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BOLETIN Tomo LXVIII Núms. 277-278 Julio-diciembre

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BOLETÍN DE LA ACADEMIA COLOMBIANA<br />

institución de avanzada en los campos de la lingüística y la literatura<br />

hispanoamericana. Para dotarlo de sede propia adquirió la histórica<br />

hacienda de Yerbabuena de don José Manuel Marroquín, en Chía,<br />

gestión que don Ignacio Chaves expresó así: “Si a este aristócrata<br />

santafereño doblado en sabanero raizal, observador sagaz de la naturaleza<br />

y de lo que en ella deja el quehacer humano, le fuera dado<br />

asomarse desde la noche de su tumba al fundo de su heredad, con<br />

qué conmoción de asombro registraría la prodigiosa transformación<br />

de la vetusta hacienda en el centro cultural de mayor renombre en el<br />

mundo de la hispanidad, por virtud del tesón profético y la energía<br />

creadora de don José Manuel Rivas Sacconi, cuya mirada aquilina y<br />

escrutadora del porvenir localizó el lugar propicio para asentar su<br />

empresa en donde la improvisación tampoco tiene cabida, y vislumbrar<br />

el derrotero por donde, a la sombra de Caro y de Cuervo, en<br />

labor silenciosa se pudo recuperar para Colombia el prestigio que tuvo<br />

como nación culta en el siglo XIX”. Oigamos lo que al respecto dijo<br />

don José Manuel Rivas: “Yerbabuena representa aquí, en este rincón<br />

sabanero, no solo un pedazo de tierra que lucha hoy por escapar de<br />

la invasión de la técnica y el avasallante dominio de las conquistas<br />

materiales, sino un conjunto de tradiciones del más castizo sabor, que<br />

se ligan invisible pero admirable y realísticamente al viejo solar hispano<br />

y a la cuna misma de nuestro ser histórico. Frente al pasado, pero<br />

alzándose literalmente de su suelo, el Instituto, erigida su sede al<br />

amparo de colinas benévolas, de erectos sauces verdinegros y de vivas<br />

y entrañables memorias, anhela restaurar lo que estropeó la caducidad<br />

inexorable de las cosas humanas. Siente vivamente la<br />

necesidad de proyectarse hacia el futuro, guiado por el sentido de<br />

una fecunda universalidad; de mantener con las instituciones similares<br />

un intercambio de ideas y personas que garantice la eficacia de<br />

sus actividades en consonancia con el adelanto de la ciencia; de incrementar<br />

la implantación de métodos efectivos, lo mismo en la enseñanza<br />

que en la investigación pura; de contribuir, sobre todo y<br />

principalmente a que el legado de los mayores se convierta en acicate<br />

de progreso y estímulo a nuevas inquietudes y vocaciones; de hacer,<br />

en suma, que los estudios filológicos y lingüísticos constituyan el<br />

centro natural a donde converjan las preocupaciones de cuantos,<br />

dentro y fuera de nuestras fronteras, aspiren a salvar y dignificar la<br />

existencia con el cultivo de las disciplinas humanas”. Esclarecedor<br />

escrito en el que subyacen por primera vez la misión y visión de la<br />

Instituto Caro y Cuervo, institución que concibió eviterna. Además,<br />

compró un inmueble en Chapinero, que hoy ya es historia, donde<br />

centró la administración del Instituto y organizó la librería institucional.

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