radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo
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—Decidle a Montoni —dijo— que me marcharé cuando lo crea conveniente; que saldré <strong>de</strong>l castillo, que se atreve a llamar suyo, como lo haría <strong>de</strong>l nido <strong>de</strong> una serpiente, y que ésta no será la última vez que<br />
tenga noticias mías. Decidle que no <strong>de</strong>jaré que tenga otro asesinato en su conciencia, si puedo evitarlo.<br />
—¡Con<strong>de</strong> Morano! ¿Sabéis lo que <strong>de</strong>cís —dijo Cavigni.<br />
—Sí, signor, sé muy bien lo que digo y él compren<strong>de</strong>rá muy bien lo que significa. Su conciencia le ayudará a compren<strong>de</strong>rlo en esta ocasión.<br />
—Con<strong>de</strong> Morano —dijo Verezzi, que hasta entonces le había estado observando en silencio—, si os atrevéis a insultar <strong>de</strong> nuevo a mi amigo os atravesaré con esta espada.<br />
—¡Sería una acción propia <strong>de</strong>l amigo <strong>de</strong> un villano! —dijo Morano, mientras el enorme impulso <strong>de</strong> su indignación le permitió levantarse solo <strong>de</strong> <strong>los</strong> brazos <strong>de</strong> sus criados; pero la energía era momentánea, y<br />
cayó exhausto por el esfuerzo. Los hombres <strong>de</strong> Montoni, mientras tanto, contuvieron a, Verezzi, que parecía inclinado, incluso en aquel momento, a cumplir su amenaza; y Cavigni, que no era tan <strong>de</strong>pravado<br />
para compartir la maldad cobar<strong>de</strong> <strong>de</strong> Verezzi, trató <strong>de</strong> llevárselo <strong>de</strong>l corredor. Emily, cuyos sentimientos <strong>de</strong> compasión la habían <strong>de</strong>tenido hasta entonces, se marchaba con un nuevo terror, cuando las súplicas<br />
<strong>de</strong> Morano la <strong>de</strong>tuvieron, y le pidió que se acercara con gesto débil. Avanzó con pasos tímidos, pero el rostro pálido <strong>de</strong> Morano <strong>de</strong>spertó <strong>de</strong> nuevo su compasión y la llenó <strong>de</strong> temores.<br />
—Me voy <strong>de</strong> aquí para siempre —dijo—, tal vez no os volveré a ver nunca. Me llevo vuestro perdón, Emily, nada más, también mis mejores <strong>de</strong>seos.<br />
—Contáis con mi perdón —dijo Emily— y también con mis sinceros <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> que os recuperéis.<br />
—¿Sólo porque me recupere —dijo Morano, suspirando.<br />
—Por vuestro bienestar en general —añadió Emily.<br />
—Tal vez <strong>de</strong>ba conformarme con eso —continuó—, realmente no me merezco más. Pero me atrevería a pediros, Emily, que penséis en mí alguna vez, y, olvidando mi ofensa, recordéis únicamente la pasión<br />
que la ha ocasionado. Os pediría imposibles: ¡os pediría que me amarais! En este momento, cuando estoy a punto <strong>de</strong> separarme <strong>de</strong> vos, quizá para siempre, casi no soy yo mismo. Emily, ¡que nunca conozcáis<br />
la tortura <strong>de</strong> una pasión como la mía! ¿Qué es lo que digo ¡Oh, que seáis sensible a tal pasión!<br />
Emily le miró impaciente por irse.<br />
—Os lo suplico, con<strong>de</strong>, preocuparos <strong>de</strong> vuestra propia seguridad —dijo—. No <strong>de</strong>béis seguir aquí por más tiempo. Tiemblo por las consecuencias <strong>de</strong> la pasión <strong>de</strong>l signor Verezzi y por el rencor <strong>de</strong><br />
Montoni, si sabe que seguís aquí.<br />
El rostro <strong>de</strong> Morano se cubrió con una pasión momentánea y le brillaron <strong>los</strong> ojos, pero pareció dominarse y replicó con voz calmada:<br />
—Ya que os preocupa mi seguridad, lo tendré en cuenta y me marcharé. Pero, antes <strong>de</strong> irme, hacedme oír <strong>de</strong> nuevo que me <strong>de</strong>seáis lo mejor —dijo fijando en ella una mirada <strong>de</strong> tristeza.<br />
Emily repitió sus comentarios anteriores. Morano cogió su mano, que ella no intentó retirar, y puso en ella sus labios.<br />
—Adiós, con<strong>de</strong> Morano —dijo Emily; y se volvió para marcharse, cuando llegó un segundo mensaje <strong>de</strong> Montoni y <strong>de</strong> nuevo suplicó a Morano que si valoraba su vida saliera <strong>de</strong> inmediato <strong>de</strong>l castillo. La<br />
