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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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conciencia <strong>de</strong> que no <strong>de</strong>bía ir a su habitación, ya que irían finalmente a buscarla y <strong>los</strong> peligros aumentaban por momentos mientras permaneciera cerca <strong>de</strong>l mismo. No obstante, su ánimo y su respiración estaban<br />

tan agotados que se vio obligada a <strong>de</strong>scansar al final <strong>de</strong>l pasillo, sin que oyera paso alguno que se aproximara. Allí estaba cuando advirtió una luz en la puerta opuesta <strong>de</strong> la galería, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el lugar en que se<br />

encontraba se dio cuenta <strong>de</strong> que era <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> la habitación <strong>misterios</strong>a, en la que había hecho un <strong>de</strong>scubrimiento tan terrible que nunca había podido recordar sin un estremecimiento <strong>de</strong> terror. El que<br />

hubiera luz en aquella habitación y a aquella hora excitó su sorpresa y se vio tan conmovida por el miedo que no pudo volver a mirar, ya que en su estado <strong>de</strong> ánimo esperaba ver cómo se abría la puerta<br />

lentamente y que apareciera alguna horrible realidad. Tras escuchar <strong>de</strong> nuevo con atención y al no oír nada ni ver luz alguna por el pasillo, <strong>de</strong>dujo que Verezzi habría regresado para coger una lámpara, y segura<br />

<strong>de</strong> que no tardaría en estar allí, consi<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> nuevo qué camino <strong>de</strong>bería tomar, o mejor, cuál podría encontrar en medio <strong>de</strong> la oscuridad.<br />

El rayo <strong>de</strong> luz seguía surgiendo <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> enfrente, pero tan gran<strong>de</strong>, y quizá tan justo era su horror a aquella habitación que no se atrevía a <strong>de</strong>scubrir <strong>de</strong> nuevo sus secretos, aunque hubiera estado<br />

segura <strong>de</strong> obtener la luz que era tan importante para su seguridad. Seguía respirando con dificultad y <strong>de</strong>scansando al final <strong>de</strong>l pasillo, cuando oyó un leve sonido y <strong>de</strong>spués una voz baja, tan cerca <strong>de</strong> ella que le<br />

parecía que le hablaba al oído y sólo su presencia <strong>de</strong> ánimo inmediata le permitió contener la emoción y permanecer quieta y silenciosa. Al momento siguiente advirtió que se trataba <strong>de</strong> la voz <strong>de</strong> Verezzi, que no<br />

se había dado cuenta <strong>de</strong> que ella estaba allí, sino que hablaba consigo mismo. «El aire es más fresco por aquí —dijo—, éste <strong>de</strong>be ser el corredor». Quizá era uno <strong>de</strong> esos héroes cuyo coraje pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>safiar a un<br />

enemigo mejor que a la oscuridad y trataba <strong>de</strong> componer su ánimo con el sonido <strong>de</strong> su propia voz. Fuera como fuera, se volvió hacia la <strong>de</strong>recha y prosiguió con paso lento hacia la habitación <strong>de</strong> Emily,<br />

olvidando aparentemente que en aquella oscuridad ella podría eludir su persecución, incluso en su habitación, pero, como todas las personas bebidas, seguía pertinazmente la i<strong>de</strong>a que dominaba su imaginación.<br />

En el momento en que Emily oyó que se alejaban <strong>los</strong> pasos, abandonó su refugio y se movió sin ruido hacia el otro extremo <strong>de</strong>l corredor, <strong>de</strong>cidida a confiar <strong>de</strong> nuevo en el azar y salir <strong>de</strong> él por la primera<br />

galería que encontrara. Antes <strong>de</strong> que pudiera hacerlo, una luz se extendió por <strong>los</strong> muros <strong>de</strong>l pasillo, y, al volver la vista, vio a Verezzi que lo cruzaba hacia su habitación. Se <strong>de</strong>slizó entonces hacia un pasadizo<br />

que había a la izquierda, pensando que no había sido vista; pero, en ese mismo momento, otra luz, que procedía <strong>de</strong>l final <strong>de</strong>l pasadizo, la llenó <strong>de</strong> un nuevo terror. Se <strong>de</strong>tuvo y dudo qué camino seguir, y la pausa<br />

le permitió <strong>de</strong>scubrir que se trataba <strong>de</strong> Annette, corriendo a su encuentro. Su impru<strong>de</strong>ncia alarmó <strong>de</strong> nuevo a Emily, al oír el grito <strong>de</strong> alegría <strong>de</strong> la muchacha, y pasaron unos momentos antes <strong>de</strong> que le previniera<br />

para que mantuviera en silencio o pudiera librarse <strong>de</strong>l ardiente abrazo con que la sostenía. Cuando finalmente Emily pudo hacer compren<strong>de</strong>r a Annette el peligro en que se encontraba, corrieron juntas hasta la<br />

habitación <strong>de</strong> esta última, que estaba en una parte alejada <strong>de</strong>l castillo. Sin embargo, ningún temor lograba callarla.<br />

