radcliffe-ann-los-misterios-de-udolfo
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En lo alto, con un rayo <strong>de</strong> sol me entretengo<br />
C a p í t u l o X I<br />
L<br />
¡Qué rapto retroce<strong>de</strong>r a nuestros juegos tempranos,<br />
nuestro fácil <strong>de</strong>leite, cuando todo nos proporcionaba alegría,<br />
<strong>los</strong> bosques, las montañas y el susurrante laberinto<br />
<strong>de</strong> <strong>los</strong> arroyos alocados!<br />
os sueños <strong>de</strong> Blanche continuaron hasta mucho <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la hora en la que con tanta impaciencia había insistido, porque su sirviente, fatigada por el viaje, no la llamó hasta que el <strong>de</strong>sayuno estaba casi<br />
servido. Su <strong>de</strong>silusión, no obstante, <strong>de</strong>sapareció instantáneamente cuando al abrir la ventana vio a un lado el ancho mar chispeante por <strong>los</strong> rayos <strong>de</strong> la mañana, con sus barcos <strong>de</strong>slizantes y el ruido <strong>de</strong> <strong>los</strong> remos;<br />
y a otro lado <strong>los</strong> bosques frescos, las llanuras que se alejaban en la distancia, y las montañas azules, reluciendo todo en el esplendor <strong>de</strong>l día.<br />
Al aspirar aquella brisa pura, una sensación saludable se extendió por su rostro y la satisfacción bailó en sus ojos.<br />
—¡Quién pudo inventar <strong>los</strong> conventos! —dijo—. ¿Y quién pudo persuadir a la gente para que entrara en el<strong>los</strong>, y hacer <strong>de</strong> la religión su objetivo, cuando todo lo que pue<strong>de</strong> inspirarla fue <strong>de</strong>jado fuera tan<br />
cuidadosamente Dios recibe el mejor homenaje <strong>de</strong>l corazón agra<strong>de</strong>cido, y cuando contemplamos sus glorias es cuando más sentimos ese agra<strong>de</strong>cimiento. Nunca he tenido tanta <strong>de</strong>voción, durante <strong>los</strong> muchos y<br />
aburridos años en <strong>los</strong> que he estado en el convento, como la que he sentido en las pocas horas en las que he estado aquí, don<strong>de</strong> sólo necesito mirar a mi alre<strong>de</strong>dor para adorar a Dios <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo más profundo <strong>de</strong><br />
mi corazón.<br />
Tras <strong>de</strong>cir esto, se apartó <strong>de</strong> la ventana y se dirigió a la galería. Después entró en el salón <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno, en el que ya estaba sentado el con<strong>de</strong>. La animación <strong>de</strong>l sol brillante había dispersado las impresiones<br />
melancólicas <strong>de</strong> sus meditaciones, una sonrisa <strong>de</strong> satisfacción se imponía en su rostro y le habló a Blanche en tono ligero, cuyo corazón respondió con el eco <strong>de</strong> su tono. Poco <strong>de</strong>spués aparecieron Henri y la<br />
con<strong>de</strong>sa con ma<strong>de</strong>moiselle Beam. Todos el<strong>los</strong> parecieron participar <strong>de</strong> la influencia <strong>de</strong>l escenario e incluso la con<strong>de</strong>sa estaba tan reanimada que recibió <strong>los</strong> comentarios <strong>de</strong> su marido con complacencia, y sólo<br />
olvidó una vez su buen humor cuando preguntó si tenían algunos vecinos que permitieran hacer más tolerable aquel lugar bárbaro, y si el con<strong>de</strong> creía que era posible para ella vivir sin algún entretenimiento.<br />
Concluido el <strong>de</strong>sayuno el grupo se separó. El con<strong>de</strong>, tras or<strong>de</strong>nar a su criado que le acompañara a la biblioteca, se marchó a revisar la situación <strong>de</strong> todo y a visitar a algunos <strong>de</strong> sus colonos; Henri corrió a la<br />
playa para examinar una barca que le serviría para un pequeño viaje por la tar<strong>de</strong> y supervisar <strong>los</strong> ajustes <strong>de</strong> un toldo <strong>de</strong> seda; mientras, la con<strong>de</strong>sa, atendida por ma<strong>de</strong>moiselle Bearn, se retiró a una habitación en<br />
la parte más mo<strong>de</strong>rna <strong>de</strong>l castillo, que estaba <strong>de</strong>corada con un aire elegante, y como las ventanas daban a unos miradores frente al mar, se evitó la vista <strong>de</strong> <strong>los</strong> horribles Pirineos. Allí, reclinada en un sofá, y<br />
