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radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo

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La vehemencia con que lo dijo supuso para Emily una nueva causa <strong>de</strong> alarma e intentó ponerse en pie, pero su cuerpo se negaba a sostenerla y continuó sentada. Las palabras murieron en sus labios y,<br />

cuando miró hacia la puerta que conducía al pasillo, que estaba cerrada, comprendió que era imposible que escapara <strong>de</strong> la habitación antes <strong>de</strong> que Morano se diera cuenta <strong>de</strong> sus intenciones y contraatacara.<br />

Sin darse cuenta <strong>de</strong> su agitación, él continuó recorriendo la habitación con el ánimo totalmente alterado. Su rostro expresaba la ira <strong>de</strong> <strong>los</strong> ce<strong>los</strong> y <strong>de</strong> la venganza. Cualquier persona que hubiera visto aquel<br />

rostro con su sonrisa <strong>de</strong> inefable ternura, no podría creer que se trataba <strong>de</strong>l mismo.<br />

—Con<strong>de</strong> Morano —dijo Emily, recobrando la voz—, calmaos, os lo' ruego, contened esa agitación, y aten<strong>de</strong>d a las razones si no podéis hacerlo con la piedad. Habéis equivocado vuestro amor y vuestro<br />

odio. Nunca podría <strong>de</strong>volveros el afecto con el que honráis, y nunca os he animado a ello; ni el signor Montoni os ha ofendido, porque <strong>de</strong>béis saber que no tiene <strong>de</strong>recho a disponer <strong>de</strong> mi mano aunque<br />

poseyera el po<strong>de</strong>r para ello. Marchad entonces, marchad <strong>de</strong>l castillo mientras estéis a tiempo. Ahorraos las consecuencias <strong>de</strong> una injusta venganza y el remordimiento <strong>de</strong> haber prolongado en mí estos momentos<br />

<strong>de</strong> sufrimiento.<br />

—¿Os alarcnáis por mi seguridad o por la <strong>de</strong> Montoni —dijo Morano, fríamente, y dirigiéndole una mirada recriminatoria.<br />

—Por <strong>los</strong> dos —replicó Emily con voz temblorosa.<br />

—¡Venganza injusta! —exclamó el con<strong>de</strong> volviendo a su tono apasionado—. ¿Quién pue<strong>de</strong> imaginar un castigo a<strong>de</strong>cuado a la injuria que él me ha hecho Sí, abandonaré el castillo, pero no lo haré solo. He<br />

sido engañado <strong>de</strong>masiado tiempo. Ya que mis oraciones y mis sufrimientos no pue<strong>de</strong>n vencer, lo lograré por la fuerza. Tengo gente esperando que os llevará a mi carruaje. Vuestros gritos no os proporcionarán<br />

socorro alguno; no serán oídos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> esta distante parte <strong>de</strong>l castillo; someteos, en consecuencia, silenciosamente, y venid conmigo.<br />

Era una indicación innecesaria porque Emily estaba segura <strong>de</strong> que sus llamadas no servirían <strong>de</strong> nada, y el terror había <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado <strong>de</strong> tal modo sus pensamientos que no sabía cómo conmover a Morano, y<br />

se quedó sentada en la silla, muda y temblorosa, hasta que él avanzó para obligarla a levantarse. Emily se puso en pie y con un gesto <strong>de</strong> asco en el rostro, y con serenidad forzada dijo:<br />

—¡Con<strong>de</strong> Morano! Estoy en vuestras manos; pero advertiréis que ése no es el comportamiento <strong>de</strong>l que <strong>de</strong>sea ganar la estima que parecéis tan <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> obtener, y <strong>de</strong> que os estáis <strong>de</strong>cidiendo por un<br />

camino lleno <strong>de</strong> remordimientos, en las <strong>de</strong>sgracias <strong>de</strong> una huérfana sin amigos, que no podrá abandonaros. ¿Creéis que vuestro corazón está tan endurecido que podréis ver sin emocionaros <strong>los</strong> sufrimientos a<br />

<strong>los</strong> que me con<strong>de</strong>naríais<br />

Emily se vio interrumpida por <strong>los</strong> gruñidos <strong>de</strong>l perro, que se acercó <strong>de</strong> nuevo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cama. Morano miró hacia la puerta <strong>de</strong> la escalera, y al no ver a nadie gritó:<br />

—¡Cesáreo!<br />

—Emily —dijo el con<strong>de</strong>—, ¿por qué me obligáis a adoptar este comportamiento ¡Con cuánto más placer os persuadiría que obligaros a ser mi esposa! Pero, ¡por el cielo!, no os <strong>de</strong>jaré para que seáis<br />

vendida por Montoni. Un pensamiento que cruza mi mente y me hace enloquecer. No sé cómo explicarlo. Es <strong>de</strong>scabellado, no pue<strong>de</strong> ser... tembláis... ¡os ponéis pálida! ¡Eso es... vos... vos... amáis a Montoni!<br />

