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BOLETIN Tomo LXVIII Núms. 277-278 Julio-diciembre

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POSESIONES<br />

49<br />

Riesgos de la palabra<br />

Por cuanto sucede con demasiada frecuencia que se hace mal con<br />

la palabra, es responsabilidad de cada quien emplearla solo con la ética<br />

indispensable para hacer exclusivamente el bien y evitar el mal que<br />

contamina a la humanidad con mentiras, maldades y desórdenes. En el<br />

mundo presente, de contaminaciones múltiples, graves y aberrantes,<br />

se palpa la ausencia de cultura fundamental, por lo que no debemos<br />

ufanarnos sin más de los progresos científicos y tecnológicos materiales,<br />

que de hecho nos están dividiendo y contaminando peligrosamente<br />

con muy avanzada deshumanización.<br />

Ya la Santa Escritura previno: “Muerte y vida están en poder del lenguaje”<br />

(Prov. 18, 21). De la lengua perversa provienen “mentira, fraude,<br />

doblez, maledicencia, calumnia” (cf. Sal. 10,7; Ecl. 51, 2-6); además<br />

se dan otras notables denuncias.<br />

En forma patética, la Biblia nos presenta el caso de Babel, en que<br />

“todo el mundo era de un mismo lenguaje e idénticas palabras” (Gn.<br />

11, 1) y en que, al desafiar orgullosamente con la construcción de torres-rascacielos,<br />

es sancionado con la confusión de lenguas, símbolo<br />

bien expresivo de la humanidad actual, dispersa y confusa irremediablemente,<br />

no por lenguas que se traducen fácilmente sino por el orgullo<br />

y la pretensión de ser soberana sin Dios ni ley.<br />

Sabiduría en el uso de la palabra<br />

Que poder tan especial sea beneficio y no daño exige que apliquemos<br />

a fondo sabiduría de la vida y ética básica de comportamiento que<br />

aseguren la unidad, el bienestar y la paz individuales y colectivos, que<br />

forjen verdadera civilización de dignidad, paz y solidaridad.<br />

Así lo quiere Dios, autor del hombre, quien al confiarle el universo<br />

no se lo dio para que lo deteriorara y destruyera, sino con la consigna<br />

de mejorarlo y engrandecerlo: “Sed fecundos y multiplicaos y henchid<br />

la tierra y sometedla” (Gn. 1, 28), lo que constituye delegación del<br />

poder creador, no de escarnecimiento que arruina. Es lo que pregona<br />

el Sumo Pontífice Francisco en su carta encíclica Laudato si: “El desafío<br />

urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de<br />

unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible<br />

integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar” (núm. 13).

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