</strong> cuales se extendían <strong>los</strong> bosques que habían cruzado al<br />

acercarse al castillo. Pero las sombras <strong>de</strong> la noche envolvían las montañas y únicamente su silueta podía ser trazada ligeramente en el horizonte, mientras una sombra roja lucía aún por el oeste. El valle estaba<br />

totalmente oscuro.<br />

—Su excellenza sea bienvenido al castillo —dijo el viejo, al levantarse <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>jado <strong>los</strong> troncos—. Esto lleva mucho tiempo solitario. Debéis excusarme, signor, pero nos habéis avisado con<br />

muy poca anticipación. Casi dos años se cumplirán en la próxima fiesta <strong>de</strong> San Marcos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que faltáis <strong>de</strong> estos muros.<br />

—Tienes buena memoria, viejo Carlo —dijo Montoni—, eso es poco más o menos. ¿Cómo has logrado vivir tanto tiempo<br />

—Voy tirando, señor, con mucho trabajo. Los fríos vientos que soplan por el castillo en invierno son <strong>de</strong>masiado para mí. Algunas veces he pensado en solicitaros que me permitáis <strong>de</strong>jar las montañas y bajar<br />

al valle. Pero no sé cómo hacerlo. No sé cómo podría <strong>de</strong>jar estos viejos muros en <strong>los</strong> que he vivido tanto tiempo.<br />

—¿Cómo ha ido todo en el castillo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que me marché —preguntó Montoni.<br />

—Como <strong>de</strong> costumbre, signor, sólo que necesita muchas reparaciones. En la torre norte, algunas <strong>de</strong> las almenas se han caído, y un día lo hicieron sobre mi pobre mujer (¡Dios tenga su alma!) Vuestra<br />

excellenza <strong>de</strong>be saber...<br />

—Vamos con las reparaciones —interrumpió Montoni.<br />

—Las reparaciones —repitió Cario—; una parte <strong>de</strong>l tejado <strong>de</strong>l vestíbulo gran<strong>de</strong> se ha caído y <strong>los</strong> vientos <strong>de</strong> las montañas entraban el pasado invierno, silbando por todo el castillo, <strong>de</strong> modo que no había

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