miró en silencio con un gesto <strong>de</strong>sesperado. Pero<br />
Emily ya no tenía tiempo para compasiones y al no atreverse a <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>cer una segunda or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Montoni, abandonó el corredor.<br />
Montoni estaba en el salón junto al gran vestíbulo, echado en un sofá, sufriendo <strong>los</strong> dolores <strong>de</strong> la herida que pocos habían advertido. Tenía un gesto sombrío, pero en calma, que expresaba las oscuras<br />
pasiones <strong>de</strong> la venganza, pero no síntomas <strong>de</strong> dolor, dolor corporal, que siempre había <strong>de</strong>spreciado y vencido con la fortaleza y las tremendas energías <strong>de</strong> su alma. Le atendían el viejo Carlo y el signor Bertolini,<br />
pero madame Montoni no estaba con él.<br />
Emily tembló al acercarse y recibir su mirada llena <strong>de</strong> reproches por no haber acudido a su primera llamada; y percibió también que atribuía su estancia en el corredor a un motivo que no había pasado por<br />
su mente inocente.<br />
—Estamos otra vez ante un capricho femenino —dijo—. El con<strong>de</strong> Morano, cuya solicitud has rechazado obstinadamente mientras estuvo apoyada por mí, parece recibir ahora tu favor, cuando yo he<br />
<strong>de</strong>sistido.<br />
Emily le miró llena <strong>de</strong> asombro.<br />
—No lo comprendo —dijo—. Estoy segura <strong>de</strong> que vuestras palabras no implican que la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> <strong>de</strong> visitar la cámara doble haya contado con mi aprobación.<br />
—A eso no tengo nada que <strong>de</strong>cir —dijo Montoni—, pero parece que se trataba <strong>de</strong> un interés superior al común el que te hizo apoyar tan calurosamente su causa y que te ha <strong>de</strong>tenido tanto tiempo,<br />
<strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>ciendo mi or<strong>de</strong>n expresa, en presencia <strong>de</strong> un hombre que has evitado hasta ahora en todas las ocasiones <strong>de</strong>l modo más escrupu<strong>los</strong>o.<br />
—Me temo, señor, que se trataba <strong>de</strong> algo más que <strong>de</strong>l interés común lo que me ha <strong>de</strong>tenido —dijo Emily calmosamente—, porque últimamente me inclino a pensar que la compasión no tiene nada <strong>de</strong><br />
común. Pero ¿cómo podría y cómo podríais vos, señor, ser testigo <strong>de</strong> las <strong>de</strong>plorables condiciones <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> Morano, sin <strong>de</strong>sear consolarle<br />
—Aña<strong>de</strong>s hipocresía al capricho —dijo Montoni, frunciendo el ceño—, y un intento <strong>de</strong> sátira a ambos; pero, antes <strong>de</strong> que te ocupes <strong>de</strong> regular la moral <strong>de</strong> otras personas, <strong>de</strong>bes apren<strong>de</strong>r a practicar las<br />
virtu<strong>de</strong>s, que son indispensables en una mujer: la sinceridad, la uniformidad en la conducta y la obediencia.<br />
Emily, que siempre había tratado <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>rar su conducta con las leyes más justas, y cuya mente era extremadamente sensible, no sólo a lo que es justo en cuestión <strong>de</strong> moralidad, sino a todo lo que es<br />
embellecedor <strong>de</strong>l carácter <strong>de</strong> la mujer, se vio sorprendida por aquellas palabras; sin embargo, al momento, su corazón se llenó <strong>de</strong> la conciencia <strong>de</strong> haber merecido un elogio, en lugar <strong>de</strong> una censura, y se<br />
mantuvo orgul<strong>los</strong>amente silenciosa. Montoni, conocedor <strong>de</strong> la <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za <strong>de</strong> su pensamiento, sabía muy bien cómo recibiría sus reproches: pero, ajeno a <strong>los</strong> juegos <strong>de</strong> la conciencia, no pudo prever la energía <strong>de</strong>l<br />
sentimiento con el que había sido repelida su sátira. Se volvió a un criado que acababa <strong>de</strong> entrar en el salón y le preguntó si Morano había abandonado el castillo. El hombre contestó que sus criados se lo<br />
