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BOLETIN Tomo LXVIII Núms. 277-278 Julio-diciembre

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POSESIONES<br />

97<br />

rosas leyes de origen visigótico o romano que mandó recopilar en un<br />

cuerpo normativo conocido como las Siete Partidas.<br />

Unificar la lengua era un verdadero desafío. Pero entre todos los<br />

dialectos que se hablaban en la península ninguno más apropiado que<br />

el castellano para lograr ese objetivo. 34 En efecto, Castilla era el reino<br />

con la mayor extensión territorial, el de más peso demográfico y tenía<br />

la economía más pujante. Pero esas condiciones favorables exigían un<br />

líder que entendiera la importancia de sacar avante la empresa de la<br />

unidad lingüística. Y el líder apareció.<br />

Durante varias décadas la Cancillería alfonsí se dedicó a fomentar el<br />

uso del castellano a través de documentos que llegaban hasta los últimos<br />

confines del reino. La curia arzobispal de Toledo, por su parte,<br />

cumplía un cometido similar en la difusión de la lengua. La consecuencia<br />

de ese esfuerzo mancomunado del poder civil y el eclesiástico fue<br />

la creación de la prosa castellana y el surgimiento de una copiosa producción<br />

de manuscritos relacionados con las más diversas ramas del<br />

conocimiento que contribuyeron a la difusión de la lengua romance.<br />

Después de Alfonso X surgieron en el siglo XIV eruditos que siguieron<br />

los preceptos del mester de clerecía, aunque con estilos diferentes.<br />

De todos ellos merece especial mención don Juan Ruiz, el Arcipreste de<br />

Hita, que escribió el Libro de buen amor. 35 El estilo heterogéneo de sus<br />

cantares es un fiel reflejo de lo que fue su vida. Juan Ruiz no fue precisamente<br />

un dechado de virtudes y, hasta donde se sabe, en su etapa de<br />

diácono tuvo una vida desarreglada y disoluta. Así procedían los<br />

goliardos, clérigos errabundos que combinaban el ascetismo con la<br />

juerga y la vida licenciosa.<br />

El Libro de buen amor relata asuntos amorosos del propio autor pero<br />

también es una pintura de la sociedad del siglo XIV con sus diversos<br />

estamentos, de ahí que desfilen por sus versos desde señoras de alto<br />

linaje hasta endecheras, rufianes, troteros, tahures y, por supuesto,<br />

alcahuetas y prostitutas. Su Trotaconventos, concertadora de citas<br />

pecaminosas y experta en todo tipo de artimañas y trapacerías, es la<br />

34 López Morales, Humberto, La andadura del español por el mundo, Santillana Ediciones<br />

Generales, Madrid, 2010, pp. 22-23.<br />

35 Este nombre se lo puso Menéndez Pidal, ya en los manuscritos que se han encontrado<br />

aparecen los cantares sin un título.

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