<strong>de</strong>jando vagar la mirada por el océano, que asomaba por encima <strong>de</strong>l bosque, se entretuvo con <strong>los</strong> placeres <strong>de</strong>l tedio, mientras su acompañante leía en voz alta una novela sentimental, o algún sistema fi<strong>los</strong>ófico<br />
<strong>de</strong> moda, porque la con<strong>de</strong>sa era, en cierto modo, filósofa, especialmente en lo relativo a la infi<strong>de</strong>lidad, y en ciertos círcu<strong>los</strong> sus opiniones eran esperadas con impaciencia y recibidas como doctrina.<br />
Mientras tanto, Blanche corrió a per<strong>de</strong>rse por paseos en <strong>los</strong> bosques alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l castillo, con nuevo entusiasmo, don<strong>de</strong> según vagaba bajo las sombras su ánimo alegre cedió gradualmente a una<br />
complacencia pensativa. Avanzó con paso solemne, entre la umbría <strong>de</strong> las ramas, don<strong>de</strong> el rocío fresco seguía en las flores, que asomaban entre la hierba, y, en otros momentos, recorrió el sen<strong>de</strong>ro en el que<br />
caían <strong>los</strong> rayos <strong>de</strong>l sol y temblaban las hojas <strong>de</strong> las acacias, mezclándose con <strong>los</strong> tintes solemnes <strong>de</strong> cedros, pinos y cipreses, exhibiendo un claro contraste <strong>de</strong> colores, como el <strong>de</strong>l majestuoso roble y el plátano<br />
oriental, frente a la ligereza <strong>de</strong>l alcornoque y la gracia airosa <strong>de</strong>l álamo.<br />
Al llegar a un asiento rústico, en un claro profundo <strong>de</strong>l bosque, se sentó a <strong>de</strong>scansar, mientras su mirada se dirigía por una abertura a las azules aguas <strong>de</strong>l Mediterráneo, con las velas blancas <strong>de</strong>slizantes, o<br />
hacia la ancha montaña, reluciendo bajo el sol <strong>de</strong>l mediodía, y su mente experimentó el placer exquisito que <strong>de</strong>spierta la fantasía y lleva a la poesía. La quietud que la ro<strong>de</strong>aba se veía rota únicamente por el<br />
zumbido <strong>de</strong> las abejas y otros insectos que volaban alegres en la sombra o libaban en las flores frescas, y, al contemplar a una mariposa, que pasaba <strong>de</strong> capullo en capullo, Blanche se <strong>de</strong>jó llevar por el placer<br />
<strong>de</strong>l día hasta que compuso las siguientes estrofas.<br />
¿Qué frondosa cañada, <strong>de</strong> aromático aliento,<br />
te galantea para que <strong>de</strong>tengas tu vuelo etéreo;<br />
y no busques <strong>de</strong> nuevo el matorral brillante,<br />
tantas veces escenario <strong>de</strong> alegre encanto<br />
Largo tiempo he observado la campana <strong>de</strong>l lirio,<br />
cuya blancura hurtaba el rayo <strong>de</strong> la mañana;<br />
ningún aleteo anuncia tu llegada,<br />
ni, en la distancia, centellea el agitar <strong>de</strong> alas.<br />
Ni fresca fuente, ni enramada <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso,<br />
ni pra<strong>de</strong>ra soleada, ni árbol florecido,<br />
resultan tan dulces como la morada <strong>de</strong>l lirio,<br />
la enramada <strong>de</strong> amor constante y yo.<br />
Cuando <strong>los</strong> capul<strong>los</strong> <strong>de</strong> abril empiezan a florecer,<br />
las primaveras, y las campanillas azules,<br />
que crecen en el musgo ver<strong>de</strong> <strong>de</strong> la ribera,<br />
con cálices violeta, que lloran rocío;<br />
cuando ventarrones <strong>de</strong>senfrenados alientan por la umbría,<br />
y sacu<strong>de</strong>n las flores, y roban su fragancia,<br />
y dilatan el canto <strong>de</strong> todas las ciénagas,<br />
recorro las ver<strong>de</strong>s soleda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l bosque;<br />
allí, por el juego enmarañado <strong>de</strong> sen<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> árboles<br />
por don<strong>de</strong> no pasean próximos toscos pillue<strong>los</strong>,<br />
don<strong>de</strong> apenas asoma el día sofocante,<br />
y la luz rocía <strong>de</strong> frescor el aire.<br />
LA MARIPOSA A SU AMOR<br />
THOMSON