llevaban en ese momento a una cabaña próxima. Montoni pareció calmarse al oírlo y, cuando Ludovico apareció un momento <strong>de</strong>spués y dijo que Morano ya se había ido, indicó a Emily que podía retirarse a su<br />
habitación.<br />
Se alejó <strong>de</strong> muy buen grado <strong>de</strong> su presencia, pero la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> pasar lo que quedaba <strong>de</strong> la noche en una habitación cuya puerta a la escalera permitía la entrada <strong>de</strong> cualquier persona le preocupó más que<br />
nunca, y <strong>de</strong>cidió acudir a la habitación <strong>de</strong> madame Montoni y solicitar que Annette se quedara con ella.<br />
Al llegar a la gran galería oyó voces <strong>de</strong> lo que parecía una discusión. Su ánimo estaba predispuesto a cualquier alarma y se <strong>de</strong>tuvo, no tardando en distinguir las voces <strong>de</strong> Cavigni y Verezzi, por lo que se<br />
dirigió hacia el<strong>los</strong> con la esperanza <strong>de</strong> conciliar sus diferencias. Estaban so<strong>los</strong>. El rostro <strong>de</strong> Verezzi seguía rojo <strong>de</strong> ira, y al <strong>de</strong>saparecer el <strong>de</strong>stinatario <strong>de</strong> la misma, parecía dispuesto a transferir su rencor a<br />
Cavigni, que trataba <strong>de</strong> convencerle más que <strong>de</strong> discutir con él.<br />
Verezzi afirmaba que informaría instantáneamente a Montoni <strong>de</strong>l insulto que le había lanzado Morano, y, sobre todo, que le había acusado <strong>de</strong> asesinato.<br />
—No tiene sentido —dijo Cavigni— tener en cuenta las palabras <strong>de</strong> un hombre en un momento <strong>de</strong> indignación. Si insistes en tu <strong>de</strong>cisión, las consecuencias pue<strong>de</strong>n ser fatales para ambos. Tenemos entre<br />
manos intereses más serios que <strong>los</strong> <strong>de</strong> una triste venganza.<br />
Emily se unió a <strong>los</strong> ruegos y a <strong>los</strong> argumentos <strong>de</strong> Cavigni y lograron al fin convencer a Verezzi para que se retirara sin ver a Montoni.<br />
Al llamar a la puerta <strong>de</strong> las habitaciones <strong>de</strong> su tía, comprobó que estaban cerradas. A <strong>los</strong> pocos minutos, sin embargo, fue la propia madame Montoni la que abrió.<br />
Hay que recordar que se trataba <strong>de</strong> la puerta que conducía a la alcoba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un pasillo posterior, por la que Emily había entrado en secreto unas horas antes. Dedujo por el aire <strong>de</strong> calma <strong>de</strong> madame<br />
Montoni que no estaba al corriente <strong>de</strong> lo que le había sucedido a su marido y comenzó a informarla <strong>de</strong>l modo más suave que pudo, cuando su tía la interrumpió, diciéndole que estaba al corriente <strong>de</strong> todo.<br />
Emily sabía que tenía muy pocas razones para querer a Montoni, pero difícilmente hubiera creído que era capaz <strong>de</strong> tan perfecta apatía, como mostraba hacia él. Tras obtener permiso para que Annette<br />
durmiera en su habitación, se retiró inmediatamente.<br />
Un reguero <strong>de</strong> sangre se extendía por el corredor que conducía a su cuarto, y en el lugar don<strong>de</strong> el con<strong>de</strong> y Montoni se habían batido todo el suelo estaba manchado. Emily tembló y se apoyó en Annette al<br />
cruzarlo. Cuando entró en la habitación, <strong>de</strong>cidió que puesto que la puerta <strong>de</strong> la escalera había quedado abierta y Annette estaba con ella, exploraría a dón<strong>de</strong> conducía, ya que el asunto se relacionaba<br />
materialmente con su propia seguridad. Annette estuvo <strong>de</strong> acuerdo, a medias curiosa y a medias llena <strong>de</strong> miedo, cuando le propuso bajar por la escalera. Al acercarse a la puerta comprobaron que había sido<br />
cerrada <strong>de</strong> nuevo, por lo que su preocupación se dirigió a asegurarla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro, colocando <strong>los</strong> muebles más pesados que pudieron trasladar. Emily se acostó y Annette reposó en una silla al lado <strong>de</strong> la<br />
chimenea, don<strong>de</strong> quedaban algunos débiles rescoldos.