—exclamó Morano, agarrando a Emily por la muñeca y dando una patada en el suelo.<br />

Un gesto involuntario <strong>de</strong> sorpresa cubrió el rostro <strong>de</strong> Emily.<br />

—Si verda<strong>de</strong>ramente lo pensáis —dijo—, seguid pensándolo.<br />

—Esa mirada, esas palabras lo confirman —exclamó Morano furioso—. No, no, no, Montoni tiene a la vista un premio mejor que el oro. ¡Pero no triunfará sobre mí! En este mismo instante...<br />

Fue interrumpido por <strong>los</strong> fuertes ladridos <strong>de</strong>l perro.<br />

—Un momento, con<strong>de</strong> Morano —dijo Emily aterrorizada por sus palabras y por la furia que expresaban sus ojos—, os sacaré <strong>de</strong> vuestro error. El signor Montoni no es vuestro rival; aunque, si compruebo<br />

que cualquier otro medio <strong>de</strong> salvarme es vano, intentaría que mi voz atrajera a sus criados a mi socorro.<br />

—No es momento para <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vuestra afirmación —replicó Morano—. ¿Cómo puedo dudar, ni siquiera por un instante, que pueda veros y no amaros Pero mi primera ocupación será sacaros <strong>de</strong>l<br />

castillo. ¡Cesáreo! ¡Cesáreo!<br />

Por la puerta <strong>de</strong> la escalera apareció un hombre y se oyeron pasos <strong>de</strong> otro que subía. Emily lanzó un grito, mientras Morano la llevaba por la habitación, y en ese momento oyó un ruido en la puerta que<br />

comunicaba con el corredor. El con<strong>de</strong> se <strong>de</strong>tuvo un instante, como si su pensamiento se viera suspendido entre el amor y el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> venganza. La puerta cedió, y Montoni, seguido por el viejo criado y otras<br />

personas, irrumpió en la habitación.<br />

—¡Defen<strong>de</strong>os! —gritó Montoni al con<strong>de</strong>, quien no se <strong>de</strong>tuvo, y, entregando a Emily a <strong>los</strong> hombres que habían aparecido por la escalera, se volvió lleno <strong>de</strong> furia.<br />

—¡Está en tu corazón, villano! —dijo arremetiendo con la espada contra Montoni, que paró el golpe, y le lanzó otro, mientras algunas <strong>de</strong> las personas que le acompañaban se acercaron a separar a <strong>los</strong><br />

combatientes y otros a rescatar a Emily <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong> <strong>los</strong> criados <strong>de</strong> Morano.<br />

—¿Qué comportamiento es ése, con<strong>de</strong> Morano —dijo Montoni en tono frío y sarcástico—, cuando os he recibido bajo mi techo y os he permitido, a pesar <strong>de</strong> ser mi enemigo, quedaros en él durante la<br />

noche ¿Es así como correspondéis a mi hospitalidad, con la traición a un amigo y el rapto <strong>de</strong> mi sobrina<br />

—¿Quién habla <strong>de</strong> traición —dijo Morano en tono lleno <strong>de</strong> vehemencia—. Alguien que pone rostro <strong>de</strong> inocencia. Montoni, sois un villano. Si hay alguna traición en este asunto, vos sois el autor. Yo el que<br />

he recibido las injurias casi más allá <strong>de</strong> lo soportable. Pero, ¿por qué pierdo el tiempo en palabras ¡Venid, cobar<strong>de</strong>, y recibiréis la justicia <strong>de</strong> mis manos!<br />

—¡Cobar<strong>de</strong>! —gritó Montoni, <strong>de</strong>sprendiéndose <strong>de</strong> <strong>los</strong> que le sujetaban y corriendo hacia el con<strong>de</strong>. Ambos retrocedieron hacia el corredor, don<strong>de</strong> la lucha continuó con tal <strong>de</strong>sesperación que ninguno <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

espectadores se atrevió a arrimarse a el<strong>los</strong>, mientras Montoni juraba que el primero que interfiriera caería bajo su espada.<br />

Los ce<strong>los</strong> y el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> venganza movían con toda su furia a Morano, mientras el superior dominio y la templanza <strong>de</strong> Montoni le permitieron herir a su adversario, a quien sus criados trataban <strong>de</strong> <strong>de</strong>tener, y,<br />

sin preocuparse <strong>de</strong> la herida continuó luchando. Parecía insensible tanto al dolor como a la pérdida <strong>de</strong> sangre, y vivo únicamente por la energía <strong>de</strong> sus pasiones. Montoni, por el contrario, perseveraba en el<br />

combate con una fiereza que superaba su valor. Recibió la punta <strong>de</strong> la espada <strong>de</strong> Morano en un brazo, pero, casi al mismo momento, le hirió gravemente, <strong>de</strong>sarmándole. El con<strong>de</strong> cayó hacia atrás, en <strong>los</strong> brazos<br />

