BOLETIN Tomo LXVIII Núms. 277-278 Julio-diciembre
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POSESIONES<br />
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rosas leyes de origen visigótico o romano que mandó recopilar en un<br />
cuerpo normativo conocido como las Siete Partidas.<br />
Unificar la lengua era un verdadero desafío. Pero entre todos los<br />
dialectos que se hablaban en la península ninguno más apropiado que<br />
el castellano para lograr ese objetivo. 34 En efecto, Castilla era el reino<br />
con la mayor extensión territorial, el de más peso demográfico y tenía<br />
la economía más pujante. Pero esas condiciones favorables exigían un<br />
líder que entendiera la importancia de sacar avante la empresa de la<br />
unidad lingüística. Y el líder apareció.<br />
Durante varias décadas la Cancillería alfonsí se dedicó a fomentar el<br />
uso del castellano a través de documentos que llegaban hasta los últimos<br />
confines del reino. La curia arzobispal de Toledo, por su parte,<br />
cumplía un cometido similar en la difusión de la lengua. La consecuencia<br />
de ese esfuerzo mancomunado del poder civil y el eclesiástico fue<br />
la creación de la prosa castellana y el surgimiento de una copiosa producción<br />
de manuscritos relacionados con las más diversas ramas del<br />
conocimiento que contribuyeron a la difusión de la lengua romance.<br />
Después de Alfonso X surgieron en el siglo XIV eruditos que siguieron<br />
los preceptos del mester de clerecía, aunque con estilos diferentes.<br />
De todos ellos merece especial mención don Juan Ruiz, el Arcipreste de<br />
Hita, que escribió el Libro de buen amor. 35 El estilo heterogéneo de sus<br />
cantares es un fiel reflejo de lo que fue su vida. Juan Ruiz no fue precisamente<br />
un dechado de virtudes y, hasta donde se sabe, en su etapa de<br />
diácono tuvo una vida desarreglada y disoluta. Así procedían los<br />
goliardos, clérigos errabundos que combinaban el ascetismo con la<br />
juerga y la vida licenciosa.<br />
El Libro de buen amor relata asuntos amorosos del propio autor pero<br />
también es una pintura de la sociedad del siglo XIV con sus diversos<br />
estamentos, de ahí que desfilen por sus versos desde señoras de alto<br />
linaje hasta endecheras, rufianes, troteros, tahures y, por supuesto,<br />
alcahuetas y prostitutas. Su Trotaconventos, concertadora de citas<br />
pecaminosas y experta en todo tipo de artimañas y trapacerías, es la<br />
34 López Morales, Humberto, La andadura del español por el mundo, Santillana Ediciones<br />
Generales, Madrid, 2010, pp. 22-23.<br />
35 Este nombre se lo puso Menéndez Pidal, ya en los manuscritos que se han encontrado<br />
aparecen los cantares sin un título.