—¡Oh, querida ma<strong>de</strong>moiselle —dijo, según corrían—, que mal lo he pasado! ¡Oh! ¡Mil veces pensé que habríais muerto! ¡Nunca creí que viviría lo suficiente para veros <strong>de</strong> nuevo! ¡Y nunca me he sentido<br />

más contenta <strong>de</strong> ver a nadie en toda mi vida, como lo estoy ahora!<br />

—¡Silencio! —exclamó Emily—, nos persiguen. ¡Se oye el eco <strong>de</strong> unos pasos!<br />

—No, ma<strong>de</strong>moiselle —dijo Annette—, ha sido una puerta que han cerrado. Los ruidos recorren estos pasadizos y engañan continuamente. Si se habla o se tose, hace tanto ruido como un cañón.<br />

—Es muy importante que guar<strong>de</strong>mos silencio —dijo Emily—, te ruego que no digas nada hasta que lleguemos a tu habitación.<br />

Llegaron finalmente sin interrupciones y Annette atrancó la puerta, mientras que Emily se sentaba en la cama, muy pequeña, para recobrar el aliento y el ánimo. A su pregunta <strong>de</strong> si Valancourt estaba entre<br />

<strong>los</strong> prisioneros <strong>de</strong>l castillo, Annette contestó que no había podido enterarse, pero que sabía que había varias personas confinadas. A continuación procedió, con su acostumbrada y tediosa narrativa, a informarle<br />

<strong>de</strong>l sitio o más bien <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>talles y <strong>de</strong> todos sus temores y sufrimientos durante el ataque.<br />

—Pero —añadió—, cuando oí <strong>los</strong> gritos <strong>de</strong> victoria <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las murallas, creí que nos llevarían a todos y me di por perdida, aunque fue al revés, porque habíamos arrojado al enemigo. Fui entonces a la<br />

galería norte y vi muchísimos hombres huyendo hacia las montañas. Pero las murallas estaban todas en ruinas, como podría <strong>de</strong>cirse, y había una vista terrible en <strong>los</strong> bosques, don<strong>de</strong> <strong>los</strong> pobres soldados yacían<br />

muertos, pero se <strong>los</strong> llevaron sus camaradas. Mientras duró el sitio, el signor estaba aquí y allí, y en todas partes al mismo tiempo, según me dijo Ludovico, ya que no me <strong>de</strong>jó ver nada y me encerró, como ha<br />

hecho otras veces, en una <strong>de</strong> las habitaciones <strong>de</strong>l centro <strong>de</strong>l castillo, y me llevaba alimentos y venía a charlar conmigo siempre que podía. Tengo que <strong>de</strong>cir que si no hubiera sido por Ludovico me habría muerto.<br />

—Bien, Annette —dijo Emily—. ¿Y cómo van las cosas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que acabó el sitio<br />

—¡Oh! Todo es muy triste, ma<strong>de</strong>moiselle —replicó Annette—. Los signors no han hecho otra cosa que estar sentados, beber y jugar, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces. Se sientan toda la noche y juegan entre el<strong>los</strong> con<br />

todas esas riquezas que trajeron cuando solían salir a robar o a lo que fuera durante días. Tenían terrible discusiones sobre quién perdía y quién ganaba. Ese fiero signor Verezzi pier<strong>de</strong> siempre, según me han<br />

dicho, y le gana el signor Orsino. Esto le llena <strong>de</strong> ira y ya han tenido varias discusiones. Luego están esas señoras que siguen en el castillo, y os aseguro que me asusto cada vez que me encuentro a alguno <strong>de</strong><br />

el<strong>los</strong> en <strong>los</strong> pasil<strong>los</strong>.<br />

—No me extraña, Annette —dijo Emily sobresaltándose—, he oído un ruido; escucha.<br />

—No, ma<strong>de</strong>moiselle —dijo Annette tras una larga pausa—, ha sido el viento en la galería. Lo oigo con frecuencia cuando sacu<strong>de</strong> estas viejas puertas al final <strong>de</strong>l pasillo. ¿Pero no os iréis a la cama,<br />

ma<strong>de</strong>moiselle No es posible que os quedéis aquí toda la noche sentada.<br />

