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BOLETIN Tomo LXVIII Núms. 277-278 Julio-diciembre

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130 BOLETÍN DE LA ACADEMIA COLOMBIANA<br />

caprichosamente el hijo y, en este caso, el descubrimiento. Por ejemplo,<br />

hace poco me enteré de la existencia de la estrella Lucy, localizada<br />

a cincuenta años luz de la tierra. Es llamativa porque, aunque los diamantes<br />

en la tierra son escasos, más de la tercera parte de ella son<br />

puros diamantes. El astrónomo que la descubrió decidió ponerle ‘Lucy’<br />

por la canción Lucy in the sky with diamonds, de los Beatles.<br />

Entonces, en el área de la astrofísica el problema es monumental.<br />

Hay recomendaciones de que todo se tramite a través de la Unión<br />

Astronómica Internacional; que no se pongan tantos nombres propios,<br />

hay muchas estrellas que los tienen, sobre todo de los árabes, quienes<br />

más estudiaron el firmamento antes de los telescopios; que no se repitan<br />

nombres; que no se bauticen accidentes geográficos de menos de<br />

cien metros de extensión; que haya algún orden, alguna lógica. Por<br />

ejemplo, las supernovas, que son las estrellas cuando están muriendo,<br />

que para nominarlas se encabece con SN. Sin embargo, aquí hay un<br />

planteamiento imposible: bautizar el universo, sobre esto no hay acuerdo.<br />

Y aquí es donde yo pienso que los científicos deberían trabajar de<br />

manera interdisciplinaria con los lingüistas, porque los científicos cometen<br />

muchísimos errores por desconocimiento de la lingüística.<br />

Linneo logró establecer reinos, órdenes, clases, familias, géneros,<br />

especies y se logró una buena denominación. Pero con los descubrimientos<br />

posteriores, su clasificación cada vez se hace más insuficiente.<br />

Todos conocimos la obra de José Celestino Mutis hace más de doscientos<br />

años y el trabajo de Charles Darwin, que permitió establecer la evolución<br />

de tantas especies. Las especies vegetales son doscientos millones<br />

y las animales son 7.520.000; no ha sido fácil bautizarlas. También han<br />

surgido nuevos reinos, de las bacterias y de las arqueas, ¿en qué lengua<br />

denominarlas? ¿en latín o en inglés? De paso, aquí está otra de las<br />

dificultades: el inglés está predominando en las ciencias y esto significa<br />

que se pierden muchos trabajos importantes divulgados en otros<br />

idiomas.<br />

Vuelvo a otra curiosidad de denominación: las tormentas y los huracanes.<br />

De 1800 a 1953, fueron bautizados los huracanes de acuerdo<br />

con el santoral cristiano, según el día que llegaban e impactaban la<br />

zona geográfica. Así que si el huracán llegaba el 4 de <strong>diciembre</strong>, se<br />

bautizaría como Bárbaro. Y así hasta 1953, cuando los astrónomos<br />

decidieron ponerles nombres de mujeres. Y los bautizaron como mujeres<br />

hasta 1978, cuando las mujeres se pusieron bravas. ¿Cómo así que<br />

dicen que nosotras somos bravas? Y se prefijaron listas de 21 nombres,

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