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BOLETIN Tomo LXVIII Núms. 277-278 Julio-diciembre

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BOLETÍN DE LA ACADEMIA COLOMBIANA<br />

La lectura es la pronunciación sin errores de los poemas o de los<br />

escritos. Hay que leer conforme a la caracterización, a la prosodia y a<br />

las pausas, pues gracias a la caracterización nos damos cuenta del valor,<br />

gracias a la prosodia, del arte, y gracias a las pausas, del sentido.<br />

Esto se hace para que leamos, heroicamente, la tragedia; vulgarmente,<br />

la comedia; melodiosamente, la elegía; armónicamente, la épica; suavemente,<br />

el poema lírico; y con tono sumiso y de modo gemebundo,<br />

los lamentos. En efecto, si la lectura no se da según la observación de<br />

estos parámetros, malogra las virtudes de los poemas y vuelve ridículas<br />

las facultades de los lectores.<br />

Los gladiadores de Roma<br />

En 1986, (cuando el primer tomo del Diccionario de Cuervo cumplía<br />

100 años de su primera edición en París) el padre Briceño publica Los<br />

gladiadores de Roma, estudio histórico, legal y social.<br />

El tema de Los gladiadores de Roma después de tantos siglos sigue<br />

despertando sentimientos de irresistible repulsa y de admiración al<br />

mismo tiempo.<br />

De repulsa, por las atrocidades e infamias que se cometían para diversión<br />

del pueblo, “(los romanos) se apasionaban con el derramamiento<br />

de sangre (iuvat … humano sanguine frui), escribía el Séneca (siglo<br />

I d.C.). Y el propio Cicerón afirmaba: “aun cuando existen muchos métodos<br />

para enseñar a despreciar el dolor y la muerte, no hay disciplina<br />

mejor para los oídos y más elocuente para los ojos que un espectáculo<br />

de gladiadores”. Él mismo, sin embargo, con otros viejos patricios lo<br />

califica más adelante de crudele et inhumanum (cruel e inhumano), tal<br />

como se practicaba entonces.<br />

Pero es digno también de admiración, por la valentía, por el coraje,<br />

por la soberbia con que esos hombres luchaban y caían en la<br />

arena, cuyo único galardón no era muchas veces sino la gloria de<br />

los vencedores, una palma efímera, y tornar a enfrentarse con la<br />

muerte en la ocasión más próxima. Esta actitud precisamente era<br />

la que hacía reflexionar a los austeros varones de la época. Porque<br />

contemplar tales matanzas, según Plinio el Joven (siglo I d. C.) “es<br />

de esos espectáculos que no enervan ni degradan, pues no solamente<br />

no debilitan ni quebrantan los ánimos varoniles, sino que<br />

los fortalecen para soportar heridas honrosas y despreciar la muerte:<br />

viendo cómo el amor a la gloria y el deseo de triunfar se da

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