Emily se echó y le dijo a Annette que <strong>de</strong>jara la lámpara encendida en la chimenea. Cuando lo hubo hecho, se sentó al lado <strong>de</strong> Emily, que, sin embargo, no lograba quedarse dormida, ya que le pareció oír<br />

otro ruido en el pasillo, y Annette la convenció <strong>de</strong> nuevo <strong>de</strong> que se trataba sólo <strong>de</strong>l viento, cuando se oyeron unos pasos muy cerca <strong>de</strong> la puerta. Annette dio un salto, pero Emily le dijo que se quedara quieta y<br />

escuchó en un estado <strong>de</strong> terrible expectación. Los pasos sonaban al otro lado <strong>de</strong> la puerta y alguien intentó abrirla, tras lo cual oyeron una voz que llamaba.<br />

—¡Por Dios, Annette, no contestes! —dijo Emily en voz baja—, sigue quieta, pero <strong>de</strong>bemos apagar la lámpara, o la luz nos traicionará.<br />

—¡Virgen Santa! —exclamó Annette, olvidando su discreción—, no me quedaría a oscuras por nada <strong>de</strong>l mundo.<br />

Mientras hablaba, la voz <strong>de</strong>l exterior subió <strong>de</strong> tono y repitió el nombre <strong>de</strong> Annette.<br />

—¡Virgen Bendita! —gritó—, es Ludovico.<br />

Se levantó para abrir la puerta, pero Emily la previno <strong>de</strong> que <strong>de</strong>bían esperar a estar seguras <strong>de</strong> que venía solo. Annette habló con él y supo que venía a preguntar por ella, ya que la había <strong>de</strong>jado salir para<br />

buscar a Emily y volvía para encerrarla <strong>de</strong> nuevo. Emily, temerosa <strong>de</strong> que pudieran ser oídos si seguían conversando a través <strong>de</strong> la puerta, consintió en que la abriera y apareció un joven, cuyo rostro franco<br />

confirmó la favorable opinión que tenía <strong>de</strong> él, a lo que colaboraba el cuidado que prestaba a Annette. Solicitó su protección en caso <strong>de</strong> que Verezzi lo hiciera necesario, y Ludovico se ofreció a pasar la noche<br />

en una vieja habitación aneja que daba a la galería y a acudir en su <strong>de</strong>fensa a la primera alarma.<br />

Emily se conmovió por su oferta y Ludovico, tras encen<strong>de</strong>r su lámpara, se fue a su refugio, mientras que ella, una vez más, trataba <strong>de</strong> reposar en la cama. Pero <strong>los</strong> diversos acontecimientos le impidieron<br />

dormir. Pensó en lo que Annette le había dicho sobre la conducta disoluta <strong>de</strong> Montoni y sus compañeros, y más aún en su comportamiento con ella y en el peligro <strong>de</strong>l que acababa <strong>de</strong> escapar. Al analizar su<br />

situación se sintió profundamente conmovida, como ante un nuevo cuadro <strong>de</strong> terror. Se vio en un castillo habitado por el vicio y la violencia, más allá <strong>de</strong>l alcance <strong>de</strong> la ley o la justicia, y en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> un hombre<br />

cuya perseverancia no tenía igual, y en el que las pasiones, <strong>de</strong> las que la venganza no era la más débil, suplantaban el lugar <strong>de</strong> <strong>los</strong> principios. Se sintió obligada <strong>de</strong> nuevo a reconocer que sería una locura y no un<br />

gesto <strong>de</strong> fortaleza atreverse ante su po<strong>de</strong>r y <strong>de</strong>sistió <strong>de</strong> toda esperanza <strong>de</strong> felicidad futura con Valancourt. Decidió que a la mañana siguiente llegaría a un compromiso con Montoni y que renunciaría a sus<br />

propieda<strong>de</strong>s con la condición <strong>de</strong> que le permitiera el regreso inmediato a Francia. Estas consi<strong>de</strong>raciones la mantuvieron <strong>de</strong>spierta durante muchas horas; pero la noche pasó sin posteriores alarmas a causa <strong>de</strong><br />