<strong>de</strong> su criado, mientras Montoni le señalaba con la espada y le hizo que rogara por su vida. Morano, hundido en la angustia <strong>de</strong> las heridas, replicó con un gesto y con pocas palabras, débilmente articuladas que<br />

no lo haría, y en ese momento perdió el conocimiento. Montoni avanzó para clavarle la espada en el pecho, según yacía sin sentido, pero Cavigni <strong>de</strong>tuvo su brazo. Cedió sin muchas dificulta<strong>de</strong>s a la interrupción,<br />

pero su piel pareció cambiar <strong>de</strong> color, oscureciéndose, según contemplaba a su adversario caído en el suelo, y or<strong>de</strong>nó que fuera sacado inmediatamente <strong>de</strong>l castillo.<br />

Mientras tanto, Emily, a la que no habían <strong>de</strong>jado salir <strong>de</strong> la habitación durante el enfrentamiento, salió al corredor y suplicó con <strong>los</strong> sentimientos comunes <strong>de</strong> humanidad para que Montoni accediera a que<br />

Morano fuera atendido en el castillo como lo requería su situación. Pero Montoni, que rara vez había escuchado las consi<strong>de</strong>raciones <strong>de</strong> piedad, parecía <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> venganza y, con crueldad monstruosa, or<strong>de</strong>nó<br />

<strong>de</strong> nuevo que su vencido enemigo fuera sacado <strong>de</strong>l castillo, lo que significaba que no tendría más protección para la noche que el bosque o alguna cabaña solitaria vecina.<br />

Los criados <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> manifestaron que no le moverían hasta que reviviera. Montoni se mantuvo quieto y Emily, sobreponiéndose a las amenazas <strong>de</strong> Montoni, le ofreció agua a Morano y dio instrucciones<br />

para que fuera vendada su herida. Finalmente, Montoni, que sintió el dolor en la herida que había recibido, se retiró para examinarla.<br />

Mientras tanto, el con<strong>de</strong>, que se había recuperado lentamente, al abrir <strong>los</strong> ojos, lo primero que vio fue a Emily inclinada sobre él con el rostro expresando claramente su preocupación. La contempló con una<br />

mirada <strong>de</strong> angustia.<br />

—Me lo he merecido —dijo—, pero no <strong>de</strong> Montoni. Es <strong>de</strong> vos, Emily, <strong>de</strong> la que merezco un castigo. Sin embargo, ¡sólo recibo vuestra piedad! —Hizo una pausa, ya que le costaba trabajo hablar. Tras un<br />

momento continuó—: Tengo que renunciar a vos, pero no a Montoni. Perdonadme todos <strong>los</strong> sufrimientos que os he ocasionado. Pero por lo que se refiere a ese villano, su infamia no quedará sin castigo.<br />

Sacadme <strong>de</strong> aquí —dijo a sus criados—, no estoy en condiciones <strong>de</strong> viajar; en consecuencia, <strong>de</strong>béis llevarme a la cabaña más próxima, pues no pasaré la noche bajo este techo, aunque expire mientras salgo.<br />

Cesáreo propuso salir y preguntar si había alguna cabaña en la que pudieran recibir a su amo antes <strong>de</strong> intentar moverlo, pero Morano estaba impaciente por marcharse; la angustia <strong>de</strong> su mente parecía<br />

incluso mayor que la que le proporcionaba su herida, y rechazó con <strong>de</strong>sdén la oferta <strong>de</strong> Cavigni <strong>de</strong> convencer a Montoni <strong>de</strong> que <strong>de</strong>bía pasar la noche en el castillo. Cesáreo se dispuso a avisar para que el<br />

carruaje se acercara a la gran puerta, pero el con<strong>de</strong> se lo prohibió.<br />

—No podría soportar el movimiento <strong>de</strong> la carroza —dijo—, llama a otros para que te ayu<strong>de</strong>n a llevarme en brazos.<br />

Morano acabó sometiéndose a las razones y consintió en que Cesáreo saliera primero para buscar algún lugar en el que pudieran acomodarle. Emily, al ver que había recobrado el sentido, estaba a punto <strong>de</strong><br />

retirarse <strong>de</strong>l corredor, cuando recibió un mensaje <strong>de</strong> Montoni or<strong>de</strong>nándole que lo hiciera y también que el con<strong>de</strong>, si aún no lo había hecho, abandonara inmediatamente el castillo. La indignación brilló en <strong>los</strong> ojos<br />

<strong>de</strong> Morano y enrojeció sus mejillas.

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