BOLETIN Tomo LXVIII Núms. 277-278 Julio-diciembre
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA COLOMBIANA<br />
Don José Manuel abrió veneros profundos del latín en el Instituto<br />
Caro y Cuervo. Con su debida aquiescencia, don Fernando Antonio<br />
Martínez impartió clases a los bisoños latinistas con aspiraciones en la<br />
metódica disciplina de la investigación, y fue el lacio parte del currículo<br />
en las maestrías del Andrés Bello. Comulgaba con Caro, Cuervo y<br />
Abadía Méndez en que el estudio del latín es necesario para el recto y<br />
cabal dominio del castellano.<br />
Cómo no recordar los espacios que propició a los jóvenes funcionarios<br />
del Instituto para aquilatar su incipiente formación académica. A<br />
varios investigadores los envió a estudiar fuera del país y a otros les<br />
patrocinó la licenciatura en Ciencias de la Educación con énfasis en<br />
Lingüística y Literatura. Con la exigencia del padre a quien no le falta el<br />
buen consejo, debían presentarle las notas semestrales, condición sine<br />
qua non para continuar con ese beneficio, lo que se convirtió en motivación<br />
suficiente para procurar ser los primeros en la clase. Además les<br />
permitió aprovechar algunas cátedras, cursos y conferencias impartidos<br />
en el Seminario Andrés Bello. Fue un gran inversionista en capital<br />
humano y de esta forma diseñó el rumbo del Instituto y su destino<br />
histórico durante los treinta y tres años de su rectoría (1949-1982).<br />
En 1949 ingresó como Miembro correspondiente de la Academia<br />
Colombiana de la Lengua y en ese mismo año fue elegido<br />
Secretario Perpetuo, labor que desempeñó hasta su muerte, “en la<br />
secretaría secundó con lealtad los objetivos y propósitos del insigne<br />
director y cumplió con altura y decoro sus funciones, convocando y<br />
organizando las diversas sesiones y actos solemnes, redactando las actas,<br />
expidiendo documentos oficiales, representando con altura y dignidad<br />
a la corporación en el exterior”, manifestó objetivamente don<br />
Horacio Bejarano. Pero ante todo fue un vigilante insomne del buen<br />
uso y la unidad del idioma.<br />
En 1952 ocupó la silla 21 como Miembro de número de la Academia<br />
Colombiana de Historia.<br />
El 8 de mayo de 1961 tomó posesión de la silla C de la Academia de<br />
la Lengua con el estudio, Academia, lengua, cultura, nación. Su última<br />
intervención pública en esta corporación fueron las palabras de bienvenida<br />
a don Diego Uribe Vargas.<br />
No podemos soslayar su eficiente y eficaz participación en el rescate<br />
de los rehenes de la Embajada Dominicana acompañando a don Víctor