Verezzi.<br />

A la mañana siguiente Emily tuvo una larga conversación con Ludovico, por la que supo algunos <strong>de</strong>talles relacionados con el castillo, y recibió informes sobre <strong>los</strong> proyectos <strong>de</strong> Montoni que aumentaron<br />

consi<strong>de</strong>rablemente su preocupación. Al expresar sorpresa ante el hecho <strong>de</strong> que Ludovico, que parecía tan sensible a <strong>los</strong> <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> su situación, continuara allí, le informó que no tenía la intención <strong>de</strong> quedarse y<br />

ella se aventuró a preguntarle si la ayudaría a escapar <strong>de</strong>l castillo. Ludovico le aseguró que estaba dispuesto a intentarlo, pero le hizo ver con claridad las dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la empresa, y la <strong>de</strong>strucción que podían<br />

esperar si Montoni <strong>los</strong> cogía antes <strong>de</strong> que hubieran cruzado las montañas. No obstante, prometió que estaría atento a la menor oportunidad que surgiera y que contribuyera al éxito <strong>de</strong>l intento, y que pensaría<br />

algún plan para la huida.<br />

Emily le confió entonces el nombre <strong>de</strong> Valancourt y le rogó que preguntara por él entre <strong>los</strong> prisioneros <strong>de</strong>l castillo. La leve esperanza que le <strong>de</strong>spertó esta conversación hizo que cediera en la resolución <strong>de</strong><br />

llegar a un compromiso con Montoni. Decidió, si era posible, retrasarlo hasta que tuviera nuevas noticias <strong>de</strong> Ludovico, y, si sus proyectos eran impracticables, renunciar entonces a las propieda<strong>de</strong>s sin <strong>de</strong>mora.<br />

Pensaba en todo ello, cuando Montoni, que se había recuperado <strong>de</strong> la borrachera <strong>de</strong> la noche anterior, envió por ella, que acudió <strong>de</strong> inmediato a su llamada. Estaba solo.<br />

—He sabido —dijo— que no estabas en tu habitación anoche. ¿Dón<strong>de</strong> estuviste<br />

Emily le relató algunas <strong>de</strong> las circunstancias <strong>de</strong> su alarma y solicitó su protección en caso <strong>de</strong> que se repitiera.<br />

—Conoces <strong>los</strong> términos <strong>de</strong> mi protección —dijo—, si realmente la valoras, pue<strong>de</strong>s asegurártela.<br />

Su abierta <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> que la protegería únicamente <strong>de</strong> modo condicional mientras permaneciera como prisionera en el castillo, mostró a Emily la necesidad <strong>de</strong> llegar a un acuerdo <strong>de</strong> inmediato sobre sus<br />

propuestas; pero le pidió primero que la permitiera marchar inmediatamente <strong>de</strong>l castillo, si ella renunciaba a las disputadas propieda<strong>de</strong>s. Con gesto solemne le aseguró que lo haría e inmediatamente y puso ante<br />

ella un papel en el que se hacía la transferencia <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> aquellas propieda<strong>de</strong>s a su nombre.<br />

Durante largo rato no fue capaz <strong>de</strong> firmar y su corazón se vio asaltado por intereses contrarios, ya que estaba a punto <strong>de</strong> renunciar a su felicidad futura, a su esperanza, que la había sostenido en tantas horas<br />

<strong>de</strong> adversidad.<br />

Tras oír <strong>de</strong> Montoni una recapitulación <strong>de</strong> las condiciones y la seguridad <strong>de</strong> que cumpliría su parte, puso la mano sobre el papel. Cuando lo hubo hecho, se <strong>de</strong>jó caer en la silla, pero se recobró <strong>de</strong> inmediato<br />

y le indicó que <strong>de</strong>bía dar las ór<strong>de</strong>nes para su marcha, y que <strong>de</strong>bía permitir que Annette la acompañara.<br />

Montoni sonrió.<br />

—Ha sido necesario engañarte —dijo—, no había otro medio para hacer que actuaras razonablemente; te irás, pero no por el momento. Primero tengo que asegurarme estas propieda<strong>de</strong>s con el acto <strong>de</strong><br />

posesión; cuando eso esté hecho, podrás regresar a Francia si lo <strong>de</strong>seas.<br />

La villanía <strong>de</strong>liberada con la que había violado el compromiso solemne que acababa <strong>de</strong> establecer sorprendió a Emily tanto como la certeza <strong>de</strong> que había hecho un sacrificio inútil, y que <strong>de</strong>bía seguir siendo<br />

su prisionera. No tenía palabras para expresar lo que sentía, y también que habría sido inútil, si hubiera podido <strong>de</strong>cir algo. Según miraba a Montoni, él se volvió indicándole que se retirara inmediatamente a su<br />

habitación; pero, incapaz <strong>de</strong> abandonar el salón, siguió sentada en una silla cerca <strong>de</strong> la puerta y suspiró profundamente. No tenía palabras, ni lágrimas.<br />

—¿Por qué te <strong>de</strong>jas llevar por esa reacción infantil —dijo—, trata <strong>de</strong> levantar tu ánimo, <strong>de</strong> soportar pacientemente lo que no pue<strong>de</strong>s evitar. No tienes nada que temer. Ten paciencia y serás enviada <strong>de</strong><br />

regreso a Francia. Por el momento retírate a tu habitación.

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